PLAZA DE LA VICTORIA (1806)

La “Plaza grande” o “Plaza Mayor”, como la denominó Juan de Garay cuando hizo la traza de la ciudad de Buenos Aires, a partir de 1806, comenzó a llamarse “Plaza de la Victoria”, como homenaje a la gesta del 12 de agosto de aquel año, durante las invasiones inglesas. Lo mismo que su vecina, la “Plaza de Mayo”, no tenía ni un solo árbol; pero en cambio se veía allí, “el altar de la libertad”, como se llamaba a la pirámide que en ese lugar  se construyó en abril de 1811 para conmemorar el primer aniversario de la Revolución de Mayo.

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En el costado Norte se levantaba la Catedral, en el mismo sitio que le fue señalado por Garay en 1580. Era un edificio a medio hacer, de desnudas y derruidas paredes, y a su izquierda (hoy Casa Arzobispal), había un paredón construido de ladrillo y barro. Más allá estaba la casa del brigadier MIGUEL DE AZCUÉNAGA, (hoy Nuevo Banco Italiano). El “Cabildo”, que daba frente al río, tenía en su vieja torre un reloj que se descomponía a cada rato y debajo de él, estaban esculpidas las armas de la patria y al pie de éstas una inscripción en letras doradas que decía “Casa de Justicia”- “Cabildo 1711”

En la parte baja de este mismo edificio, estaba instalada la cárcel, con su cuerpo de guardia donde no se veía mucho aseo. Desde el anochecer. No se permitía pasar a  nadie bajo sus portales, obligando la detención de los transeúntes, a la voz de ¡alto, quién vive! del centinela, para que se desviaran hacia la Plaza. Al lado de la cárcel estaban las oficinas de la Policía, y completando esta cuadra, estaba la casa de los RIGLOS, ubicada en la esquina.

Atravesando la Plaza nos encontrábamos frente a la “Recova vieja”. Ésta se componía de una doble fila de cuartos, ocupados en su mayor parte, con negocios que vendían ropa hecha de ordinaria confección, donde acudían  los marineros para surtirse.. Como todos estos tenderos comían  lo que al mediodía les enviaban las fondas cercanas  en viandas, era casi imposible pasar por  ese lugar, debido a los desagradables olores y al ruidoso desorden que reinaba mientras duraban esos almuerzos, pues también los empleados de comercios vecinos consumán esas viandas, por lo que eran numerosos los sirvientes negros que circulaban llevando las viandas de lata o algunas pocas de loza, hasta “sus comensales”.

Al sector ubicado en el costado sur, se lo conocía como “la Recova nueva” . Estaba casi despoblado y también se lo llamaba “el callejón de Ibáñez”, por el parecido que tenía ese lugar con otro ubicado en la localidad de San Isidro, donde se hacía muy difícil y peligroso transitar de noche por allí, debido a la presencia de malechores que frecuentemente asaltaban a quienes se animaban a pasar por el lugar para despojarlos de sus pertenencias.

Durante el día, las cosas cambiaban. Numerosas “bandolas” se instalaban sobre una ancha vereda  que corría desde la esquina (hoy calle Bolívar) hacia abajo y frente a la Iglesia de San Francisco. Las “bandolas eran unos cajones con tapa que se colocaban sobra cuatro “patas” y que abriéndolas ponían a la vista de los transeúntes, una variedad de objetos de muy poco valor, como ser fantasías, peines, pañuelos, espejitos, dedales, agujas, “aguas de olor”, etc. (ver Plazas y Plazoletas de antaño).

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