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PROBLEMAS POLÍTICOS Y FAMILIARES PREOCUPAN A SAN MARTÍN (1824)
Poco antes de emprender viaje a su exilio en Europa, el general SAN MARTÍN se ve acosado por una serie de problemas que agravan su salud, por la tensión malsana, que de ellos deriva.
Recordemos que SAN MARTÍN tuvo que dar por terminada su campaña libertadora del Perú, debido a la falta de auxilio por parte del gobierno de Buenos Aires, por lo que debió dejar en manos de SIMÓN BOLIVAR la tarea de terminar con los últimos focos de resistencia de las fuerzas realistas en América. Además debió enfrentar una dura hostilidad por parte de la alta sociedad peruana, dominada, aún después de su liberación, por los intereses de importantes personajes de origen español, que aún se resistían a dejar la tutela de la Madre Patria. En Buenos Aires, los porteños le reprochaban que no hubiera venido a combatir contra el caudillo oriental ARTIGAS cuando se lo llamó, olvidando que SAN MARTÍN jamás aceptó participar en las luchas y enfrentamientos que se suscitaron entre hermanos y connacionales. BERNARDINO RIVADAVIA, su enconado enemigo de siempre, redoblaba sus esfuerzos para restarle méritos y hacerlo aparecer como un general ambicioso de poder y fortuna y hasta hizo circular el rumor que a su regreso del Perú lo haría encarcelar, rumor que al ser conocido por SAN MARTÍN, lo obligó a postergar su llegada a Buenos Aires, para acompañar a su esposa REMEDIOS DE ESCALADA, que estaba enferma y que finalmente falleció sin que su marido hubiera podido verla.
Y por si estas estresantes situaciones fueran pocas, debió enfrentarse con su suegra TOMASA DE LA QUINTANA, quien, producida la muerte de REMEDIOS, no quería dejar en sus manos el cuidado y la educación de su hija MERCEDES, por lo que debió apelar a la intervención de su cuñado MANUEL ESCALADA para poder llevarla con él a Europa.
Imaginémonos entonces el estado de ánimo y el desengaño que llevaba en su corazón, cuando en 1824 se embarcó en la nave “Le Bayonnais” para marchar a su exilio. De doce años de duras luchas contra los españoles, controversias con sus conciudadanos, renunciamientos y con su vida puesta varias veces en peligro, sus recuerdos, solo le traerán dolor por la incomprensión, el desaire y los agravios que debió sufrir por parte de quienes en vida, no supieron reconocer lo que reconocieron después de su muerte: su grandeza y el derecho a ser llamado “El Padre de la Patria”.