LA BASÍLICA NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN. SU ORIGEN (1745)

El Fuerte y la Guardia de Luján, devenidos luego en la actual ciudad de Mercedes, en la provincia de Buenos Aires, fueron los hitos sobre los que se fue construyendo el Templo que terminó siendo la soberbia Basílica Nuestra Señora de Luján que hoy es orgullo  de esa ciudad de la Provincia de Buenos Aires.

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Recordemos que la iniciación  de la fe cristiana en nuestras pampas vino de la mano de los conquistadores españoles, cuando éstos llegaron a América y más tarde de los jesuitas,  cuando en las misiones, cumplieron eficazmente la tarea evangelizadora que lo había traído a estas tierras.

Pero no todo fue paz y amor en aquellos días. El intruso tuvo que pagar con sangre sus intentos para afincarse en una tierra que ya tenía dueños. Los aborígenes hicieron valer sus derechos sobre la tierra heredada de sus ancestros y así vino la guerra y la muerte entre estos dos mundos que se enfrentaban: el mundo que llegaba del futuro y el mundo que venía del pasado.

Para hacer frente a los ataques que entonces los nativos comenzaron a lanzar contra los poblados y posesiones de los “intrusos”, el hombre blanco construyó fuertes y fortines donde asentó milicias que se encontraban en apresto, listas para acudir en auxilio de poblados o establecimientos que eran atacados.

Y lo que comenzó como una necesidad de defensa, se transformó en un aquelarre de sangre y dolor que duró poco más de un siglo, tiñendo de sangre los territorios ubicados en el sur de Buenos Aires y en el Chaco Austral.

Y así fue que, dentro de este marco, en 1745, en proximidades de Laguna Brava (actual territorio de la provincia de Buenos Aires),  surgió la Guardia de Luján. En un principio tuvo una guarnición de escasos 30 milicianos “sin sueldo y a ración” y fue una de las primeras instalaciones que se realizaron para asegurar la línea de frontera de la provincia de Buenos Aires, acosada por tribus que ya se habían “araucanizado”, por lo que su violencia se había incrementado notablemente.

En 1752, con la creación del “Cuerpo de Blandengues” dispuesta el 18 de febrero de 1851 por el gobernador de Buenos Aires  JOSÉ DE ANDONAEGUI, las milicias dejaron de ser tales. Fue preciso entonces, dotar a esas guarniciones de frontera, con todas las estructuras y características de los cuerpos orgánicos españoles y  como por la tradición española, toda gestión castrense iba invariablemente unida a la presencia de la Cruz,  ese bastión militar no podía escapar a la regla.

Por medio de un decreto entonces, en 1761, el Cabildo de Buenos Aires dispone que en la Guardia de Luján, se instale una Capilla y se designe un religioso de la orden de los “mercedarios” para que atienda allí las necesidades espirituales de los vecinos. Y hacia  allá marchó la cruz española, que mostraba la identificación cristiana del lugar y la decisión de afianzar su presencia  en aquellos territorios indómitos.

Esta primera modesta capilla que se construyó, era de paredes de tepes o de adobe crudo o de quincha sin embarrar, con techo de paja o espadaña- fue erigida en el interior del amurallado del Fuerte  y con ella comenzó la historia de la Catedral de Luján.

La vida en el Fuerte enfrentaba rápidas modificaciones: la población y la feligresía crecían a pasos agigantados. Por eso la capilla debió ser sacada del Fuerte para establecerla en el pueblo. FRANCISCO DE PAULA SÁNZ, le solicitó autorización para hacerlo al virrey, pero la propuesta fue denegada, aduciendo “falta de fondos para ello”.

Pero el crecimiento demográfico y la insistencia de los vecinos pudieron más. En 1783, a dos años de haberse hecho la solicitud, se autorizó, no ya el traslado, sino la construcción de una nueva Capilla, pero esta vez, en ex­tramuros. En 1785 llegaron los ornamentos del altar y Buenos Aires remitió los elementos que faltaban: un confesionario, una cruz parroquial con su armazón y un sagrario dorado. Las campanas llegaron en 1787.  Más tarde, la utilización de materiales de pésima calidad que se había hecho, trajo un gran inconveniente político. Se comprobó además, que la Capilla había sido mal construida, y ante el peligro que esto suponía, el Cabildo ordenó cerrarla, orden que no fue cumplida, debido a la fuerte oposición de los fieles, que siguieron concurriendo a ella, pese al peligro que esto significaba.

Para evitar males mayores el Gobernador FRANCISCO DE PAULA SANZ dispuso construír una nueva Capilla. Esta vez, ocupando un terreno que estaba ubicado a mitad de cuadra de su anterior emplazamiento, frente mismo a la Plaza principal, donde actualmente se halla el atrio de la iglesia Catedral, ya muchísimo más importante que aquella humilde construcción de adobe. En el altar principal de la nueva Capilla fue entronizada la imagen de la Virgen de las Mercedes y en 1830, siendo Párroco DAMIÁN BUSTOS, la Capilla dejó de ser administrada por el Estado y pasó a depender de las autoridades eclesiásticas.

En 1832, siendo Gobernador de la provincia de Buenos Aires, JUAN MANUEL DE ROSAS, considerándose que el mal estado de la Capilla no ofrecía garantías a la seguridad de sus concurrentes, dispuso que se realizara un estudio para establecer si el edificio era recuperable o si era necesario construír otro en su reemplazo. Decidida la primera opción, y obtenidos los fondos necesarios por medio de donaciones y colectas, las obras comenzaron en 1833. Enormes dificultades políticas y económicas retrasaron el trabajo, y recién en 1848, considerando ahora inviable la recuperación del viejo edificio,  se decidió construir un templo nuevo en vez de reparar el viejo.

Otros avatares históricos que se sucedieron en esos años y que culminaron con la caída de ROSAS, influyeran para que recién en 1855 finalizaran las obras y se pudiera inaugurar este Templo Parroquial que hoy es la magnífica Basílica Nuestra Señora de Luján y Santuario de la Virgen María, ubicado en el centro mismo de la ciudad de Luján.

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