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EL LAZO CRIOLLO
Para el gaucho, y hoy, para nuestra gente que trabaja en la campaña, el lazo criollo (1) fue y es uno de los instrumentos de trabajo que le es más necesario. Le sirve para lazar animales (por el cogote) o para “pialar” (trabándole las patas o las manos), con el objeto de derribarlos para herrarlos, vacunarlos, descornarlos o sacrificarlos.
Para sacar reses o carruajes empantanados, para asegurar su caballo en medio de la pampa, para usarlo como “maroma” y hasta como arma y elemento de castigo (ver Cepo, estaqueada y otros castigos).
Están confeccionados con hasta ocho largas tiras de cuero de vaca (aunque los mejores eran las de potro), de no más de un centímetro de diámetro, trenzado y muy bien sobado con grasa, lo que los hace muy resistentes (muy difícilmente se rompen por la resistencia que opone siempre al animal así apresado). Los había también de un solo tiento retorcido al revés, que llamaban “Lazo chileno)..
Tienen una longitud que varía entre seis y diez metros y en uno de sus extremos lleva una argolla de metal (que se llama “yapa”), para formar lo que se llama “la armada”, es decir, cuando el lazador, tomándolo como se muestra en la figura (A), revoleándolo por sobre su cabeza, hace que tome la forma de un aro flexible que hábil y oportunamente lanzado, volará en dirección a su presa. En el otro extremo, algo más grueso que el resto, lleva una presilla que permite se lo mantenga firmemente sostenido con la mano del lazador si laza de a pie, o unido al recado si lo hace montado a caballo.
Según sea la ocasión en que se lo use y la forma en que se lo lanza, será su peso, largo, grosor y rusticidad. Porque no es lo mismo lazar o pialar un vacuno que un potro cerril. No es lo mimo lazar de a pie que a caballo ni lazar en el corral que lazar a un animal que va a la carrera y finalmente, no es lo mismo “lazar” que “pialar”, como lo explicaremos a continuación:
Lazar. ¡Chù, chú, chú-h’a!, grita el paisano tratando de desparramar a la tropilla, mientras revolea el lazo esperando sorprender en posición favorable al animal elegido (B). Llega el momento oportuno y el lazo parte silbando, aprisionando firmemente el cogote del animal, que bufa de espanto, mientras el hombre “echa verija” (una posición que se muestra en la imagen (C), para asegurar el lazo y evitar que en el cimbronazo, inevitable, le queme las manos.
Pialar. . Es el tiro de lazo que se hace para voltear al animal cuando va a la carrera, apresándole las manos. Cuando se “piala”, que puede ser “de derecho” o “de revés”, según se tire el lazo a la derecha o a la izquierda del animal, se lo arroja tratando de que la argolla de la “armada”, al golpear contra el suelo, el impulso que lleva haga que se levante y que el animal meta las manos en ellas y la “armada” rodee las las manos del animal.
Pialar “de volcado” (D) consiste en usar la armada del lazo como trampa. Si el animal pisa dentro de ella, el pialador, mediante un brusco tirón cierra el lazo y así logra aprisionarlo), que pialar o enlazar a un animal lanzado a la carrera.
El “pial de puertas afuera” (E) es una peligrosa prueba que hacían nuestros gauchos: Los pialadores, sean” de derecho” o “de revés”, se colocan a ambos lados de la salida del corral y los potros, que salen a toda carrera, buscando la libertad, son pialados al pasar (E), acción que demanda piernas y brazos muy fuertes para aguatar el cimbronazo”
El “pial de payanca” (F), se tira sin revolear el lazo, con “armada” chica y con poco o ningún “rollo”. Es un tiro seguro y fácil que se hace desde cerca.
El “pial de paleta” (G), consiste en arrojar la parte superior de la “armada (mejor aún la argolla) a la paleta del animal.
Pialar “por sobre el lomo (H), es hacerlo desde atrás del animal, con todo el lazo lanzado sobre el lomo. La argolla debe dar por sobre la cruz. El resto de la “armada”, al golpear en la paleta, castiga hacia abajo, abriéndose ante las manos del animal y el lazo es sacado cimbrando por sobre el lomo del animal. Esta modalidad es la única que se puede realizar de a caballo.
Y no siempre el lazo fue una herramienta de trabajo, aunque hoy, es sólo eso. En manos de los gauchos de MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES allá por 1814, fue un arma formidable en su lucha contra los realistas que invadían desde el norte, tratando de desbaratar los planes de independencia gestados el 25 de mayo de 1810. Cayendo de sorpresa sobre las partidas realistas, enlazaban a los oficiales y los llevaban arrastrándolos hasta sus filas, dejando sin jefes y desorientados a sus efectivos.
VICENTE FIDEL LÓPEZ nos dice a este respecto: “cuando el lazo y las boleadoras comenzaron a desempeñar un servicio aterrante entre las armas de los argentinos, a cada encuentro, seis o más godos, oficiales sobre todo, salían arrebatados de los entreveros y de los realistas, a perecer espantosamente arrastrados y deshechos al correr tendido de los caballos”, y la misma historia cuenta ARÁOZ DE LAMADRID en sus “Memorias”, cuando fue hostigado por las milicias de GÜEMES.
Otro uso que se le dio en los enfrentamientos que se produjeron con los aborígenes durante las Campañas al Desierto, consistía en armar lo que podría llamarse “una maroma rasante”. Dos jinetes unían sus lazos sujetándolos firmemente por sus respectivas argollas y separados por el largo que ambos lazos lo permitían, cruzaban a todo galope por entre las filas de los aborígenes, arrastrando, como si fuera una gigantesca guadaña, a todo aquel jinete o guerrero de a pie que encontraba a su paso, desmontándolo y tronchando cabezas (ver Los oficios del gaucho).
(1).- El nombre de lazo, deriva del latín: «Láqueus», siendo en el circo romano “laqueadores”, unos gladiadores de élite, que en bárbaros torneos “lidiaban”» con toros y bisontes, enlazándolos por la cornamenta, previo al sacrificio.
Fuentes: «Atuendo Tradicional Argentino». . Héctor Aricó, Buenos Aires, 2002; El lazo, un elemento de trabajo y diversión» La Nación.com.ar; “Cosas de nuestra tierra gaucha”. Enrique Rapela, Ed. Syndipress, Buenos Aires;