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EL CABILDO DE BUENOS AIRES Y SU HISTORIA
Entre los edificios públicos civiles, el que tuvo mayor envergadura fue el Cabildo. En sus inicios fue un simple rancho con dos cuartos, uno para el Cabildo y otro para la cárcel. A medida que la ciudad se fue transformando en gran aldea se construyó un edificio de altos con torre y balconada.
Sencillo en su factura y diseño, pero imponente como construcción representativa de los vecinos de la ciudad. En él se centralizaba la administración, la expresión del gobierno del pueblo, un pueblo que estaba formado por vecinos con propiedad y arraigo y si eran peninsulares mejor, frente a un poder cada vez más centralista (ver El Cabildo de Buenos Aires).
Aunque la institución del Cabildo fue acotada por el régimen de Intendencias, aún tuvo fuerza suficiente para ser protagonista principal en la organización de la reconquista de Buenos Aires y la deposición del Virrey Sobremonte en 1806. Más tarde, con muchas dudas entre lealtades y necesidades, se vio desbordado por los patriotas de mayo y fue perdiendo su rol y funcionalidad hasta que en 1821, se completó su disolución con las reformas impulsadas por MARTÍN RODRÍGUEZ e instigadas por BERNARDINO RIVADAVIA.
El edificio continuó funcionando como cárcel y para otras actividades de la Justicia. Un día se lo maquilló de Renacimiento italiano, otro le cortaron un ala y otro le bajaron la torre. Así fue perdiendo su fisonomía, hasta que la revalorización de la memoria colonial lo rescató en un modelo parecido a lo que fue y necesario para lo que era.
Esa es la sucinta historia de un edificio macizo y fuerte, también lastimado, que sobrevivió a su época, en el que se pueden leer muchos de los valores de la memoria de la administración ciudadana (“Las cosas de la ciudad 2”, Carlos Moreno, Ed. Iconos, Buenos Aires, 1997).