LA GUERRA DE CORSO CON BRASIL (1826)

El corso, una actividad que se desarrolló  activamente durante la guerra por nuestra Independencia librada contra la corona de España, se hizo nuevamente necesaria más tarde, cuando la Confederación Argentina, debió enfrentar a la poderosa armada imperial durante la guerra que libró contra Brasil (ver Guerra con Brasil).

La casi totalidad de los jefes corsarios era de origen extranjero. Muchos estaban radicados en el país y otros se arraigaron definitivamente en él, luego de finalizar sus correrías. La marinería, especialmente, era una mezcla de gente de todas las nacionalidades, que daba mucho trabajo a sus oficiales y que causaba frecuentes desórdenes ya que si bien el daño causado por la actividad corsaria al Brasil fue considerable, el provecho para el corsario, el armador y la marinería resultara a veces escaso. Sólo una cuarta parte de las presas que se tomaban llegaba a buen puerto y rendía beneficios

Parecida a aquella que se librara entre 1812 y 1819 por la extensión de su campo de acción, difería con ésta, por el riguroso bloqueo brasileño al Río de la Plata y el poderío marino imperial, capaz de defender su tráfico y dar caza a los corsarios al mismo tiempo.

Y fue quizás CÉSAR FOURNIER, un aventurero franco-italiano de recia personalidad, que al comando de la fragata “Congreso” realizó una muy exitosa campaña de corso, quien merece iniciar este comentario. Sus primeras hazañas se cumplieron en la costa del Maldonado. Allí, en setiembre de 1826, al comando de 2 pequeños lanchones, capturó la goleta “Leal Paulistana”, un navío de considerable porte dotado con 8 cañones y 60 hombres. A fines de ese mismo año, defendió eficazmente el puerto del Maldonado, amenazado por un desembarco brasileño.

Incorporado a la marina de guerra de la Confederación con grado de sargento mayor, comandó la “Congreso” que, en brillante campaña, se mantuvo dos meses en navegación tomando e incendiando barcos y haciendo un total de 24 presas. Al regresar, interceptado por los bloqueadores brasileños, su nave fue incendiada cerca de la Ensenada. Supo buscar y encontró luego capitales y firmas interesadas en invertir en sus actividades de corso, que a partir de entonces se desarrollaron de manera demoledora, restando a la escuadra brasileña sus marinos más avezados y sus embarcaciones más modernas.

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Otro corso famoso de aquella época fue FRANCISCO FOURMANTIN, que al mando del bergantín «Lavalleja», operó durante ocho meses sobre la costa brasileña y apresó entre 30 y 40 embarcaciones, que despachó hacia Patagones. Finalmente, a mediados de 1826, encalló y se perdió en la costa del Salado. Sus éxitos ya habían inducido a armar otros barcos  como las balleneras “Hijo de Mayo”  e “hijo de Julio” y el bergantín “Oriental argentino”, cuyas acciones indujeron a los brasileños a intentar lo que fue la desastrosa empresa de Carmen de Patagones.

El gobierno imperial, alarmado, organizó la persecución de FOURNIER y otros corsarios que asolaban esos lares. Organizó además “en convoy” el tráfico de sus transportes, empleando prioritariamente naves neutrales, que no podían ser atacadas.

Las actividades corsarias declinaron a partir del año 1828 y la acción se desplazó entonces a las costas de África, donde medraba el tráfico de esclavos y sobre la ruta comercial a Portugal, viéndose obligado, por la distancia que había hasta el Río de la Plata, a negociar sus presas en Las Antillas, puerto más propicio para ello. A partir de este cambio, el gobierno de Buenos Aires perdió el control necesario y el corso comenzó a degenerar. (A fines de la guerra con Brasil, cuatro corsarios fueron condenados por autoridades británicas y holandesas, bajo la acusación de piratería.) El corsario más notable de este período fue el capitán JUAN COE, que al mando del ”Niger”, cumplió un exitoso crucero hasta que, finalmente fue capturado.

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