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LA REVOLUCIÓN DEL 11 DE SETIEMBRE CONTRA URQUIZA (11/09/1852)
El 11 de setiembre de 1852 estalló en Buenos Aires un movimiento revolucionario contra JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, en rechazo a las políticas del vencedor de Caseros y como consecuencia de esto, Buenos Aires se separa del resto de las provincias.
Durante 10 años convivirán dos Estados en el pais: el Estado de Buenos Aires y el Estado de la Confederación Argentina, situación que se mantendrá por espacio de 10 años, hasta que en 1862, el General BARTOLOMÉ MITRE, asuma la Presidencia de la Nación.
En junio de 1852, la Legislatura de Buenos Aires rechazó el Acuerdo de San Nicolás y ello provocó la renuncia del VICENTE LÓPEZ Y PLANES, el Gobernador de la provincia que había impuesto JUSTO JOSÉ DE URQUIZA después de triunfar en Caseros. Ejerciendo el poder que le confería su posición de Presidente Provisional de la Confederación Argentina, el 23 de junio, URQUIZA disolvió el Cuerpo Legislativo y asumió provisionalmente la gobernación de Buenos Aires, los diarios opositores fueron clausurados y los principales dirigentes porteños fueron encarcelados o deportados.
En rechazo a la intromisión de URQUIZA (imagen) en asuntos que no le concernían, lo que fue calificado como un “verdadero golpe de estado” y considerando que las medidas que éste había tomado, constituían un flagrante avasallamiento a su soberanía, los líderes del movimiento, aprovechando que URQUIZA, dejando como gobernador provisional al general JOSÉ MIGUEL GALÁN, había partido el 8 de setiembre hacia Santa Fe para participar en la Asamblea Constituyente que había sido convocada para el 8 de enero de 1853, retomaron el gobierno de la provincia, contando con el apoyo de militares del Ejército Nacional y de la población de la ciudad y del campo bonaerense.
Pocos meses antes, el general URQUIZA había triunfado en la batalla de Caseros, que concluyó en la caída de ROSAS, y desde ese momento intentó reorganizar la Nación.
En medio de una situación caótica y difícil, muy pronto se manifestaron diferencias entre distintos grupos, enfrentados más por cuestiones de intereses que por ideas políticas.
Pero según opinión de los complotados, URQUIZA se había manifestado autoritario y personalista y amenazaba con una dictadura. Algunas de sus medidas de gobierno habían despertado desconfianza y para muchos de sus adversarios volverían los métodos de ROSAS.
Pero la verdad, era que más allá de los temores que infundía URQUIZA, los lazos que más unían a los revolucionarios porteños, eran el fuerte sentimiento localista, la ya tradicional costumbre de manejar los asuntos nacionales y la protección de sus intereses económicos.
En la mañana del 11, la campana del Cabildo convocó a los porteños a unirse a la revolución y el general JOSÉ MARÍA PIRÁN proclamó la revolución contra el “gobierno abusivo del general URQUIZA, que había humillado a la provincia de Buenos Aires con el golpe de Estado.
Fuerzas porteñas, instaladas en el predio en el que antes estuvieron los corrales de Miserere, le conminaron la entrega del poder al general GALÁN y éste, al no encontrar apoyo en esta ciudad que se le mostraba sumamente hostil, huyó de Palermo hacia San Nicolás, seguido de cerca por las fuerzas del general JOSÉ MARÍA FLORES y del coronel MANUEL HORNOS HORNOS (A raiz de estos episodios, al lugar en que antes estuvieron los corrales de Miserere y cerca de allí la misión franciscana de Balvanera, comenzó a llamársele popularmente “Plaza Once”, aunque lo correcto es llamarla “Plaza Miserere”).
El 21 de noviembre de 1852, fuerzas enviadas por URQUIZA al mando de RICARDO LÓPEZ JORDÁN (h), sobrino del caudillo entrerriano FRANCISCO RAMÍREZ, derrotan a los generales PAZ y HORNOS, sublevados contra URQUIZA.
La Legislatura, disuelta por el general URQUIZA volvió a sesionar, y el general MANUEL PINTO, presidente de la misma, se hizo cargo del gobierno provisional. Buenos Aires, por lo tanto, se constituyó en Estado independiente, pero fue sitiada por el vencedor de Caseros, quien, no viendo en esa medida resultado favorable, levantó el sitio en julio de 1853.
En un principio, el pueblo se mostró muy poco entusiasmado por el movimiento, protagonizado casi exclusivamente por fuerzas militares, pero curiosamente, la revolución había logrado unir a muchos personajes, unitarios y federales, que hasta entonces habían sido enemigos irreconciliables.
En ese momento tenían una bandera común: la defensa de los derechos y la autonomía de la provincia. Recordemos que nuevamente y por diez años más, mientras duró la secesión, la provincia de Buenos Aires retuvo el control de la Aduana y continuó recibiendo los beneficios que pagaban las mercaderías extranjeras al pasar por la aduana, sin aportar ningún ingreso a las arcas de la Nación (ver Hostilidad de Buenos Aires hacia Urquiza).