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CURIOSA BUENOS AIRES
Desde aquel ya lejano 3 de febrero de 1536, cuando PEDRO DE MENDOZA fundó la que se dice, “primera Ciudad de Buenos Aires” (que hoy parece que no fue tal, sino que se trató de un simple fuerte-ciudadela, que tenía otro status jurídico), nuestra ciudad ya comenzó a ofrecer algunas peculiaridades que se fueron multiplicando a través de su historia, permitiendo que hoy podamos contabilizar muchísimos datos curiosos que la caracterizan y la identifican como una ciudad misteriosa, sugerente, romántica, activa, creativa y progresista.
Y así ha quedado asentado en infinidad de libros, guías turísticas, artículos periodísticos y memorias, cuyos autores han rescatado de esa rica historia, los datos más relevantes y desconcertantes. Unos refiriéndose solamente a los que consideraron más importantes, otros prefirieron poner énfasis en los más extravagantes y otros se inclinaron por aquellos cuya veracidad fue debidamente confirmada y no son producto de la imaginería popular.
Nosotros nos hemos permitido recorrer todos estos espacios y nos pareció que sería de gran ayuda para los interesados en el tema, abrir en nuestra página, un espacio que contenga a todos (o a casi todos) esos datos curiosos que le dan identidad a la ciudad de Buenos Aires, esperando que con la llegada de otros que se nos envíen, podamos enriquecerla.
El misterio de donde y cuándo PEDRO DE MENDOZA instaló ese primer asentamiento que se califica como la primera fundación de Buenos Aires.
A pesar de los permanentes esfuerzos de arqueólogos e historiadores, para determinar el lugar, si no exacto, por lo menos aproximado, donde estaba el asentamiento instalado por PEDRO DE MENDOZA el 3 (o el 2) de febrero de 1536, generalmente identificado como la primera fundación de Buenos Aires (1), aún, no se ha llegado a ninguna conclusión definitiva (Ver Santa María del Buen Ayre, dónde estaba?).
“Mendoza se adentró por el curso de agua, ancló sus naves, desembarcó, e instaló el campamento en algún lugar cerca de la costa, seguramente a metros de sus barcos” dice el relato de esa expedición, pero no dice a qué curso de agua se refiere, aunque DANIEL SCHÁVELSON en su libro “El asiento de la primera Buenos Aires”, estima que se trataba del Riachuelo.
Y todo serán suposiciones. La escasez de datos fidedignos o de escritos oficiales que hayan perdurado, pero especialmente por la total ausencia de restos de ese precario asentamiento, han sido hasta hoy la razón de este desconocimiento.
Ateniéndose a los escritos del adelantado, el escritor PAUL GROUSSAC sostiene que el “Puerto Buen Ayre”, ese primer asentamiento, que se describe como la “primera fundación de Buenos Aires”, estaba donde hoy está el barrio La Boca. «Paseo Colón, hacia el Sur, luego almirante Brown.
Sobre esa avenida, poco antes de llegar a la vuelta de Rocha, entre Mendoza, Palos y Lamadrid, se halla el sitio de la fundación. Margen izquierda del Riachuelo de los Navíos, media legua arriba, dice al respecto, apoyándose en palabras atribuidas a DÍAZ DE GUZMÁN; mientras que GUILLERMO FURLONG, otro historiador de nota, afirma que ese lugar era donde hoy se encuentra el actual barrio Parque Patricios.
Disintiendo con ambos, GUTIÉRREZ NÁJERA apoya la teoría de que esa fundación se realizó en «Las Puntas de Buenos Aires», esto es en las tierras altas donde actualmente se encuentra el Parque Lezama y en la década de 1970, FEDERICO KIRBUS, sugirió que las balas de arcabuz, cerámicas definitivamente europeas y utensilios varios que fueron encontrados en excavaciones realizadas en proximidades de la actual ciudad Belén de Escobar, en la provincia de Buenos Aires, quizás donde hoy se halla “El Cazador”, por cuyas proximidades, corren el río Luján y el Paraná de las Palmas, es el lugar donde se realizó este primer asentamiento. Y ahora vamos a la segunda cuestión que se refiere al segundo de estos misterios:
Cuándo fue que PEDRO DE MENDOZA instaló ese primer asentamiento
Según VICENTE FIDEL LÓPEZ fue el 6 de enero; ANIBAL CARDOSO asegura que fue el 24 de enero; FÉLIX DE AZARA insiste que fue el 2 de febrero, lo mismo que dice PAUL GROUSSAC y ADOLFO LAMARQUE sostiene que fue el 22 de febrero. Cada uno de estos historiadores da sólidos argumentos en apoyo de su versión y la duda existió hasta que nuevos estudios y análisis de documentos de la época, nos trajeron por fin lo que parece ser la verdad.
Es la que hoy sostienen ENRIQUE PEÑA, SAMUEL LAFONTE QUEVEDO y ENRIQUE DE GANDÍA entre otros destacados estudiosos de nuestra Historia, que afirman que PEDRO DE MENDOZA fundó «Nuestra Señora del Buen Ayre» el 3 de febrero de 1536 (ver «Cronología Histórica Argentina» de Armando Alonso Piñeiro).
“Cuántas veces se fundó la ciudad de Buenos Aires?
Comenzaremos diciendo, que últimamente ha surgido una controversia inesperada en torno a lo que se conoce como «la primera fundación de Buenos Aires». Porque parece ser que la ciudad de Buenos Aires no tuvo que ser fundada dos veces para que pudiera existir hasta hoy, como se asegura en casi todos los textos que tratan el tema. La que se dice que fue la primera vez, fue en realidad un asentamiento con un muy precario fuerte, establecido por PEDRO DE MENDOZA, el 2 (o quizás el 3) de febrero de 1536, sin cumplir las formalidades, la ceremonia y el protocolo que implicarían la «fundación» de una ciudad y cuya función, según algunos historiadores, no era la de convertirse en ciudad, sino que fue instalado por motivos estratégicos, para ser utilizado en la defensa de la zona (ver Cómo se fundaba una ciudad en el siglo XVI).
“Lo que fundó MENDOZA no fue una ciudad, sino un “Real”, que era como se llamaba entonces a los asentamientos (las crónicas de la época lo llamaron “Real Asentamiento Santa María del Buen Ayre” (Ver Buenos Aires. Su primera fundación es un mito).
La Pirámide de Mayo, nuestro primer monumento público
Inaugurada el 6 de abril de 1811, para conmemorar el primer aniversario de la Revolución de Mayo, es el primer monumento patrio que se construyó en la República Argentina. Originalmente era de madera, pero en 1856, por disposición del gobierno municipal, el arquitecto PRILIDIANO PUEYYERÓN, dejando la primitiva en su interior, la reconstruyó con ladrillos y cal, agregando al tope la Estatua de la Libertad y “jeroglíficos alusivos al asunto de la celebridad”.
Costó 5.160 pesos fuertes y 6 reales y estaba ubicada en la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo), frente a la Catedral, pero en noviembre de 1912, cuando comenzaron las obras del subterráneo (la actual Línea “A”), fue trasladada al mismo centro de la Plaza de Mayo, aunque según el historiador urbano DIEGO ZIGIOTTO, “nunca quedó en el centro exacto, sino que por errores de cálculo se desplazó un metro hacia la izquierda, si se la ve desde el nacimiento de la Avenida de Mayo”, dato que completa, diciendo que “el cantero que la rodea contiene tierra de cada una de las provincias argentinas.
Buenos Aires desafía al gobierno e iza la Bandera de Belgrano.
El 23 de agosto de 1812, casi seis meses después de haber sido enarbolada por primera vez en las barrancas del Paraná (Rosario), la Bandera Argentina se izó por primera vez en la ciudad de Buenos Aires. Fue durante un acto no oficial, organizado por un grupo de porteños que se solidarizaron con MANUEL BELGRANO, que había sido severamente reprendido por BERNARDINO RIVADAVIA por haber realizado sin su consentimiento el acto de Rosario. Utilizaron para ello, los altos de la antigüa Iglesia San Nicolás de Bari, ubicada en la calle del Sol, después San Nicolás y hoy avenida Corrientes, en una zona que era muy pantanosa y pobre de los extramuros de la ciudad, lugar donde hoy se halla el Obelisco (ver Primera vez que la Bandera Argentina es izada en Buenos Aires).
Buenos Aires es un monte de duraznos (1821)
La cantidad de plantas de duraznos que se hallaban a comienzos del siglo XIX en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, causó el asombro de cuanto viajero extranjero atinaba a pasar por esta ciudad.
Estas plantas, aunque muy apreciadas por sus frutos, que en esas zonas eran de sabor y tamaño verdaderamente extraordinarios, lamentablemente eran utilizadas especialmente por que la calidad de su madera, las hacía muy aptas para ser destinadas a servir como leña, despreciándose así el valor de sus frutos como comestibles y como fuente de recursos, mediante la fabricación de dulces, mermeladas y duraznos desecados..
En un comentario aparecido en el periódico «El Argos» del 2 de Junio de 1821, se atribuye la proliferación de estos árboles frutales, al «bloqueo que los españoles pusieron a los puertos de Buenos Ayres en los primeros años de la revolución, para los buques que se llamaban «nacionales», y las persecuciones que sufrían los leñateros en sus faenas por los Paraná».
Como consecuencia de ese bloqueo, que impedía traer leña de la Banca Oriental y de otras regiones, explica el comentarista que «de un momento a otro, se elevaron por todas partes, considerables montes de leña».
Al respecto, resulta elocuente leer en la sección «Avisos» del citado periódico, algunas ofertas de venta de quintas o campos, donde se mencionaban los árboles que poseían.
Asi, por ejemplo, en la edición de «El Argos» del 3 de junio de 1822, leemos en su primera página tres avisos: Uno de ellos ofrece «una chacra a tres cuartos de legua del puente de Barracas, con 72.059 plantas de durazno en el mejor orden para plantas de leña».
Otro anuncia la venta de una quinta situada «delante de los Corrales de Miserere, que tiene 3.000 plantas de durazno comunes» y un tercer aviso informando que «don Juan Antonio de Santa Coloma vende su campo «como a tres leguas de la ciudad, en la costa de Quilmes, con 90.000 plantas de durazno» (ver Curiosa Buenos Aires).
El Barrio La Boca
Quizás el barrio más pintoresco de la ciudad de Buenos Aires. Sus casas, muchas de ellas con simples paredes hechas con chapas de cinc y pintadas con vivos colores, ofrecen un espectáculo que asombra a turistas y visitantes. Versiones modernas de aquellos viejos conventillos que albergaban a esperanzados inmigrantes, que vivían felices en su nueva patria, olvidándose que hasta fines del siglo XIX, la mayoría de las casas, eran “inquilinatos que albergaban hasta 56 personas y que contaban con un solo baño.
Allí, hoy se rinde culto a la memoria de su vecino quizás más famoso, el pintor costumbrista QUINQUELA MARTÍN y se ofrece el recorrido de una calle conocida en el mundo entero como “Caminito”, donde el arte, la música y las añoranzas abrazan tiernamente a los caminantes. – «La casa del fantasma», una de las paradas obligadas del itinerario dominguero de los vecinos del lugar, era una suerte de castillo, ubicado en el triángulo que forman las calles Almirante Brown, Benito Pérez Galdós y Wenceslao Villafañe. Según una leyenda urbana, en el torreón superior, que escondía un tanque de agua, habitaban fantasmas durante el año.
Las calles de Buenos Aires
Además de sus particularidades, como lo diría JORGE LUÍS BORGES, las calles de Buenos Aires “tienen un no se qué” y ofrecen como curiosidad, la inquietante posibilidad de llamarse (o haberse llamado) con diversos nombres a lo largo de su existencia.
Desde aquella lejana y acertada resolución que el 30 de junio de 1806, dictara el virrey SANTIAGO DE LINIERS, ordenando reemplazar el nombre de las calles de Buenos Aires, por el de los patriotas que habían sabido defenderla del invasor inglés, han pasado hasta la fecha, más de doscientos años y nada ha sucedido, ni nada se ha logrado para evitar la compulsión que mueve a algunos funcionarios, a proponer cambios y más cambios en la nomenclatura de las calles porteñas.
Infinidad de nombres reemplazados, muchas veces inspirados por militancias extremas, otros por aconteceres circunstanciales, otros por necesidades políticas, pero nunca justificables: El Director del Museo Saavedra y estudioso de las calles porteñas, ALBERTO GABRIEL PIÑEYRO, en cierta oportunidad dijo: «la nomenclatura debe tener una estabilidad porque su finalidad es ubicarnos, no rendir homenajes. Las calles ya están bautizadas y no deberíamos atribuirnos el poder de decidir el futuro, modificar el pasado y dejárselo al porvenir».
Pero son tantos y tan extenso el material que pone esto en evidencia, que nos permitiremos remitir a quien esto lea, al desarrollo que hemos instalado en nuestra página con el título “Las calles de Buenos Aires. Historias y origen de sus nombres”.
Los altos de Elorriaga
Es la casa de dos pisos más antigua aún en pie, existente en Buenos Aires. Situada en el ángulo noroeste de Adolfo Alsina y Defensa, su propietaria original fue doña LEOCADIA SEGUROLA, viuda de JUAN BAUTISTA DE ELORRIAFA. Desde la década de 1970 el lugar pertenece al patrimonio del Museo de la Ciudad.
En sus orígenes, a las viviendas particulares que tenían dos pisos (generalmente pertenecientes a familias muy acomodadas económicamente), se las conocía como “los altos de tal o cual” y la mayoría de ellas estaban ubicadas en cercanías de la Plaza de la Victoria. Fueron contemporáneos de “los de ELORRIAGA”, los “altos de Escalada”, los “altos de Crisol», los “altos de Riglós” y los “altos de Urioste”, entre otros.
Un río con varios nombres, cruza la ciudad de Buenos Aires
Aunque su verdadero nombre es “Río Matanza-Riachuelo”, la costumbre popular, ha hecho que durante casi todo su recorrido, se lo llame “Matanza” y sólo en su desembocadura, tome el nombre de “Riachuelo. Y no sólo eso lo hace tan peculiar, porque alrededor de este nombre, se han registrado algunas curiosidades que vale la pena recordar.
Inicialmente, allá por el año 1536, la gente que al mando de PEDRO DE MENDOZA libró un cruento combate con los indígenas que asediaban a la primera Buenos Aires y que dejara muchos muertos entre los expedicionarios, comenzaron a llamarlo “río de la matanza”. Luego, olvidado este episodio se lo comenzó a nombrar como “riachuelo de los navíos”, porque en lo que era su antigüa boca, (hoy barrio de la Boca), atracaban muchos navíos que llegaban a estas tierras para comerciar. Y curiosamente, durante la primera invasión de los ingleses al Río de la Plata, el comandante de las tropas invasores, el general William Carr Beresford también lo nombra diciendo algo parecido a “riachuelo” (“Luego me puse en marcha con la esperanza de evitar la destrucción del puente sobre el “Río Choelo”.
Cuatro estatuas para un mismo personaje
Hay un personaje, protagonista de la Historia de la ciudad de Buenos Aires, como servidor público, que tiene cuatro monumentos para honrar su memoria. Es el coronel RAMÓN FALCÓN que se desempeñara como Jefe de la Policía de Buenos Aires en 1906 y que fuera asesinado por un anarquista el 14 de noviembre de 1909. Se hallan en la Plaza Ramón Cárcano (en el Paseo de la Recoleta); otro, conocido como “Desagravio a la cultura nacional”, que está ubicado en el Parque Carlos Tahys (avenida del Libertador y Callao); el tercero en la Escuela de Policía que lleva su nombre (Villa Lugano) y el cuarto ante la tumba que guarda sus restos en el Cementerio de La Recoleta.
El Cementerio de La Recoleta, el más importante de Latinoamérica
Inaugurado el 17 de noviembre de 1822, el Cementerio de La Recoleta es conocido por su importante valor, tanto histórico como arquitectónico. Es quizás, uno de los cementerios famosos que más se visitan en el mundo, por lo que se ha constituído en uno de los atractivos turísticos más populares de la ciudad.
Aloja a casi todas las personalidades ilustres del país, aunque paradójicamente no reposa allí su creador, BERNARDINO RIVADAVIA, que tiene su mausoleo en la plaza Miserere.
Allí, están enterrados muchos de los personajes que hicieron la Historia Argentina: 21 ex Presidentes, líderes políticos, celebridades de las artes, ídolos populares, figuras de la ciencia y del deporte, pioneros y gente famosa en fin, que reposa eternamente, instalados en alguno de sus lujosos panteones, criptas, mausoleos y bóvedas, cuya construcción, en muchos casos, estuvo a cargo de renombrados arquitectos.
Se distribuyen por sus estrechas callejuelas y arbolados predios, 4.780 tumbas (la bóveda más antigua pertenece a la familia BUSTILLO, que fue construida en 1823, un año después de la inauguración de la necrópolis) y 280 de esos sepulcros, han sido declarados Monumento Histórico Nacional, como es el caso de los que guardan, a poca distancia uno de otro, los restos de los históricos rivales MANUEL DORREGO, JUAN MANUEL DE ROSAS y JUAN GALO DE LAVALLE; de BARTOLOMÉ MITRE y DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO; de HIPÓLITO YRIGOYEN y JOSÉ FÉLIX URIBURU; los de GUILLERMO BROWN, el jefe de nuestra primera armada; MARIQUITA SÁNCHEZ DE THOMPSON, símbolo de la mujer argentina durante la época de la Independencia; FACUNDO QUIROGA, el Tigre de los Llanos; JUAN BAUTISTA ALBERDI, padre de la Constitución Argentina; y más acá en el tiempo, las de GUILLERMO RAWSON, gestor de la Cruz Roja Argentina; MARÍA EVA DUARTE DE PERÓN (“Evita” para sus todavía entusiastas seguidores), MARÍA SALOMÉ LOREDO Y OTAOLA DE SUBIZA, la célebre “manosanta” conocida como la Madre María; CARLOS SAAVEDRA LAMAS, Premio Nobel de la Paz en 1932: LUÍS ÁNGEL FIRPO, el Toro Salvaje de las Pampas, nuestro frustrado por la “mafia”, primer campeón mundial de boxeo; BENJAMÍN SOLARI PARRAVICINI, pintor, escultor conocido por sus “profecías” como el “Nostradamus argentino”; HORACIO ANASAGASTI, fabricante del primer automóvil argentino en serie (ver lista completa en Wikipedia).
Los Barrios de Buenos Aires
Los porteños se ufanan de tener 100 barrios contenidos en la ciudad de Buenos Aires e insisten en ello, a pesar de que son solamente 48 los registrados por el gobierno municipal.
Puerto Madero, un barrio que le rinde homenaje a la mujer
Las calles de este barrio de Buenos Aires, uno de sus barrios más emblemáticos, tienen todas, nombre de mujeres, cuyos méritos han hecho que ingresaran en la Historia argentina y latinoamericana. Allí también se encuentra el “Puente de la Mujer”, obra del arquitecto valenciano SANTIAGO CALATRAVA, cuyo desarrollo desafía la Ley de Gravedad y añade un encanto especial al agua que cruza. Se inauguró un día polémico para los argentinos: el 20 de diciembre de 2001, cuando caía el gobierno de Fernando De la Rúa. Su tramo central puede girar sobre su eje 90 grados en tan sólo dos minutos y ubicarse paralelo a los diques para cederles el paso a los barcos.
Pero no solo las calles del barrio Puerto Madero, honran el recuerdo de mujeres famosas. También en muchas calles de la ciudad, pueden encontrarse los nombres de TRINIDAD GUEVARA (la primera actriz del Teatro Nacional en el siglo XVIII); de la cantante lírica REGINA PACINI DE ALVEAR, esposa del presidente MARCELO TORCUATO DE ALVEAR; de “la maestra de la patria», ROSARIO VERA PEÑALOZA; de la doctora ELVIRA RAWSON DE DELLEPIANE; de Sor JUANA INÉS DE LA CRUZ; de JUANA DE ARCO; PAULA ALBARRACÍN DE SARMIENTO; JUANA AZURDUY DE PADILLA; ELISA BROWN; HERMINIA C. BRUMANA; PALOMA EFRÓN; REMEDIOS ESCALADA DE SAN MARTÍN; NORMA FONTENLA; JUANA MANUELA GORRITI; CECILIA GRIERSON; MARÍA CURIE; MACACHA GÜEMES; MARÍA GUERRERO y muchísimas otras más.
Una permuta poco feliz
JUAN ORTIZ DE ROSAS quiso desprenderse de un terreno que tenía donde hoy se levanta el Cementerio de la Recoleta y lo cambió por un traje completo para hombre.
La llamada Casa de los Leones
Es una casa que está ubicada en el Barrio Belgrano de la ciudad de Buenos Aires, en la esquina formada por las actuales calles José Hernández y Luis María Campos, cuya construcción fue encargada por un empresario italiano que a poco de mudarse en ella con su familia, desapareció, se dice que para no ser apresado por un desfalco que habría cometido. Aunque hay testimonios asegurando que la historia es verdad, más bien parece que su fama y razón para que figure como figura en la historia de la ciudad de Buenos Aires, se debe a una fantasía, creada por algún avispado cronista que quiso dotar al Barrio de Belgrano, con un halo de misterio, amor y tragedia para hacerlo más atractivo.
La historia refiere la muerte del prometido de la hija del dueño de casa, bajo las garras de un león que se escapó del encierro donde se lo guardaba durante el día, luego de haber sido destinado a la seguridad de la casa y si esto es cierto o es una simple fantasía, quizás visitando esa finca, que aún hoy existe, el visitante podrá sacar mejores conclusiones (ver La casa de los leones).
La esquina de la Patria
Con este nombre se conocía la esquina que forman hoy las calles Alsina y Tacuarí en el Barrio Monserrat de la ciudad de Buenos Aires.
Allí se levanta un edificio que ha sido declarado “Patrimonio Histórico Nacional”, considerando que el mismo “resulta un ejemplo paradigmático de una solución ampliamente aplicada para los predios de esquina, durante las primeras décadas del siglo XX.
Fuertemente emparentada con la “casa chorizo”, tipo edilicio que tuvo un rol protagónico en la conformación del tejido de la ciudad de Buenos Aires, este edificio deja evidencias de la organización social y la forma de vida de los ciudadanos durante esa época, por lo que afianza la memoria histórica de los argentinos, como testigo de las condiciones económicas y socio culturales particulares del momento histórico en que se originó.
El Kavanagh, el edificio hecho con hormigón más alto de Sudamérica (1)
Inaugurado el 3 de enero de 1936, es el primer edificio que contó con aire acondicionado y calefacción central en la República Argentina y se encuentra ubicado frente a la Plaza San Martín, en la calle Florida 1065, en pleno barrio Retiro.
Tiene 126 metros de altura y contiene 105 departamentos, hoy casi todos ellos destinados a actividades comerciales. En 1999, la Unesco lo declaró Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la Modernidad. (1) Hay una disputa a este respecto, porque los historiadores no se ponen de acuerdo en que si el primer edificio construido mediante el sistema de “hormigón armado” en la ciudad de Buenos Aires, fue el Mercado de Abasto (1889), el Palacio Barolo (1923), o el Kavanagh (1936),
El edificio de la Facultad de Ingeniería de la UBA
Es un edificio de estilo neogótico ubicado sobre la avenida Las Heras esquina Azcuénaga, al que muchos transeúntes confunden con una iglesia y se persignan cuando pasan frente a su sombría e imponente estructura. En 1938, debido a su alto costo, su construcción fue interrumpida, por lo que sus paredes aún permanecen sin revocar, exponiendo a la vista los ladrillos y moldes que se habían armado para levantarlas. Hasta 1950 funcionó como sede de la Facultad de Derecho, razón por la cual, todavía puede observarse en sus vitrales, el símbolo de la Justicia, la balanza. Cuando ésta se mudó a su actual emplazamiento en la avenida, el lugar fue ocupado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires.
El Pasaje Rodolfo Rivarola, un gemelo del parisino
Es uno de los pasajes más curiosos de la ciudad. Diseñado en 1924, tiene entrada por Bartolomé Mitre al 1300 y salida por teniente general Perón a la misma altura. Cuenta con un gemelo en París: en ambos casos, los frentes de las casas de las veredas opuestas son idénticos, como si se reflejaran en un espejo.
Una Plaza con tres nombres
La que hoy conocemos como “Plaza Once” se llama en realidad “Plaza Once de Setiembre” aunque antes se llamaba “Plaza de Miserere”, nombre del propietario de los corrales que allí había cuando en 1806, los ingleses invadieron la ciudad de Buenos Aires.
La Casa del Virrey Liniers
Está ubicada en la calle Venezuela 469, pleno barrio Monserrat de la ciudad de Buenos Aires y es una de las viviendas más antiguas, algunas de cuyas partes, aún se conservan en pie en Buenos Aires. Allí vivió quien fuera el héroe de la Reconquista de Buenos Aires, durante las invasiones inglesas en 1806 y penúltimo virrey del Río de la Plata. Se la reconstruyó sobre los pocos restos que quedaban de ella (la fachada y unas pocas paredes) y ha sido declarada Monumento Histórico Nacional, por lo que está protegida por una Ley, que impide cualquier variación o uso, que pretenda alterar su estructura.
El Mirador Massué
La esquina de Tucumán y Talcahuano conserva la torre del que fuera el palacio Massué. Construido en 1907 por el arquitecto homónimo, era uno de los más extravagantes edificios de Buenos Aires, sobre todo, por su mirador en forma de templete griego. Hoy, habiendo ya desaparecido, esas vistas panorámicas que permitía por su ubicación y altura, solo podrían obtenerse mirando desde el Obelisco, si el observador se animara a subir los 206 escalones que lo llevarán a lo alto, o desde alguna habitación en la planta alta o terraza del actual Hotel Panamericano, ubicado en Carlos Pellegrini al 500.
Buenos Aires es una de las cinco ciudades con más teatros en el mundo
Los porteños se vanaglorian diciendo que Buenos Aires es famosa por su actividad cultural y se enorgullecen porque cuentan con una de las mayores concentraciones de teatros en el mundo entero. Con alrededor de 187 salas destinadas al circuito comercial y al independiente y más de 400 obras en cartel, supera a París y a Nueva York en este aspecto.
Pero no solo la cantidad es motivo de orgullo. La calidad de sus espectáculos asombra y atrae aficionados de todo el mundo, que reconocen a dos de esas salas, como símbolos de la actividad lírico-teatral de la ciudad
Comencemos por el Teatro Colón, un lugar de privilegio en esta estadística. Por la esplendidez de su estructura, por su perfecta acústica, su trayectoria y la calidad de los espectáculos que allí se presentan, es reconocido internacionalmente y su escenario, requerido por los artistas más famosos de la lírica mundial.
Y si la lírica tiene su incomparable espacio en el Teatro Colón, la representación escénica lo tiene en el Teatro Nacional Cervantes, nacido del amor que por Buenos Aires tuvo la eximia actriz española MARÍA GUERRERO, quien invirtió su fortuna personal y logró los aportes que fueron también necesarios, para construirlo en 1921.
Una increíble riqueza arquitectónica
Pocas ciudades en el mundo pueden ofrecer un espectáculo de tanta calidad, variedad y riqueza arquitectónica, como es el que ofrece Buenos Aires a sus transeúntes. Desde originales obras nacidas en la época colonial, que aún están de pie, hasta los productos más audaces y sofisticados de la arquitectura moderna, pasando por expresiones que traen el recuerdo de los distintos períodos que transitó nuestra patria desde su Independencia hasta hoy, surgen a la vista, con solo levantar la mirada al recorrer sus calles. El Gobierno de la ciudad y numerosos autores se han ocupado del tema, editando obras tales como “Ángeles de Buenos Aires” y “Buenos Aires. Pasado y Presente”, ambas de López Mato Omar; “Iglesias de Buenos Aires”, de Martín Comamalaha; “Miradas sobre Buenos Aires, de Adrián Gorelik; “Buenos Aires en demolición”, de Goldstein Becerra; “Buenos Aires, 1536-2006”, de Margarita Gutman y muchísimos otros.
Monserrat, el barrio más antiguo de Buenos Aires
Una apasionante cita con el pasado, que permite conocer y recorrer diecisiete edificios notables (entre ellos, la Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo Nacional y el Palacio Legislativo), muchos de ellos declarados Monumento Histórico Nacional, nueve museos, dos plazas, cuatro iglesias, varias calles y pasajes con una rica historia que comenzó a fines del siglo XVIII (ver “Monserrat, Buenos Aires, Wikipedia).
El barrio nació en 1799 y hoy, como en ese entonces, está ubicado en el casco histórico de la ciudad, en un gran sector, comprendido por las actuales avenida Rivadavia, avenida Leandro Alem, Bartolomé Mitre, avenidas Rosales, La Rábida norte e Ingeniero Huergo, Chile, Piedras y avenidas Independencia y Entre Ríos.
Debe su nombre a que en ese lugar, en 1750, a pedido de un vecino de la ciudad, el catalán JUAN PEDRO SERRA, el arquitecto ANTONIO MASELLA, construyó un templo en honor a la virgen de Montserrat (nombre escrito en catalán, que el uso popular, trasformó en Monserrat, sin la t intermedia)
Lo que llamamos “centro”, no es tal
Cuando hablamos del Centro de Buenos Aires nos referimos a la zona comprendida por los barrios porteños de Monserrat, San Nicolás y Balvanera pero eso no es así. Porque, si bien ese es el centro comercial y donde se desarrolla la mayor actividad productiva, cultural y social de la ciudad, el verdadero centro geográfico de la ciudad, está en el barrio de Caballito, sobre la avenida Avellaneda al 1023. Allí se encuentra todavía, una casa de color gris construida a principios del siglo pasado en cuya fachada se colocó una plaqueta que así lo atestigua: “Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Dirección General de Catastro. En esta parcela 14, de la manzana 9, sección 45, circunscripción 7, se halla el centro geométrico de la ciudad”, testimonio oficial que echa por tierra la teoría de que el centro, pasa por donde se halla el monumento al Cid Campeador, en ese mismo barrio.
A lo largo de los años la casa tuvo distintos dueños: pasó por las manos de varias familias, fue sede de la Cámara de Librerías y Afines, sufrió el abandono y fue usurpada, hasta que la recuperaron sus dueños actuales. Hoy en día se encuentra restaurada y en perfectas condiciones.
Resta decir que quizás, todavía llamamos “centro”, a esa zona de la ciudad que hoy concentra la mayor actividad ciudadana, con la mayor cantidad de comercios, oficinas, y vínculos con el pasado, época que sí fue el verdadero “centro” de las actividades en aquellos días.
La Avenida de Mayo
Inaugurada el 9 de julio de 1894, fue primer boulevard que tuvo Buenos Aires y se convirtió en la columna vertebral de su centro histórico y cívico. Nació opulenta y majestuosa y se transformó con el tiempo en símbolo de las relaciones argentino–españolas, y en escenario de todas las manifestaciones sociales porteñas. Fue la primera avenida de la República y de toda Sudamérica.
La Estatua de la Libertad está en los EE.UU. o en Buenos Aires?
Verdaderamente no hay lugar para tal pregunta. Porque esa estatua está en ambos lugares. La primera y original está ubicada en la ciudad de Nueva York y paradójicamente, una réplica de ella, de solo 3 metros de altura (la de Nueva York tiene 93 metros de altura), fue inaugurada el 3 de octubre de 1886, antes que la original.
Es una obra del escultor francés FREDERIK AUGUSTE BARTHOLDI, el mismo autor de la original que se encuentra en Nueva York y está instalada en las “Barrancas de Belgrano” (entre las calles 11 de Setiembre y La Pampa), un hermoso parque de cuatro hectáreas con cerca de 70 especies vegetales y una pintoresca glorieta en la que se imparten clases de tango y eventualmente tocan orquestas (ver “De Nueva York a Belgrano, la Libertad escondida”).
El Pensador, es una estatua que está en Buenos Aires o en París?
Como en el caso de la Estatua de la Libertad, esa obra de AUGUSTE RODÍN, conocida como “El Pensador”, está en dos ciudades muy alejadas entre sí. El original de esta famosa escultura fue instalado el 21 de abril de 1906 frente al “Panteón de París” y permaneció ahí hasta 1922, cuando fue trasladado al Museo Rodín.
La que está en Buenos Aires, llegó en 1907, gracias a una gestión del entonces primer director del Museo Nacional de Bellas Artes, el pintor e historiador del arte EDUARDO SCHIAFFINO. Es una obra fundida en bronce, utilizando el molde original, por lo que también lleva la firma de su autor AUGUSTE RODÍN. Fue instalada en 1910, dando la espalda a la fachada principal del Congreso Nacional en la plaza que se halla frente al mismo.
La ciudad más “futbolera”
Buenos Aires es la ciudad con más estadios de fútbol en el mundo. Argentina es, sin dudas, uno de los países más aficionados por fútbol y la Ciudad de Buenos Aires es un claro ejemplo de ello: tiene 25 estadios en su territorio, convirtiéndose en la metrópoli más futbolera. No existe en todo el mundo otro distrito con tantas canchas profesionales. Anexo Estadios de fútbol de la argentina.
Los tres primeros gigantes que tuvo Buenos Aires
El Railway Building. Se termino de construir en 1910 frente a la entonces Plaza Británica (hoy Plaza Fuerza Aérea Argentina), en Retiro, para que fuera la sede de las empresas que administraban el Ferrocarril del Sud (hoy Roca), el Ferrocarril Central Argentino (hoy Mitre) y el Ferrocarril del Oeste (hoy Sarmiento). Tenía dieciséis plantas y ochenta metros de altura y fue en su momento, el primer “rascacielo” construido en Latinoamérica. Luego de que fuera inaugurado con toda pompa, un periódico de Buenos Aires denunció que la estructura parecía inclinarse y corría riesgo, por lo que el edificio, recién se ocupó en 1914. En 1947 pasó a ser ocupado por Ferrocarriles Argentinos, luego de que durante el gobierno de JUAN DOMINGO PERÓN, se nacionalizara el sistema ferroviario argentino.
La Galería Güemes. Inaugurada en 1915, fue el primer edificio del país hecho íntegramente con hormigón armado Tiene 87 metros de altura, por lo que se lo considera el rascacielos pionero en la Ciudad. Su construcción le fue encargada por los salteños EMILIO SAN MIGUEL y DAVID OVEJERO al arquitecto italiano FRANCISCO GIANOTTI (el mismo que construyó la Confitería del Molino frente al Congreso.
El Palacio Barolo. Fue construido entre 1919 y 1923 por el arquitecto italiano MARIO PALANTI, a pedido del empresario LUIS BAROLO para ser destinado a contener más de 300 oficinas. Tiene 100 metros de altura y por eso fue el edificio más alto de Latinoamérica, hasta que en 1935 se construyó el Kavanagh y con sus 120 metros de altura lo desplazó. Hay una historia explicando que como son 100 los metros de su altura, cantidad que también se corresponde con los Cantos que tiene la “Divina Comedia” de Dante Alighieri y su diseño decididamente ecléctico, con predominio modernista e influencias de la arquitectura Hindú del siglo XII, PALANTI se basó en ella, para realizar su obra.
Luego vinieron El Comega de 88 metros de altura y el Safico con 92,33 metros de altura, ambos inaugurados en 1934; más tarde, el Kavanagh con 120 metros de altura inaugurado en 1936 y finalmente el Atlas, inaugurado en 1950 y que con sus 141 metros de altura, fue el edificio más alto que tuvo la ciudad de Buenos Aires, hasta que en 1996 se construyó la Torre Le Parc en el barrio Puerto Madero, que tiene 51 pisos y 158 metros de altura.
Una Casa de Gobierno pintada con sangre?
O, por qué es rosada la Casa Rosada?. La sede del Poder Ejecutivo del gobierno nacional está en Buenos Aires y ocupa un edificio que por estar pintado color rosa, obviamente, se lo conoce en el mundo como “La Casa Rosada”.
Y como “la Casa Blanca” de los Estados Unidos, el “Kremlin” de Rusia, “El Planalto” de Brasil, el “Palacio del Eliseo” en Francia, el “Palacio de la Moneda” en Chile y tantos otros, guarda en su historia numerosas anécdotas que sirven para adentrarse en los vaivenes de las políticas vernáculas.
Una de las leyendas que más controversias ha suscitado con respecto a nuestra “Casa Rosada” se relaciona con su color y son varias las versiones que hay a este respecto. Una de las dos más aceptadas, dice que ese color simboliza la unión de dos partidos políticos de finales del siglo XIX (conservadores y radicales), cuyos colores representativos eran el blanco y el rojo respectivamente.
La segunda, que a nosotros nos parece inverosímil, dice que en realidad, también fue durante la presidencia de DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO en 1868, cuando, luego de haber asumido el cargo, ordenó reparar la fachada de la Casa de Gobierno, ya que estaba en muy mal estado y embellecerla con jardines. En esos tiempos era costumbre pintar con cal las paredes de las casas para protegerlas del calor y la humedad y que para darle color “al aburrido blanco de la cal”, el alarife que se ocupó de cumplir con las órdenes de SARMIENTO, la mezcló con sangre de vaca, que era el producto más barato que pudo conseguir, ya que en los mataderos la regalaban.
Así surgió entonces, de esa mezcla de cal y sangre, el color rosado de nuestra actual Casa de Gobierno, que con el correr de los años, fue renovándose con distintos tonos de rosado, pero sin sangre.
La Casa más pequeña del mundo
En el histórico barrio de San Telmo de la ciudad de Buenos Aires, a tres cuadras de la Plaza Dorrego, en el Pasaje San Lorenzo 380, se encuentra “la casa mínima”, una casa que quizás sea la única en el mundo por su tamaño. El ancho de su fachada no llega a superar los 2,5 metros y tiene unos 13 metros de fondo. Su construcción data de 1810 a 1815 y su dueño habría sido un esclavo.
Se cree que esta vivienda, la única que todavía se conserva y que aún hoy se puede visitar, fue construida en una pequeña franja del terreno cuyo propietario cedió a uno de sus esclavos para que viviera allí con su familia, luego de que le concediera la libertad, leyenda que estimulando la fantasía popular, hizo que durante mucho tiempo los porteños se refirieran a ella, llamándola “la casa del esclavo liberto”.
Presenta una fachada sencilla, cuyo revestimiento se encuentra muy deteriorado, por lo que es posible ver los grandes ladrillones que se empleaban en aquella época. Tiene una puerta de dos hojas con cuarterones pintados de verde, una vieja cerradura de hierro y un pequeño farolito y en la planta alta, un pequeño balcón con barrotes de hierro.
Una casa en las nubes
Un chalet en la cima de un edificio de varios pisos?. Sí. Aunque parezca increíble, durante muchos años alguien vivió en un hermoso chalet con absolutamente todas las dependencias que corresponden a una vivienda normal, que estaba y está todavía, instalado encima, es decir, en las terrazas de un edificio de nueve pisos, que se hallaba ubicado en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires, sobre la avenida 9 de julio, esquina Corrientes.
Fue producto del sueño de un empresario argentino que deseaba vivir cerca de su Empresa y no perderse las hermosas vistas que ofrecía la ciudad desde las alturas de la misma. El empresario se llamaba RAFAEL DÍAZ y desde niño tuvo un sueño. En 1927 pudo cumplirlo y finalizó la construcción del edificio que iba albergarlo y así nació “Muebles Díaz”, una empresa que pronto se erigió en una de las más grandes y prestigiosas mueblerías del país.
Muy laborioso y responsable, don Rafael vivía en Banfield y gustaba poco alejarse de su empresa al terminar la jornada diaria y menos los fines de semana y ni que decir, perderse así la hermosa vista de la ciudad de Buenos Aires, que ofrecía su terraza.
Decidió entonces, construir su vivienda particular en lo alto de su edificio. “El chalecito era una casita normanda con techo de tejas rojas, igual a una que había visto en alguno de sus viajes a Mar del Plata y su empresa comenzó a llamarse. “la mueblería del chalecito”.
Pronto se abrió la avenida 9 de Julio y el chalecito pasó a ser parte de la típica postal de Buenos Aires, una ciudad en la que todavía corrían los tranvías. Felizmente, aunque hoy deshabitado, “el chalecito” todavía está. Medio oculto por letreros y otros altos edificios, que surgieron luego de la ampliación de la 9 de julio, pero siempre firme como muestra del amor que Buenos Aires, inspira a quienes la conocen y del tesón de un empresario argentino.
La avenida más ancha del mundo está en Buenos Aires?
Es verdad o mentira que en la ciudad de Buenos Aires está la avenida más ancha del mundo?. Ni lo uno ni lo otro. Porque todo depende de cuando se haga esta afirmación. Si lo estuvimos diciendo hasta el año 1960, es cierto. Porque hasta ese entonces, la avenida 9 de Julio, cuya construcción se iniciara en 1930 (su diseño data de 1888), en pleno centro de la ciudad, con sus 140 metros de ancho, era la más ancha del mundo.
Pero a partir de 21 de abril de 1960 dejó de serlo, cuando comenzó la construcción del llamado “Eje Monumental” en Brasilia, la ciudad que pasó a ser la capital de Brasil y así lo testificó el Libro Guiness de los Record” en el año 2006, adjudicándole ese mérito, por sus 250 metros de ancho.
Pero, nos queda el consuelo de tener, indubitablemente, “la segunda avenida más ancha del mundo”. Fue diseñada en 1888 siguiendo como modelo las avenidas de la ciudad de París; recorre el centro de la ciudad de norte a sur y abraza el “Obelisco”, el mayor icono de la ciudad. Tiene 16 carriles de circulación en su calzada central y para facilitarle el cruzarla a los peatones, fue necesario instalar a varios semáforos sincronizados para no alterar el tránsito vehicular y con eso nos quedamos bien conformes.
Los huecos
La silueta del Buenos Aires de principios del siglo XIX estaba interrumpida por baldíos, llamados popularmente «huecos». Tenían nombres curiosos, productos de tradiciones o de hechos a veces intrascendentes y se los recuerda como otra de las características que tenía la ciudad de Buenos Aires.
Históricos algunos, ya que alcanzaron lúgubre fama durante la época de Rosas, merecedores del olvido otros por su desagradable destino, fueron todos ellos lugares de indudable presencia en los comienzos de nuestra historia. Eran sitios aptos para dejar allí a las carretas, caballos o bueyes, también eran un lugar propicio para arrojar todo tipo de basuras. Años más tarde, le dieron paso a la mayor parte de las actuales plazas que se encuentran en el perímetro de la ciudad de entonces.
Recordemos entonces El hueco de las ánimas, situado en lo que es hoy la esquina de Rivadavia y Reconquista, lugar donde se construyó el primer Teatro Colón que tuvimos, ocupando terrenos vecinos a donde hoy se encuentra la Catedral Metropolitana; El hueco de las carretas, ubicado en donde hoy está Retiro y que era otro de los lugares donde las carretas repostaban en sus viajes hacia y desde la campaña; El hueco de la yegua (hoy Belgrano y Pozos); El hueco de la laguna, ubicado donde hoy se cruzan las calles Saavedra y México y que era un lugar donde se amontonaba la basura que sería luego retirada por los carros de la Municipalidad (cuando lo hacían ¡!!); El hueco de Botello, que estaba sobre el ángulo noroeste de Venezuela y Santiago del Estero (según algunos autores, en Tacuarí y Alsina); El hueco de los olivos, ubicado en la manzana siguiente (hacia el oeste), a la que actualmente ocupa el Congreso Nacional.
Algunos de estos “huecos” o baldíos, con el correr del tiempo se transformaron en plazas. Lo que actualmente es la Plaza Vicente López se conocía como El hueco de las cabecitas, llamado así porque en ese lugar se arrojaban las cabezas de las ovejas y corderos que eran sacrificados en el Matadero del Norte, que estaba ubicado en las actuales calles Las Heras y Pueyrredón y era por eso, lugar de concentración de numerosos perros cimarrones, que buscaban su alimento entre esos despojos y uno de los puntos peligrosos de la ciudad ya que, hasta poco antes de finalizar el siglo XIX, nadie se atrevía a atravesarlo solo; El hueco de Lorea, (hoy Plaza Lorea), era un terreno donado por el constructor vasco don ISIDRO LOREA con un fin benéfico. Tanto el constructor como su esposa murieron poco después de la donación, hecha durante las invasiones inglesas, y el terreno figuró como plaza a partir de 1910.
Por muchos años y hasta que se convirtió realmente en una plaza, fue un paraje donde acampaban las carretas que venían especialmente desde el Norte y el Oeste de la campaña con corambre (conjunto de cueros o pieles), , cerdas, lana, grasa, maíz, trigo y cebada etc. y donde los indios solían ir para a vender (o trocar por caña, tabaco, yerba, etc.) sus productos (sal, mantas, lazos, riendas, maneas boleadoras, plumas de ñandú, quillapiés hechos con cueros de zorro, liebre, gama, zorrino,, etc.).
La calle más larga del mundo, está en Buenos Aires o no?
Esta es otra creencia de los argentinos que duró solamente unos años. Porque, efectivamente había una calle llamada Rivadavia que en 1914 nacía en la Plaza de Mayo, cruzaba la ciudad, se continuaba hacia el noreste y luego de recorrer 69 kilómetros, llegaba a la ciudad de Luján, ya en la provincia de Buenos Aires.
Pero el reordenamiento de la red vial nacional, el surgimiento de nuevos pueblos y asentamientos que nacieron a lo largo de tamaño recorrido, hizo que la extensión de la vieja avenida Rivadavia, quedara reducida a unos escasos 35 kilómetros, perdiendo así las glorias de un récord que el progreso le quitó, pero quedando, de todas maneras, como la calle más larga de Buenos Aires.
La única que podría competir con ella, es la avenida General Paz, una autopista que circunvala a la ciudad de Buenos Aires, que fue construida en 1941 y que tiene una longitud de 24, 3 kilómetros.
Una misteriosa red de pasillos subterráneos corre por las entrañas de Buenos Aires
Debajo de Buenos Aires existe una red de pasillos subterráneos construidos en algún momento del siglo XVII. Se supone que fueron hechos por los jesuitas para establecer una red entre los edificios más importantes. Otros análisis han establecido que fueron usados para el comercio ilegal y el contrabando y otros suponen que fueron utilizados por los masones para sus reuniones.
El Obelisco
Declarado Monumento Histórico Nacional y emplazado en la “Plaza de la República”, pleno centro porteño, estuvo a punto de ser derribado “por feo” y hoy es un emblema icónico de la ciudad de Buenos Aires. Fue construido para conmemorar el Cuarto Centenario de la Primera Fundación de Buenos Aires, realizada por PEDRO DE MENDOZA en 1536.
Su altura es de 67,5 metros; la base tiene 6,80 m. de lado y pesa 70 toneladas. Tiene una sola puerta de entrada (en el lado oeste) y en su cúspide hay cuatro ventanas, con persianas metálicas, a las que solo se puede llegar (aún hoy), por una escalera marinera de 206 escalones con 7 descansos cada 8 m y uno a 6 m. En su construcción se emplearon 157 obreros que trabajaron día y noche durante 60 días y costó en total $200.000 de aquellos tiempos.
Tres años después de su inauguración, en junio de 1939, la autoridad legislativa de la ciudad de Buenos Aires, considerando que era “muy feo”, sancionó su demolición, aduciendo razones económicas, estéticas y de seguridad pública. Pero la ordenanza fue vetada por el intendente ARTURO GOYENECHE y no prosperaron luego, otras tentativas por derribarlo que se hicieron, cuando se realizó la traza de la nueva avenida 9 de julio. Hoy, esa famosa y muy transitada arteria, inaugurada en 1980, al llegar al Obelisco, se abre en dos carriles y abrazándolo, sigue su camino hacia el sur.
Otro detalle curioso para asentar en su imaginario, es que, confirmando su condición de ícono de la ciudad, gran cantidad de mensajes publicitándola, contienen la imagen del Obelisco, junto a la de CARLOS GARDEL, quizás el máximo referente y símbolo entrañable de los porteños, paradójicamente muerto en Medellín, un año antes de que se inaugurara, por lo que no llegó a conocerlo.
La calle Leandro Alem bordeaba el primer balneario que tuvo la ciudad de Buenos Aires
Alrededor de 1780, el virrey VÉRTIZ ordenó abrir el “Paseo de la Alameda”, una calle ancha, de dos vías, paralela a la costa del río de la Plata, que se extendía cuatrocientos metros. Se plantaron diversas especies de árboles (álamos, sauces y ombúes) y se construyeron bancos para el descanso de los paseantes. Fue la primera avenida ribereña de la ciudad. También se la llamó Paseo del Bajo y se constituyó en uno de los paseos preferidos de los porteños. Lo frecuentaban durante todo el año y en verano, a partir del 8 de diciembre de cada año, fecha en la que con la bendición de las aguas, se daba comienzo a la temporada, era su balneario preferido.
A mediados de diciembre de 1846 se coloca la piedra fundamental de la ampliación del paseo y contrariando los deseos de quienes propiciaron nombrar “Manuelita Rosas” a este renovado paseo, a propuesta de JUAN MANUEL DE ROSAS, comenzó a llamarse “Paseo de Julio” (como homenaje a la gesta de 1816).
Finalmente, ya finalizadas las obras que significaron el corrimiento de la costa hasta donde hoy se hallan, ganándole muchos metros al río, el 28 de noviembre de 1919, por la Ordenanza Nº 520, el Paseo de Julio toma el nombre de Leandro Nicéforo Alem y la zona ya deja de ser un balneario, para convertirse en un nuevo sector urbano, sede de modernos edificios e instalaciones portuarias.
Nuestros Subterráneos son los más antiguos de Sudamérica
El metro (o subterráneo) de Buenos Aires, más conocido por sus habitantes como “el subte”, fue inaugurado en 1913. Es el más antiguo de América del Sur y el cuarto de América, luego del de Nueva York, Boston y Philadelphia. La primera línea que se construyó (la Línea “A”), conectaba la Plaza de Mayo con el Congreso, Nacional, atravesando subterráneamente la Avenida de Mayo. Esta histórica línea, aún está en servicio y hasta hace poco utilizando los mismos vagones de origen belga, de hace cien años.
Buenos Aires, es una ciudad de librerías y tiene la librería más bella del mundo
Según un informe publicado por el “World Cities Culture Forum”, Buenos Aires, es la ciudad con más librerías “per cápita” de todo el mundo. Aquí existen, nada más y nada menos que 25 librerías por cada 100.000 habitantes (la siguen Hong Kong y luego Madrid), y ello quizás se deba a una inteligente política impositiva, que exime del pago de impuestos a esta actividad.
En 1759, en el barrio San Nicolás de la ciudad, se instaló la que fue nuestra “primera librería” y contaba con solamente unos escasos 20 o 30 obras, generalmente demandadas por funcionarios virreinales o sacerdotes. Desde entonces la actividad fue en vertiginoso aumento y hoy, no de los más famosos exponentes de ese universo, es la famosa “Librería Ateneo Gran Splendid” (imagen), ubicada en la calle Santa Fe 1860 de la ciudad de Buenos Aires, ocupando el antiguo edificio donde antes funcionaba el “Cine Teatro Grand Splendid”.
A principios del año 2000, un grupo de empresarios invirtió tres millones de dólares en la remodelación del lugar, manteniendo intacta la estructura y ornamentación de este lujoso lugar: los balcones originales, las escalinatas, la galería balcón, la cúpula pintada por NAZARENO ORLANDI y el telón de terciopelo, fueron inteligentemente aprovechados y el resultado fue una maravilla que tuvo el reconocimiento unánime de sus usuarios y de las numerosas personalidades que comenzaron a visitar esta Librería, que, en el año 2008, fue galardonada como la segunda librería más hermosa del mundo por el periódico británico “The Guardian” y que en el año 2019, mereció que la National Geographic la designara como “la librería comercial más bella del mundo”.
El ”fileteado”, una original forma que tienen los porteños para expresarse
El “filete”, término francés-que hace referencia a todo aquello que realza los bordes es quizás un “arte menor”, pero sin duda, con el agregado de ingeniosas frases o mensajes, fue una tradición porteña, que se mantuvo con altibajos a través de los años, y que aún perdura de la mano de excelentes cultores que han sabido mostrar, cómo, desde este mundo de color, finas líneas e ingeniosos arabescos, puede lograrse la belleza, la armonía y la emoción que genera la vista de una obra de arte y en muchos casos, ser una muestra de ingenio.
El fileteado porteño, es decir el que combinaba dibujos con leyendas, nació en la ciudad de Buenos Aires, quizás allá por el año 1880 como un sencillo ornamento para embellecer carros de tracción animal que transportaban alimentos. En esos años, Buenos Aires, tenía otro color, otra alegría y otra picardía en sus calles. En aquel entonces, por sus calles circulaban carros de lecheros, verduleros y panaderos, tranvías y hasta algunos carretones —muchos de ellos tirados por caballos—, ostentando las más curiosas, simpáticas y hasta atrevidas leyendas (“A fuerza de trabajar el caído se levanta”; “La vida, como los dados, tiene los puntos marcados”; “La vida es como la cebolla, hay que pelarla llorando”)
Era común verlas escritas con caracteres llenos de movimiento, color y armonía, todas enmarcadas por un sinnúmero de líneas curvas, que se abrían y cerraban formando originales y graciosos arabescos: el filete era el rey de las calles porteñas.
En la década de 1940, el fileteado, sin dejar los carros, comenzó a adornar también camiones y colectivos de transporte público, pero a partir de 1975, debido a una Ordenanza Municipal, sólo podían llevar dibujos, sin esos textos que los acompañaban. La proliferación de frases y sentencias muy subidas de tono, que caían en lo chabacano y aún en lo soez, lejos de resultar simpáticas, herían la sensibilidad de los porteños.
En la actualidad, el fileteado ha conquistado otros lugares muy alejados de aquellos carros de antaño y gracias a artistas ya consagrados y a nuevos talentos que surgen dentro del fileteado, este estilo pictórico sigue siendo parte de la identidad de la ciudad, y junto con el tango, un signo de reconocimiento argentino en el mundo. En diciembre de 2015, el fileteado argentino, fue declarado “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”, por el Comité Intergubernamental para la salvaguarda de la UNESCO.
Un Paseo de la Historieta que es único en el mundo
Que Joaquín Salvador Lavado Tejón, más conocido como Quino, viviera en el barrio de San Telmo y que cerca de la esquina de Chile y Defensa se ubicara su vivienda y despacho, donde creara a Mafalda, ayudó a que Buenos Aires tuviera su Paseo de la Historieta. Pero el caso es que, no solo de Mafalda se enorgullece el “cómic” argentino. Basta hacer esta ruta de la historieta para saludar a personajes célebres como Sarrasqueta (considerado el primer personaje argentino de historieta, cuya aparición se produjo el 23 de agosto de 1913), Isidoro Cañones, Don Fulgencio, las Chicas de Divito, Patoruzú, la Chacha, Fúlmine, Anteojito y Antifaz, el profesor Neurus, Petete, el Eternauta, el Gordo Villanueva, el doctor Merengue y entre tantos otros personajes, los que acompañaron a Mafalda, como el Guille, Susanita y Manolito.
El primer invento argentino nació en Buenos Aires
En el número 7, del periódico “El Telégrafo Mercantil”, editado en 1801, apareció el anuncio del que quizás fue, como decimos, el primer invento que se realizó en Buenos Aires. Ese día en las páginas del periódico de CABELLO Y MESA, se informó acerca de una “máquina para limpiar el trigo”, que lo suministra “despojado de toda inmundicia y polvo, ahorrando en este concepto 18 peones, que pagados a 7 pesos por mes, importan 126 pesos”.
El Real Consulado premió a su inventor, el sargento retirado FRANCISCO ARELLANO con la suma de 100 pesos “en vista de las ventajas que la insinuada máquina proporciona así a la Agricultura como al Comercio”.
Buenos Aires, ciudad “pizzera”, tiene la mejor pizza de Latinoamérica
No es ningún secreto que Buenos Aires tiene un “affaire” con las pizzas. Es, definitivamente, una ciudad “pizzera”. Se estima que es la ciudad con mayor cantidad de “pizzerías” por habitante en el mundo y la cantidad y la calidad de las pizzerías que hoy hay en Buenos Aires y el descomunal consumo que de pizas, en sus distintas versiones se hace, le confieren el derecho de ser consideradas, una curiosidad más de nuestra ciudad (1), sin olvidar que en el año 2019, la pizzería porteña “San Paolo”, de MAURIZIO DE ROSA, ubicada en la calle Uriarte 1616, fue galardonada por la “Guía 50 Top Pizza”, con el premio a la “Mejor Pizzería de América Latina”, según publicó la prestigiosa revista “Fondo e Olla”.
Si bien, hoy ya se ha aceptado que la pizza existe desde el siglo XVII y que su origen es la ciudad de Nápoles, en Italia (aunque ya en la antigua Grecia, comían algo que era parecido, el “plakuntos”, hecho con pan chato, especias, ajo y cebolla), también se acepta en el mundo entero, que las pizzas de Buenos Aires, con su versión “al molde”, son algo especial.
A nuestro país llegó de la mano de los inmigrantes italianos y muy probablemente haya sido al barrio de La Boca a principios del siglo XX. La crisis en Italia era tan grande que la pizza era simplemente masa con cebolla. Acá encontraron con que era al revés, sobraba todo, entonces empezaron a agregarle queso, tomate, especias y después también jamón, morrones, anchoas, huevo duro, albahaca, etc., etc.
La de Italia era más finita, similar a la llamada “a la piedra”, mientras que la argentina, comenzó a caracterizarse porque se hacía con molde y «media masa» (con la masa de la base más gruesa), abundante queso mozzarella «hasta los bordes, para que se dore y se gratine», salsa de tomates y algunas especias, principalmente orégano.
Cuando recién empezaba a ser conocida por los argentinos, la “pizza” se vendía en los almacenes y parece ser, que en 1923, en la calle Defensa al 800 de la ciudad de Buenos Aires, se instaló la que fue la primera “pizzería” del país. Aún hoy funciona y el viejo horno a leña de los comienzos de “Don Pirilo”, sigue encendido y horneando sus riquísimas pizzas, que fieles clientes, “comen de prado”, acompañándolas con un vaso de vino moscato.
Hoy la pasión “pizzera” sigue, pero ya no se ven por las calles ni en las proximidades de las canchas de fútbol, aquellos clásicos “pizzeros” que vendían “la pizza de cancha”, hecha con masa cubierta con salsa de tomate, sin queso y fuertemente condimentada. La llevaban una especie de enorme paellera que apoyaba en un trípode, y rápidamente eran rodeados por “los hinchas” que le urgían la entrega de una porción, para no llegar tarde a la cancha. Con diestro movimiento de una cuchilla roma, cortaba curvos trozos de pizza que acompañaba con “papel de estraza” para que no ensuciaran los dedos y volvía a atronar el espacio con su pregón “a la pizza canchera caliente, a la pizza, pizza”.
(1). Han pasado por los hornos pizzeros porteños, cantidades inconmensurables de masa, tomates, muzzarella y especias varias. Según un relevamiento hecho el 9 de febrero del 2020, por la empresa “Pedidos Ya”, ese día se emplearon cinco toneladas de harina, más de seis toneladas de mozarella y casi 170.000 aceitunas.
Buenos Aires se precia de ser la cuna del Tango
Cuenta la historia que el tango se originó a mediados del siglo XIX en los barrios marginales de la época, como San Telmo, La Boca y Barracas y lo bailaban malandras y “cafishios”, gente de mala fama, en prostíbulos y locales de dudosa moralidad. No fue bien visto por “la gente decente” hasta bien entrado el siglo XX, cuando algunos cantantes melódicos como Carlos Gardel lo popularizaron y lo difundieron por todo el mundo. El tango fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO en el 2009. Hay multitud de lugares para ver y escuchar tango en Buenos Aires, sin olvidar la visita imprescindible a la casa de Carlos Gardel, en el barrio del Abasto.
Sin contar el que está en Japón, el Jardín Japonés que está en Buenos Aires, es el más grande y quizás más bello del mundo
El “Jardín Japonés” en Buenos Aires, está ubicado en el Parque Tres de Febrero, en el barrio Palermo. Fue inaugurado el 17 de mayo de 1967, proyectado y construido por la colectividad japonesa, que luego lo donó a la Municipalidad de Buenos Aires, como muestra del agradecimiento al pueblo argentino, por ser el país que más espontánea y rápidamente abrió sus brazos en tiempos de inmigración.
Es considerado como “un pequeño Japón en suelo argentino” y un importante pulmón de “armonía, paz y tranquilidad” en medio de la gran ciudad. Allí, frecuentemente se realizan espectáculos artísticos, se renueva “la ceremonia del té” y se organizan visitas guiadas, por lo que el lugar se ha constituido en una agradable forma de conocer la cultura japonesa, que atrae a viajeros de todo el mundo.
Setenta Bares notables hablan de nuestra Historia urbana
Buenos Aires tiene una larga tradición cafetera que comenzó allá por el 2 de enero de 1799, cuando se inauguró el primer Café que tuvo la ciudad. Se llamaba “Los Catalanes” y su dueño era MIGUEL DELFINO, un vecino de origen ligur.
Estaba ubicado en la esquina noreste de la intersección de las calles Santísima Trinidad y Merced (actuales San Martín y Presidente Perón, ex Cangallo) y a partir de entonces fueron muchísimos los establecimientos que se abrieron en la ciudad, otorgándole una característica única.
La costumbre de reunirse con amigos para tomar un café, de buscar la intimidad de sus salones para tranquilizar el espíritu, para escribir una carta o un libro, para tomarse un descanso luego de una jornada agotadora, comenzó a ser así, una costumbre de los porteños y en otra curiosidad que caracteriza a la ciudad.
Algunas de sus cafeterías más tradicionales, fueron punto de encuentro de figuras ilustres de la cultura y la política como Jorge Luis Borges, Bioy Casares o Carlos Gardel. Hoy en día la ciudad cuenta con 70 “bares notables”, considerados como tal por su antigüedad, arquitectura o relevancia social y forman parte del patrimonio cultural de la ciudad.
Buenos Aires es Brazaville y Montevideo Kinshasa
Buenos Aires y Montevideo conforman una dupla cuyas características comparten con las africanas Brazaville y Kinshasa. Ambas, son dos capitales nacionales que están situadas en los márgenes opuestos de un mismo río, el Río de la Plata las primeras y el río Congo las segundas.
El colectivo, un invento bien porteño
El 24 de setiembre de 1928, comenzaron a circular los primeros «taxis colectivos» por la ciudad de Buenos Aires y así nació “el colectivo”, uno de los inventos argentinos, nacidos en nuestra capital, que más rápido y universalmente se incorporó a las costumbres de todos los pueblos.
La Fuente de Las Nereidas
Un monumento que se transformó en una curiosidad de Buenos Aires, debido a la mojigatería e intemperancia de una sociedad, que todavía no estaba madura para asumir su rol como uno de los líderes de la cultura latinoamericana.
Inspirada en los personajes de la mitología griega, “La Fuente de las Nereidas”, es una controvertida obra de la artista tucumana llamada LOLA MORA, inaugurada en Buenos Aires el 21 de mayo de 1903, que sufrió el escarnio de los porteños, obligando, primero a su ocultamiento y luego a su traslado, para aplacar los ánimos de quienes la calificaban de obra maligna y procaz.
La obra es un homenaje a la belleza, la gracia y el amor. Afrodita, diosa del amor, aparece sostenida por las nereidas, que representan el mar en calma y que desde antiguamente simbolizan las fuerzas protectoras de los navegantes.
Pero el desnudo de las figuras del conjunto, pronto causó espanto entre quienes observaban esa muestra de impudor y la indignación de los porteños fue unánime ante este supuesto ataque a la moral. Parece ser que lo que más molestó a la gente, fue ver que LOLA MORA, en vez de reproducir a las míticas sirenas, con su cola naciendo a la altura de la cintura, ella lo había hecho dejando a la vista la femineidad de las figuras.
Esa misma noche, la Fuente fue objeto de un ataque y luego de repetidos actos de vandalismo que llevaron a cabo porteños prejuiciosos, obligaron a colocarle custodia policial. Se recuerda que un desconocido censor, sustituyó las bridas de los caballos de la escultura, por burdas sogas y que algunos marineros, quizás borrachos, se bañaron desnudos en la fuente.
Finalmente, ante las críticas y agresiones que sufría la obra, en 1918 fue trasladada a la Costanera sur, que en aquel entonces, era una zona marginal y casi desierta de la ciudad, castigándose así la audacia de su autora (ver Cien años de curiosa historia para la fuente de Las Nereidas)
Las palomas de Plaza de Mayo
Quizás Buenos Aires no sea la única ciudad del mundo que pueda ofrecer el espectáculo de cientos de palomas paseándose tranquilamente por entre apresurados transeúntes, pero si es indudable que las “palomas de Plaza de Mayo”, son un espectáculo digno de ser considerado como una sorprendente curiosidad de Buenos Aires.
Por la cantidad que integra esa increíble bandada, por la mansedumbre que muestran y que las lleva a comer dócilmente de la mano que les ofrece algún grano de maíz, pan o alpiste, pero especialmente por el origen de esa costumbre, que las ha convertido en los más curiosos vecinos de la ciudad.
Cuenta la historia, que allá por el año 1930, un jubilado llamado BENITO MONTOYA, tenía en la Costanera Sur un palomar, donde criaba y alimentaba, se dice que hasta cinco mil de esas aves. Las acostumbró a que respondieran al llamado de un silbato y logró que haciéndolo sonar, llegaran desde donde estuvieran, en alegres bandadas, para rodearlo tiernamente, mientras don BENITO les arrojaba algunos granos que sus palomas, alcanzaban en vuelo.
Alguien convenció a don BENITO que podía ganar algún dinero extra para reforzar su magra jubilación, llevando sus palomas a un espacio público, para ofrecer el show de sus mansas y adiestradas “pupilas”, abarajando miguitas de pan en el aire.
Así fue que nuestro personaje, apareció un día en la Plaza de Mayo con sus palomas y pronto, ese lugar, por donde diariamente pasan tantas personas, cambió su rutina. Primero comenzaron a detenerse para observar “el show de las palomas” que ofrecía don BENITO, pero pronto comenzaron a ser ellos, quienes les arrojaban los granos para divertirse con palomas bailando a su alrededor, mientras don BENITO, pasaba la gorra y se hacía la diaria.
Pero nada hay que dure cien años. En 1937, BENITO MONTOYA falleció y que pasó con las palomas?. Nada que sorprenda a quienes saben que los animales, las aves entre ellos, son más inteligentes de lo que generalmente se piensa. Las palomas de don BENITO, solitas y sin ningún silbato que las convoque, comenzaron a reunirse como siempre en la Plaza de Mayo. Y ahí están, ofreciendo el show que le enseñaron y paseándose muy tranquilas entre la gente.
Antiguo Edificio del Ministerio de Obras Públicas
Está incólume allí, donde fue construido entre 1934 y 1936. Inaugurado en setiembre de 1936, estaba destinado a albergar las oficinas del Ministerio de Obras Públicas de aquel entonces. Es un edificio monumental de 22 pisos, desde cuya azotea, el 17 de octubre de 1951, se realizó la primera trasmisión televisiva en la República Argentina, poniendo en el aire la señal de Canal 7.
En 1980, habiendo decidido el gobierno municipal, que era muy costoso su traslado, como lo imponía la construcción de la avenida 9 de Julio, quedó atrapado entre medio de dos de sus carriles y es por eso, el único que en Buenos Aires, surge desde el mismo pavimento de la calzada de una calle.
Es también el único edificio que tiene número (el 1925), de todos los que están bordeando esa avenida. En 1992 se convirtió en sede del Ministerio de Desarrollo Social.
El Instituto Sanmartiniano
Su edificio, ubicado en la Plaza Grand Bourg de la ciudad de Buenos Aires (mariscal Ramón Castilla 2900), es una réplica exacta de la residencia que el general San Martín habitó durante su exilio en Grand Bourg, Francia y a su frente, se halla la estatua “El Abuelo Inmortal”, instalada en 1950, conmemorando el centenario de su fallecimiento.
El aromo del perdón
En el cruce de las avenidas del Libertador y Sarmiento, detrás del monumento que perpetúa la memoria del ilustre sanjuanino, se halla “el aromo del perdón”, un longevo árbol, bajo cuya sombra, se dice que JUAN MANUEL DE ROSAS tomaba mate en compañía de su hija, quien aprovechaba esos momentos de descanso del temido gobernador, para pedirle clemencia por algún infelíz condenado por disentir con él.
El punto más bajo y el más alto de la ciudad
La ciudad de Buenos Aires está situada a 25 metros por sobre el nivel del mar y el punto más bajo de todo el territorio que ocupa, se encuentra en la zona donde está el llamado “Puente Salguero”, ubicado sobre las vías del Ferrocarril Sarmiento, que corre por la calle Salguero, a la altura del barrio Palermo, sabiamente eludido por los automovilistas durante los días de lluvia, porque allí, ese lugar se inunda. El punto más alto, se encuentra en la intersección de las avenidas Beiró y Chivilcoy, en el barrio “Villa Devoto”, al oeste de la ciudad y tiene 26,71 metros sobre el nivel del mar.
El Mirador de la Torre Espacial, el más alto de Sudamérica
Ubicada en el “Parque de la Ciudad” (avenida general Francisco Fernández de la Cruz 4000, de Villa Soldati), La Torre Espacial, conocida también como “Excalibur”, fue inaugurada el 9 de julio de 1985. Cuenta con el mirador más alto de América del Sur, desde donde se puede disfrutar de una magnifica vista de la Ciudad de Buenos Aires. Esta incomparable obra de arquitectura de avanzada para la época de su construcción, fue fabricada en Austria en 1980 y tiene 208 metros de altura y en ella se destacan tres volúmenes hexagonales que son las plataformas ubicadas a 120, 124 y 175 metros de altura.
Monumento a Caperucita Roja
Buenos Aires es quizás la ciudad que mejor tiene presente ese querible personaje que acompañó la infancia de muchos argentinos que hoy peinan canas (si es que les queda cabello). Una calle de la ciudad en el barrio de Parque Chacabuco se llama “Caperucita” y la “Caperucita Roja y el Lobo”, tienen un monumento realizado en mármol, que los recuerda y está ubicado sobre la avenida Sarmiento. Fue adquirido por el gobierno municipal en 1937 y emplazado en la plaza Lavalle, sobre la avenida Córdoba, pero en 1972 fue trasladado a Palermo, al lugar donde hoy se encuentra. Tienen una altura de dos metros y se dice que es la única escultura del cuento en el mundo.
El Palais de Glace
Nuestro “Palacio Nacional de las Artes”, ese espacio que honra a nuestra cultura, no tiene nada de frío, aunque el nombre de “Palais de Glace”, con el que se lo conoce en todo el mundo, así lo sugiere. Ese emblemático edificio sigue llamándose hoy, como se llamaba antiguamente, una famosa pista de patinaje sobre hielo que funcionaba en Buenos Aires y que fue donde, en 1912, el Tango se presentó en forma oficial ante la alta sociedad de Buenos Aires.
La Plaza Francia no es la que todos nombran así
No hay razón que lo explique, pero el caso es que en Buenos Aires, todo el mundo se refiere a la Plaza Francia (y así se lo decimos a quienes nos visitan), para designar un espacio verde de nuestra ciudad, que en realidad es la Plaza “Intendente Alvear”. La verdadera Plaza Francia es la que está inmediatamente al lado, hacia el sur.
Los «Mateos»
Precursores de los modernos “taxis”, eran unos entrañables coches tirados por un caballo que aún recorren las calles de Buenos Aires, especialmente turistas. Aún siguen llevando el amor de una pareja, el sueño de algún noctámbulo o el apasible deambular por los bosques de Palermo de viejos porteños.
A mediados del siglo XIX eran el medio de transporte preferido por las clases altas en las principales capitales de Europa como París, Londres, Berlín o Viena y fue entonces que comenzaron a verse por las calles de Buenos Aires, traídos quizás desde Francia, no se sabe cuándo, por quién ni porqué.
Con características particulares, pero idéntica prestación, se los llamaba “calesa”, “fiacre”, carroza, carruaje, cupé, galera, volanta, cabriolé, break, victoria y en Buenos Aires se los llamaba «coches de plaza”, porque tenían su parada principalmente en Plaza de Mayo y Constitución, Lorea o Miserere, esquinas céntricas, terminales de trenes y zonas portuarias.
Pero en 1923, la influencia de una obra de teatro les cambió el nombre para siempre. La obra se estrenó en mayo de ese año en el Teatro Nacional. La había escrito ARMANDO DISCÉPOLO (el hermano de Enrique Santos) y contaba algo de la dura vida de don Miguel, un inmigrante italiano que veía cómo la merma en su trabajo complicaba su existencia.
Entonces el hombre volcaba sus penurias hablándole a “Mateo”, el viejo matungo de su carruaje. Fue tanto el impacto popular que tuvo, que desde entonces a esos carros, se los llama “mateos”.
El Museo de Bellas Artes
Quien diría que, donde hoy están colgadas las obras de Manet, Berni, Picasso, Van Gogh, Quinquela Martín y tantos otros artistas consagrados del mundo, hasta 1933 hubo allí, un intrincado sistema de caños, tuberías, filtros y cisternas, que se utilizaban para filtrar el agua que se extraía del Río de la Plata, para proveer de agua potable a la población de Buenos Aires.
Así fue, porque ese hermoso edificio que hoy ocupa nuestro Museo de Bellas Artes, en la avenida Del Libertador 1403, pertenecía a la empresa “Obras Sanitarias de la Nación” que luego fue trasladado a su actual emplazamiento en el barrio Palermo.
La Torre que cambió de nombre, luego de la guerra de Las Malvinas
Conocida desde que se inauguró el 24 de mayo de 1916, como “Torre de los Ingleses”, y a partir de abril de 1982, como “Torre Monumental”, fue un obsequio de los residentes británicos al país durante los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo. Está ubicada en Retiro, en la actual “Plaza Fuerza Aérea Argentina” (antes Plaza Británica), que se halla frente a las Estaciones Centrales de los Ferrocarriles Mitre, Belgrano y San Martín. Tiene 8 pisos y una altura total de 70 metros; a los 45 metros tiene un reloj que fue puesto en funcionamiento por 2 relojeros argentinos (RODOLFO KOPP y NICANOR INSÚA) y el carrillón que marca los cuartos de hora, tiene un tañido que imita al de la Abadía de Westminster.
Aún quedan piedras del antiguo empedrado urbano
En el tramo que va del 1 al 100 de la calle Florida, todavía puede observarse un rectángulo que muestra el primitivo y desparejo empedrado original, cuando se llamaba “Calle del Empedrado” y las piedras se traían desde la Isla Martín García.
Privilegio para los feriantes
En la avenida Córdoba, en el tramo que va desde la calle Montevideo hasta la avenida Callao, las veredas son más anchas que todas las demás de la ciudad. Esto es así, porque en ese sector de la ciudad, durante el siglo XIX, se instalaban las ferias populares.
Miscelánea urbana
Hasta poco antes de la Revolución de Mayo de 1810, la Plaza de Mayo se llamaba Plaza de la Victoria y era escenario de corridas de toros y después, ya como Plaza de Mayo, fue utilizada para realizar ejecuciones públicas y aplicar castigo a reos de delitos.
La Iglesia de San Ignacio, ubicada en la calle Bolívar 125, en el barrio Monserrat, la iglesia más antigua que se conserva en Buenos Aires y forma parte de la “Manzana de las Luces”. El 21 de marzo de 1942, fue declarada Monumento Histórico Nacional.
El documento original del Acta Fundacional de la ciudad suscrito por JUAN DE GARAY en 1580, se perdió.
Existe un templo masón en la calle San Antonio, en el barrio de Barracas y la sede de la logia más importante se encuentra en el “Palacio Cangallo”.
En la “Plaza de los Dos Congresos”, se encuentra el monolito del kilómetro 0 de las rutas nacionales que parten de Buenos Aires hacia todos los puntos cardinales.
El mausoleo del General Manuel Belgrano descansa en la entrada al Convento de Santo Domingo y no, como se cree, bajo la cripta del “Monumento Nacional a la Bandera” que está en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
El mausoleo del General José de San Martín se encuentra dentro de la Catedral Metropolitana, pero no en la nave principal de la misma sino en una sala anexada al lado derecho y esto es así, por su condición de masón.
Las palmeras de la Plaza de Mayo son originarias de las Islas Canarias y fueron traídas desde Rio de Janeiro a fines del siglo XIX, para reemplazar los “paraísos” que allí había.
El cuerpo del general SAN MARTÍN permanece parado en el sarcófago que lo contiene, ya que las dimensiones del sepulcro así lo impusieron.
Las fuentes que hoy adornan la intersección de las avenidas 9 de Julio y Córdoba estuvieron en la Plaza de Mayo hasta 1890.
Tras haberse declarado la independencia en San Miguel de Tucumán, la noticia en Buenos Aires no fue anunciada en la Plaza de Mayo sino en la actual Plaza Dorrego, en San Telmo.
Los primeros (ver más en “Los Primeros”)
Edificio público (1595). Fue la Real Fortaleza de San Juan Baltasar de Austria, más conocido como El Fuerte. Contaba con un foso –que estaba siempre repleto de basura- y un puente levadizo –que nunca se usó. La cerradura y la llave del portón de hierro del antiguo Fuerte se conservan en el Museo Histórico Nacional.
Confitería (1605). Fue una dulcería, que pertenecía a Pedro Copacho, y estaba instalada sobre la actual calle Florida.
Escuela estatal (1859) Se trata de la Escuela Catedral al Norte, ubicada en Reconquista 461 y fundada en 1859 por Domingo E Sarmiento. Fue la primera construcción destinada a la enseñanza pública. Hoy es la Escuela N° 4 José Manuel Estrada.
Heladería (1905). El Vesubio (Corrientes 1181), es la heladería más antigua de Buenos Aires, inaugurada en 1905.
Barbero (1605). Se llamaba MANUEL ÁLVAREZ y además de afeitar a los vecinos, cumplía labores de médico y aplicaba pociones, ungüentos y brebajes provistos por el Cabildo.
Imagen de Buenos Aires (1628). La primera imagen conocida de Buenos Aires fue pintada en 1628 por el holandés Aldous Verthoont
Hospital (1611). Fue el Hospital San Martín, de la Ciudad o del Rey y tenía capacidad para veinte enfermos. Comenzó como hospicio para los militares de la guarnición de Buenos Aires, y sólo cuando los soldados dejaban libre alguna cama podían ocuparla los indigentes enfermos.
Comisaría (1826). Funcionaba en Maipú 118, en el barrio de San Nicolás y estaba a cargo del comisario JUAN PRICHÓN, quizás, algún pariente de “La Perichona”, amante de SANTIAGO DE LINIERS.
Parque público (1875). Fue el parque Tres de Febrero, conocido popularmente como “los bosques de Palermo”.
Bicicleta (1885). Era un «velocípedo» importado de Francia para la familia Nouguier. Sus llantas eran de acero exigían pedalear con mucha fuerza para lograr avanzar. Dos años después, se abrió la primera bicicletería en la ciudad.
Bautismo (1611). Se realizó en la Iglesia Mayor y la niña se llamaba Antonia Sosa. Intervino el sacerdote JUAN MARTÍNEZ DE MACEDO.
Casamiento (1611). Los contrayentes fueron FRANCISCO GERY y FRANCISCA RODRÍGUEZ, cuya boda se celebró también en la Iglesia Mayor y oficiada por el mismo sacerdote, MARTÍNEZ DE MACEDO.
Librería (1759). Estaba ubicada en el barrio San Nicolás y contaba sólo con unos veinte o treinta libros para vender a sus clientes, básicamente a funcionarios virreinales y curas.
Teatro (1783). Se llamaba “de la Ranchería”, nombre que recibió por estar cerca de una zona ocupada por de ranchos de soldados, negros y aborígenes. En 1792 se incendió por una cañita voladora disparada desde el atrio de una iglesia cercana
Fuentes. “Las mil y una curiosidades de la ciudad de Buenos Aires”. Diego Zigiotto, Ediciones B., Buenos Aires, 2012; “El asiento de la primera Buenos Aires. Entre la Historia y el Mito”. Daniel Schávelzon, 2006; “Fundación de la ciudad de Buenos Aires”. Antonio Romero en las Actas del Congreso Internacional de Americanistas, Madrid 1928; «Las dos fundaciones de Buenos Aires». Enrique Larreta, Ed. Sopena, Buenos Aires, 1952; “Historia de ciudades”. Alberto Tasso, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, (1984); Todas las páginas web que se refieren a este tema; Hemeroteca y Biblioteca personales.
Juan Manuel Huerga en Fotos e Historia del Partido de Avellaneda
13 h ·
ESCUDO DE PIÑEIRO.
«Pintura de Pio Collivadino (1869-1945)»
Piñeiro de Avellaneda actualizó su foto del perfil.
2 de enero de 2013
ESCUDO DE PIÑEIRO
Forma: circular, timbrado.
Trae en campo único sobre tapiz de azur y plata superior , un edificio simétrico de plata de dos plantas dos puertas con balcones de sable en la superior y dos puertas de lo mismo en la inferior asentada sobre una isla con tapiz de sinople con 15 surcos oblicuos a la diestra y siete a la siniestra.
Ornamentos: como timbre un lema toponímico de caracteres capitales ornamentados, por lo bajo un lema de fecha de lo mismo y dos arabescos en los laterales a modo de soportes.
SIMBOLOGÍA
Es el frente del Casco de la “Quinta Grande” origen del barrio y la localidad donde vivieran sus dueños Felipe y Trinidad Pïñeiro en el siglo pasado. En él se reunieron para celebrar el “Pacto de Barracas” el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Juan Cobo de Lavalle y el Comandante General de la Campaña Juan Manuel de Rosas el 24 de agosto de 1829. De esa reunión salió el nuevo Gobernador Provisorio Juan José Viamonte. En este Casco pasaba las vacaciones el escritor Esteban Echeverría y en su oportunidad el General Bartolomé Mitre celebró la terminación de la guerra de la Triple Alianza. Una vez vendido, desde 1897 a 1901 lo arrendó la escuela Nº 12, y luego la Nº 14 hasta 1950, en que fue expropiado y demolido.
Se agrega abajo la fecha de origen de la localidad, 10 de abril de 1893 cuando Trinidad Piñeiro presenta a la Municipalidad el plano amanzanando y en lotes.
La Comisión Ejecutiva del Centenario de Piñeiro creó en 1992, el escudo de la Localidad, obra que realizó el artista plástico Carlos Cone.
Señor Coneh: Le agradezco el envío y la buena idea que me trajo. Qué le parece si comenzamos a publicar historias de los pueblos de nuestra patria, trayendo el recuerdo sus orígenes, sus luchas para sobrevivir, sus problemas y sus esperanzas. Creo que hay muchísimas hermosas historias para difundir y el recuerdo de quienes las hicieron posible, será una forma de homenajearlos. Espero que se anime Usted a acompañarme en esta patriada y comience enviándome un relato de los orígenes y vivencias de Piñeiro, ya que veo que Usted es un conocedor del Tema. Desde ya muchas gracias.
Señor Coneh: Le agradezco el envío y la buena idea que me trajo. Qué le parece si comenzamos a publicar historias de los pueblos de nuestra patria, trayendo el recuerdo sus orígenes, sus luchas para sobrevivir, sus problemas y sus esperanzas. Creo que hay muchísimas hermosas historias para difundir y el recuerdo de quienes las hicieron posible, será una forma de homenajearlos. Espero que se anime Usted a acompañarme en esta patriada y comience enviándome un relato de los orígenes y vivencias de Piñeiro, ya que veo que Usted es un conocedor del Tema. Desde ya muchas gracias.