CANTORES Y CANCIONES CRIOLLAS

Mucho se ha escrito acerca de los cantores criollos y muchas veces no han salido bien parados del análisis de sus aptitudes vocales o de sus valores personales.

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO fue muy duro al hablar de ellos (ver “En el pais argentino”, de GODOFREDO DAIREAUX) y otros autores hacen mención a la vida desordenada que llevaban,  a la parcial defensa que hacían en sus coplas, de  gente de mal vivir y hasta del oportunismo político que se apreciaba en sus cantos (ver La música en la Argentina. Sus orígenes).

Pero dejando de lado tales apreciaciones, quizás subjetivas, como todo lo que proviene del hombre, el gaucho cantor ha pasado a la Historia,  porque con su canto, permitió que muchos hechos, personajes y circunstancias de esa Historia, no hayan caído en el olvido y vivan aún en la memoria de los argentinos.

El cantor criollo
“E! gaucho cantor es el mismo bardo , el vate, el trovador de la edad-media, que se mueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y el feudalismo de los campos; entre la vida que se va y la vida que se acerca. El cantor anda de pago en pago, de tapera en galpón, cantando a sus héroes de la Pampa, al os perseguidos por la justicia; a las madres que lloran la pérdida de un hijo arrebatado por la indiada, a la derrota y la muerte del valiente comandante Rauch, al asesinato de Facundo Quiroga y a hace, quizá sin saberlo, e que le cupo a Santos Pérez”.

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El cantor hace, quizás sin saberlo, el mismo trabajo que el bardo de la Edad Media: crónicas, costumbres, historias, biografías se van desgranando con su canto y quedarán grabados en las mentes de auditorios diversos, para que luego se escriba la historia de su época y los personajes que la hicieron.

El cantor no tiene  residencia fija; su morada está donde la noche lo sorprende; su fortuna son sus versos y su voz. Dondequiera que “un cielito” enrede  sus parejas, dondequiera que se apure una copa de vino, o el asado crepite sobre las brasas,  el cantor tiene su lugar preferente, su parte escogida en  la reunión.

El gaucho argentino no bebe si la música y los versos no lo llaman a beber y cada pulpería tiene una guitarra para ponerla en sus manos, esperanzado el pulpero que su canto llene los palenques de montados que le traigan gauchos y paisanos para que negocio prospere.

El cantor mezclaba entre sus cantos, hechos de heroicos de personajes de toda laya y de hombres de valer,. la relación de sus propias hazañas, sus seguros entreveros con la justica, sus paradas ante guapos y malandras y sus condiciones de Don Juan correspondido. Tal mezcla discordante de datos mal hilvanados, con silencios y detalles mal recordados,  más narrativa que sentimental, hacia que su poesía surja pesada, monótona e irregular, pero cuando se abandonaba a la inspiración del momento, llena de imágenes tomadas de la vida campera, del caballo y de escenas del desierto, su canto se hacía más coherente y sentimental.

Fuera de esto, el cantor criollo poseía su repertorio de buenas poesías populares, quintillas, décimas y octavas; diversos géneros monosilábicos entre los cuales había muchas composiciones de mérito que descubrían inspiración y sentimiento”.

Y fueron las voces de estos cantores criollos, las que han dado perdurabilidad a las viejas canciones que se escucharon a lo largo y a lo ancho del Río de la Plata, dejando con sus notas, el sentir de pueblos distantes, pero unidos por el amor a la tierra, la vida noble de sus hombres y mujeres y el sentido de pertenencia que amenguó los sinsabores de una existencia dura y sacrificada.

Canciones criollas
La baguala, la vidala, la chaya riojana, la vidalita y la tonada, son algunas de las más representativas del género y si bien comenzaron a ser interpretadas por solistas con guitarra o bombo (o por dúos), con requinto y guitarrón, hoy se han incorporado  conjuntos de cuatro voces, con tres guitarras y bombo y últimamente, otros instrumentos no convencionales, como el acordeón (también a piano), el bandoneón y el arpa india (hoy casi en desuso).

La Baguala
Baguala”, es una voz de origen quichua, que identifica a un canto muy parecido a “la vidala” y que por eso también se lo llama “vidala coya”. Es uno de los más antiguos ritmos folklóricos coloniales, una canción de hondo dulzor, de extraña melodía, que envuelve el espíritu en remembranzas  pareciendo ecos de la tierra para la sangre; como dolor de la entraña popular que convive el recuerdo entre la soledad, el silencio, el amor y la fe en su raza.

«Comparten el mismo ancestro, son de la misma familia, aunque se las ha ubicado por regiones, para una mejor comprensión: baguala en Salta y Jujuy, y vidala en Tucumán y Santiago», sostiene Francisco Cabral en su libro “De la la Vidala a la Chaya”, agregando: «Y vidala, vidala andina, vidalita montañesa, en Catamarca y la Rioja. Son todas vidalas, pero, cada una con su acento, con su paisaje, con golpes diferentes de caja o tambor».

Ella le sirve de estímulo y compañía en su largo y lento ambular por entre cerros y picachos que lo cercan por todos lados, limitándole el paisaje”. Su grafía correcta sería “wawalla”, lo que permite suponer que “baguala”es una simple adaptación fonética  y que en consecuencia no tiene ninguna relación  con “bagual”,  que se aplica en la llanura al caballo chúcaro o cimarrón.

El medio geográfico, especialmente la topografía, ha influido grandemente, no sólo en los usos y las costumbres de los individuos de las comunidades, en cierto modo primitivas, sino también en la formación de su carácter. De ahí, las manifiestas diferencias que se encuentran de región a región.

El antiguo viajero por la llanura, tenía y tiene, en el silbido, un compañero en su soledad. Es que el panorama, abierto a la mirada hacia todos los rumbos, permanentemente uniforme, sin secretos que muevan a imaginar fantasías y el suelo sin obstáculos naturales que se opongan a una marcha rápida, predisponen al recogimiento y el silbido, suave, casi mecánico, no altera la serenidad del paisaje ni la intimidad de quien silba mientras marcha.

Qué distinto es cuando el viajero transita entre sierras y montañas !!. Para ellos,  que prefieren el canto como compañero de sus soledades, es que ha nacido  la baguala !!!

La Vidala
La Vidala es una forma de composición poética que hoy  generalmente es acompañada con guitarra o caja y se canta a una voz . En Jujuy se la llama “Yaraví”, como una descendencia del «yarahué». Dicen que es una canción que nació en los montes santiagueños como música de rituales desconocidos. Le canta a la vida, en una forma típicamente argentina. Narrando la dura vida de los hacheros en el monte, aludiendo a los desamores y a las ausencias, con una poesía particularmente tristona  Posee características musicales muy particulares y antiguas y no debe ser confundida con la “vidalita, aunque ambos son cantos con una gran influencia indígena prehispánica, cuando eran acompañados por la caja andina o el bombo.

Dice a este respecto CARLOS VEGA marcando bien las diferencias entre ambas canciones: “En la vidala, los versos son octosílabos y responden a un pie rítmico de una nota breve y otra larga. En cambio, la vidalita responde a un pie rítmico de dos notas breves y una larga; es más lenta que la vidala, sus versos tienden a ser amorosos, tanto tristes, cuando hablan de penas y desengaños, como alegres, pero aun así, acompañados de una música triste. Se caracterizan por intercalar la expresión «vidalitá» o «vidalitáy», acentuada en la última sílaba”.

La Vidala se halla profundamente enraizada en la historia de toda la región llana de Tucumán, Santiago del Estero y las provincias vecinas, llegando por el oeste hasta la Rioja y San Juan y por el norte a territorio boliviano. Cada zona o comarca, le impone sus diferencias, aunque en todas se respeta el acompañamiento que por regla general es de percusión ejecutado con caja o tambor, que siguen el ritmo del canto. También es común que se incorporen acordes arreglados o rasgueados de guitarra.

La Vidala chayera
O chaya riojana, originada en el cruce entre la Vidala y la Tonada. Nace y se canta entre Catamarca y La Rioja. y desde  allí se difunde hacia todo el territorio andino. «Comparte con al vidala y la baguala el mismo ancestro, son de la misma familia, aunque se las ha ubicado por regiones, para una mejor comprensión: Baguala en Salta y Jujuy, y Vidala en Tucumán y Santiago», sostiene el eminente ensayista y musicólogo FRANCISCO CABRAL, quien añade: “Son todas vidalas, pero, cada una con su acento, con su paisaje, con golpes diferentes de caja o tambor”.

Para definir a la vidala chayera, el ensayista deja paso al poeta: «Diría que es una alegría que se canta, que se juega, que se salta, que se encuentra, que se danza, que se vive, que se ama» Y retoma el tono del investigador para definiría: «Como un modo regional sistematizado, que conjuga elementos variados en la formación de ese sistema. Es un ritmo que no tiene coreografía, por lo tanto no está ligada a ninguna normativa, es un canto libre, pues, ninguna vidala chayera es igual a otra, en su estructura poética» (ver De la vidala a la chaya)

La Vidalita
La Vidalita es una forma musical no bailable característica del folclore rioplatense, muy difundida en el noroeste argentino, especialmente en las provincias de Catamarca y Tucumán. Tal vez emparentada con la Vidala, con la que a menudo es confundida, difiere de ésta en que sus versos son octosílábicos, con una nota breve y una larga alternándose, mientras que los versos de la Vidala son hexasilábicos, con dos notas breves y dos largas.

Aunque ambas son de origen Colla, la segunda tiene más obvias raíces quechuas  y  suele ser más lenta. Los versos de la Vidalita, suelen ser amorosos y alegres, pero acompañados de una música triste y se caracteriza por intercalar la palabra  «vidalita» acentuada en la última sílaba (vidalitá), para producir el efecto de que el cantante le habla a la vidalita

Las Tonadas
Las tonadas son una composición poética de carácter íntimo y emotivo, creada para ser exclusivamente cantada. Proviene de las tonadas asturiana y montañesa, nacidas en España y llegadas al Río de la Plata, durante la época de la conquista de América (siglo XVI). Por haberse afincado en la región argentina de Cuyo, dentro del acervo folclórico musical argentino, se la conoce como “Tonada cuyana”, para diferenciarla de muchas otras tonadas que se distribuyeron por América..

La Tonada Cuyana consiste en un conjunto de melodías y cantos dentro del género de la lírica, que se caracteriza por no ser bailada. Es interpretada por guitarristas como solistas, en dúo o en otro tipo de agrupaciones musicales, acompañados por guitarra, requinto y guitarrón (nunca por bombos u otros instrumentos de percusión) y sus textos, son lo que importa y se destaca.

Las Tonadas están compuestas por lo llamados “melismas” y los ”cogollos”, artilugios de los que se vale el cantor para involucrar en su interpretación a quienes lo escuchan. Los “melismas” son agregados improvisados por el cantor a la letra de la Tonada,  con el objeto de conmover a su auditorio, insistiendo en los sentimientos que su canto encierra. El “Cogollo” es la dedicatoria que el cantor le hace a un amigo, a las damas presentes, o a su auditorio en general. La persona a la que fue dedicada la Tonada debe agradecer la atención y retribuirla, convidando al cantor de un vaso de vino. El cantor modifica entonces  la 3ª estrofa, tratando de coincidir el nombre de la persona homenajeada con una rima, que puede ser improvisada en el momento.

La Tonada cuyana, como toda expresión artística viva, se alimenta del acontecer de los tiempos. Es un género que se nutrió de distintas partes de Latinoamérica y tomó particularidades sonoras que les son propias. Es una combinación de lo más antiguo de la herencia andina, que a veces se combina con el valseado que trajo el europeo, logrando una forma de expresión de raíz cuyana, con simbolismo fuerte de la presencia del huarpe (ver El folclore musical de San Luis).

Fuentes: “Estampas del pasado”. Busaniche y J. L. Solar, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1971; “Mármol y bronce”. José M. Aubin, Ed. Ángel Estrada y Cía., Buenos Aires, 1911; Bailes tradicionales argentinos. Carlos Alberto Gabriel Vega, Ed. Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música, Buenos Aires, 1944, «El país argentino. Godofredo Daireaux y  “Danzas y canciones argentinas”, Carlos Vega, Buenos Aires, 1936.

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