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LAS PENURIAS DE GABOTO (03/04/1526)
El 3 de abril de 1526, el navegante veneciano, al servicio de la corte de España, SEBASTIÁN GABOTO, parte de San Lucas de Barrameda, con 4 naves y 200 hombres, con la misión de navegar el estrecho recientemente descubierto por Magallanes y llegar a las «Molucas», levantando en el trayecto, a los náufragos de expediciones anterior, que encontrara.
Cuatro años antes el marino veneciano había firmado un compromiso con los reyes de España para realizar una expedición comercial a las Molucas. Pero ya en camino fue evidente que tenía otros propósitos.
Llegado el 15 de julio de 1526, a las costas americanas, en Pernambuco (Brasil), cuando las cuatro naves de la expedición tocaron tierra, SEBASTIÁN GABOTO, recibió las primeras noticias sobre la existencia de un país gobernado por un rey blanco. Se trataba de la fabulosa «Sierra de la Plata», que poseía riquezas extraordinarias. Por eso los portugueses habían llamado Río de la Plata al río descubierto por Solís (ver Trapalanda).
Desde ese momento la obsesión por hallar aquel país fabuloso dominó su vida. Tentado por lo que suponía era algo digno de investigar unilateralmente. GABOTO traicionó las capitulaciones firmadas con el rey y se despojó de las responsabilidades que éstas le imponían y decidió seguir la búsqueda por su cuenta.
Durante los años que siguieron, Gaboto recorrió el Paraná y siempre en busca de tesoros exploró los ríos Paraguay y Pilcomayo y envió otros pequeños grupos de avanzada que, como él, volvieron con las manos vacías.
Al llegar a «Los Patos», incorporó como tripulantes a ENRIQUE MONTES y MELCHOR RAMÍREZ, náufragos de JUAN DÍAZ DE SOLÍS, quienes con otros marineros desertores de la expedición de LOAYZA, ilusionados por igual convencimiento, corroboraron estas versiones y magnificaron los resultados de la frustrada aventura de ALEJO GARCÍA.
Perdió en una tormenta su nave capitana y recaló en la Isla «Santa Catalina» (Brasil), donde abandonó, sin víveres y entre indios hostiles, a los oficiales disidentes, que no aceptaron este cambio de planes y sin detenerse a considerar la racionalidad de estas informaciones, Gaboto siguió viaje.
El 21 de febrero de 1527, GABOTO, desde la isla «Santa Catalina», continuó el viaje y en febrero de 1527 llega al actual Río do la Plata y bordeando su margen oriental, llega a una isla que llamó «SAN GABRIEL».
El 7 de abril de 1527, en viaje hacia el estrecho de Magallanes, fundó el «Puerto de San Lázaro» en la costa uruguaya del Río de la Plata y antes de continuar viaje, dejó a cargo de esta nueva fundación al capitán ANTÓN DE GRAJEDA (quien luego, en una de sus excursiones, descubrió el río San Salvador).
Habiéndose conectado con FRANCISCO DEL PUERTO, otro de los sobrevivientes de la expedición de Loayza, Gaboto, renovadas sus esperanzas de hallar al fin «el dorado», decidió seguir sus indicaciones y se dirigió hacia el río «Carcarañá», que según se le decía «descendía de las sierras donde comenzaban las fabulosas minas de oro y plata» que estaba buscando.
En su viaje hacia el río «Carcarañá», donde pensaba hallar las «Sierras de la Plata», el 8 de mayo de 1527, funda el «Fuerte San Juan» en la costa oriental del Río de la Plata. y poco después, se hizo nuevamente la vela con una parte de su expedición. Penetró en el RÍO PARANÁ, y por eso se lo considera su descubridor y primer navegante.
En su tenaz búsqueda de las «Sierras de la Plata», GABOTO llega a la desembocadura del río «Carcaraña» y allí, para defenderse de los indígenas charrúas, cuya ferocidad ya le era conocida, el 9 de junio de 1527, en tierras de la actual provincia de Santa Fe, funda el «Fuerte Sancti Spíritus», estableciendo así el primer asentamiento español en el Río de la Plata, donde por primera vez, se unieron españoles y mujeres indígenas (ver El Fuerte Sancti Spíritus).
Dispone la construcción de un bergantín y en él, con 130 hombres embarcados, remonta nuevamente el río Paraná hacia el norte, probablemente hacia el río Pilcomayo, siempre en busca de las «Sierras de la Plata» y durante uno de sus campamentos, el 22 de noviembre de 1527, su gente, realiza la primera siembra de trigo en el territorio rioplatense (ver Primera siembra de trigo en el Río de la Plata)
Recorre luego el río Paraná hacia el norte en toda su extensión, por primera vez y el 23 de diciembre de 1527, llegó hasta «Los saltos de Apipé».
Luego retorna navegando río abajo con la intención de encontrar su confluencia con el Paraguay, adonde llega el 28 de marzo de 1528 y reconoce toda la parte inferior del Paraguay, teniendo que enfrentar continuamente los peligros de belicosos pobladores, los «Timbúes», que les negaban todo auxilio y los hostigaban permanentemente, disgustados por el rigor y los desmanes de estos extraños.
Impedido en una parte de su recorrido su paso por el río, por la presencia de 300 canoas que le bloqueaban su marcha, Gaboto se vio nuevamente obligado a luchar contra los indígenas, hasta que vencidos éstos, ofrecieron su amistad a los conquistadores y les regalaron varios trozos de plata, asegurándoles que ese metal abundaba en los países situados al Noroeste.
No obstante las dificultades que le presenta una marcha por tierras hostiles, corrientes caudalosas, enjambres mosquitos y alimañas, Sebastián Gaboto, el 9 de enero de 1527, llega hasta un lugar llamado «Santa Ana» y desde allí retorna al Paraguay, río que explora hasta alcanzar los 25º de latitud y 58º de longitud.
Dando por finalizada su excursión, regresa al Fuerte «Sancti Spíritus» y allí, el 18 de marzo de 1528, se encuentra con el navegante portugués al servicio de España, DIEGO GARCÍA DE MOGUER, otro tentado como él, por las promesas de un fabuloso tesoro en estas tierras que el 15 de agosto de 1525 había salido de La Coruña con tres naves, para dirigirse a las Molucas.
Luego de discutir acerca de sus respectivos derechos, decidieron continuar juntos esta aventura y con unos bergantines que construyeron en el Fuerte partieron remontando el río Paraná, pero debieron regresar ante la hostilidad de los nativos que los acosaban permanentemente.
Realizaron un nuevo intento subiendo por el río Uruguay llegando hasta San Salvador, pero sin hallar lo que buscaban, regresaron al Fuerte, sin saber que en su ausencia, éste había sido destruido.
En el amanecer del 1º de enero de 1529, estando todavía Gaboto ausente del lugar, el Fuerte Sancti Spíritus fue sorpresivamente asaltado, tomado e incendiado por los nativos, sin que pudiera evitarlo la escasa guarnición de 77 soldados que al mando del capitán GREGORIO CARO, habían quedado para custodiarlo. Los indígenas, se vengaban así de los malos tratos a los que los sometía Gaboto y sus hombres.
Solamente 50 hombres de la guarnición del Fuerte lograron escapar de la matanza que siguió a la toma del Fuerte. Este hecho y las tremendas penurias que tuvo que vivir, decidieron a Gaboto a emprender el regreso a España y así lo hace.
Desalentados por lo infructuoso de su búsqueda, los rigores de un medio hostil y la destrucción del Fuerte «Sancti Spiritus», SEBASTIÁN GABOTO acompañado por DIEGO GARCÍA DE MOGUER, regresa a España y el 22 de julio de 1530 llega al mismo puerto desde donde había salido casi, cuatro años antes.
Epílogo de una excursión frustrada
Gaboto vuelve entonces, sin cumplir la misión encomendada y sin haber podido encontrar las «Sierras de la Plata», por lo que no fue bien recibido. Por el contrario, tuvo una terrible sorpresa porque lo esperaban los marinos que había abandonado y que habiendo logrado volver, le iniciaron una demanda.
Muchas eran las restricciones impuestas a los navegantes. Se desconfiaba de ellos, del provecho que podían sacar de sus travesías y de los procedimientos empleados, por eso, fueron bien escuchadas estas acusaciones por el fiscal del rey.
GABOTO fue apresado y junto con GARCÍA, juzgado por el Consejo de Indias y sometido a un proceso, cuyas actas se conservan en el Archivo de Indias.
Conocida era la trayectoria de GABOTO como marino al servicio de la corona de España y las penurias que hubieron de sufrirse durante su viaje a América, pero ya de vuelta, el fiscal del rey le hizo pasar muy malos ratos.
Se lo acusó de violar las capitulaciones y cometer «actos indignos de un marino», según las demandas que presentaron ante la justicia, algunos de sus compañeros y miembros de su tripulación, disconformes con el rigor y la arbitrariedad de su mando.
Se le acusó de inauditos actos de crueldad. De someter a terribles castigos por faltas leves a los tripulantes de su barco y en su alegato acusatorio, el Fiscal dijo: «Que el dicho Sebastián Gaboto hizo acotar y enclavar de manos y desorejar a muchos de la dicha su armada por cosas muy livianas», pues tenía una costumbre impropia de un marino: «rasgaba las cartas que no venían en su propósito y amenazaba a los que así hicieren, diciéndoles que les costaría caro».
Se lo hizo también, responsable de la destrucción del Fuerte de «Sancti Spirítus», debido (cargo irrisorio) a que no había quitado las pajas del techo de modo que no pudiera ser incendiado por los indígenas.
La pena pedida por el fiscal, atenuada porque consideraba a GABOTO «home grand servidor de Vuestra Alteza», fue que se le condenara a pagar doscientos mil maravedíes, que se le quitara el mando y a sufrir la pena de diez años de destierro en Orán, en el norte de África, por los excesos cometidos durante su viaje.
GABOTO apeló la sentencia y se defendió con razones y argumentos sólidos, pero el Consejo de Indias, por resolución del 1º de febrero de 1532, ratifico la condena. Pero pronto, por la intervención de sus influyentes amigos, la Emperatriz, le concedió el indulto y así pudo regresar a España.
Pero nunca más volvió a América. El viaje costó finalmente, pocas satisfacciones y muchos sinsabores y penurias a GABOTO. De modo que la partida, la llegada al Río de la Plata y el regreso de Gaboto, no fue sino la parábola de uno de los tantos episodios ingratos propios de los tiempos aquellos.
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