LA REVOLUCION DE MAYO DE 1810. ANTECEDENTES REVOLUCIONARIOS

La invasión de las tropas de Napoleón I en España, en el año 1808, que había colocado en peligrosa situación a la Monarquía española; la declaración de la Independencia norteamericana en 1776, que impulsó el espíritu de libertad en el Nuevo Mundo; los disturbios producidos por la irrupción de los principios filosóficos que vino a imponer la Revolución Francesa en 1789; las invasiones inglesas en el Rio de la Plata en 1806 y 1807, fueron algunos de los sucesos externos que inexorablemente, llevaron al estallido de la Revolución del 25 de mayo de 1810 en el Río de la Plata.

Una serie de hechos, a los que debemos sumarles el espíritu independiente y atrevido de los criollos y mestizos para gobernar lo propio, cuyo carácter ya había sido demostrado en 1580, es decir, en los albores mismos de su existencia, promoviendo movimientos libertarios en diversos escenarios, a saber:

En 1544, Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador Francisco Pizarro, con el apoyo d oidores y encomenderos, encabezó en el Cuzco, un movimiento de rebelión.

El 2 de abril de 1544, los “comuneros” de Paraguay se insurreccionan en la ciudad de Asunción, en oposición a decisiones gubernamentales que afectaba los intereses del pueblo y así se inicia una larga confrontación que recién tendrá fin en 1717, cuando es vencido su líder Fernando del Mompo, continuador de la gesta iniciada por José de Antequera.

En 1549, en Nicaragua, provincia del reino de Guatemala, se inició una sublevación vinculada con el movimiento sedicioso de Gonzalo Pizarro y dirigida por la esposa e hijos de Rodrigo de Contreras, encomendero que había sido injustificadamente privado del cargo de Gobernador

En 1577 en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz estalló un motín contra Diego Ortíz de Zárate y Mendieta, acusado de gobernar con procedimientos caprichosos.

En 1580, se produjo un movimiento comunal en la ciudad de Santa Fe, que encabezado por los vecinos Lázaro de Venialvo, Ruíz Romero, Pedro Gallegos, Ricardo Leiva, Diego Ruíz, el Pedro Villalta, el paraguayo Mosquera y otros, que, considerándose oprimidos por Garay, que no aceptaba darles la intervención que estimaban les correspondía en la administración de esas colonia, se alzaron contra una autoridad, que consideraban injusta.

En 1642 fue depuesto el virrey de Méjico, Diego López Pacheco, quien había nacido en territorio portugués, con el argumento que su nacionalidad no le permitía permanecer en el cargo, estando en guerra su patria con España.

En 1654, llegaron al virreinato de Nueva España, acéfalo por la muerte del virrey Luis de Velasco y gobernado transitoriamente por la Real Audiencia, . el hijo legítimo de Hernán Cortés, don Martín Cortés y sus hermanos Lis y Martín, hijos bastardos del conquistador.

En 1655 el pueblo de Concepción, perteneciente a la Capitanía General de Chile, depone al gobernador Antonio de Acuña y deposita la autoridad en el Cabildo.

Descontentos con el maltrato y el desconocimiento de sus méritos, con otros, también agraviados por considerarse menoscabados sus derechos, planearon una conspiración con el aparente objetivo de lograr la independencia del virreinato.

En 1691 el pueblo de Asunción destituye al gobernador Félix de Mendiola y en 17012 vuelve a sublevarse y depone al ahora gobernador Antonio de Escobar.

En 1764, el gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos ordenó una leva de correntinos con el objeto de organizar milicias para oponerse a los ataques de los portugueses e ingleses al Rio de la Plata. El Cabildo de Corrientes protestó por haberse excedido en el número de los así arrebatados de sus hogares, pero al no ser escuchado en sus reclamos, decide desconocer la autoridad del enviado por el virrey para organizar esa leva. Cansado de los infructuosos y engorrosos trámites que  imponía esta situación, el pueblo se amotinó y en octubre de 1764 destituyó al teniente gobernador y designó como titular del gobierno al Cabildo.

La rebelión del Inca Tupac Amarú en 1780 puso en evidencia que en el Perú, durante la segunda mitad del siglo XVIII existía un verdadero estado de opresión que sofocaba a los aborígenes y constituía un germen de futuras rebeldías.

El 4 de noviembre de 1780, José Gabriel Condorcanqui lanzó el “Grito de Tinta” y se lanzó a la guerra contra los españoles. Su epopeya fue cruelmente desbaratada y él debió sufrir terribles tormentos antes de morir desmembrado, per la bandera que levantó siguió flameando en América e inspiró a los muchos movimientos que le siguieron, incluso el que llevó la libertad a las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1810 (ver Sublevación de Tupac Amarú).

También en 1780, en la Villa del Socorro, situada en el virreinato de Nueva Granada,  estalló un movimiento comunero  como reacción ante los desmedidos tributos  exigidos por el visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñerez.

En 1799 se produce en el virreinato de Nueva España  la conspiración de “los machetes”,  dirigida por el Recaudador Real Pedro Portilla y llamada así porque los sediciosos solo llevaban machetes para imponerse a la represión.

Y ya, más acá en el tiempo, los alzamientos de Chuquisaca y La Paz en 1809 en el Alto Perú, son los que instalan definitivamente las condiciones para la llegada a estas tierras de Hispanomérica, los sueños de independencia.

Un nuevo mundo estaba llegando. Totalmente diferente al existente. Con nuevas políticas, nuevas teorías filosóficas, nuevas concepciones de lo humano y lo trascendente y nuevos estados libres y soberanos, surgieron entonces con el vigor de la sangre nueva.

La velocidad con la que se desarrollaron los hechos que en ocho días culminaron con la Revolución de Mayo de 1810, pone en evidencia, que el espíritu revolucionario que impulsaba a esos patriotas que la pusieron en marcha, no era producto de una inspiración mesiánica, ni la desmesurada respuesta de una sociedad a la autoridad que la sojuzgaba. Fue un grito visceral e incontrolable que demandaba vivir en libertad, siendo hombres libres con derecho a forjar su propio destino (dixit Jorge Abasto).

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