EDIFICIOS MEMORABLES DE BUENOS AIRES QUE YA NO ESTÁN

Una gran cantidad de edificios que por su estructura, funcionalidad y servicios que prestaron a la comunidad en su momento, pueden ser considerados memorables, fueron abatidos por “la piqueta del progreso”, como se la llama, a esta escusa destructora, muchas veces empleada para satisfacer necesidades y/o ambiciones personales y pocas veces para satisfacer en realidad demandas impuestas por el desarrollo de la ciudad o el bienestar de los ciudadanos.

La carencia de una política de conservación por parte de las autoridades, la presión de empresarios poco comprometidos con el patrimonio cultural de la ciudad de Buenos Aires y la ausencia de una normativa que proteja estos lugares, llevaron a la desaparición de espacios, que además de sus valores estéticos, formaban parte de la identidad de la ciudad” (dicho por el arquitecto JORGE BOZZANO, Presidente del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio”).

Y así fue como desaparecieron de la ciudad capital de la República Argentina, tesoros invalorables de la arquitectura de la época de la colonia y especialmente del siglo XIX, que eran parte de nuestro patrimonio cultural.

La Buenos Aires de nuestros ancestros quedó en ruinas en la transición de la aldea a la metrópoli: solo sobrevivieron iglesias y un selecto grupo de edificios. Una simple enumeración (puestos en orden cronológico, según la fecha de su desaparición), de algunos de los que ya no están, porque cayeron bajo esta famosa piqueta, dará idea de la desaprensión con la que, que en la mayoría de los casos, se dispuso su demolición respondiendo a intereses económicos personales o por desidia de los gobiernos y otras debido a las necesidades de expansión que se creyeron convenientes, debido a la pujanza de esta ciudad, que lamentablemente se enorgulleció de ser conocida como “la París de América”, por la belleza de sus edificios, paseos y parques (ver Casas famosas).

Antigüo Teatro Coliseo (1804-1834)
El Teatro Coliseo era un tradicional y antiguo teatro ubicado en el Barrio Palermo de la ciudad de Buenos Aires, en la actual calle Marcelo T. de Alvear 1125 (entonces Charcas), frente a la Plaza Libertad, cuya historia registra varias etapas que se inician en 1804.

Ese año, viviéndose todavía como colonia de España, durante el virreinato de JOSÉ OLAGUER Y FELIÚ, se inauguró el que fue el Primer Teatro Coliseo o Viejo Teatro Coliseo que, habiendo desaparecido en 1792, víctima de un incendio el de La Ranchería,  fue la única sala de espectáculos de la ciudad hasta 1838.

Fue construido por el empresario cafetero RAMÓN AIGNASE y el cómico JOSÉ SPECIALI, luego de obtener un permiso del Cabildo que los autorizaba a crear el “Coliseo Provisional de Buenos Aires” y estaba ubicado en un terreno que era propiedad de un vecino llamado ALMAGRO, frente a la Iglesia de la Merced, en el cruce de las actuales calles Reconquista y Presidente Perón, a dos cuadras de la Plaza de Mayo.

En su frente no llevaba ornamento alguno y sólo daba a la calle un portón de pino. En el interior, las decoraciones eran pobres y fueron pintadas en su mayor parte por MARIANO PIZARRO, artesano argentino y maquinista del teatro. El alumbrado se hizo por mucho tiempo por medio de velas de cebo y, luego, por medio de aceite. Sobre las tablas o proscenio en el centro y parte anterior, aparecía la boca del apuntador. Al frente del proscenio se leía un cartel: “La comedia es espejo de la vida”.

La platea contenía aproximadamente 250 asientos; unos bancos largos, muy estrechos divididos por brazos, formaban las lunetas, cubiertos con un pequeño cojín forrado de pana. La entrada general valía diez centavos y las lunetas quince; costando algo menos cuando se tomaba por temporada, que era de aproximadamente diez funciones.

El contorno de la platea en forma de herradura, estaba formado por 20 o 25 palcos bajos, que costaban un peso y otros tantos altos, de tres pesos por función. En cada uno, cabían aproximadamente seis asientos, pero el público tenía que llevar sillas desde su casa o alquilarlas a la empresa teatral.

Frente al proscenio y en el centro de la herradura, en la hilera de palcos altos, se hallaba el palco del Gobierno, de dobles dimensiones que los demás, decorado con cenefas de seda celeste y blanco (o de color punzó en la época de JUAN MANUEL DE ROSAS).  Los palcos, durante muchos años, no tenían puertas y cuando las tuvieron, casi nadie las usaba. La cazuela, vulgarmente llamada gallinero, estaba colocada sobre los palcos altos y era ocupada sólo por espectadores de sexo femenino.

El español BLAS PARERA (el futuro coautor del Himno Nacional Argentino) fue designado Director de la orquesta, que contaba con 26 o 28 integrantes, que no siempre eran músicos profesionales. La “Compañía Cómica” de LUIS AMBROSIO MORANTE, tuvo a su cargo la primera representación que se ofreció en ese escenario y fue este mismo MORANTE el que en aquel 24 de mayo de 1812, presentara una pieza teatral que había escrito especialmente para la ocasión, llamada “El 25 de Mayo”, como homenaje a estas gloriosasa jornadas y cuyo himno de cierre, inspirara a uno de sus espectadores, el músico VICENTE LÓPEZ Y PLANES, para componer el Himno Nacional Argentino.

El Teatro Coliseo fue el escenario donde se presentaron las más notables figuras nacionales y extranjeras que nos visitaban: Allí actuaron TRINIDAD GUEVARA (1798-1873), considerada como la primera actriz argentina, y  el actor JUAN JOSÉ CASACUBERTA (1789-1849). En 1821 se estrenó el drama en verso “Túpac Amaru”, del mismo MORANTE y en 1825 se cantó, por la primer en la Argentina, una Opera: fue la Opera “El barbero de Sevilla de ROSSINI.

Recordemos también que en ese viejo Teatro Coliseo, la noche del 24 de mayo de 1806, estaba el  Virrey SOBREMONTE presenciando la obra de MORATÍN, “El si de las niñas”, cuando recibió el parte que le enviaba SANTIAGO DE LINIERS comunicándole la llegada de los ingleses a Ensenada, durante la primera invasión que realizaron sobre Buenos Aires.

Fue demolido en 1834 y sobre el terreno que ocupaba, se construyó un nuevo Teatro, que con el nombre de “Teatro Argentino” iniciará una existencia caracterizada por contínuos cambios de ubicación, estructura y género.

Teatro Doria (1887-1903)
Bien de barrio, fue el primer teatro de la periferia. Fue el antecedente del Teatro Marconi. Un recinto consagrado a la ópera y la zarzuela, pomposamente llamado Teatro Doria, aunque se decía que era el “El teatro de los italianos pobres”: su valor era mucho menor al de los establecimientos de ese género que se distribuían en el corazón cultural de la ciudad de Buenos Aires.

Lo fundó un empresario italiano admirador del almirante genovés ANDREA D’ORIA y estaba ubicado en la avenida Rivadavia al 2380, entre Pichincha y Matheu, pleno barrio de Balvanera, cuna de inmigrantes italianos, donde hoy se levanta una torre de departamentos.

En su inauguración, el 13 de agosto de 1887, era un simple barracón de madera, al que acudían casi exclusivamente los puesteros y peones del Mercado Rivadavia que estaba enfrente, haciendo competencia, en cuanto a la calidad de público, al teatro “Eldorado” vecino al “Mercado Lorea”. Sucio por dentro y feo por fuera, puede uno imaginarse lo que sería aquello en una noche de verano, cuando se daba, por ejemplo una bulliciosa  “Aida” o un trágico “’Otello”, lleno de carniceros, en mangas de camisa, fumando tremendos toscanos y escupiendo a diestra y siniestra”.

Dedicado a compañías líricas de segundo orden; fue distinguido popularmente, con el apodo de el “Colón del Oeste”, aunque algunos lo denominaban de manera peyorativa “el galpón” por su estructura interna y techo “a dos aguas”. Recibía compañías líricas discretas, excedía la periferia del círculo teatral de entonces y se lo reconoce por llevar espectáculos culturales a las comunidades más desplazadas.

Era, en fin, un teatro de y para italianos pobres, donde por unas pocas monedas se podía acceder a una entrada, ya que el valor de las localidades era mucho menor que en las grandes salas teatrales del centro (“El Coliseo”, “el Opera” y el “Colon”).

En 1901, pese a la aceptación popular de la que gozaba, los ingresos no no le eran suficientes para subsistir y aprovechando una oferta del empresario, su propietario, SILVIO GIOVANETTI le vendió su ya desactivado tinglado al empresario GUILLERMO BONOMI, que terminó de hacerlo escombros, para construír en ese mismo lugar, el Teatro Marconi.

Teatro Coliseum (1865-1912)
Fue inaugurado el 29 de noviembre 1865 en la calle del Parque (hoy Lavalle) 836, frente a la casa de Dardo Rocha. Construido para los conciertos de Sociedad Alemana de Canto por Hunt & Schroeder, tenía capacidad para 500 personas y estaba iluminado con tres grandes arañas a gas. A pesar de sus pretensiones como sala dramática -decía en el frente en latín «Artibus et Musis»- terminó siendo un salón de baile y luego pista de patinaje, deporte introducido por GUILLERMO H. HUNTLEY, que fue arrendatario de la sala.

En 1912 fue adquirido por FRANCISCO BORRAZÁS hasta que el empresario Max Glücksmann se hizo cargo de él y lo sumó a su imperio (integrado por el “Palace Theatre”, de Corrientes 757, el “Petit Palace”,  de Libertad 976, el cine “Ópera” -que luego pasaría a llarse “Porteño”, al lado del teatro homónimo en Corrientes 846)

El antigüo Coliseum entonces, fue derrumbado casi en su totalidad y el nuevo edificio se inauguró en 1913, llamándose ahora “Electric Palace”, una sala dedicada a la exhibición de películas cinematográficas y destinado a ser, por el lujo y la tecnología aplicados en su construcción, un emblema de este próspero y poderoso imperio.

Teatro de la Comedia (1891-1931)
Estaba ubicado en la calle De las Artes (hoy Carlos Pellegrini) 248, justo frente al antiguo Mercado del Plata, cuando esa calle y su cercana Corrientes (conocida en esa época como “la calle que nunca duerme”), eran las preferidas de los noctámbulos, debido a la presencia de numerosos locales de diversión y de “teatro alegre”. Era el “Montmatre porteño” (imagen)

Teatros de Buenos Aires del Siglo XVII al XXI: 1891 Teatro Comedia ...En sus comienzos, desfilaron por su escenario, las grandes figuras del género chico español: JULIO RUIZ, ENRIQUE GIL, ROGELIO JUÁREZ, FÉLIX MESA y ABELARDO LASTRA, pero más tarde, se volcó a difundir obras de autores nacionales. Allí se estrenó, en 1903 con gran suceso “M’ hijo el dotor”, de FLORENCIO SÁNCHEZ, una obra que hizo historia en la identidad teatral de los argentinos y “Jetattore”, de GREGORIO DE LAFERRERE, otra pieza que aún hoy se representa con gran éxito.

Al igual que el Teatro del Pueblo (Carlos Pellegrini 340), el Sarmiento (Cangallo 1040) y el Buenos Aires (Cangallo 1053), fue demolido en 1931, cuando se abrió la Av. 9 de Julio.

Pabellón Argentino para la Exposición Universal de París (1889/1932)
El desmantelamiento del Pabellón que representó a la República Argentina en la Exposición Universal de París realizada en 1899, fue tal vez, el mayor crimen que se haya cometido contra el patrimonio argentino. En 1910, fue declarado “Bien Cultural de la Ciudad” por la Legislatura porteña, pero fue desmantelado y sus restos se remataron en páginas de Internet. Una heredera del último dueño vendía parte del esqueleto metálico en 1.500.000 pesos, tras visitar a un anticuario que lo había tasado en un precio estimado de 600.000 dólares.

Pero para comprender su valía y su ruina, es indispensable conocer su historia. En 1889, Francia celebró el primer centenario de la Revolución Francesa. La convención se llamó «Exposición Universal de París» y fue una cita donde se estrenó la Torre Eiffel, una construcción del ingeniero civil Alexandre Gustave Eiffel y a cuyos pies, se levantó el Pabellón que representó a la República Argentina en ese evento.

Fue inaugurado el 25 de mayo de 1889, por la delegación argentina y se lo calificó como uno de los más destacados de la muestra parisina. Ganó por eso, 12 grandes premios, entre ellos uno por el diseño urbano de la futura ciudad de La Plata, que era uno de los temas que se exponía allí.

Diseñado por el arquitecto francés ALBERT BALLÚ, un egresado de la École des Beaux-Arts” de Francia y ganador del Gran Premio de Roma, representaba el gusto ecléctico que imperaba en la arquitectura a fines del siglo XIX. Presentó un diseño con estructura de hierro siguiendo el modelo del “Crystal Palace” de JOSEPH PAXTON.

En la construcción del Pabellón se gastaron más de 2 millones de francos y un periódico norteamericano de esa época, explicaba el porqué la Argentina era el país que más había invertido en esta exposición y compara a la Argentina en América del Sur con lo que Estados Unidos es a la América del Norte, marcando que el principal producto de crecimiento argentino es la inmigración y  por ello el Pabellón Argentino poseía características europeas sin representar la cultura nativa para poder fomentar la inmigración europea.

El stand simulaba la forma de un palacio coronado con cúpulas, construido en metales y hierros, en armonía con las líneas estilísticas de época que se corroboraban en el diseño de la Torre Eiffel. «Tenía paños vidriados de exquisita factura, con escenas de la riqueza y símbolos patrios, esculturas en bronce obra del escultor, también francés, LOUIS-ERNEST BARRIAS y en las cuatro esquinas se distribuían esculturas alusivas a la navegación y a la agricultura.

Con una altura de 35 metros el Pabellón Argentino contaba con dos pisos ocupando una superficie de 1.600 m2., compuesto por dos alas simétricas a cada lado de la entrada. Estaba ubicado en proximidades de la Torre Eiffel. Ingresando por la puerta principal se imponía un mapa topográfico curvado en proporción a la curvatura terrestre mostrando no solamente la República Argentina sino también a Paraguay, Uruguay y Chile.

La Cordillera de los Andes y otras montañas resaltaban en alto relieve sobre las praderas pampeanas y además de exponer vitrinas con insectos, mariposas y pequeños animales autóctonos y planos de la en ese entonces futura ciudad de La Plata, la exposición argentina exhibió el sistema escolar modelado en el sistema norteamericano, donde había catálogos y fotografías de escuelas y alumnos.

Poseía una selección de 1690 libros, tanto científicos como literarios y una maquina inglesa, hecha por J. & E. Hall en Dartford, que utilizaba aire comprimido se encontraba dentro del Pabellón Argentino, y funcionó durante todo el verano, proporcionando aire frió a un refrigerador lleno con carne argentina.

En ese entonces la Argentina competía con Nueva Zelanda en la exportación de carne de cordero. Se montó además una campaña de difusión del progreso argentino en términos industriales, urbanísticos y educativos que escondía una premisa: seducir a capitales extranjeros para apuntalar el desarrollo de una nación incipiente y promisoria.

Como cumpliendo uno de los términos del contrato suscrito con los organizadores de la muestra, la estructura era desmontable, al finalizar la misma, en mayo de 1890 comenzaron los preparativos para traerla de regreso a la Argentina y tras superar diversos problemas de orden administrativo, económico y especialmente burocráticos, volvió a bordo del barco “Usuhuaia” de la Armada Argentina.

Fue re-ensamblada y durante tres años estuvo expuesta en la Plaza San Martín. Allí funcionó primero, la Exposición Internacional que se realizó en Buenos Aires en 1910 y después albergo al Museo Nacional de Bellas Artes, pero no pudo resistir el avance del desarrollo urbano.

En 1932 fue demolido para ampliar la Plaza San Martín y al año siguiente se remató como chatarra: Una pequeña parte fue a un taller de Mataderos, las cuatro esculturas que lo remataban fueron desperdigadas por la ciudad y la que coronaba la entrada, está en patio de la “Escuela Técnica Raggio”, en la avenida del Libertador y General Paz; otra parte se vendió por Internet y los restos que quedaron fueron sepultados en un solar ubicado en el Parque Tres de Febrero, de la ciudad de Buenos Aires.

Antigüo Teatro Ópera (1872-1935)
La idea de construír este teatro en Buenos Aires, surgió en 1870 cuando el empresario ANTONIO PESTALARDO convenció a su amigo ROBERTO CANO (hijo de Carmen e inversor del teatro Alegría), de que en la calle Corrientes, en aquel entonces “tan angosta y alejada del centro”,  resurgiría con la presencia de un teatro. Adquirieron para ello un terreno ubicado en Corrientes 860, entre Suipacha y Esmeralda, que era propiedad de CARMEN DÍAZ VÉLEZ DE CANO y que ocupaba la cochería de VICENTE COLLINI.

Teatro Ópera - Wikiwand

Contrataron al arquitecto EMILE LANDOIS, quien les presentó unos viejos planos que él mismo había trazado para el viejo Teatro Colón y había dejado ya en el olvido, pero que entusiasmaron a PESTALARDO y CANO. Su proyecto tuvo muchos inconvenientes, ya que al año siguiente, habiendo comenzado ya las obras, estalló la epidemia de fiebre amarilla y a las trágicas consecuencias que trajo ésta, debieron sumarse los problemas que debido a la clausura del Puerto de Buenos Aires, se presentaron para disponer de los materiales que se habían comprado en el exterior, las dificultades para encontrar obreros, con las familias diezmadas por la peste y el desgarrador estado anímico de la sociedad porteña.

Finalmente, superando todos estos inconvenientes y otros que surgieron en el transcurso de su construcción, el Teatro Ópera (imagen) fue inaugurado el 25 de mayo de 1872, con la presentación de la ópera “Il Trovarore” de GIUSEPPE VERDI. Apareció así un nuevo polo de actividad cultural en la ciudad de Buenos Aires; totalmente alejado del centro de la ciudad en la entonces Corrientes angosta, entre Suipacha y Esmeralda.

Esta primera versión tenía una fachada italianizante, sobre la línea municipal, adornado por faroles de hierro, rematada por un frontispicio griego y con molduras muy elaboradas, abundantes texturas. Fue pionero en ofrecer antepalcos “para guardar abrigos y sombreros” y el primero de la ciudad que contó con iluminación a gas, una excepción para la época (la iluminación a gas, tanto de la Sala como del escenario, se producía por medio de un gasómetro ubicado en el subsuelo, ya que en esa época, Buenos Aires todavía no contaba con red pública de alumbrado.

Su irrupción en la noche porteña, compitiendo en programación con el viejo Teatro Colon, fue un duro golpe para los beneficios que le deparaba a este, su hasta en ese momento, indiscutido liderazgo derivado de su exclusividad, ya que a partir de entonces, sobre el escenario del nuevo Teatro Ópera comenzaron a presentarse las más destacadas estrellas de la lírica, de la música y del teatro nacional y extranjero: Fue el teatro con la programación más esplendorosa de la ciudad,

En 1889 el “Teatro Colón” suspendió sus actividades y el empresario ROBERTO CANO y su nuevo socio RUFINO VARELA, en ese entonces a cargo de la sala, porque PESTALARDO, había decidido retirase, aprovecharon la oportunidad que dejaba la clausura de este que había sido un molesto competidor y decidieron reformar por completo su teatro, para convertirlo en lo que fue durante años: el coliseo más elegante de la capital, un lugar relevante en la escena porteña y el principal teatro de ópera de la ciudad.

Convocaron para ello a JULIO DORMAL, quien le dio al edificio un aspecto francés estilo beaux arts, ocupando una superficie de 2.500 m2. y lo convirtió en el más lujoso de la época. Tanto en lo exterior como en lo interior el edificio adquirió un estilo que podría decirse francés: «fin de siècle o Beaux Arts».

La nueva fachada tenía un frente mucho más recargado que el anterior, con molduras muy elaboradas y abundantes texturas trabajadas en columnas y superficies. y presidido por cuatro columnas de doble altura con capiteles corintios, con arcos de medio punto en los vanos

La Ópera o el Teatro de la Ópera (que era como se lo llamó a este tercer teatro Ópera), fue inaugurado el 16 de Mayo de 1889. Sus cinco grandes portones de madera conducían al foyer, que era opulento, con una recargada decoración que se lucía tanto en el elaborado artesonado del cielo raso, como en las molduras y papeles tapices de los muros y los cerámicos de los pisos. Intrincadas arañas de hierro iluminaban todo el vestíbulo.

La sala, igualmente opulenta y con forma de herradura (como los teatros líricos de Italia) era de mediano volumen con butacas de terciopelo haciendo juego con los cortinados en todas las aberturas  y circundada por cinco bandejas de palcos, antepalcos (toda una novedad ya que era la primera vez que los asistentes a un espectáculo, tenían donde dejar depositados sus abrigos), una inmensa araña de luz y una cúpula pintada con frescos, fue la sala más lujosa de aquellos años.

Contaba con usina propia, por lo que fue el primer Teatro de Sudamérica en tenerla y tan importante fue su capacidad, que en 1889 facilitó cables a la intendencia municipal para que por primera vez el pueblo celebrara, la fecha patria a la luz de lámparas eléctricas.

Cuando reabrió el Colón en 1908, se inició un período de dura competencia que se mantuvo durante algunos años, pero luego le llegó la decadencia como escenario lírico y se abocó a los géneros más livianos. En 1935, CANO vendió la sala a CLEMENTE LOCOCO que lo demolió.

En un récord de nueve meses, el arquitecto belga ALBERTO BOURDON levantó el edificio Art Déco que llegó hasta nuestros días como cine y teatro Ópera. Abrió en 1936, justo cuando Corrientes se estrenaba como avenida, dejando en el olvido a otro hermoso edificio que supo ser orgullo de Buenos Aires, donde actuaron EDITH PIAF, MINA MAZZINI, FAIRUZ, el LIDO y el FOLIES BERGÈRE entre otras figuras del espectáculo.

Teatro Circo Coliseo Argentino (1905-1937)
La historia del actual Teatro Coliseo, ubicado en la calle Marcelo Torcuato de Albear 1125, en el barrio Retiro, de la ciudad de Buenos Aires, ocupando un edificio que no es el original, se remonta casi a fines del siglo XIX, cuando esa calle se llamaba Charcas y en ese lugar estaba el “Columbia Skating Ring”, una pista de patinaje, que luego se transformó en el Teatro Circo Coliseo Argentino..

La historia entonces, comienza el 10 de noviembre de 1903 cuando el Presidente de la Sociedad Central de Arquitectos, ALEJANDRO CHRISTOPHERSEN, informó a los socios de la Entidad, la apertura de un concurso abierto para la construcción en ese lugar, de un teatro estable, para presentar espectáculos circenses.

La leyenda cuenta que había sido el célebre payaso inglés FRANK BROWN, admirado por DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO y RUBÉN DARÍO, el generador de la idea y que para ello, le había solicitado los fondos necesarios a su amigo, el banquero franco-argentino CHARLES SEGUÍN (el mismo que financió la construcción del Chantecler, del teatro Casino, el Maipo y tantos otros).

La obra le fue adjudicada al arquitecto alemán KARL NORDMANN, quien llegó al país en 1883 contratado por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, para la dirección de las obras del Palacio Legislativo de La Plata y luego de los ocho meses que duró su construcción, el 5 de agosto de 1905 abre sus puertas en la calle Charcas (hoy Marcelo Torcuato de Alvear), el “Teatro Circo Coliseo Argentino”, bajo la dirección del mismo  FRANK BROWN y de JOSÉ PODESTÁ el payaso criollo conocido como “Pepino el 88”, quienes formaron una dupla inimitable, presentando espectáculos que fueron el origen de nuestro “circo criollo” y del teatro argentino.

El Teatro “Circo Coliseo Argentino” era un edificio que  fue apreciado en las más prestigiosas  publicaciones de arquitectura de la época, por su original y extraordinaria estructura estilo “art nouveau”, donde se destacaba un amplio arco de hierro y vidrio coronando el edificio. Tenía un gran anfiteatro, con capacidad para más de 2.000 espectadores y su pista central era un picadero de arena con la forma de herradura, característica que le da ese nombre a este tipo de construcción.

Su escenario medía 19,5 metros de boca por 14,5 metros de profundidad y como era una sala multipropósitos, el picadero podía ser transformado en platea para albergar a los espectadores, cuando dejaba de ser circo, para transformarse en teatro. Tenía además una pista móvil para ejercicios acrobáticos, que podía transformarse en una pileta de 400 metros cúbicos:,  un subsuelo para el traslado de animales del y hacia el escenario,  que tenía salida hacia la calle Santa Fe, un restaurante, y localidades para dos mil personas sentadas en los palcos que circundaban la pista y 500 de pie.

Su acústica no era la mejor para un teatro de ópera, pero las circunstancias, la competencia (en algún momento, “El Coliseo”, “el Opera”, “el Colon” y “el Marconi” rivalizaban en programación), la declinación del gusto de los porteños por el Circo y el auge de otros géneros lo llevaron pronto a transformarse en en 1907 en uno de los teatros líricos más importantes de la ciudad

El 18 de abril de 1907 fue su primera vez como tal: Trozos de “Tosca”, con EMMA CARELLI y GIOVANNI ZENATELLo; “Aída”, con CRESTANI, CUCINI, ZENATELLO y “La Bohème”, con CARELLI y DANI, “La Condenación de Fausto” y un baile de máscaras decretaron su bautismo.

A partir de entonces, se alternaban óperas y operetas, ubicándolo como uno de los rivales del Teatro Colón» y del Teatro Ópera y se erigió como uno de los teatros líricos más importantes de la región por la calidad de los artistas y compañías que se presentaban en su escenario. Y aunque su actividad central fue siempre la música clásica y la ópera, también solía presentar espectáculos teatrales, musicales, humorísticos y políticos.

Pero no fue la Ópera el género que le dio más fama popular. El 27 de agosto de 1920, desde su terraza, el doctor ENRIQUE TELÉMACO SUSINI, LUIS ROMERO CARRANZA Y MIGUEL MUJICA (llamados a partir de entonces “Los locos de la azotea”, realizaron la primera transmisión radiofónica de exteriores de la historia musical argentina.

La ópera “Parsifal”, de RICHARD WAGNER, interpretada por la soprano argentina SARA CÉSAR, salió al aire inaugurando la radioemisora “L.O.R.  Radio Argentina” y a partir de entonces, ese día, fue considerado «el día mundial de la radiotelefonía», por el Primer Congreso Mundial de Radio que se celebró en Buenos Aires en 1934.

El Coliseo funcionó así durante tres décadas hasta que en 1937, por dificultades financieras, este teatro fue cerrado. El gobierno de Italia adquirió el complejo gracias a una donación del conde italiano FELICE LORA, que concedió en su testamento una importante suma de dinero para que el estado italiano construyera la «Casa de Italia».

Según la transcripción literal del escrito, un recinto donde instalar el consulado de su país de origen, asociaciones de fomento y espacios destinados para presentar manifestaciones artísticas y culturales con la finalidad de facilitar la integración y la convivencia entre italianos y argentinos. Sin embargo, las ideas quedaron postergadas cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.

Y aunque en ese momento se decía “La preservación de lo histórico es un lema inamovible”, solo resistieron los cimientos de ese bellísimo edificio. No había conciencia por entonces del patrimonio urbanístico que se despreciaba. El edificio fue totalmente demolido y el terreno cubierto de ruinas y oculto por una tapia.

En los años siguientes, el gobierno italiano decidió volver sobre su proyecto é hizo construír un nuevo edificio en ese solar, para alojar parte de las oficinas del Consulado General de su país en Buenos Aires, conservando la sala de espectáculos. Finalmente, en 1953, el teatro fue reabierto con el nombre de Teatro Coliseo,  ocupando el edificio que actualmente vemos en la calle Marcelo T. de Alvear 1125.

Antiguo Teatro Casino (1885-1960)
En el solar ubicado en la calle Maipú 326, donde funcionaba una fábrica de coches hasta 1885, tuvo su origen el Teatro Casino, una sala que tuvo dos etapas en su existencia. Durante su primera etapa, inaugurada a fines de 1885, era una pequeña construcción sin gran valor arquitectónico que presentaba una fachada de estilo morisco (arquitectura islámica) y además de la sala para 700 espectadores contaba con galerías, salones y confitería. Era por otra parte, una sala menor dedicada a conciertos y variedades.

 El segundo Casino fue inaugurado en 1892, ocupando un nuevo edificio proyectado por el Arquitecto JOSÉ ARNAVAT y en 1905 hubo una tercera construcción que tuvo la particularidad de que se llevo a cabo sin interrumpir las representaciones del primitivo teatro. Para ello fue contratado el ingeniero DOMINGO SELVA, quien se valió de un ingenioso sistema de construcción que permitió que no se tuvieron que interrumpir las funciones que allí se realizaban (ver Antiguo Programa del teatro Casino).

Durante la primera etapa, la Sala estaba dedicada a conciertos y variedades.. La segunda etapa, ya en su remozado edificio dejó de lado la música lírica y puso más énfasis en la presentación de espectáculos teatrales con gran despliegue coreográfico, por lo que muchas veces fue mentado como el “el Folies Bergères de Buenos Aires”.

Funcionaba por las noches durante todo el año y los espectáculos eran casi siempre muy variados, figurando en sus programas bailes -como el can-can, como pieza principal, “chansonettes”, “vaudeville”, malabaristas, magos, ilusionistas y acróbatas, entre otros.

Fue también la primera sala del país en utilizar el sistema de proyección cinematográfica llamada cinemascope, ofreciendo espectáculos en Cinerama, un sistema que empleaba tres proyectores de 35 mm. Para proyectar imágenes al unísono, sobre una pantalla grande y cóncava, que daba gran realismo a las escenas. El “Teatro Casino” fue demolido en la década de 1960 y en su lugar hoy hay una Playa de Estacionamiento.

Teatro Variedades (1909-1961)
El Teatro Variedades fue una obra dispuesta por la señora ANA IRAZUSTA DE SANTAMARINA, esposa del hacendado de origen español RAMÓN SANTAMARINA, reconocido  filántropo que impulsó y financió la construcción de diversas obras de bien público.

La construcción le fue encomendada al arquitecto alemán KARL NORDMANN, el mismo que construyera el Teatro Coliseo y que fuera presidente de la Sociedad Central de Arquitectos en 1910, quien desarrolló su proyecto de un lujoso edificio ocupando una pequeña manzana ubicada frente a la Plaza Constitución, que estaba limitada por las calles Salta, Avenida Garay y el pasaje Ciudadela, con puerta de entrada en la calle Lima 615, en la ciudad de Buenos Aires.

Tenía la particularidad de ser, junto con el “Nuevo Teatro Colón”, el único teatro “exento” de la ciudad, es decir, que su interior, como sucedía con el Teatro Griego de la antigüedad, las partes en las que se dividía su interior eran la “scaena” (escenario o «skene» griega), la “orchaestra” (el pozo para la orquesta) y la “cávea” (parte de un teatro o anfiteatro donde se encuentran las gradas sobre las cuales se sentaban los espectadores que asistían a las representaciones o espectáculos).

Se inauguró el 11 de mayo de 1909 con la presentación de Divorziamo”, una obra del dramaturgo francés VICTORIEN SARDOU, representada por la compañía de la artista italiana EMMA GRAMÁTICA y a partir de entonces, se dedicó a montar espectáculos con la participación de conjuntos nacionales o zarzuelas españolas con un pronunciado sentido social,  contando historias que le sucedían al común de la gente.

En 1914 y de la mano del director ENRIQUE DE ROSAS, allí tuvo su estreno el célebre actor LUIS ARATA, de extensa trayectoria después, en escenarios y cines argentinos. El cambio cultural, la renovación urbanística y la expansión demográfica hizo que en 1961 desapareciera el Teatro Variedades y en su espacio, hoy se yergue una vulgar torre de departamentos.

Antiguo Teatro Marconi (1903-1967)
El antecedente del Teatro Marconi, fue un recinto consagrado a la ópera y la zarzuela, pomposamente llamado Teatro Doria, aunque se decía que era el “El teatro de los italianos pobres”: su valor era mucho menor al de los establecimientos de ese género que se distribuían en el corazón cultural de la ciudad de Buenos Aires (imagen).

Archivo:Teatro Marconi (postal Ed. Tommassi).jpg - Wikipedia, la ...

En 1901, pese a la aceptación popular de la que gozaba, los ingresos no le eran suficientes a su propietario, SILVIO GIOBANETTI para subsistir y aprovechando una oferta del empresario del barrio, le vendió su ya desactivado tinglado al empresario GUILLERMO BONOMI, dueño de la conocida y ya desaparecida bebida Amaro Monte Cúdine, quien que terminó de hacerlo escombros, para construír en ese mismo lugar, el Teatro Marconi.

BONOMI contrató los servicios del arquitecto JUAN BAUTISTA ARNALDI, quien efectúa el diseño de un nuevo edificio rebautizándolo con el nombre de otro italiano famoso Guillermo Marconi (1834-1937), inventor de la telegrafía sin hilos.

El teatro fue inaugurado el 24 de diciembre de 1903. Tenía capacidad para 450 espectadores ubicados en 300 plateas y 36 palcos. En sus primeros tiempos fue un teatro dedicado a la Ópera. Aunque su ubicación un tanto alejado del centro, le restaba trascendencia, se especializó en presentar artistas de segundo orden, actitud que con el tiempo le permitirá constituírse en un semillero del Teatro Colón, llegando a ostentar con sus 1.063 butacas el título de “Catedral Chica de la Lírica”.

En su escenario se presentaron las grandes artistas del espectáculo regional italiano del momento. Desde el genovés GILBERTO GOVI, hasta NUNZIATA CAZZOLINO, pasando por el extraordinario cómico ETTORE PETROLINI y figuras como CLARA DELLA GUARDIA, LYDIA BORELLI, EMMA GRAMÁTICA, LEOPOLDO FRÉGOLI, FÁTIMA MIRIS, FRANCA BONI, ALBA REGINA, ITALO BERTINI, AÍDA ARCE y JAN KIEPURA que hicieron las delicias del público, sin olvidar las memorables temporadas líricas ofrecidas por el tenor PEDRO NOVI, protagonizando el rol principal de “La Traviata”, “Il Trovattore”, “Caballería Rusticana” y “Rigoletto”, o la actuación de estrellas nacionales como BLANCA PODESTÁ, FRANCISCO CHARMIELLO, LUIS ARATA, TOMÁS SIMARI, ENRIQUE DE ROSAS y ANDRÉS CORDERO ni la representación,  para Semana Santa, del drama sacro “La Pasión”, o de las obras de SAMUEL EICHELBAUM, ALEJANDRO BERUTTI, ENRIQUE GUASTAVINO, CÉSAR TIEMPO y CLAUDIO MARTÍNEZ PAIVA

El Marconi, fue alcanzado por la piqueta destructora en el año 1967, haciendo añicos una estructura que fue orgullo de Buenos Aires y acallando para siempre las voces de esa entusiasta colectividad italiana que supo gozar con sus espectáculos, por espacio de 64 años.

Ninguno de los dos. Ni el Doria ni el Marconi, que como se ha dicho “han sido símbolos del teatro plebeyo por excelencia: uno, como un simple y humilde teatrillo de barrio, frecuentado sólo por compañías de verano, baratas y mal trajeadas y el otro, ofreciendo ya en un opulento y magnífico edificio, inolvidables veladas de teatro y ópera, con la presentación de grandes figuras de la escena, merecía el fin que el destino y la indiferencia por nuestro patrimonio arquitectónico, le deparaban.

Antiguo Teatro San Martín (1887-1968)
En 1870 el ciudadano francés radicado en Buenos Aires, TAUBAN D’ETIENNE construyó un edificio en la calle Esmeralda 247, entre Sarmiento y Cangallo (actual Presidente Perón) para destinarlo a pista de baile y a la presentación de diversos espectáculos de “varieté”, cumpliendo así sus deseos de ofrecer a la colectividad francesa, un lugar para su esparcimiento al modo de los que existían en su Francia natal.

Tuvo poco éxito, por lo que el edificio fue vendido a LUIS GHIGLIONE, que lo convirtió en una pista de patinaje (“skating ring” se llamaba), pero tampoco a él las cosas le fueron bien. La competencia de una pista más grande y exitosa que se construyó en el Coliseo, lo fue dejando sin clientes y decidió cambiar de rubro.

En 1879 reconvirtió su Sala para presentar espectáculos circenses y la llegada del payaso norteamericano FRANK BROWN en 1884 le trajo por fin el triunfo que buscaba. La simpatía, sus exitosos números de malabarismo y acrobacia combinados con la actuación de animales amaestrados, hicieron que se formaran largas colas en las boleterías del Teatro San Martín.  Y con el éxito vino el dinero, por lo que don GHIGLIONE se lanzó a construír una nueva sala para su teatro. Esta vez tenía capacidad para albergar 3.5000 espectadores y la inauguró el 4 de julio de 1887.

Pero parece que el destino que le aguardaba a ese lugar, no era el apetecido. Un feroz incendio lo destruyó casi totalmente el 2 de setiembre de 1891, causando la muerte de un artista y la pérdida de 300.000 pesos. Don GHIGLIONE no se entregó y el 25 de mayo de 1892 reabrió su Teatro con grandes cambios en el aspecto del edificio, sobre todo en su fachada, foyer y sala, que fueron construídos a todo lujo.

Allí fue donde se presentaron los más famosos artistas que venidos desde los más diversos lugares del mundo, engalanaron sus noches con espectáculos de gran jerarquía. Por su escenario desfilaron el transformista LEOPOLDO FRÉGOLI, el concertista RAFAEL KUBELIK, REGINA PACINI DE ALVEAR, ANGELINA PAGANO y los hermanos PODESTÁ entre otros muchos. Pero parece que los argentinos no cuidamos nuestro pasado, el viejo Teatro San Martín terminó sus días como cine y finalmente fue demolido en 1968, vaya a saberse porqué.

Antiguo Hospital Español (1877-1968)
El día 5 de Septiembre de 1852, en el local ubicado en la calle Santa Clara (luego Potosí y hoy Alsína) 679, quedó inaugurada la Sala Española de Comercio y Asilo de Beneficencia, bajo la presidencia de Don ESTEBAN RAMS Y RUBERT.

Fue esta, la primera Institución española que se constituyó en el Río de la Plata, después de la Independencia de la República Argentina y sede de una comunidad que buscaba atender las necesidades de los inmigrantes españoles más desfavorecidos, cuyo principal desarrollo arquitectónico fue luego el Hospital Español.

Después de numerosas vicisitudes de todo tipo, el 30 de junio de 1872, en el solar adquirido en la calle Belgrano 2975, entre La Rioja y Dean Funes, en el barrio de Balvanera de la ciudad de Buenos Aires, se procedió a colocar la piedra fundamental del que será destinado a la instalación del Hospital Español, una obra que duró cinco años. Se inauguró el 8 de diciembre de 1877 y fue puesto bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de María.

Para realizarla, se contrataron los servicios de JULIÁN JAIME GARCÍA NÚÑEZ, un arquitecto argentino de ascendencia española, predilecto de la colectividad española en y reconocido como uno de los máximos representantes de la corriente del “art nouveau”, llamada modernismo catalán en la Argentina.

Se diferenciaba de otros hospitales de su época, que disponían horizontalmente sus pabellones para separar enfermos, el Español, limitado por las medidas del predio que ocupaba, debió recurrir a una construcción en altura, por lo que su edificio se definió como una estructura de más de 30 metros, con nueve pisos, con entrada por la ochava. Numerosas esculturas, tallas de madera, valiosos cuadros y grandes ventanales, le otorgaban un aire de señorío español que le fue muy grato a sus más de 80.000 afiliados, que llegó a tener.

En 1908 por imposición de las circunstancias y para adecuarlo a las nuevas necesidades que imponía la ciencia y la gestión hospitalaria en su permanente avance, el edificio del Hospital debió ser remodelado y gran parte de él, fue demolida y reconstruído, estando a cargo del proyecto y de la dirección de la obra, los arquitectos JUAN MOLINÉ y JULIÁN JAIME GARCÍA NÚÑEZ.

Así su estructura sufrió una extraña combinación entre lo antiguo y lo nuevo. Una moderna ala de ladrillo rojo que pretende hermanarse con una delicada arquitectura de finales de siglo XIX, sin armonía ni criterio de preservación. «En un exponente de la falta de cuidado del patrimonio, fue demolido en un 60% y reemplazado por una estructura con otra volumetría”.

En un manifiesto publicado en la revista “Summa” y recuperado por el arquitecto e investigador ROBERTO BONIFACIO, en 1968 el arquitecto FRANCISCO BULLRICH escribió consternado sobre la mutilación del edificio: «Se llevó a cabo contra la cultura nacional un atentado irreversible del cual somos responsables, algunos de hecho, otros por omisión y todos en realidad por ignorancia.

El edificio del Hospital Español, la obra más significativa de la arquitectura argentina y eventualmente sudamericana de la primera década del siglo, fue demolida sin que se alzara ni una sola voz de advertencia, no digamos ya de protesta, lo mismo que ocurrió con los viejos hospitales Rawson, Ferroviario y Francés, desaparecidos en 1978, 1999 y 2008 respectivamente.

Asilo de Huérfanos (1871/1970)
El Asilo de Huérfanos nació en 1871 para hospedar a los niños cuyas madres habían muerto por la epidemia de fiebre amarilla. La presencia de menores abandonados, producto de familias desestructuradas por este flagelo y por el no menor dramático acontecimiento que fue la guerra con Paraguay, que acababa de finalizar, debió ser el motivo que impulsó a las autoridades nacionales a disponer su creación, respondiendo así los insistentes reclamos que venía haciendo la Sociedad de Beneficencia desde hacía muchos años atrás, buscando una solución a esta afligente situación.

Hasta ese momento, ante la falta de una contención oficial, la Sociedad de Beneficencia se ocupaba de asistir a las niñas desamparadas en un Asilo que estaba ubicado en la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre), esquina Ombú (hoy Pasteur) y que luego fue trasladado a la calle Bollini, mientras que el gobierno de la provincia de Buenos Aires, a través de un Comité presidido por el doctor EMILIO CASTRO, puso en funcionamiento un  Asilo para niños varones  desamparados, en una vieja residencia de las calles Alsina y Virrey Cevallos. Ambos establecimientos funcionaron  así, por separado, durante los dos años que duró la construcción del que sería el nuevo Asilo de Huérfanos.

La obra comenzó en 1869 y fue proyectada y dirigida por el arquitecto, ingeniero y urbanista argentino PEDRO BENOIT, recordado por su intervención en la fundación de la ciudad de La Plata y en la construcción de numerosos edificios públicos, ocupando un predio de dos manzanas de superficie que perteneciera a ADOLFO VAN PRAET, uno de los directores del primer ferrocarril y padre de una de las presidentas de la Sociedad de Beneficencia

Estaba ubicado donde en ese entonces eran los “extramuros de la ciudad”, en la calle México 2650, de la ciudad de Buenos Aires, en una manzana limitada por las calles Saavedra, Independencia y Jujuy, pleno barrio de Balvanera donde se funde con el de San Cristóbal, en el mismo lugar donde hoy se encuentra la Escuela Secundaria Técnica N° 25 «Fray Luis Beltrán» y la plaza José María Velasco Ibarra.

En 1871, finalizó la obra y en abril de 1872, las niñas y los niños alojados en ambos hogares, fueron trasladados al nuevo Asilo para Huérfanos. Según registros de época, cuando se lo habilitó, allí se hospedaron 428 niños, separados por sexo en dos grandes departamentos. Solo se admitían a huérfanos de padre y madre que hubieran muerto por los efectos de la fiebre amarilla.

Si bien en sus comienzos, esta fue una Institución benéfica administrada por el gobierno de la provincia de Buenos Aires,  a través de la Sociedad de Beneficencia y costeada por el gobierno nacional, pronto, ya en 1889, además de prestar servicios como Hogar de Tránsito, se convirtió en un centro para la formación en oficios como carpintería, zapatería, galvanoplatía, fotografía, sastrería y costura, de instrucción primaria y educación musical y en 1891 RAÚL VIDELA DORNA pidió autorización para costear las instalaciones destinadas a alumnos ciegos que se hallaban bajo la protección de la entidad benéfica, en un sector del predio, lo que le fue concedido.

La entrada principal del Asilo se hallaba sobre la calle México 2650, atravesando un zaguán que conducía al patio octogonal, con galerías sostenidas por columnas en cuyo centro se hallaba  una fuente construida en mármol de Carrara. De pie frente al patio, de espaldas a la calle México, sobre la mano derecha, estaba la capilla cuyo púlpito, tallado por finos ebanistas italianos, era una réplica exacta del que se encuentra en la Parroquia de San Cristóbal.

Atravesando el espacio octogonal, se sucedían habitaciones, patios y galerías desembocando en un predio abierto con una gruta, dedicada a la Inmaculada Concepción, muy cerca de la frondosa sombra de un sauce llorón.

En la intersección de las calles México y Jujuy se hallaba el Hogar de Tránsito. Las habitaciones eran ocupadas por los jóvenes mayores de dieciséis años, a los que se les daba almuerzo y cena hasta que consiguieran cierta estabilidad laboral y pudieran independizarse. En el ala sur, con entrada por la calle Saavedra 749, existía una placa de bronce donde se mencionaba a las damas de la Sociedad de Beneficencia de la Capital.

El interior del edificio que ya no existe: fue derrumbado para reemplazarlo por otra construcción de cemento. “Este edificio nunca debió ser demolido, ya que tenía sobrados méritos artísticos e históricos para su preservación. La circunstancia, además, de que fuera un edificio público hubiera facilitado enormemente su conservación.

En 1970, a poco menos de un siglo después de su construcción, se encontraba en perfectas condiciones al momento de su desafectación al uso original, pero por falta de valoración social y por la incuria de quienes lo tenían bajo custodia fue abandonado y resistió el lento proceso de saqueo y destrucción al que fuera sometido sin que nadie levantar la voz en su defensa”. El Asilo de Huérfanos no fue reemplazado por otro edificio, simplemente fue despojado, olvidado y arrastrado a su decadencia” (dixit Roberto Bonifacio en “Buenos Aires, demolida”, Revista Criterio Digital).

Antiguo Teatro Argentino (1892-1973)
En 1834, el antiguo Coliseo Provisional de Comedias”, inaugurado en 1804 y que estaba ubicado frente al Convento de la Merced (hoy Reconquista 269), de la ciudad de Buenos Aires, fue totalmente remodelado y siguió ofreciendo sus espectáculos ahora como “Teatro Argentino” o “Coliseo Argentino” (imagen), hasta que en el año 1873, el empresario MELCHOR RAMS, compró la propiedad, demolió las instalaciones y edificó allí un pasaje al que, como recuerdo, dio el nombre de “Pasaje del Teatro Argentino, obra que fue demolida en 1873.

En 1892 el antiguo Teatro “Coliseo Argentino” resurgió nuevamente. Fue inaugurado el 25 de mayo de ese año, esta vez como “Teatro de la Piedad”, dedicado especialmente a presentar espectáculos de Zarzuela y ubicado en Bartolomé Mitre 1448, por lo que también se lo conocía como el “Teatro de la Zarzuela”.

Era un teatro chico, no apto para lírica y acabó presentando más espectáculos de magia y prestidigitación que de zarzuela, ópera o drama. Por eso, en 1898, luego de una readaptación y cambio de funciones, pasó a llamarse nuevamente “Teatro Argentino”, ofreciendo espectáculos teatrales..

Allí actuaron FLORENCIO PARRAVICINI, PABLO PODESTÁ y FLORENCIO SÁNCHEZ entre otros grandes del espectáculo. Fue una de las primeras salas del empresario ALEJANDRO ROMAY, que puso en escena musicales como «El violinista sobre el tejado» y «Hair», la ópera rock por la que recibió varias amenazas de la Triple A.

En 1973, un día antes del estreno de otro suceso mundial, «Jesucristo Superstar», un comando armado incendió el teatro con bombas molotov. El productor había encarado un proceso de remodelación de la sala para la presentación de este musical, pero no pudo ser. El Teatro Argentino quedó hecho escombros.

Palacio Álzaga Unzué (1916-1985)
Una fastuosa residencia construída por el arquitecto ROBERTO PRENTICE para FÉLIX DE ÁLZAGA UNZUÉ  en 1916. Fue levantada en terrenos de su propiedad en el barrio de Retiro como regalo de bodas a su esposa ELENA PEÑA y ambos se mudaron a su mansión en 1920. Fue una de las residencias más imponentes de la aristocracia de comienzos del siglo XX en la ciudad de Buenos Aires.

Palacio Álzaga Unzué | Arkiplus

Era un edificio en estilo “eduardiano” correspondiente a la “Belle Époque” inspirado en los castillos franceses del Valle del Loire. La fachada de ladrillo a la vista, se destacaba por una gran entrada con columnas corintias dobles y rematadas en un frontis con recargada ornamentación realizada con vegetales, escudos y mascarones que era interrumpido por una buhardilla. El techo era estilo “tejado francés”, cuya mansarda con tejas de pizarra, tenía un coronamiento de cinc y hierro forjado.

La majestuosidad del interior comienza a mostrarse en el exquisito bajorrelieve del cielorraso en bóveda que antecede a la recepción principal, con piso en damero y recubierta en estucos de tonos anaranjados. En el piso principal estaban las salas de recepción, cada una de ellas ambientadas a la inglesa, francesa u oriental, enriquecido cada ambiente con pisos de roble de Eslavonia, boiserie parisina, mármoles de Italia y del Macizo francés, frescos en los dinteles, arañas de cristal, lámparas de alabastro y exquisitos detalles en los mármoles de las chimeneas.

En un primer piso privado se hallaban los dormitorios, y un último piso con mansardas, donde vivía el personal de servicio femenino. En el piso inferior, estaban las cocinas y las habitaciones para el personal de servicio masculino. , En 1985, muerto ya su propietario original, el edificio fue reciclado para hacer de él, un moderno Hotel cinco estrellas (ver “Palacio Álzaga-Unzué” en Los 100 edificios más importantes de Buenos Aires).

Antiguo Colegio Goethe-Schule (1897/1988)
Para referirnos al antiguo edificio que ocupara el «Goethe Schule» y que fuera demolido en 1988, debemos recordar que en diciembre de 1896, el Señor CRISTINO HANSEN, acompañado por un grupo de amigos, todos pertenecientes a la colectividad alemana de Buenos Aires, fundaron una asociación escolar que se llamó en ese idioma «Deutscher Schulverein», con el objeto de crear una escuela para varones.

En diciembre de 1896, el Señor CRISTINO HANSEN, acompañado por un grupo de amigos, todos pertenecientes a la colectividad alemana de Buenos Aires, fundaron una asociación escolar que se llamó en ese idioma «Deutscher Schulverein», con el objeto de crear una escuela para varones.

El 15 de febrero de 1897 doce jóvenes, descendientes todos de familias alemanas, se presentaron en Cuba 2410, sede del Club Alemán de Belgrano, dando comienzo a la historia del Goethe Schule. Al año siguiente ya eran 30 y la escuela se había instalado en una casa alquilada que estaba en la Avenida Cabildo 1891, aunque pronto, su desarrollo obligó a la compra de un terreno para edificar un edificio propio y más adecuado a su actividad.

En 1904, las autoridades de la Escuela adquirieron un solar de tres mil metros cuadrados sobre la calle Virreyes, actual José Hernández, esquina Cuba y encargaron la construcción de un edificio para instalarse allí el Colegio, al arquitecto suizo LORENZO SIEGERIST y el 15 de febrero de 1907, se inauguró con la asistencia de 107 alumnos.

En 1914, cuando se incorporan a la “Asociación Escolar Belgrano” (administradora de Goethe Schule), las alumnas que instruía la educadora MARIE LIEBAU, eran ya 380 estudiantes y 24 profesores los que integraban el cuerpo educativo del flamante “Belgrano Schule”, como se llamó a partir de entonces.

En 1927 se fusionó con la Germania Schule y los dos establecimientos se convirtieron en uno solo, con una común administración y un director general, el Dr. WILHEM KEIPER. En 1931, la Goethe Schule luego de fusionarse nuevamente, esta vez con la “Germania Schule”, cambia nuevamente su nombre y comienza a llamarse “Asociación Escolar Goethe”, ocupando su viejo edificio ubicado en la calle José Hernández, del barrio porteño de Belgrano.

Avatares propios de la política y derivados de la situación en que quedó la colectividad alemana en la República Argentina a raíz de la segunda guerra mundial, obligaron a sucesivos traslados, quedando abandonado ese magnífico y delicado edificio de la calle José Hernández, a partir del 3 de diciembre de 1988.

Se pensó en montar una casa de estudios, se buscó venderlo con la condición de preservar su fisonomía, pero, a pesar de los deseos de salvar su patrimonio, en 1990 se demolió para levantar un fetiche de la arquitectura urbana moderna: torres y locales comerciales.

Antiguo Banco Español (1887-1990)
El Banco Español del Río de la Plata fue una entidad bancaria con sede en Buenos Aires y en Madrid, fundada el 2 de enero de 1887. El 5 de agosto de 1886 en una Asamblea celebrada por cincuenta socios fundadores, por iniciativa de Augusto J. Coelho se aprobó su construcción. El Gobierno de la Nación aprobó los Estatutos Sociales el 1 de septiembre de 1886 y el 3 de enero de 1887, abrió sus puertas en un local de la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre)

Vino a reforzar el paisaje urbano del lugar, con una obra de un estilo elegante y sobrio, exhibiendo las características de estabilidad y seriedad que la antigüedad en el ejercicio de la actividad bancaria le otorgaba. Fiel entonces a la tipología bancaria de los siglos XIX y XX presenta una propuesta de obra cerrada, con la idea de ocultar el manejo de las riquezas y defenderlas. Por ello la práctica de aparecer como edificios solemnes, expresando protección y poderío.

Disponía de una puerta de hierro fundido, armada con dos columnas de capiteles jónicos, sosteniendo parte de un entablamento decorado con triglifos, propios del orden dórico, y por sobre él una obra barroca, con un pequeño frontis curvo quebrado y uno de mayor tamaño rematando el edificio. Tenía dos plantas de 14 metros de altura, claramente divididas sobre la avenida. La primera, destinada al banco propiamente dicho; la segunda, para que funcionara la casa del gerente, según se estilaba entonces.

A fines de 1990 el edificio fue comprado por el Banco Galicia y transformado completamente, perdiendo irremediablemente las características que lo posicionaron como una obra representativa de una época y un estilo arquitectónico de avanzada que fue un lujo para la ciudad.

Teatro Odeón (1891-1991)
Fue construido en 1891 por iniciativa del empresario cervecero de origen alsaciano EMILIO BIECKERT. Inaugurado en 1892 con la presentación de “La Dama de las Camelias”, de Alejandro Dumas hijo, pronto se se convirtió en uno de los teatros más importantes de la ciudad durante el siglo XX y un símbolo de la cultura argentina.

Estaba ubicado en la calle Esmeralda 367, casi esquina Corrientes, en el lugar donde antes había existido el Teatro Edén y hasta su demolición en 1990,  formaba parte, junto con los teatros Ópera y Gran Rex, el conjunto teatral que le dio identidad a la avenida Corrientes, en la ciudad de Buenos Aires.

Proyectado por el arquitecto alemán FERDINAND MOOG con estilo italianizante, el edificio tenía detalles eclécticos como pináculos góticos, heredados de la cultura germana, propia de Moog y del mismo Bieckert.  El edificio, cuya construcción demandó un año, tenía forma de una herradura y además de locales comerciales ubicados en su planta baja, albergaba el Teatro Odeón, el “Royal Hotel”, propiedad de LUDOVICO SCHAEFER, que funcionaba  en sus dos pisos superiores  (con acceso por Corrientes y por Esmeralda) y en el local de la ochava, al restaurante “Royal Keller”

El Teatro, tenía acceso por la calle Esmeralda, capacidad  para 1800 espectadores, distribuidos en plateas, cazuela, paraíso y 65 palcos (con sus correspondientes antepalcos, dispuestos en dos galerías); además de los exclusivísimos cuatro palcos “avant-scene”, dos a cada lado del escenario y fue la sede de numerosos eventos culturales de importancia, por lo que, durante muchos años fue considerado el escenario preferido por la sociedad porteña.

Allí actuaron la española MARÍA GUERRERO y su esposo, Don FERNANDO DÍAZ MENDOZA, quienes debutaron en las tablas del Odeón con la obra “La niña boba” y se presentó “Madame Lynch”, la primera comedia musical argentina. Actuaron MARGARITA XIRGÚ, LOLA MEMBRIVES, LIBERTAD LAMARQUE, NURIA ESPERT y NINI MARSHALL. JEAN LOUIS BARRAULT, DIANA TORRIERI y VITTORIO GASSMAN, LUIGI PIRANDELLO, CARLOS GARDEL, ASTOR PIAZZOLLA y OSVALDO PUGLIESE, MARÍA TUBAU, CARMEN COBEÑA y ANDRÉ ANTOINE, ENRIQUE BORRÁS, LEOPOLDO LUGONES y WILHELM KEMPFF, entre otros grandes

El 26 de julio 1896 se realizó la primera proyección cinematográfica en la República Argentina y los porteños, entre los que se encontraban el austríaco MAX GLÜCKSMANN, el francés EUGENIO PY y el belga HENRI LEPAGE, pioneros de la actividad cinematográfica en el país,  pudieron ver “La llegada del tren” y el año siguiente tuvo lugar en su sala el Congreso que decidió la candidatura de JULIO ARGENTINO ROCA para su segunda presidencia.

Pero el Teatro Odeón comenzó a sufrir las consecuencias de la competencia de nuevas y más modernas salas, de la ingratitud de sus públicos, de la modernidad y el desarrollo tecnológico de la actividad teatral y cinematográfica y luego de un efímero resurgir que se produjo en 1883, empezó a apagarse su estrella.

En 1985 por el interés cultural y arquitectónico que representaba, fue declarado edificio protegido, según la Ley 14.800 de 1959 que declaraba de interés nacional la actividad teatral. Pero con el paso de los años el edificio siguió reformándose y degradándose, con agregados modernos como una gran marquesina para la cual se destruyó parte de la fachada.

A fines del siglo XX, el frente del teatro ya presentaba un estado de abandono y fuerte deterioro, habiendo perdido mucha ornamentación original y sus pisos superiores ruinosos, por lo que, a principios de la década del 90 durante la gestión de CARLOS GROSSO como Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, se dejó sin efecto esa protección y se autorizó la demolición del teatro, lo que fatalmente se produjo en 1991, ocupando el espacio que dejaba una moderna Playa de Estacionamiento para vehículos.

La Plaza Perú (12/11/1972-1995)
La primitiva Plaza Perú, fue construída según un proyecto donado a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por ROBERTO BURLE MARX, un artista plástico y naturalista brasileño que alcanzó un gran renombre internacional como arquitecto paisajista, luego de diseñar los jardines de Brasilia. Estaba ubicada en la avenida Figueroa Alcorta y Salguero e inaugurada el 12 de noviembre de 1972.

En el centro tenía un caracol de hormigón diseñado por el mismo Marx. El 24 de noviembre de 1995 una topadora arrasó con la plaza, durante la administración de Jorge Manuel Rogelio Domínguez, sin conocerse hasta hoy las razones de esta medida.

Silos de Molinos del Río de la Plata (1903-1998)
Estaban en Puerto Madero. Fueron contruídos en 1903 y elogiados en su momento por el arquitecto LE CORBUSIER. Eran uno de los exponentes de la modernidad más importante de América Latina. Fueron demolidos en 1998, para edificar en su lugar un complejo habitacional de super lujo.

Una enorme montaña de ladrillos rotos y de hierros retorcidos fue entonces lo único que quedó del conjunto de silos de “Molinos Río de la Plata”, que fueron elogiados por arquitectos de la talla de LE CORBUSIER y WALTER GROPIUS.

Cumpliendo la primera etapa del proyecto de remodelación de Puerto Madero, el 24 de junio comenzó la demolición de los tres silos y un vestuario de seis plantas ubicados en la calle Azucena Villaflor y el río y ese mismo día, FABIO GEREMENTIERI, miembro del Comité Argentino del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Naturales (ICOMOS), denunció que la demolición de los silos era un atentado, ya que se trata de un edificio histórico y una de las estructuras más valiosas de su tipo en Latinoamérica.

GEREMENTIERI en esa oportunidad, contó que se enteró de la demolición cuando el jueves 9 de Julio fue con un fotógrafo a tomar unas imágenes del conjunto de los silos porque formaba parte de un listado de edificios de la Belle Époque de la ciudad que iban a ser presentados en 1999 al comité internacional que declara los Monumentos de Patrimonio Mundial. Pero los silos habían desaparecido. Lo único que todavía queda en pie junto al río es un edificio de seis plantas que había sido destinado a vestuario.

Fue realmente una pena que hayan tirado abajo el primer gran molino de la Argentina, que fue el más grande en su momento y que coincidió con la época en que nuestro país era uno de los mayores exportadores de cereales de todo el mundo. Varias fotos del conjunto de los silos de Molinos ilustran el libro “Hacia una arquitectura” que escribió LE CORBOUSIER, uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna, en 1923, quien se refirió allí los silos de la empresa Molinos del Río de la Plata, elogiando su despojamiento y la simpleza de sus volúmenes.

Fuentes: “El Pabellón Argentino”. Revista Nuestra Arquitectura”, Buenos Aires, 1964; “El Pabellón Argentino”, Ed. Por el Club del Progreso, Buenos Aires, 2005; “Un galpón poco común”. Eduardo Parisé, publicado en el Diario Clarín, Buenos Aires, 1998; Blog “La tragedia del patrimonio porteño”; «Historia de nuestros viejos teatros”. Alfredo Taullard, Ed. Imprenta López, Buenos Aires, 1932; “La Buenos Aires perdida: los 7 edificios que ya no existen”. Milton del Moral; Archivo General de la Nación; Revista “Buenos Aires nos cuenta”, Buenos Aires, Julio de 1985; “Historia del teatro en Buenos Aires”, Mariano G. Bosch, Ed. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, España, 2010; «Buenos Aires, demolida”. Roberto Bonifacio, Revista Criterio Digital,; Blog Teatros de Buenos de Buenos Aires del siglo XVI al XXI”, “Teatro Circo Coliseo Argentinoy Teatro Coliseo (Wikipedia) , Blogs afines y León de Aldecoa en la Revista Caras y Caretas 27/12/1913.

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