VIAJEROS, COMERCIANTES Y ESPÍAS (00/11/1809)

Comerciantes y viajeros encubriendo actividades de espionaje, llegaban a Buenos Aires, luego de las fracasadas invasiones inglesas.

La apertura del puerto de Buenos Aires al comercio con España y otros países, en noviembre de 1809, provocó una afluencia tan grande de buques, que resultaba difícil controlar el tráfico de libros y folletos conteniendo ideas que en la colonia se consideraban subversivas, al igual que personas indeseables, que llegaban con propósitos incofesos.

Se decía que «algunos viajeros, con el pretexto de actividades comerciales, han estado enviando informes a nuestros enemigos británicos y difundiendo material subversivo», exponiendo para confirmar tal presunción, el caso de un supuesto coronel prusiano llamado BURKE, que vivió en Buenos Aires entre 1803 y 1804 y se supo que no era coronel ni prusiano, sino un aventurero irlandés al servicio de la Corona británica.

En 1807, puso en claro las funciones que había desempeñado, cuando estuvo junto al general Whitelocke, cuando los ingleses asaltaron la ciudad de Montevideo en febrero de ese año.

¿Cuántos habrá habido que, bajo una apariencia tan inofensiva como la del tal BURKE, habitaban en Buenos Aires, y se dedicaban a tales menesteres, tratando de facilitar los planes de dominación inglesa en estos territorios.

Por aquella época, se decía que la famosa «Fonda de los Tres Reyes», era un lugar donde, bajo pretexto de saborear los exquisitos platos de mondongo que allí se servían, criollos y extranjeros fraternizaban sin pensar los primeros, que estaban siendo hábilmente sonsacados por sus «amigos» para llevar valiosa información a los amos extranjeros.

También, se señalaba que eran muy sospechadas de tales actividades, las tertulias que se realizaban en la casa de Doña Anita Perichón de O’ Gorman, una encantadora dama que, pese a su origen extranjero (era oriunda de la isla francesa de Mauricio), contaba con muchas relaciones de influencia en Buenos Aires y muchos jóvenes criollos concurrían a estas reuniones, donde la cultura y «la politesse» que reinaban allí, seducía a los amantes de la literatura y la buena música (ver Inglaterra sigue soñando con las riquezas del Río de la Plata).

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