COMBATE DE TILCARA I (28/05/1817)

El teniente coronel MANUEL EDUARDO ARIAS, al frente de un destacamento de las tropas comandadas por MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES, derrota en Tilcara, provincia de Jujuy a efectivos realistas.

El 21 de mayo de 1817, los realistas finalizaron la evacuación de la ciudad de Jujuy y continuaron su retirada hacia el Alto Perú, siendo permanentemente hostilizados por los gauchos de GÚEMES, que no les daban tregua hasta que el 28 de ese mismo mes, los alcanzaron en Tilcara.

Un gran convoy con importante cantidad de pertrechos, armamento y munición se había detenido allí, quizás para reponerse, no solo del duro castigo a que lo sometían los hombres de GÜEMES, sino también agobiados por la extrema dureza de los caminos que iban recorriendo.

Alertados de esta llegada por pobladores de la zona, que gustosamente y muchas veces arriesgando su vida, le servían de “espías”, una partida de gauchos los atacó por sorpresa, logrando apoderarse de todo el cargamento, para alejarse luego rápidamente hacia los montes, por donde desaparecieron.

Iba con este convoy el general e historiador español GARCÍA GAMBA, quien se refirió a este episodio diciendo: “Los gauchos eran hombres de campo, bien montados y armados todos de machetes y sables, fusil o rifle (se refería a la carabina de caballería), de los que se servían alternativamente, siempre montados sobre sus caballos, con una sorprendente habilidad, acercándose a nuestras tropas, con tal confianza, soltura y sangre fría, que causaba asombro y admiración a nuestros hombres y creo que también, a todos los europeos, que por primera vez observan a aquellos extraordinarios jinetes y cuyas excelentes disposiciones para la guerra de guerrillas, y sorpresas, tuvieron repetidas ocasiones de comprobar.

Eran, individualmente valientes, tan distros a caballo que igualaban, si no excedían a cuanto se dice de los célebres “mamelucos” y de los famosos “cosacos”, porque una de las virtudes de estos gauchos, consistía en su facilidad para atacar, dispersarse y volver de nuevo al ataque, manteniendo a veces desde sus caballos y otras veces, echando pie a tierra y cubriéndose con sus cabalgaduras, un juego semejante al de una buena infantería”.

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