CISNEROS DESPUÉS DE MAYO DE 1810

Una vez triunfante la Revolución de Mayo y nombrada la Primera Junta de Gobierno Patrio, don BALTASAR HIDALGO DE CISNEROS, el último virrey que go­bernó en Buenos A¡res, permaneció en la ciudad en una curiosa situación Jurídica. Debió abandonar el Fuerte (o casa de gobierno) e irse a vivir con su esposa y sus servidores a una casa particular.

El gobierno de la primera Junta se preocupó de que no quedara abandonado económicamente y le asignó un sueldo, aunque menor que el que recibía como virrey. También a los oidores y fiscales de la Real Audiencia de Buenos Aires, que se aferraron a sus cargos a pesar del cambio de gobierno, se les rebajó el sueldo.

Pero sucedió que todos estos personajes (virrey, oidores y fiscales), que en un primer momento habían prestado (aunque de mala gana),  su apoyo al nuevo gobierno, empezaron a conspirar. Cisneros se comunicaba con los centros contrarre­volucionarios de Córdoba, Montevideo, el Paraguay y el Perú.

Lo mismo hacían los miembros de la Audiencia, hasta que la Junta se dio cuenta de que mantener a todas esas personas en Buenos Aires era como tolerar que una «quinta columna» operara descaradamente en sus propias narices (ver Córdoba se rebela contra la  Primera Junta).

El 22 de junio de 1810 el ex virrey Cisneros terminó de escribir una larga carta al Consejo de Regencia de España, en la que contaba en forma despectiva y parcial los acontecimientos de la semana de Mayo que provocaron su destitución. Ese mis­mo día, a la tarde, recibió una comunicación por la que debía presentarse inmediatamente en el Fuerte para tratar un asunto de suma importancia.

En la fortaleza se encontró con miembros de la Real Audiencia, que también habían sido convocados y, después de esperar un rato, se presentaron dos vocales de la Junta, JUAN JOSÉ CASTELLI y DOMINGO MATHEU, quienes les comunicaron que en Buenos Aires sus vidas corrían peligro y que debían ser embarcados inmediatamente para España. Enseguida salieron de la Fortaleza, y en dos coches con custodia militar, previo paso por sus domicilios para que prepararan un elemental equiaje,  fueron llevados al río y embarcados en una balandra inglesa cuyo capitán tenía orden de no tocar ningún puerto hasta llegar a territorio español.

Navegaron durante 72 días sin parar hasta las islas Canarias, donde los oidores redactaron una comunicación a su gobierno dando cuenta de su deportación. El documento escrito por CISNEROS en Buenos Aires había quedado inconcluso, por lo que debió firmarlo su esposa, doña INÉS GASTAMBIDE DE CISNEROS, quien agregó en su nota: «En este momento, que son las siete y media de la noche, acaban de llevarse a mi marido».  Fue así entonces, que  el 22 de junlo de 1810,  fue el último día en la capital del Virreinato, del último virrey que gobernó en Buenos Aires.

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