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LA BANDERA ARGENTINA, DUDAS Y CERTEZAS
La Bandera de Manuel Belgrano.
A raíz de que las derrotas sufridas por las armas patriotas en San Nicolás y Huaqui habían creado un clima de escepticismo, MANUEL BELGRANO, jefe del Regimiento 5 de Infantería Belgrano, que se hallaba en Rosario con la misión de defender los pasos del Paraná, pensó que una forma capaz de elevar la moral de las tropas e inflamarlas del entusiasmo que necesitaban, sería proporcionarles un distintivo que fuera para ellos, símbolo de la patria a la que deseaban y estaban empeñados en defender.
A tales efectos, el 13 de febrero de 1812 envió al Gobierno de Buenos Aires un oficio expresando “…parece llegado el caso de que Vuestras Excelencias se sirvan declarar la escarapela nacional que debemos usar, para que no se equivoque con la de nuestros enemigos y no haya ocasiones que puedan sernos de perjuicio y como por otra parte, observo que hay cuerpos del ejército que llevan diferente, de modo que casi sea una señal de división cuyas sombras, si es posible, deben alejarse, como vuestras excelencias saben. Me tomo la libertad de exigir la declaración que ante expuse.”.
Estaban naciendo así los colores nacionales argentinos. El 18 de febrero de 1812, el Gobierno autoriza al general Belgrano el uso de una escarapela que deberá llevar los colores celeste y blanco.
El 23 de febrero de 1812, MANUEL BELGRANO acusó recibo de la comunicación que le había enviado el Triunvirato autorizando el uso de una escarapela celeste y blanca para distinguir a su tropa de la del enemigo Pero esta decisión del Triunvirato no llenaba las aspiraciones de Belgrano. Ni como guerrero, ni como patriota, se resignaba a combatir y hacer la guerra bajo la misma enseña que cubría el contrario.
Lo que deseaba Belgrano, era un símbolo que fuese una proyección mayor que una simple escarapela y por eso, asumiendo a su cargo todas las responsabilidades para salir de esta situación tan anómala como ambigua, cuatro días más tarde, convencido de que la aceptación de la escarapela por parte del Triunvirato equivalía a una manifestación definitiva de nuestra independencia, se dirigió nuevamente a ese cuerpo, solicitando inmediato permiso para enarbolar una bandera con los mismos colores.
Sin esperar la respuesta, que le parecía obvia, aprovechando la circunstancia que le brindaba la inauguración de las dos Baterías que habían sido emplazadas en Rosario a las que denominó “Libertad” e “Independencia”, el 27 de febrero de 1812, enarbola por primera vez una bandera que lleva estos colores, dando así nacimiento a la Bandera Nacional.
Ese día, al inaugurar la batería “Independencia”, emplazada en una isla distante poco más de 1.000 metros de la villa del Rosario, mandó formar la tropa y, después de arengarla, ordenó izar el nuevo estandarte en la batería “Libertad”, sobra la barranca frente al río Paraná, mientras una salva de la batería Independencia atronaba el espacio.
De esta manera, aquel 27 de febrero de 1812, el General Balgrano, creaba la primer enseña patria. Los colores estaban distribuidos en dos fajas verticales de igual tamaño, una blanca y la otra celeste, que luego el tiempo iria modificando. Esta insignia, como lo muestran las paginas de la Historia, fue cambiando en su forma y detalles, pero siempre mantuvo los colores patrios a los que se refiere el creador de la misma.
En la comunicación que en la misma fecha cursó al Triunvirato, MANUEL BELGRANO expresaba: «Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V. E.».
Lamentablemente para Belgrano, esta decisión que había tomado “per se”, iba a traerle problemas pues, aunque para ese momento no solo los grupos activamente revolucionario sino también la mayoría del pueblo consideraban, llegado el momento de declarar la independencia, el gobierno del Triunvirato no estaba dispuesto a cortar todos los lazos con España (ver Avatares de la Bandera de Belgrano).
En Buenos Aires
Una insignia celeste y blanca apareció por primera vez en Buenos Aires el 23 de agosto de 1812, al celebrarse una misa de acción de gracias por el fracaso de la conspiración de Álzaga. Ese día se enarboló una bandera en la torre de la iglesia de San Nicolás y otra en la ventana del mismo templo. (La Inscripción de la cara norte del obelisco de la Plaza de la República —levantado en el antiguo solar de la citada iglesia— recuerda este acontecimiento.).
Por segunda vez, fue enarbolada el 5 de octubre del mismo año, cuando al conocerse en Buenos Aires el triunfo de Belgrano en la batalla de Tucumán, se colocó una corbata celeste y blanca en el asta que se alzaba en el Fuerte y donde aún ondeaba el pabellón real español.
Finalmente, el 3 de marzo de 1813, la Asamblea General a propuesta del Diputado por Buenos Aires, Luís José Chorroarín, consagró su uso el mismo día en que se conoció en Buenos Aires la noticia del clamoroso triunfo de Salta. En la ocasión, el pueblo porteño salió a las calles en medio del estruendo de los cañonazos, el batir de las campanas y los disparos de los mosquetes. La gente se abrazaba sin conocerse, y pronto corrió el rumor de que en el edificio de la Asamblea General, flameaba la bandera nacional, la misma que un año antes había enarbolado Manuel Belgrano provocando la reprimenda del gobierno.
El Congreso de Tucumán aprueba la Bandera creada por Belgrano.
Años después, el 25 de julio de 1816. El diputado ESTEBAN AGUSTÍN GASCÓN, para dar fin a las controversias suscitadas con respecto a la Bandera Nacional, propone en el Congreso reunido en Tucumán que definitivamente se adopte la bandera celeste y blanca en uso, lo que así quedó resuelto por unanimidad.
El texto del decreto redactado por el diputado secretario JOSÉ MARIANO SERRANO fue aprobado en la sesión del 25 de julio y expresa lo siguiente: «Elevadas las Provincias Unidas de Sudamérica al rango de una nación, después de la declaración solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca, de que se ha usado hasta el presente y lo usará en lo sucesivo. El Presidente del Congreso, FRANCISCO NARCISO LAPRIDA, pasó una comunicación a este respecto al Director Supremo “para su inteligencia y publicación”. El Decreto luego fue publicado en la “Gazeta de Buenos Aires, el 17 de agosto siguiente.
La Bandera de Guerra
El 25 de febrero de 1818, de acuerdo con la petición formulada por el Director Supremo, JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN el 9 de enero del año anterior, el Congreso sanciona que “sea distintivo peculiar de la bandera de guerra, un sol pintado en el medio de ella”.
Así se consigna en la página 3 del el número 31 de “El Redactor del Congreso Nacional”, publicado el 1º de junio de 1818, en la nota correspondiente a la sesión del miércoles 25 de febrero de 1818, que dice:
“El señor CHORROARÍN, comisionado para abrir dictamen sobre las notas del Poder Ejecutivo en orden a la diferencia existente entre las banderas nacionales y las divisas de los generales en campaña, expuso que era de parecer, que sirviendo para toda bandera nacional los colores blanco y azul en el modo y forma hasta ahora acostumbrada, fuese distintivo peculiar de la Bandera de guerra, un sol pintado en medio de ella.
Discutido que fue el proyecto, resultó adoptado por la sala después de algunas reflexiones, por lo que quedó aprobado”. Así quedó sancionada definitivamente la Bandera Nacional Mayor, lo que, al día siguiente, le fue comunicado al Director Supremo, mediante una nota firmada por el Presidente del Congreso, doctor PEDRO CARRASCO y refrendada por JOSÉ EUGENIO DE ELÍA, Secretario de de dicho Congreso.
El destino de nuestras primeras banderas.
Varios Investigadores han procurado establecer el destino de las banderas de Belgrano. Sin embargo, resulta prácticamente imposible identificar de manera categórica cada una de las insignias primitivas que se conservan; para ello se hace necesario recurrir a las tradiciones.
Se sabe que tras la derrota de Ayohúma, el padre JUAN DE DIOS ARANÍVAR, cura de Macha —localidad boliviana situada unos 20 km al sur de Ayohúma— que era muy amigo de Belgrano, escondió dos banderas entre los marcos de sendos cuadros de Santa Teresa que ornaban la capilla del pueblecito aledaño de Títiri.
Ambas enseñas fueron descubiertas en Bolivia, en 1883 la primera y en 1885 la segunda, lo cual desecha la teoría (Félix Chaparro, “Las dos variantes de la bandera nacional”) de que el pabellón izado por Belgrano «era de dos trozos de tela, blanco y celeste, dispuestos en forma vertical unida al asta por el lado blanco».
En 1893 el gobierno argentino inició gestiones ante el gobierno boliviano a fin de recuperarlas. Las autoridades bolivianas resolvieron conservar uno de los pendones y entregar el otro a la Argentina. La tradición afirma que Belgrano guardó en su poder, a pesar de sus declaraciones, las dos primeras banderas condenadas por el gobierno, tal vez como expresión de su particular aprecio por esos paños prohibidos.
Y la misma tradición, renovada por los hallazgos, asegura que las banderas escondidas por el padre Aranívar eran precisamente aquellas por las que Belgrano tenía especial devoción. De ahí que se suponga que las banderas de Macha sean la de Rosario y la de Jujuy.
Sobre estas bases se considera actualmente que la bandera de Belgrano que guarda el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, conocida como la “Bandera de Macha”, es la que Belgrano izó en Jujuy el 25 de mayo de 1812.
Esta bandera tiene tres franjas horizontales: celeste, blanca y celeste y mide 2,34 por 1,36 metros. Entretanto, la otra “Bandera de Macha”, depositada en Sucre, corresponde a la de Rosario; sus franjas son verticales y los colores invertidos: blanco, celeste, blanco; mide 2,25 por 1,60 m.
Hasta ahora no han tenido éxito las insistentes gestiones del gobierno argentino para obtener del gobierno boliviano la entrega de la bandera que se conserva en Sucre, a fin de depositarla en el Monumento a la Bandera, de Rosario, levantado precisamente en el sitio en el que flameara por vez primera el 27 de febrero de 1812 (“Crónica Argentina”, Editorial Codex, tomo I, Buenos Aires, setiembre de 1979).
La Bandera de los Andes.
Otro enigma en torno de las banderas es el vinculado con la del Ejército de los Andes. Durante más de medio siglo, los historiadores se preguntaron qué pudo haber impulsado a San Martín a enarbolar un pabellón distinto del azul-blanco-azul consagrado por el Congreso de Tucumán.
Entre las hipótesis que se manejaron con asombrosa temeridad figuran: “no había tela suficiente del color requerido (Cánepa y Gerónimo Espejo). El escudo fue idea de las propias bordadoras encabezadas por DOLORES PRATS DE HUYSI (exiliada chilena) acompañada por las jóvenes mendocinas MERCEDES ÁLVAREZ, MARGARITA CORVALÁN y LAUREANA FERRARI, quien estaba comprometida con MANUEL DE OLAZÁBAL y proporcionó las lentejuelas de su abanico que se usaron en esa Bandera (Bucich Escobar).
En apariencia, San Martín se apartó simplemente de la ley (Alfredo G. Villegas). La explicación real es de una lógica y una claridad tan meridianas, que cuesta entender semejante semillero de dudas y contradicciones. Fernández Díaz señaló con impecable sensatez que meramente San Martín no podía enarbolar el pabellón argentino en un ejército integrado también por fuerzas chilenas.
Según propia denominación del Libertador, el Ejército no era argentino, sino de los Andes. Prácticamente un ejército aliado, a pesar de que Chile cooperaba con pocos elementos humanos. La bandera de los Andes, por tanto, fue una creación sanmartiniana y simbolizaba la unidad de ambos pueblos.
Nuestra actual Bandera.
Es blanca y azul cielo, aunque sin especificar un tono definido. Sobre este punto, recordar que Belgrano escribió “la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional. La conforman tres franjas de igual tamaño, dispuestas horizontalmente y cuyas medidas respetan una proporción equivalente a 9/14 entre su ancho y su largo.
El sol, incluído por la moción presentada por el diputado Luís Chorroarín ante el Congreso de Tucumán el 28 de febrero de 1818, es la réplica del grabado en nuestras primeras monedas. Tiene 32 rayos, es de color amarillo oro y su diámetro exterior es de 25 cm. y el interior, la cara del símbolo, es de 10 cm.