REUNIONES SOCIALES Y RATAS VORACES (1807)

Reproducimos a continuación un fragmento de una carta, firmada por el cónsul inglés en Buenos Aires, JOHN PARISH ROBERTSON, perteneciente al libro que éste público en 1883 en colaboración con su hermano William, titulado «Letters on Paraguay», cuya versión en castellano es de CARLOS A. ALDAO.

En él, el autor refiere algunas impresiones que recibió en su visita a Montevideo en 1807, diciendo:

«Fui invitado a varias reuniones vespertinas y encontrélas muy entretenidas combinando música, baile, café, naipes, risa y conversación».

«Mientras las jóvenes valseaban y hacían la corte en medio del salón, las mayores, sentadas en la fila sobre lo que se llamaba estrado, charlaban con todo el «esprit» y vivacidad de la juventud. El estrado es una parte del piso levantado en el testero del salón, cubierto con estera fina en verano y en invierno, con ricas y hermosas pieles».

«Los caballeros se agrupan en distintas partes de la habitación; unos jugaban a los naipes, otros bombeaban con las damas mientras los más jóvenes, alternativamente, se sentaban junto al piano, admiraban al cantor o bailaban en fantásticas puntas de pie con graciosísimas compañeras».

«Me parecía encantador cada paso y figura y pirueta. Todas las damas que vi en Montevideo, valsaban y se movían en las intrincadas figuras de la contradanza con gracia inimitable, como resultado de soltura y refinamiento naturales. Luego, eran tan bondadosas para corregir las pequeñas faltas en español de los extranjeros sin reírse de ellos, que mostraban con el ejemplo, al mismo tiempo buenos sentimientos y buenas maneras».

«No hay ninguna ceremonia en las tertulias. Una vez conseguida invitación en una casa («Señor Don Juan, ésta es su casa», por ejemplo), podía entrar y salir a toda hora del día, según me agradase».

«En las reuniones vespertinas de que he hablado, las personas que antes habían sido invitadas entraban con un simple saludo a la dueña de casa y partían de la misma manera. Así me proporcionaba la oportunidad de admirar los atractivos personales, afluencia de palabras y soltura de maneras en las damas; mientras no podía menos de complacerme con hospitalidad que de parte del otro sexo, experimentaba en todas partes».

«Lo creía del todo sorprendente, cuando consideraba que los ingleses eran sus enemigos y recientes vencidos. Muchas de las bondades que recibí se debían sin duda a mi juventud y al afán que puse para dominar el idioma y asimilarme sus maneras y costumbres»

«Encontré completamente distornadas (sic) todas mis nociones preconcebidas de la gravedad y autoridad de los españoles. Creo que hemos formado opinión de ellos, más por leyendas y romances del pasado que por observación real de su carácter actual».

«Hay mucho de urbanidad y bondad en ellos, con no escaso tinte de humor y de ninguna manera puedo asentir que se distingan por aquella altanería tétrica y reserva consiguiente que se nos ha hecho creer con sus cualidades distintivas».

«El único descuento que tengo que hacer a la manera deliciosa en que ahora pasaba mis noches, era la necesidad de volver a casa por calles estrechas, tan infestadas de ratas voraces que algunas veces era peligroso hacerles frente».

«No había policía en la ciudad que atendiera a la seguridad de los transeúntes. Cuando caía un aguacero sacaban a las calles los montones de basuras acumuladas y alrededor de las sobras de carroña, legumbres y frutas pasadas, que en grandes masas se acumulaban allí, las ratas absolutamente pululaban en legiones. Si se intentaba pasar cerca de estos bandidos formidables o interrumpir sus comidas u orgías, hacían rechinar sus dientes como lobos nocturnos».

«Tan lejos estaban de correr asustadas a sus numerosas madrigueras, que se daban vuelta, lanzaban un grito de cuervo y se precipitaban contra mis piernas de modo que me helaba la sangre. Entre ellas y yo ocurrieron muchas riñas peligrosas y aunque algunas veces me abrí camino hacia mi casa a bastonazos, otras me vi forzado a huir por alguna caprichosa y estrecha senda o calle, dejando a las ratas dueñas y señoras del campo (ver Cómo nos veían).

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