BROWN, GUILLERMO (1777-1857)

Almirante, héroe superior de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y del Perú y prócer por antonomasia de la historia naval argentina

Nació en el pueblo de Foxford, cerca de Casteblar, en el condado de Mayo, Irlanda, el 22 de junio de 1777.  Siendo muy niño aun, acompañó a su padre a los Estados Unidos y fallecido éste de fiebre amarilla, en Filadelfia, se vio obligado a trabajar en y como pudo, soportando las  condiciones más subalternas.

Hasta que en 1797 encontró su vocación en el mar y se transformó en un marino y comerciante de vida legendaria. Con los años logró ser dueño de un buque (el “Elisa” y antes “Gran Napoleón”), con el cual, en 1811,  vino a la Argentina, amarrando su nave en la Ensenada de Barragán.

A partir de entonces se dedicó al tráfico, navegando entre Montevideo y Buenos Aires, adquiriendo una gran reputación de experto y bravo entre los lobos de mar de ambas orillas.

En 1814, al crearse la que fue la segunda Escuadra Naval de las Provincias Unidas, durante el Gobierno del Director Supremo, GERVASIO ANTONIO DE POSADAS, JUAN LARREA, un español, nacionalizado argentino, a quien corresponde la gloria de haber establecido sobre bases seguras la creación de la armada argentina, propuso que el gobierno, le confiara el mando de la recientemente creada Escuadra, por el mismo LARREA y GUILLERMO PIO WHITE (ver Creación de la segunda escuadra naval argentina)

Se le otorgó el grado  de Teniente Coronel de Marina y fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas navales de las Provincias Unidas, con la misión de apoyar al general JOSÉ RONDEAU, que sitiaba en esos días a la ciudad de Montevideo   (ver Brown comandará la segunda flota naval argentina).

Para cumplir con las misiones de combate que se le encomendaban, BROWN tuvo que improvisarlo todo: desde acondicionar ruinosos barcos hasta reclutar oficiales y armar una tripulación que supiera estar a la altura de las responsabilidades que tendrían.

Desde aquel momento su figura se agigantó. Durante las campañas que precedieron a la toma de Montevideo, tuvo que luchar con contrarios de la talla, del marino español JACINTO ROMARATE, que gozaba de merecida fama de marino bravo y entendido, pero que tuvo que arriar su bandera ante BROWN.

Parecía que las aguas de nuestro río hubieran sido creadas para servir de teatro a su gloria y a sus proezas. Alguien le llamó el “genio de las aguas del Plata”.

En 1814, al frente de la escuadrilla de Buenos Aires, ocupó la isla Martín García; se sumó al segundo sitio de Montevideo y derrotó a los realistas en el Buceo. La toma de Martín García y la destrucción, frente a Montevideo de la escuadra española al mando del almirante MIGUEL DE SIERRA,  fueron triunfos de gran resonancia y de éxito definitivo.

En 1815 efectuó operaciones de corso en el Océano Pacífico, que lo hicieron famoso: abordó buques de guerra, capturó naves mercantes, asaltó puertos e hizo enmudecer baterías (ver Brown, el corsario de la Patria).

Se destacó luego, en el ataque a El Callao, en el Perú, y en la intentona que realizara  sobre Guayaquil, fue vencido y apresado por la armada británica y devuelto a Buenos.

Pero cuando BROWN demostró el poder y valor de sus excepcionales cualidades de marino y de guerrero, fue en las guerras contra el Brasil.

La escuadra imperial había penetrado en el Uruguay y BROWN le mandó decir, un día al gobierno de Buenos Aires: «El comodoro BROWN garantiza que de ésta, no saldrán bien parados los invasores.»

 Los Pozos (1826), el Juncal (1827), Punta Lara (1828), son las principales etapas de aquella campaña que quitó al Brasil la posibilidad de prevalecer en las aguas argentinas y que, después de muchas derrotas, costó al Brasil la pérdida de 50 buques de todo tipo y porte, de 300 cañones de todo calibre y de armamento portátil en prodigiosa cantidad, por mérito del coraje y competencia profesional demostrada por BROWN y sus hombres, aún en la derrota sufrida en Monte Santiago (1827), donde fue herido.

Obtuvo luego otras importantes victorias en otros memorables hechos navales y hasta combatió contra COÉ  y GARIBALDI. El pueblo, que lo idolatró, le hizo objeto de mil manifestaciones de afecto: unas veces levantándole en andas, al desembarcar, de vuelta de alguna de sus legendarias operaciones; otras, ofreciéndole, por mano de las más distinguidas damas, la enseña, de la patria, por ellas bordada, y por él tanto y tan bien amada.

Con certeros juicios, el entonces ministro de los Estados Unidos de Norte América ante nuestro país, el coronel JOHN M. FORBES, definió la personalidad, al escribir a su gobierno,en una carta fechada el 9 de enero de 1826, diciendo: «…el almirante Guillermo Brown, un irlandés, el lord Nelson de este país...” .  Y en otra oportunidad lo llamo “…este bravo y extraordinario hombre”.

Los sucesos del 1° de diciembre de 1828 lo llevaron al Gobierno de la provincia de Buenos Aires, cuando fue designado Gobernador delegado, pero no se dejó arrastrar a la lucha de los partidos y convencido de su poca aptitud para desempeñar el cargo, dimitió a los pocos meses de haber sido elevado a tan alto puesto. Era soldado y marino y sentía la nostalgia del mar,. Y a sus naves volvió contento, una vez dejado el gobierno.

En 1841, la administración de ROSAS le encontró en su puesto y le entregó la jefatura de la escuadra de Buenos Aires, pero ya estaba fatigado por la edad. No cedió a los enemigos del Gobernador de Buenos Aires que intentaron apartarle de lo que él conceptuaba su deber.

La intromisión anglo-francesa de 1845 lo encontró nuevamente dispuesto a ocupar su puesto de combate al frente de la escuadra argentina. El viejo genio del Plata seguramente habría encontrado la victoria, o más probablemente la muerte. Pero se le ordenó no combatir y él, que siempre fue modelo de obediencia y de disciplina, obedeció entristecido y se retiró a su hogar, donde le sorprendió la muerte el 3 de marzo de 1857.

En el pueblo que tiene su nombre en la provincia de Buenos Aires, se le ha elevado una estatua que expresa la gratitud nacional y al primer acorazado que poseyó la República Argentina, se lo bautizó con su nombre.

El historiador BENJAMÍN VILLEGAS BASAVILBASO se refirió a su personalidad, explicando que “su valor fue legendario. Entraba a los combates como si su vida ya no le perteneciera, dispuesto a jugarla sin medida. Su pudor viril, su admirable pericia marinera y audacia incontenible no tuvieron rivales en nuestras aguas. Su coraje y su honradez le dieron autoridad moral».

«Su vida pública y privada está limpia de máculas. Sus faltas y sus yerros – si los hubo – desaparecieron ante la magnitud de sus hazañas. Su popularidad fue extraordinaria; poderosos y humildes le admiraban en sus entradas triunfales a la ciudad porteña. No tuvo que esperar el juicio de la historia. Ni tardía ni póstuma gloria: la alcanzó en la hora meridiana de su vida, y así, pudo descansar a su sombra».

«Ha dejado un ejemplo de dignidad, de valor, de desinterés, de abnegación y sacrificio”. Falleció el 3 de marzo de 1857 en su quinta de Barracas. Al despedir sus restos, el entonces Coronel BARTOLOMÇE MITRE dijo:

“Veneremos, señores, estos despojos, porque en este cráneo helado por la muerte está incrustada la corona naval de la República y porque en el breve espacio que ellos ocupan, se encierran todas nuestras glorias marítimas”.

“Hecha de sacrificio y dignidad, su propia historia es una lección perenne, que aunque no hubiera logrado en los hechos, su repercusión venturosamente redentora, serviría por igual como ejemplo de viril decoro y aliciente de superación moral.”.

Por su parte. el editorial de un matutino, refiriéndose al. Gran Almirante, publicó, el 3 de marzo de 1957, lo siguiente: “Fundador y primer capitán de nuestra Escuadra, está identificado con el destino marítimo del país desde los albores de la nacionalidad. Vino a estas playas, empujados sus mayores por la intolerancia y la persecución.».

«Era de la bravía raza del Erín, indomable en su fe católica, arrogante en su celo nacional, heroico en su perenne afán de libertad republicana. Desgarraba el espacio argentino el primer grito de la emancipación, y a su reclamo acudió el irlandés, trayendo en la profundidad de sus pupilas el reflejo de las tiernas praderas de su isla y de las lejanas perspectivas del océano».

«Aquí se encontró con las distancias infinitas de la pampa, y los inmensos litorales desguarnecidos. Esas dimensiones estaban hechas a la medida de su grandeza».

«Débiles esquifes con tripulaciones improvisadas eran obstáculo harto precario frente a las asechanzas del enemigo aguerrido y experimentado. Había que hacerlo todo de la nada. No se arredró el espíritu aventurero e intrépido de este caballero del mar.».

«En la Vuelta de Rocha, allí mismo donde la ciudad porteña desemboca en el rió ancho y barroso, color de león, instaló la primera Maestranza, y en los aledaños empezó a reclutar sus marineros. Vino después el milagro. Con su puñado de héroes estupendos, Hipólito Bouchard, Juan Bautista Azopardo, Leonardo Rosales, Francisco Drummond, empezó a cosechar victorias».

«Se empurpuraron de sangre las aguas del Río de la Plata en jornadas primiciales, y el acre olor de la pólvora fue el bautismo de la patria en las riberas».

«El Buceo, Martín García, el bloqueo de Montevideo y otros nombres de gloria decoraron los mástiles de las naves temerarias. Pero todo, ello era poco para colmar la ambición del, marino, .su sed de horizontes su ansia de libertad. Lo vieron las costas del Pacífico en corsos legendarios».

«La escuadra imperial del Brasil lo encontró a su paso cerrándole los caminos del mar. Y cuando las potencias de Europa quisieron atropellar la soberanía argentina, se agrandó el corazón del héroe y se agigantaron sus escuadras .hasta la hazaña inmortal».

«Los Pozos, el Juncal, Sarandí, Quilmes, supieron de sus proezas. Conoció también la derrota, pero jamás su amargura y su deshonor. En trance de sucumbir ante fuerzas incontrastables en la Bahía de Puntas Piedras, amagó con volar la santabárbara antes de rendirse. Y pasmados de admiración frente al gesto irrevocable, los adversarios caballerescamente te inclinaron ante tanta entereza, y lo recibieron al descender dé la nave desarbolada, envuelto en los colores argentinos, con honores militares.”

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