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SANTA MARÍA DE ORO, JUSTO (1772-1836)
Sacerdote. Nació en la provincia de San Juan el 30 de julio de 1772. Fue un predestinado y desde niño sintió vocación por la carrera sacerdotal. A los 17 años vistió el hábito dominicano, y en 1790 recibió las órdenes sagradas órdenes, habiendo desempeñado antes el lectorado de artes. Inmediatamente marchó a Chile, al convento de la Recoleta, donde el 29 de noviembre de 1794, recibió la unción sacerdotal de manos del obispo BLAS SOBRINO Y MINAYO en el Convento de Santiago, Chile.
En 1804 fue nombrado Prior del Convento de la Recoleta, en esa ciudad. Dos años más tarde viajó a Roma (Italia). De regreso a Chile se pronunció por la Causa de la Libertad. Luego se trasladó a Mendoza, donde trabó estrecha amistad con el general JOSÉ DE SAN MARTÍN y contribuyó a la formación del Ejército de Los Andes.
Su biografía aún no se ha escrito al modo que reclama la justicia histórica. Pero naturalmente, su nombre está rodeado de merecida fama de patriota y de fiel servidor de la Iglesia católica apostólica romana y de su patria pues los sucesos de su vida son trascendentes. Su actuación en el escenario político fue magnífica.
“En San Juan, ya al frente de la cátedra, con sus dineros y con su propaganda difundida por todas partes, consiguió reunir simpatías, adherentes para la reunión de elementos y hombres para la constitución de aquel Ejército que debía dar cima a una de las más atrevidas empresas militares del mundo: El cruce de los Andes y la libertad de dos Naciones. En 1816 San Juan lo eligió, juntamente con el doctor NARCISO DE LAPRIDA,
Diputado ante el Soberano Congreso que se reunió en Tucumán el 24 de marzo de ese año y uno de los más entusiastas partidarios de la declaración de la Independencia política de estas provincias. Se destacó por su energía y la contundencia de sus argumentos y sus vibrantes intervenciones, conmovieron a los congresales de esa Asamblea, a tal punto que se vieron obligados a desistir de los alienados proyectos que algunos de ellos traían, apoyando la instalación de una monarquía incásica y otros tan descabellados como ese.
Queda en la historia su intervención en dicho debate, cuando dijo en la sesión del 5 de julio de ese año “…para proceder a declarar la forma de gobierno será preciso consultar previamente a los pueblos, limitándose por el momento a dar un reglamento provisional y en caso de procederse sin aquel requisito, se adoptase el sistema monárquico constitucional, a que veía inclinados los votos de los representantes, pedía permiso para retirarse del Congreso”.
Final y felizmente, privó el sentido común y el 9 de julio de 1816, los cabildantes declararon solemnemente la Independencia de la Patria y fray Santa María de Oro, fue uno de sus entusiastas firmantes.
En 1818, por causas políticas fue condenado al destierro, pero siguió su vida sacerdotal con ejemplarizador apostolado, siempre luchando por la gloria de su patria.
Falleció el 19 de octubre de 1836. Dijo en sus últimos momentos: “Estas cosas están en mi cabeza; Dios está en mi corazón.” A “esas cosas” se refería el dignísimo dominicano a la obra que llevaba en sus manos: la edificación de un monasterio bajo la advocación de Santa Rosa de Lima, donde debía funcionar un colegio para educación de señoritas.
Su cadáver fue inhumado en la Catedral de San Juan el día 23, y sus honras fúnebres celebradas por cuenta del Estado en los días 29 y 30 de noviembre. La posteridad, agradecida a sus patrióticos e invalorables servicios a la patria, le levantó una estatua en la plaza principal de San Juan, acto que se llevó a cabo el 9 de julio de 1897.