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EL ORGANITO PORTEÑO (1895)
El «Organito», ese simpático instrumento mecánico musical que recorría las calles de Buenos Aires, poblando el aire con sus melodías, llegó a la Argentina con la inmigración europea de fines del siglo XIX.
Se estima que el primer inmigrante que trajo consigo un organito, fue en 1895 y aún hoy, cuando es muy difícil encontrar alguno circulando por las calles porteñas, se recuerda, cuando su «cotorrita de la suerte», por una moneda, vaticinaba el futuro de millones de argentinos.
Recién alrededor de 1943, fue fabricado el primer órgano mecánico en la Argentina. Fue construido por PASCUAL LA SALVIA y contaba con tres muñecos animadosy un frente amplio hermosamente tallado a mano, por lo que es considerado una verdadera y única joya por musicólogos de todo el mundo.
El funcionamiento del organito es muy parecido, en sus rudimentos, al de una computadora. Es un instrumento de viento y todas las melodías que son ingresadas, se codifican. La información musical (duración de sonidos y silencios, nota que debe sonar, etc.) es inscripta por el arreglador de la música en un cilindro que tiene clavos de distintos tamaños. Cuando el cilindro gira va moviendo teclas que dejan pasar el aire (como en el bandoneón). Cada una de esas teclas está vinculada a un tubo o una fila de tubos que están afinados para esa nota. La secuencia de una nota tras otra, da la melodía y la simultaneidad los acordes.
Por eso, para armar un organito se debía ser un muy buen músico y tener buen oído, porque había que ajustarse a la poca cantidad de notas disponibles y a su duración, que estaba determinada por la longitud del cilindro. En un cilindro largo, se podían grabar más compases y en uno corto, la música se acababa muy pronto.
Hay varios sistemas para reproducir una misma canción. En Alemania, Italia y Holanda, donde son en la actualidad instrumentos con gran divulgación popular y el Estado estimula los museos como atractivo turístico, se usa todavía un sistema en base a cartón perforado con agujeros.
También los hubo acá, pero parece que no eran muy prácticos y que el sonido que producían no tenía calidad y había que cambiar permanentemente esa matriz de cartón. Y esa fue la primera transformación «a la criolla» que sufrieron los organitos y el ingenio de nuestros organilleros, supo reemplazarlos con otros materiales que le brindaron mejores resultados.
La magia del organito fue tan grande, que desde Evaristo Carriego hasta Jorge Luis Borges, lo hicieron resonar con fuerza en sus poemas.
Y su misterio es tan terco y tan vigente, que mientras Borges le cantó al primero y Homero Manzi le dedicó un tango al último, el organito sigue girando su historia en el Museo, que día tras día, está construyendo en Buenos Aires, el señor Osvaldo La Salvia, un viejo organillero, que todavía sorprende a los viajeros que llegan hasta la Basílica de Luján, donde suena un tango junto a una canzoneta italiana, para regocijo de quienes por un moneda, le preguntan cuál será su suerte a la cotorrita que lo acompaña.
Y esto no es todo, porque mientras espera que el pico de la cotorrita le traiga su destino, podrá admirar la fina manufactura del organito de don La Salvia.
La caja musical es de madera tallada a mano y fileteada a pincel multicolor, aunque con predominio del gris y el rojo. Se le han hecho algunos agregados a su estructura original y una cajonera sobrepuesta, lo hace más alto de lo común y por esa especie de «pasarela», se pasea muy oronda, una cotorrita que parece dueña del lugar.
La función empezará cuando usted llegue y don La Salvia comience a darle vueltas a la manivela. Las notas de un movido valsecito inundarán sus sentidos y rápidamente se verá rodeado por quienes, estando de paseo por la Plaza, no quieren perderse este espectáculo, que ya ha pasado los cien años de vida y sigue tan vigente como el primer día, tocando quizás, no ya un tango de Mariano Mores, sino una alegre «canzoneta» para el goce de algún inmigrante que busca en esas notas, volver a su terruño (ver Recuerdos, usos y costumbres de la Argentina de antaño).
Se han utilizado textos de una nota realizada por los periodistas Horacio del Prado y Fernando Aráuz al lutier y músico Pascual La Salvia).
QUE LASTIMA NO PODER TENER ALGUNOS ORGANITOS EN LA CIUDAD DEBUENIOS AIRES SERIA UN RECUERDO DEL VIEJO B AIRES ASI LO PUEDEN DOSFRUTAR ESTAS NUEVAS GENERACIONES Y TRASMITRIRLE LA VIEJAS MELODIAS DEL VIEJO ARRABAL PORTEÑO GASTAN TANTA PLATA EN OTRAS COSAS K YA NO TIENEN PRECIO COMO EL GOBIERNO DE LA CIUDADNO SE VA A PONER DE ACUERDO Y PODFER BRINDARLES EL RECUERDO DE ESTOS ORGANITOS-
Yo tehgo una cotorra que la estoy enseñando a hablar en italiano y espero conseguir un organito en casa de antiguedades rememorando a mi nono italiano que vivio mucho tiempo en la boca y me llevaba a escuchar el organito con la cotorrita de la suerte jaja
Lamento decir que para 1895 el organito tenía ya varios años en nuestro país.
El que pone 1885 desvalorizando esta nota sería buenos que mencione la fuente.
De buenas ideas surgen obras fecundas que los hacedores ponen en práctica, hagamos como en México, Chile donde los he visto que la Municipalidad se los facilita para que recorran las calles como «músicos callejeros» y con sus melodías lleven alegrías y sustento familiar. Atte, Antonio Juan Mella
tonymella40@gmail.com
ERGO: Popuesta para interesar a ministra de Cultura de CABA Sra Gabriela Ricardes.