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ANTIGUO TEATRO ÓPERA DE BUENOS AIRES (1872-1935)
La idea de construír el Teatro Ópera en Buenos Aires, surgió en 1870 cuando el empresario ANTONIO PESTALARDO convenció a su amigo ROBERTO CANO (hijo de Carmen e inversor del teatro Alegría), de que en la calle Corrientes, en aquel entonces “tan angosta y alejada del centro”, resurgiría con la presencia de un teatro.
Adquirieron para ello un terreno ubicado en Corrientes 860, entre Suipacha y Esmeralda, que era propiedad de CARMEN DÍAZ VÉLEZ DE CANO y que ocupaba la cochería de VICENTE COLLINI.
Contrataron al arquitecto EMILE LANDOIS, quien les presentó unos viejos planos que él mismo había trazado para el viejo Teatro Colón y había dejado ya en el olvido, pero que entusiasmaron a PESTALARDO y CANO.
Su proyecto tuvo muchos inconvenientes, ya que al año siguiente, habiendo comenzado ya las obras, estalló la epidemia de fiebre amarilla y a las trágicas consecuencias que trajo ésta, debieron sumarse los problemas que debido a la clausura del Puerto de Buenos Aires, se presentaron para disponer de los materiales que se habían comprado en el exterior, las dificultades para encontrar obreros, con las familias diezmadas por la peste y el desgarrador estado anímico de la sociedad porteña.
Finalmente, superando todos estos inconvenientes y otros que surgieron en el transcurso de su construcción, el Teatro Ópera fue inaugurado el 25 de mayo de 1872, con la presentación de la ópera “Il Trovarore” de GIUSEPPE VERDI.
Apareció así un nuevo polo de actividad cultural en la ciudad de Buenos Aires; totalmente alejado del centro de la ciudad en la entonces Corrientes angosta, entre Suipacha y Esmeralda.
Esta primera versión tenía una fachada italianizante, sobre la línea municipal, adornado por faroles de hierro, rematada por un frontispicio griego y con molduras muy elaboradas, abundantes texturas.
Fue pionero en ofrecer antepalcos “para guardar abrigos y sombreros” y el primero de la ciudad que contó con iluminación a gas, una excepción para la época (la iluminación a gas, tanto de la Sala como del escenario, se producía por medio de un gasómetro ubicado en el subsuelo, ya que en esa época, Buenos Aires todavía no contaba con red pública de alumbrado.
Su irrupción en la noche porteña, compitiendo en programación con el viejo Teatro Colon, fue un duro golpe para los beneficios que le deparaba a este, su hasta en ese momento, indiscutido liderazgo derivado de su exclusividad, ya que a partir de entonces, sobre el escenario del nuevo Teatro Ópera comenzaron a presentarse las más destacadas estrellas de la lírica, de la música y del teatro nacional y extranjero: Fue el teatro con la programación más esplendorosa de la ciudad,
En 1889 el “Teatro Colón” suspendió sus actividades y el empresario ROBERTO CANO y su nuevo socio RUFINO VARELA, en ese entonces a cargo de la sala, porque PESTALARDO, había decidido retirase, aprovecharon la oportunidad que dejaba la clausura de este que había sido un molesto competidor y decidieron reformar por completo su teatro, para convertirlo en lo que fue durante años: el coliseo más elegante de la capital, un lugar relevante en la escena porteña y el principal teatro de ópera de la ciudad (ver Edificios memorables que ya no están)
Convocaron para ello a JULIO DORMAL, quien le dio al edificio un aspecto francés estilo beaux arts, ocupando una superficie de 2.500 m2. y lo convirtió en el más lujoso de la época. Tanto en lo exterior como en lo interior el edificio adquirió un estilo que podría decirse francés: «fin de siècle o Beaux Arts».
La nueva fachada tenía un frente mucho más recargado que el anterior, con molduras muy elaboradas y abundantes texturas trabajadas en columnas y superficies. y presidido por cuatro columnas de doble altura con capiteles corintios, con arcos de medio punto en los vanos
La Ópera o el Teatro de la Ópera (que era como se lo llamó a este tercer teatro Ópera), fue inaugurado el 16 de Mayo de 1889. Sus cinco grandes portones de madera conducían al foyer, que era opulento, con una recargada decoración que se lucía tanto en el elaborado artesonado del cielo raso, como en las molduras y papeles tapices de los muros y los cerámicos de los pisos. Intrincadas arañas de hierro iluminaban todo el vestíbulo.
La sala, igualmente opulenta y con forma de herradura (como los teatros líricos de Italia) era de mediano volumen con butacas de terciopelo haciendo juego con los cortinados en todas las aberturas y circundada por cinco bandejas de palcos, antepalcos (toda una novedad ya que era la primera vez que los asistentes a un espectáculo, tenían donde dejar depositados sus abrigos), una inmensa araña de luz y una cúpula pintada con frescos, fue la sala más lujosa de aquellos años.
Contaba con usina propia, por lo que fue el primer Teatro de Sudamérica en tenerla y tan importante fue su capacidad, que en 1889 facilitó cables a la intendencia municipal para que por primera vez el pueblo celebrara, la fecha patria a la luz de lámparas eléctricas.
Cuando reabrió el Colón en 1908, se inició un período de dura competencia que se mantuvo durante algunos años, pero luego le llegó la decadencia como escenario lírico y se abocó a los géneros más livianos. En 1935, CANO vendió la sala a CLEMENTE LOCOCO que lo demolió. En un récord de nueve meses, el arquitecto belga ALBERTO BOURDON levantó el edificio Art Déco que llegó hasta nuestros días como cine y teatro Ópera.
Abrió en 1936, justo cuando Corrientes se estrenaba como avenida, dejando en el olvido a otro hermoso edificio que supo ser orgullo de Buenos Aires, donde actuaron EDITH PIAF, MINA MAZZINI, FAIRUZ, el LIDO y el FOLIES BERGÈRE entre otras figuras del espectáculo (ver El Teatro en la Argentino. Sus orígenes).