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MITOS Y LEYENDAS DE LA HISTORIA DE LA ARGENTINA
Muchos son los mitos, leyendas y errores que registra la Historia Argentina.
Los orígenes de la enseña patria, su forma y sus colores. De qué color eran las cintas que repartieron FRENCH y BERUTI; Cómo era la Bandera de los Andes; El Himno Nacional que hoy cantamos es el original?; Porqué y cómo murió Moreno?; Quién mató a Facundo Quiroga?, son aun hoy, una fuente de misterios y controversias.
En esta sección acercamos al lector, la opinión de diversos estudiosos que se han ocupado de buscar en nuestro pasado, las respuestas que pueden llegar a aclarar, muchos de los misterios que rodean a nuestra Historia. Hemos tratado de incluír los temas que han merecido controversias a lo largo de la misma. Súmese usted a este desafío y exponga su opinión o su versión acerca de alguno de ellos, aportando nuevos datos, dudando de lo aquí está escrito o simplemente revelando lo que sepa
Acerca de la segunda fundación de Buenos Aires.
Según la teoría que el periodista Jorge Lanata expone en su libro “Argentinos”, parece ser que la segunda fundación de la ciudad de Buenos Aires fue hecha por Garay y los paraguayos y para decir esto se basa en que «Sólo diez de los sesenta y cinco eran españoles, el resto eran americanos, “hijos de la tierra”’ que hablaban guaraní y también aquellos descritos por Garay como “mancebos desordenados'». Más: «Junto a sus familias sumaban trescientas personas. Así como los fundadores de Asunción habían salido de la “primera Buenos Aires”, los fundadores de la segunda Buenos Aires salieron del Paraguay».
Acerca de las invasiones inglesas.
Quien dice «Invasiones inglesas» cierra los ojos y puede oler el aceite hirviendo, oírlo crepitar para repeler el ataque, dice el periodista Jorge Lanata en su libro “Argentinos”, agregando que no fue así: «El mejor libro que encontré fue el de Alejandro Gillespie, un coronel inglés, que participó en la invasión y lo que cuenta es terrible. Es la versión que parece más sensata». Gillespie habla de una resistencia casi nula del pueblo de Buenos Aires. Y no había de aceite cayendo de los balcones sino de sonrisas encantadas. «Nada de tirarles aceite hirviendo, hervían el aceite para hacerles milanesas», se ríe Lanata.
Las invasiones inglesas fueron sólo dos?
La Historia Argentina registra en sus anales, solamente dos intentos de invasión protagonizados por el imperio británico, pero permítasenos consignar a continuación, los ocho episodios a los que algunos historiadores, le asignan el mismo carácter, demostrativo de ese tenaz intento que la corona británica realizó para apoderarse de estos territorios con fines estrictamente colonizadores y espúreamente comerciales.
Considerando todas las veces que Gran Bretaña ha pretendido apoderarse de algo que nos pertenecía, conculcar nuestros derechos o agraviar nuestra soberanía, hemos contabilizado que en total, desde enero de 1763 hasta abril de 1882, son ocho los sucesos que podrían definirse como las “Ocho invasiones inglesas” que hemos debido soportar, sin contar que (como lo asegura el periodista JORGE LANATA en su libro “Argentinos”), el 6 de enero de 1763 las dos embarcaciones mayores de la escuadra inglesa “Lord Clive”, “Ambuscade” y la fragata portuguesa “Gloria” entraron al canal del puerto de Colonia e iniciaron un ataque» que fue rechazado.
Primera invasión inglesa: (06 de enero de 1763). Argentina no era Argentina todavía. Pertenecía al Virreinato del Perú. Pedro de Ceballos era gobernador de Buenos Aires. Colonia de Sacramento, en la costa oeste del actual Uruguay, había sido fundada por los portugueses pero fue disputada durante muchos años por portugueses y españoles.
En 1761, Ceballos recuperó Colonia para el reino español, pero, al año siguiente, debió resistir un ataque organizado por los portugueses pero liderado por los ingleses. John Mac Namara estuvo al frente de la flota inglesa que se dirigió al Río de la Plata. El 6 de enero de 1763 se inició el cañoneo. Ceballos y sus hombres repelieron el ataque inglés, pero por el Tratado de Paz de París, Colonia fue cedida a Portugal.
Segunda invasión inglesa. (enero de 1765). Mientras en el mundo se conocía la noticia de la colonización de las Malvinas por parte de los franceses, Inglaterra se disponía a conquistarlas. En junio de 1764, el comodoro John Byron partió desde Inglaterra para ocupar las Malvinas. Llegó a la isla Trinidad el 23 de ene ro de 1765, desembarcó en ella con todos sus oficiales y efectivos y plantó un mástil con la bandera británica.
Declaró que tomaba posesión de todas islas del archipiélago bajo el nombre de Falkland Islands. Fundó puerto Egmont y recorrió parte de islas poniendo algunos nombres a bahías y estrechos. Pero, lo cierto es que hacía más de un año que los franceses se habían instalado en la Bahía Anunciación, en la isla Soledad de este archipiélago.
Tercera invasión inglesa. (junio de 1806). El 25 de junio de 1806, las fuerzas británicas, al mando del brigadier WILLIAM CARR BERESFORD inician un desembarco en las playas de Quilmes (considerado por la Historia Argentina, como la primera invasión de los ingleses).
El virrey RAFAEL SOBREMONTE que está al frente del gobierno de Buenos Aires, intenta la resistencia pero es derrotado. En la tarde del 27 de junio, Beresford llega al Fuerte en el centro de la ciudad y recibe la capitulación de la ciudad. El capitán de fragata Santiago de Liniers decide organizar la reconquista de Buenos Ares desde Montevideo. El 12 de agosto de 1806, las fuerzas de Liniers, junto a todo el pueblo de Buenos Ares, se lanzan al asalto sobre el centro de la ciudad y logran el triunfo. Beresford iza la bandera blanca y se rinde con toda su tropa.
Una que no fue. El fracaso del ataque del general WHITELOCKE a Buenos Aires produjo enorme desaliento en los círculos dirigentes británicos. Sin embargo, el gobierno de Londres pronto inicia el estudio de nuevos planes de intervención militar en América. Ahora, como consecuencia del desastre sufrido en el Río de la Plata, los ingleses resuelven adoptar una táctica distinta, retornando al pensamiento primitivo del canciller de la corona, Mr. PITT, POPHAM y MIRANDA.
Sus ejércitos se presentarán en América, no como conquistadores, sino como libertadores. De esta forma, se piensa, los criollos en lugar de resistir, habrán de apoyar con entusiasmo a las fuerzas inglesas de invasión. De acuerdo con estos proyectos, el objetivo esencial –la eliminación definitiva del poder español en el nuevo continente y la apertura de sus inmensos mercados al comercio británico– se logrará a corto plazo y con un mínimo de pérdidas.
El general ARTHUR WELLESLEY, futuro duque de Wellington, toma entonces a su cargo la preparación de la que será, la tercera invasión británica. Asesorado por el jefe venezolano FRANCISCO MIRANDA, Wellesley presentó una serie de proyectos de ataque y propone la creación en América de una monarquía de tipo constitucional.
Ésta contará con un Parlamento similar al británico, constituido por una Cámara alta cuyos miembros serán designados por el rey con carácter vitalicio y una Cámara baja integrada por hombres “capacitados por su edad y sus bienes” para ejercer la representación de la gente. Estos últimos serán elegidos por los Cabildos y los terratenientes.
Las restantes instituciones coloniales españolas serán, en un primer momento conservadas, pero posteriormente se las reformará, a medida que el tiempo y la experiencia demuestren lo que le conviene al país y al pueblo.
A fines de 1807, en el puerto irlandés de Cork, se concentraron las tropas destinadas a operar en América, pero la situación europea obligó al gobierno inglés a postergar el envío de la expedición. Cuando el 2 de mayo de 1808, se produce el levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses, el general Wellesley envía un memorándum al gobierno aconsejando que “las tropas reunidas en Cork sean embarcadas y dirigidas a las costas de la península, para apoyar un eventual levantamiento de toda España contra Napoleón. Si la insurrección no llegara a producirse, una parte del ejército británico debería zarpar inmediatamente hacia el Río de la Plata y la otra se dirigirá a México”.
Para la expedición al Río de la Plata, Wellesley asigna una fuerza de 10.077 soldados y añade: “este ejército llevará los siguientes pertrechos: 2 millones de balas, 50.000 piedras de fusil, dos brigadas ligeras de artillería con cañones de 9 libras, dos morteros de 10 pulgadas, cuatro morteros de 5 pulgadas, útiles para trincheras para 8.000 hombres, bolsas y escaleras. Para proveer al ejército criollo que se piensa organizar, se llevarán además 7.000 fusiles, 7.000 picos, 1.000.000 de balas y 25 mil piedras de fusil”.
El itinerario que se traza para la expedición es el siguiente: “las fuerzas de invasión partirán de Irlanda a comienzos del mes de junio de 1808, llegarán a las costas españolas el día 15 y esperarán allí un mes. En caso de no verificarse la rebelión en España, zarparán el día 15 de julio y arribarán al Río de la Plata el 15 de setiembre”. La tercera invasión, sin embargo, no se produjo. Tal como lo ha previsto Wellesley, toda la península se levanta en armas contra los franceses y las tropas británicas son conducidas a Portugal, donde desembarcan el 1º de agosto de 1808, para combatir a Napoleón.
Cuarta invasión inglesa (considerada como la segunda invasión inglesa por la Historia Argentina).Esta vez la flota inglesa venía al mando del general John Whitelocke y ahora el virrey del Río de la Plata era SANTIAGO DE LINIERS. La invasión se inicia el 28 de junio, sin encontrar resistencia, en un principio.
Pero las fuerzas de Buenos Aires, se agrupan nuevamente al mando de Liniers y son derrotadas en los Corrales de Miserere, actual plaza Once). Liniers se retira a la Chacarita y vuelve esta vez, con una fuerzas de 1.000 hombres. El 5 de julio a las seis y media de la mañana, empieza el combate final. La lucha termina sólo dos días después y luego de largas negociaciones, Witelocke acepta la derrota y firma la capitulación de sus tropas.
Quinta invasión inglesa. (enero de 1833). España había mantenido efectivamente ocupadas las islas Malvinas hasta 1811. Desde esa fecha hasta 1820, sólo quedó en ellas un reducido grupo de colonos criollos. Pero el 27 de octubre de ese año, llegó a las islas el coronel de marina David Jewett, desembarca en Puerto Soledad e iza la bandera argentina en el Fuerte.
El 20 de junio de 1829, LUÍS VERNET es nombrado comandante político y militar del archipiélago y en diciembre del mismo año lo reemplaza el teniente JOSÉ MARÍA PINEDO. Hasta que el 2 de enero de 1833, el capitán de la marina británica John Orslow, al mando de la corbata “Clío”, fondea en la bahía del Puerto Soledad y toma por asalto la guarnición de la isla, informándole a Pinedo que lo hacía en nombre del imperio británico. Ordena a sus hombres arriar la bandera argentina y en su reemplazo, iza la inglesa, ante la impotencia de Pinedo y sus hombres, que no estaban en condiciones de impedir ese atropello a nuestra soberanía.
Sexta invasión inglesa. (20 de noviembre de 1845). La flota anglo-francesa había decidido bloquear el Río de la Plata, con la escusa de la defensa de derechos conculcados a ciudadanos franceses, aunque su objetivo era obtener la libre navegación del río Uruguay, dominar el Paraná y ponerse en contacto con la ciudad de Corrientes, que en ese entonces estaba en guerra con JUAN MANUEL DE ROSAS.
El 20 de noviembre de 1845, once barcos de guerra ingleses y franceses, dejando al amparo del puerto de Montevideo 40 buques mercantes cargados de mercaderías, iniciaron su avance remontando el río Paraná. Rosas, gobernador de Buenos Aires le ordena al general LUCIO V. MANSILLA que detenga el avance de esa flota y para ello, Mansilla dispone la instalación de algunas baterías en las márgenes del río a la altura de la Vuelta de Obligado y hace tener gruesas cadenas atravesándolo.
Los ingleses luego de nueve horas de intenso combate, lograron silenciar las baterías de Mansilla y luego de romper las cadenas que le impedían el paso, prosiguió su marcha hacia el norte, dejando tras de sí varias de sus naves fuera de combate.
Séptima invasión inglesa. (julio de 1908). Enterada Inglaterra de las perspectivas que ofrecía la pesca de las ballenas en los mares del sur, unilateralmente decidió cobrar impuesto a esta actividad aprovechando su asentamiento armado en las islas Malvinas. Por esa razón, en 1908 sancionó una carta patente en forma totalmente arbitraria adjudicándose, además de las Georgias y las Sandwich territorios argentinos y chilenos.
Quedaría además, bajo su poder, todo lo que estuviera al sur del paralelo 50 con lo cual se adjudicaba, además de las islas, la provincia de Santa Cruz, Tierra del Fuego, el sur de Chile y la península Antártica. Ese mismo año instaló en Grytviken un delegado del gobernador de las Malvinas.
Octava invasión inglesa (25 de abril de 1982). El 25 de abril de 1982, el ministerio británico de Defensa anunció que sus fuerzas, luego de más de quince días de navegación por el Atlántico, habían desembarcado en las islas Georgias, para retomar el territorio de las islas Malvinas, que luego de infructuosas tratativas que se realizaron a nivel diplomático, había sido ocupado por fuerzas del ejército argentino desde el 2 de abril de ese año, con el objeto de reasumir la soberanía de esos territorios, usurpados por la fuerza por Gran Bretaña en 1833.
Esta vez, los invasores debieron agotar todos sus esfuerzos para lograr, tras casi dos meses de lucha, apoderarse nuevamente por la fuerza de territorios de nuestra pertenencia.
Acerca del 25 de Mayo de 1810.
Toda una vieja tradición histórica más teñida de estampas escolares que de seriedad científica, ha venido cimentando una serie de leyendas sin ninguna base documental. Acaso el primer hecho de nuestro pasado víctima de este curioso complot de ignorancia -también el episodio capital de la historia argentina- haya sido precisamente la ejemplar Revolución de Mayo.
El movimiento de 1810 soportó, en sus días anteriores, durante su desarrollo y en la etapa posterior, un cúmulo de sucesos asombrosamente erróneos. Más de un desprevenido lector cuya formación parahistórica ha bebido en las fuentes tradicionales de manuales adocenados -y aun de autores clásicos no renovados, se sorprendería al saber que la anécdota de French y Beruti distribuyendo cintas celestes y blancas en los días de mayo constituyó en realidad una colosal inexactitud. Tanto como otros episodios que iremos desplegando en esta nota”.
Las cintas de French y Beruti. “La mañana del lunes, French, Beruti (oficial de las cajas) y un tal ARZAC, fueron a la plaza como representantes del pueblo, y repartieron retratos de Fernando VII y unas cintas blancas que la tropa (esto es, los oficiales) traían en el sombrero y otros atadas en los ojales de la casaca, que decían significaba la unión de europeos y patricios, pero yo a ningún europeo la he visto, y ayer ya había una cinta roja encima, que me dicen que significa guerra, y la blanca paz, ,para que se escoja…
El historiador Guillermo Palombo defiende la idea de que durante la Revolución de Mayo, por el relato de un marinero norteamericano -Nathan Cook-, testigo de los hechos, y las memorias de Beruti, las cintas que repartían FRENCH y BERUTI eran blancas, «y significaban la unión entre los españoles americanos y europeos», dice el historiador. Una forma de decir: «Elegimos nuestro gobierno local, pero seguimos bajo la órbita del rey».
El azul celeste recién aparece en la época de la Sociedad Patriótica, hacia el mes de marzo de 1811, como distintivo de los morenistas y símbolo de la libertad. «Azul celeste y blanco, entonces, son el símbolo de la unión y la libertad -agrega el investigador-. No por nada son las palabras que se leen en la primera moneda de la patria en 1813. La misma dicho sea de paso, que se reproduce hoy en dorado en las monedas de un peso.
BARTOLOMÉ MITRE y VICENTE FIDEL LÓPEZ fueron de los primeros que endosaron a DOMINGO FRENCH y ANTONIO LUIS BERUTI la creación de las cintitas celestes y blancas para ser distribuidas entre los asistentes a la Plaza Mayor. El siempre documentado MITRE, sin embargo, ha reconocido que en este caso, se basó en la tradición oral y no en las pruebas de archivo.
Pero los patriotas de aquella semana memorable exhibieron, en realidad, cintas blancas y rojas, alternativamente. No como símbolo de los colores españoles -según se ha sostenido también erróneamente, sino porque se quería significar así la unión existente entre americanos y europeos.
Según otros testimonios, la cinta blanca representaba la paz y la roja denotaba la guerra, de manera que la gente tenía la opción de elegir una cosa u otra. Se conservan varios documentos originales de época que prueban la inexistencia de las cintas celestes y blancas como connotación de símbolo nuevo en un país naciente.
Entonces, ¿cómo surgió la añeja leyenda clásica? En rigor de verdad, las cintas existieron, pero un año más tarde. En 1811, en efecto, Ignacio Núñez y otros jóvenes morenistas fundaron la Sociedad Patriótica, destinada a reavivar el espíritu revolucionario que parecía haberse perdido desde el 25 de mayo anterior. Como símbolo de ese renacer, usaron a manera de distintivo una escarapela blanca y celeste.
El Presidente Saavedra recibió la denuncia de que un grupo de gente, con un extraño símbolo celeste y blanco, se aprestaba a una reunión tumultuosa. Cuenta Nuñez en sus memorias que «ocho oficiales militares, entre ellos los ayudantes del presidente, se desparramaron por las calles con orden de prender y conducir a la fortaleza, que servía de casa de gobierno, a ocho o diez particulares que habían sido denunciados (…) y sin distinción alguna, a los que se encontrasen con divisa blanca y celeste, y a los que pareciesen sospechosos».
Aproximadamente 80 jóvenes fueron aprehendidos y conducidos al tribunal, siendo interrogados por el secretario Hipólito Vieytes: ¿Qué sabe usted de una reunión de ciudadanos? ¿Cuál es el objeto de esta reunión? ¿Se le ha convidado a usted con armas o sin ellas?. ¿Qué sabe usted del significado de una escarapela blanca y celeste?
El escándalo estaba armado por la fundación de la Sociedad Patriótica y el uso de lo que no tardaría en convertirse en nuestra enseña nacional. El problema de la escarapela era grave, porque nadie la había autorizado. Las contestaciones fueron, no obstante, muy claras: «Todo se reduce al uso de una divisa diferente de la que cargan los españoles para combatir contra la revolución», fue la respuesta general, con más o menos matices.
Pocas horas después, los muchachos debieron ser soltados. Corrieron todos al Café de Marco y allí tomaron aguardiente francés, mientras entonaban una nueva canción: «La América toda se conmueve al fin». Durante varios días prosiguieron los tumultos y las confusas reuniones y libaciones, hasta el punto que el cordobés Juan Bautista Bustos -capitán de Arribeños- proyectó disolver el nuevo club a balazos. Más diplomáticamente, Saavedra optó por enviar una nota de felicitación a los fundadores de la Sociedad Patriótica, convencido de que todo se reducía a una inofensiva peña literaria.
Los paraguas de la Plaza de Mayo. Las escenas que se nos han mostrado desde nuestra niñez, de aquella jornada del 25 de mayo de 1810, vivida por el pueblo de Buenos Aires, exigiendo saber lo que se estaba tratando en el interior del Cabildo, parece ser hoy la fantasía de un artista que quiso ponerle una nota de color a esos porteños que manifestaban bajo la lluvia. No eran tantos los paraguas que los resguardaban de las inclemencias del tiempo.
Esos adminículos eran muy caros en esa época y los pocos que había, los vendía Domingo Matheu en su tienda de abastos a quienes disponían de medios para hacerlo (mayormente españoles ricos) y muy pocos de ellos se hicieron presentes en esa multitud, donde el simple pueblo, la gente llegada de la campaña y muchos enfervorizados hijos de esta tierra, aguantaban estoicamente la lluvia, hasta que Juan José Paso les dijo qué es lo que pasaba puertas adentro del Cabildo.
El verdadero nombre de la Primera Junta de Gobierno. El historiador ENRIQUE DE GANDÍA ha señalado que debe computarse como errónea la denominación de Primera Junta a la surgida bajo la presidencia de Saavedra. No fue la primera de Buenos Aires, sino la segunda. No fue la primera del Rio de la Plata, sino la tercera.
Las anteriores fueron, en efecto: la de Montevideo, instalada el 21 de setiembre de 1808 y la de Buenos Aires, instalada el 22 de mayo de 1810, esta última presidida por el virrey Cisneros. En todo caso, cabe aclarar que la precedencia de la Junta del 25 de Mayo, debe aceptarse como la inicial del nuevo gobierno patrio.
Que por otra parte, agregamos nosotros, la Primera Junta de Gobierno surgida luego de la Revolución del 25 de Mayo de 1810, que todos conocemos como “Primera Junta de Gobierno Patrio, se llamó en realidad “Junta Provisional Gubernativa de la Soberanía de nuestro amado Señor Don Fernando VII”.
Existió la jabonería de Vieytes? . La jabonería de Vieytes si existió. Funcionaba en una casa de la calle Méjicoentre Bernardo de Irigoyen y Lima (nomenclatura actual), pero no era de Vieytes. Era de Nicolás Rodríguez Peña
La sociedad de los siete. También se ha hablado desde siempre que la revolución de 1810 fue promovida por misteriosas logias secretas, entre ellas la “Sociedad de los Siete”. Sin embargo, no existe ninguna prueba de que haya existido tal institución.
Hubo algunas reuniones, es cierto, en la famosa jabonería de Vieytes, pero las principales se hacían en los cuarteles y en alguna casa particular, como las de Martín Rodríguez y de Juan José Viamonte, en el actual número 682 de la calle con su nombre. Pero en ninguna fuente documental surge la Sociedad de los Siete, ni siquiera en los recuerdos escritos de los próceres de aquel tiempo.
Liniers sedicioso o revolucionario?. Se ha dicho reiteradamente que Santiago de Liniers conspiró contra la Junta de Gobierno, luego del 25 de mayo, pero el prestigioso historiador ENRIQUE DE GANDÍA probó indubitablemente, que los movimientos sediciosos del ex virrey de Buenos Aires, habían comenzado varios días antes del 25 de mayo, es decir que más que derrocar a un gobierno, buscaba que no se instalase este gobierno..
Moreno, la Gazeta y la Biblioteca. En cuanto a otros mitos vinculados con los días posteriores al 25 de Mayo, quedan por lo menos dos de gran importancia: los que le adjudican a Mariano Moreno la fundación de la Gaceta de Buenos Aires y de la Biblioteca Pública, hoy Biblioteca Nacional. En realidad, no hay nada de eso.
No existe un solo documento que pruebe la autoría del ilustre patricio en ambas iniciativas. “El periódico de Mayo no fue fundado por Moreno, sino por la Junta de Gobierno”. Lo mismo ocurrió con la Biblioteca, una creación exclusiva de las autoridades en pleno, no de una persona en particular.
Gustavo Martínez Zuviría sostuvo en 1936 que el fundador de la Biblioteca había sido un sacerdote: Luis José de Chorroarín. Luego, Ricardo Levene tomó partido por Moreno. Héctor C. Quesada, en cambio, le adjudicó el mérito de la iniciativa a la Junta. Chorroarín, sí, fue el primer Director, como también fue – hecho olvidado- el creador de la bandera argentina de guerra.
El mito de los mitos. “Claro que el mayor mito de la historia argentina sería un colmo, si tuviera algún fundamento. Nos referimos a la posibilidad de que la Revolución de Mayo no fuera ninguna revolución, sino un sincero acto de adhesión a Fernando VII. El único que creyó en el pasado semejante teoría fue Juan Manuel de Rosas, conocido por su hispanofilia.
Entre los autores modernos, Enrique de Gandía es el más entusiasta sostenedor de la tesis. Desde luego que aceptarla -aun a costa de sacrificar la amena curiosidad del mito de los mitos- sería no comprender absolutamente nada de lo que ocurrió después.
“Equivaldría a negar la guerra de la Independencia, la Campaña de los Andes y a borrar de un plumazo las primeras batallas nacionales, ya que nuestros ejércitos habrían estado empeñados en luchar contra fantasmas”. Equivaldría también a desviar la atención de los innumerables documentos existentes sobre el carácter revolucionario de la única revolución de la historia argentina: el glorioso movimiento que se produjo el 25 de mayo del año 1810”.
Acerca de la Bandera Argentina
Por Fernando Halperin). «Aquí está la bandera idolatrada/ la enseña que Belgrano nos legó…», dicen unos versos que, hoy son cantados hasta el cansancio en las escuelas primarias. Lo interesante, curioso -y, por qué no, divertido- es sumergirse en uno de los episodios más conocidos y borrosos de la historia del país: los orígenes y la creación de la Bandera. Pero, ¿conocidos y borrosos…? Parece una contradicción y sin embargo no lo es.
Son conocidos porque, en apariencia, cualquier persona sabe sobre Belgrano y sobre el cielo azul que inspiró su creación. También sobre la franja central blanca de la bandera que simbolizaba… ¿las nubes?, ¿o era la nieve?. Si la curiosidad por contestar esas preguntas, por ejemplo, demanda algo más de investigación, entonces el origen de la Bandera se convierte en un episodio borroso que no contempla certezas de nada. Se sabe, sí, que fue el 27 de febrero de 1812, en Rosario, el día que Belgrano izó en una pequeña fortificación a orillas del Paraná, la primera bandera celeste y blanca. También sabemos por qué”.
«Belgrano advirtió la necesidad de diferenciar los ejércitos patriotas de los españoles, a los que se combatía», explica Guillermo Palombo, del Instituto Belgraniano. El investigador, junto con Valentín Espinoza, publicó «Documentos de la historia de la bandera argentina», editado por el Instituto de Estudios Iberoamericanos)”.
«Sucede que hasta ese momento los ejércitos patriotas utilizaban como insignias las banderas reales. Esto, porque si bien la idea de independencia pisaba fuerte entre los patriotas, no estaba clara la conveniencia de romper del todo con la corona española. Así, se daba el curioso caso de que ambos bandos luchaban bajo las mismas banderas. Y nadie se había animado hasta entonces a enarbolar una diferente, que significaba ruptura.»
Pero Belgrano sí se animó. Y por eso recibió un enorme reto del Triunvirato, que lo obligó a arriar esa enseña y esconderla. Pero, ¿cómo era esta primera bandera?. «Las controversias se originan en que Belgrano informó sobre la nueva bandera, pero no la detalló, explica Palombo,
Según sus palabras, la mandó hacer “celeste y blanca, conforme con los colores de la Escarapela Nacional”. Y los documentos oficiales dicen que, entonces, la escarapela no era exactamente como la de ahora, sino celeste en el centro con los bordes blancos. Belgrano, simplemente, la convirtió en bandera: una franja superior blanca y una inferior celeste. Si hubieran sido tres las franjas, probablemente lo habría aclarado.»
Otros datos parecen confirmar esta teoría. SAN MARTÍN confeccionó la bandera del Ejército de los Andes de dos franjas, blanca la de arriba y celeste la de abajo, a imagen y semejanza de la de Belgrano -según dice- y la presentó en 1817 como la primera bandera de la libertad que se había levantado en América.
Luego, en un retrato al óleo de Belgrano pintado en Londres por Charbonier, en presencia del prócer, se advierte de fondo un soldado con la bandera de dos franjas. ¿Por qué Belgrano no habría corregido al artista si se hubiera tratado de un error?. ¿Dos o tres franjas, entonces? La duda sigue sin responderse.
Pero tratar de determinar el porqué de los colores es más complicado todavía. Las hipótesis incluyen algunas incómodas para nuestra concepción del prócer, como aquella que atribuye la elección de los colores a la admiración de Belgrano por la monarquía española. El celeste y el blanco son-y eran entonces- los colores de la casa de Borbón.
Podría ser, como una medida conciliadora para no caldear aún más los ánimos (1). Se dice, también, que los colores habrían sido tomados del manto de la Virgen o que fueron símbolo de la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, y muchas cosas más. Pero entonces, ¿Cuál fue el papel de Belgrano en la creación de la Bandera?. Bueno, es cierto que encontró la lógica en la escarapela. Pero al fin y al cabo, él fue quien la hizo, concluye el investigador Palombo.
Los colores nacionales (Hialmar Edmundo Gammalsson). «En algunas notas periodísticas se ha aseverado últimamente que las cintas repartidas en mayo de 1810 eran rojas y blancas y no blancas y celeste, como la tradición lo señala.
Sin entrar a polemizar en el tema y al solo efecto de evitar la confusión de los lectores que podrían suponer que los colores celeste y blanco no tuvieron significación política en aquel tiempo, resulta oportuno destacar que con anterioridad a 1810 estos colores fueron usados por los argentinos.
El hecho se remonta a 1806. Pocas semanas después de la ocupación de Buenos Aires por las tropas de Beresford, JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN, sus hermanos Juan Andrés y José Cipriano y un calificado grupo de criollos, puestos de acuerdo con Liniers para reconquistar Buenos Aires, reclutaron voluntarios de caballería en la ciudad y la campaña, concentrándolos en la Villa de Luján.
Actualmente los devotos de la Virgen adquieren allí medallas, estampas y pequeñas imágenes para conservarlas en recuerdo de su peregrinaje. En aquella época, estos objetos de culto no existían o no estaban al alcance de todos, pero sí lo estaban las llamadas “medidas de la Virgen”, todavía hoy en uso, que cumplían el mismo objeto. Consistían en dos cintas, una celeste y la otra blanca, como el manto y la túnica, y de un largo, igual a la altura de la imagen. De allí su nombre.
Los voluntarios, durante su permanencia en el lugar, se encomendaron a la Virgen y el cura párroco Vicente Montes Carballo los proveyó de esas cintas, que prendieron en sus pechos, a manera de protección espiritual. El 31 de julio, ante el inminente arribo de Liniers desde Montevideo, marcharon a los Caseríos de Perdriel, donde con la misma mira, el ingeniero Sentenach había concentrado otro grupo de voluntarios.
A todos ellos se les unieron tropas regulares provenientes de la frontera del Salto y como las fuerzas de Pueyrredón, carecían de uniforme, las cintas celestes y blancas vinieron a servirles de distintivo de los demás voluntarios.
El 1o de julio de 1806, Beresford, enterado por sus espías de ese agrupamiento de tropas, los atacó por sorpresa antes de que se organizaran. Este fue el primer combate en que actuó la caballería argentina, a cuyo mando se hallaba JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN.
Después de la dispersión volvieron a reunirse en San Isidro, incorporándose a las fuerzas de LINIERS y actuando en todas las acciones hasta la rendición de los ingleses. Con estos voluntarios Pueyrredón formó inmediatamente el primer regimiento argentino, los húsares del rey, conocido con el nombre de “Húsares de Pueyrredón”, manteniendo en el nuevo uniforme las cintas celestes y blancas.
Conviene puntualizar que los integrantes de ese cuerpo eran todos criollos y se hallaban imbuidos en las ideas de libertad e independencia sustentadas por sus jefes. Baste señalar su actuación en 1809 para corroborar el aserto.
Después de la prisión y de la fuga de Pueyrredón, tomó el mando Martín Rodríguez y su voto en el Cabildo Abierto, siguiendo la orientación de Saavedra y apoyado por los criollos, señaló el triunfo de mayo. En la «Gaceta Mercantil»‘ N° 840 de agosto de 1816. firmado por «Un agradecido a los reconquistadores de 1806» que decía así:
«El día 14 de agosto del año seis salieron los reconquistadores con un distintivo en la cadena del reloj para conocerse y era la cinta celeste y blanca; bajo el mismo pretexto pasaron el distintivo el día siguiente diez y seis, a un ojal del chaleco y formaron la reunión de lo más lúcido de este pueblo en casa de don Juan Martín de Pueyrredón, de donde salió el cuerpo de oficiales del primer escuadrón de húsares.
El 26 del mismo mes y año se presentó en la plaza de la Victoria este primer escuadrón, con Juan Martín de Pueyrredón a la cabeza como su comandante, sin insignias militares españolas, colocadas en su lugar las republicanas que hasta hoy cargan nuestros sargentos y cabos, entonces dicinviros y quintiviros,
En defensa de Belgrano. Basta leer con atención las memorias del benemérito ciudadano Manuel Belgrano para advertir su sincera religiosidad y el encono que le causaban las instituciones anacrónicas hispanas contra sus dominios en América. Resulta por lo tanto inadmisible que para los colores de la bandera argentina los eligiera de los de un regimiento o de una orden militar española.
Todo ello y lo que antecede, persuaden al autor que Belgrano, también precursor de la independencia, escogió los colores de los revolucionarios. Durante su gobierno, el general JUAN MANUEL DE ROSAS mandó usar los colores azul y blanco». Este artículo fija con precisión los colores que usaron los independistas. En 1826, había verdadera libertad de prensa y nunca fue desmentido. Por otra parte, como sólo distaban veinte años de los hechos aquí relatados, vivían aún muchos de sus protagonistas (Publicado en el Diario «La Prensa» de Buenos Aires, el 23 de mayo de 1986).
Acerca del Himno Nacional Argentino.
Fue escrito por VICENTE LÓPEZ Y PLANES EN 1812 y la música la compuso BLAS PARERA EN 1813. Originalmente fue denominado “Marcha patriótica”, luego “Canción patriótica nacional” y posteriormente “Canción patriótica”. Una publicación en 18847 comenzó a llamarla “Himno Nacional Argentino” y así quedó bautizada hasta nuestros días.
Duración y nombres. La versión original del himno duraba 20 minutos y en 1924 fue abreviado a entre 3 minutos 30 segundos y 3 minutos 53 segundos. En cuanto al nombre de nuestra canción patria, sabemos que se la conoció como “Canción Patriótica”, “Canción Nacional”, “Himno Patriótico”, “Marcha Nacional” o “Marcha Patriótica”, hasta que en 1847, apareció una publicación donde se la llamaba «Himno Nacional Argentino», y así quedó hasta nuestros días.
En algunas publicaciones extranjeras, aparece erróneamente bajo el nombre de ¡Oíd, mortales!, que son las primeras palabras de la canción.
Quién y cuándo se dispuso su composición?. Una versión dice que fue la Asamblea General Constituyente del Año XIII la que ordenó componer el himno con fecha 6 de marzo de 1813 y otra versión dice que fue el Primer Triunvirato, quien, entendiendo que debía darle al pueblo un canto nacional de mayor importancia que el que hasta entonces se entonaba, mediante un oficio del 22 de julio de 1812 dirigido al Cabildo de Buenos Aires, le sugirió a éste que mandase a componer «una marcha de la patria», para ser ejecutada al principio de las funciones teatrales, debiendo el público escucharla de pie y descubierto, así como en las escuelas al finalizar diariamente las clases.
La primera vez que se cantó. La Historia dice que la obra fue presentada el 25 de mayo de 1813, y que el día 28 de ese mismo mes se cantó por primera vez en el Teatro Coliseo, durante una función conmemorativa del aniversario de la Revolución de Mayo, pero según la tradición, se cantó por primera vez el 14 de mayo de 1813, en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, siendo esta dama quien interpretó sus estrofas y es sabido que lo hizo casi a escondidas, porque a pesar de que ya se había declarado la independencia de la corona española, intelectualmente aún se dependía de ella y sus órdenes fueron que no se la cantara, por considerarse que algunas de sus estrofas podían considerárselas como un agravio a España.
Acerca de La letra. Sufrió tantos cambios, que ya casi nada queda de su versión original. La letra original del Himno Nacional, era marcadamente independentista y antiespañola, como correspondía al espíritu de la época y así se cantó a pesar de las numerosas críticas por parte de representantes diplomáticos españoles y las protestas de Inglaterra, que a través de su embajador, lord Strangford, había hecho saber al gobierno de Buenos Aires «lo loco y peligroso de toda declaración de independencia prematura» (recordemos que en esa época, Inglaterra se oponía vigorosamente a todo intento de autonomía en las colonias de España, su aliada en la guerra contra Napoleón)
Luego, desaparecido el furor de la contienda contra España, en aras de un acercamiento político con ésta, la canción nacional sufrió en su enunciado una modificación de forma en lo relativo a aquella parte que pudiera tener un concepto peyorativo para otros países y entonces, la Asamblea del año XIII, pidió que se efectuara “un arreglo» de la letra, para que el himno quedara más acorde con los nuevos vientos que soplaban.
Desaparecen entonces estrofas que anunciaban que «se levanta a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación». Se infiltran, en cambio, conceptos monárquicos tan en boga entonces, cuando los próceres competían para imponer la candidatura de algún príncipe europeo (portugués, francés y hasta un italiano), para gobernar en el Río de la Plata.
No extraña entonces el «ved en trono a la noble igualdad», afrancesamiento relacionado con el propósito de coronar al duque de Orleans (aunque otros autores señalan que los orleanistas no estaban a favor de la «noble igualdad» de la revolución francesa, sino que por el contrario, eran partidarios del “antiguo régimen”. O aquello de «sobre alas de gloria alza el pueblo, trono digno a su Gran Majestad», estrofa desaparecida en la versión definitiva. O «ya su trono dignísimo abrieron, las Provincias Unidas del Sur»
El 30 de marzo de 1900, durante la segunda presidencia del general Julio Argentino Roca, mediante un decreto refrendado con la firma del Presidente de la Nación y de los ministros Luis María Campos, Emilio Civit, Martín Rivadavia, Felipe Yofre, José María Rosa y Martín García Merou, se dispone que “Sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta:
Artículo 1°. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la primera y la última cuarteta y el coro de la Canción Nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de mayo de 1813″. Desaparecieron así las marciales referencias a «los bravos (argentinos), que unidos juraron su feliz libertad sostener, a esos tigres sedientos de sangre (los españoles) fuertes pechos sabrán oponer». También se quitó: «Son letreros eternos que dicen: aquí el brazo argentino triunfó, aquí el fiero opresor de la Patria (el soldado español) su cerviz orgullosa dobló».
Acerca de la música. La Historia nos dice que la Asamblea General Constituyente del Año XIII, el 12 de mayo de 1813 le encargó componer una nueva música a Blas Parera y otra versión dice que éste la compuso el 6 de marzo de ese año en la casa de Esteban de Luca, trabajando durante toda esa noche.
Otro detalle misterioso alrededor de eso es que en 1817, Parera sigilosamente abandonó la Argentina y luego de vivir varios años en Río de Janeiro, se radicó finalmente en España, donde murió. Sobre estas circunstancias, se ha especulado mucho, diciéndose que se ausentó del país, humillado por haber sido obligado a componer esa música y al respecto, el musicólogo Carlos Vega explica que “meses antes de su partida, el gobierno del Directorio, exigió a todos los españoles residentes juramento de fidelidad a la patria naciente y morir por su independencia total, legalizando su adhesión mediante una carta de ciudadanía. Podría ser que la adopción de la nacionalidad argentina hubiera sido una imposición demasiado dura para el catalán, y acaso la causa de su intempestivo abandono del país.
En 1860, la música del Himno experimentó una nueva modificación que le fue encomendada al músico Juan Pedro Esnaola, quien realizó una versión orquestada mucho más rica desde el punto de vista armónico, que la original de Blas Parera. Con el andar del tiempo la música original, fue sufriendo transformaciones diversas, hasta que el pleito suscitado por la autoría de la música del Himno Nacional, tuvo solución definitiva, cuando se resolvió adoptar la versión de PEDRO ESNAOLA, maestro de música argentino, que basándose en anotaciones de Blas Parera, publicó en 1860, la versión que será la definitiva..
El 2 de agosto de 1924 el Presidente Marcelo Torcuato de Alvear, creó una Comisión constituida por Floro Ugarte, Carlos López Buchardo y José André, para componer una nueva versión oficial del Himno Nacional y gracias al hallazgo de una antigüa partitura en el Museo Histórico Nacional, atribuida a Blas Parera, a la que la comisión introdujo arreglos, una nueva versión, se pudo estrenar al público en el Teatro Colón el 25 de mayo de 1927.
Sin embargo, debido a las críticas que trajo el «nuevo Himno», por medio de un decreto de septiembre de 1928 Alvear armó una nueva comisión, en donde se aconsejó hacer una versión más fiel a la escrita por Juan Pedro Esnaola y es por eso que hoy en día, la versión vigente del Himno Nacional Argentino, corresponde a la transcripción realizada por Luis Lareta, que se ajusta a lo acordado el 25 de septiembre de 1928 por el Poder Ejecutivo de la Nación.
Finalmente, mediante el Decreto 10.302 emitido en 1944, quedaron firmemente establecidas, su forma de ejecución y el texto que será cantado, formas y textos que son los que cantamos.
Acerca de algunos de nuestros próceres
Mariano Moreno. Era un tipo desequilibrado, como dice Miguel Ángel Scenna?. Un tipo equilibrado no podía haber hecho la revolución que hizo. Menos mal que Moreno era un tipo desequilibrado. Me llama la atención cómo todavía seguimos negando que lo mataron, cuando es tan obvio que lo mataron.
Hay una carta dirigida al gobierno inglés, escrita antes de que su barco llegara a Inglaterra, en la que se le nombra un reemplazante. Visitaron a la mujer y le dejaron un pañuelo negro. Había muchos elementos para entender que a Moreno lo habían envenenado. Es obvio que lo mataron. Era una pelea sobre cómo iba a ser la revolución. Moreno es de alguna manera lo más genuino de la revolución. Saavedra es la revolución instalada, el “establishment”.
A lo mejor Moreno tenía que ser el tipo consumido por la revolución. Alguien siempre termina pagando el pato. A mi me sigue asombrando lo joven que era, un chico de 30 años, cuyos retratos más conocidos no lo retratan verdaderamente (extraído de “Argentinos”, una obra de Jorge Lanata).
Martín Miguel de Güemes. Los retratos que tenemos de este prócer, no reflejan su auténtica fisionomía. Fueron hechos tomando como modelo, un retrato de su hermana (extraído de “Argentinos”, una obra de Jorge Lanata).
La personalidad de Manuel Belgrano. “Me parece buenísimo que todo el mundo piense que era gay y en realidad era terrible mujeriego. Era un tipo que se podría haber quedado en su casa y no lo hizo. Y que desobedeció a todos los que se le pusieron en el camino: al Triunvirato, al Ejército.
No es eso lo que nos enseñaron: el que nos enseñaron era un tipo de pelo con jopito que parecía El Fugitivo, con una apariencia muy dócil. Tendría voz de pito, sería enano, pero debía tener un carácter muy fuerte porque hacía lo que quería. Hay historias de mucha entrega en el período de la Revolución.
A Belgrano le tuvieron que hacer la tumba con el mármol de la cómoda. Se murió sin un peso. Cuando ganó Tucumán y Salta, toda la plata que le dieron la donó para hacer escuelas en Tucumán y en Salta. Y él no tenía plata. San Martín estaba más predestinado a lo que fue. Belgrano no, Belgrano pasaba por ahí” (extraído de “Argentinos”, una obra de Jorge Lanata).
Juan Manuel de Rosas. “Yo hubiera estado en contra de él porque avanzaba sobre las libertades individuales. Era un patrón de estancia, pero un patrón de estancia argentina, algo que hasta ese momento nadie había sido. Y aunque fuera paternalista, tuvo hacia los indios una política que no tuvieron los gobiernos liberales posteriores. Hacía acuerdos, mantenía comercio con ellos, difundió la vacuna antivariólica entre los indios: no los exterminaba.
Hubo una sociedad que hizo de Rosas su dictador. Rosas inaugura una contradicción que después es eterna en la historia argentina: la de la mano fuerte. Lo de todos los poderes: discutimos esto en un país en el que se le dan todos los poderes a un ministro de Economía” (extraído de “Argentinos”, una obra de Jorge Lanata).
Dudas sobre el lugar de nacimiento del general SAN MARTÍN. “En mi opinión, las fechas que se manejan, son totalmente incompatibles con la hipótesis que pretende probar su bastarda filiación». Los documentos que conocemos dicen que nació en Yapeyú el 25 de febrero de 1778, que fue el cuarto hijo del matrimonio constituido con aprobación real (como correspondía al rango de los contrayentes) del capitán Juan de San Martín, teniente gobernador de la secularizada provincia de Yapeyú, de las Misiones Jesuíticas, con Gregoria Matorras, “doncella noble”, tal como figura en actas, y sobrina del famoso conquistador del Chaco Jerónimo Matorras, otrora alférez real del Cabildo de Buenos Aires.
«Don Diego de Alvear y Ponce de León, el personaje en cuestión, nació en España, de alta cuna, educado conforme los preceptos de su clase, y termina sentando plaza de guardia marina en Cádiz, carrera que ha de satisfacer sus expectativas de mares y de aventuras.
Se especializa en astronomía, en observar y medir mareas, corrientes y vientos, fijar longitudes y latitudes, y trazar cartas y mapas de navegación; en fin, se adueña del arte del pilotaje. «Con todo ese bagaje y años de práctica está listo para servir a la corona y los vientos lo traen a nuestro continente por primera vez con escasos veinticinco años, a fines de 1774, rutina por años se ha de remitir sólo a recorrer las costas”.
«Sólo se internará en nuestro territorio el 29 de diciembre de 1783, fecha en que se inician las demoradas expediciones demarcadoras de límites entre las posesiones en litigio, de España y Portugal, estipuladas en el Tratado de San Ildefonso. Momentáneamente, su familia queda en Buenos Aires pero después, durante dieciocho años, lo han de seguir en la más atrabiliaria aventura que se pueda imaginar.
Pepa Balbastro, de agraciada belleza y distinguida cuna, emprenderá su destino a poco de dar a luz a su segunda hija; los demás habrían de nacer en aquellas regiones vírgenes o riesgosas por mal habitadas. Uno de aquellos hijos sería Carlos María, el general vencedor de Ituzaingó, el mismo que junto con su padre, muchos años después, sería el único superviviente, tras el trágico retorno a España”.
“Acortando tiempos y penurias en los tortuosos caminos que ha de seguir Diego de Alvear, lo encontramos llegando a Yapeyú, sólo en noviembre de 1786. Para esa fecha la familia San Martín ya no estaba allí, como se pretende. «En la Historia de Mitre leemos que «O en la misma época, hacia fines de 1786… “a la edad de ocho años, después de una corta permanencia en una escuela de primeras letras en Buenos Aires, San Martín pasó a España en compañía de sus padres, ingresando poco después como alumno del Seminario de Nobles de Madrid (…) en el que por otra parte, sólo permaneció dos años, adquiriendo únicamente algunos rudimentos de matemáticas y principios de dibujo”. “No había cumplido los doce años, en julio de 1789, cuando colgando de su hombro los cordones de cadete del Regimiento de Murcia dio comienzo a su verdadera educación” (Otilia Vázquez de Castro) otilia@proyecto2001.com.ar
Dudas sobre la filiación de San Martín. Todos sabemos que el general José de San Martín era hijo del capitán español Juan de San Martín y de Gregoria Matorras, pero una de las descendientes del general Carlos María de Alvear, apoyada por algunos expertos, no lo cree así y en algún momento, hasta intentaron exhumar el cadáver del prócer para practicar el examen de ADN. Veamos qué es lo que dicen los protagonistas de un reportaje realizado por el periodista Alberto González Toro y publicado en el diario Clarín” de Buenos Aires en su edición del 3 de agosto del año 2000:
“El diario íntimo de una nieta de don Diego de Alvear y Ponce de León, que permaneció oculto durante casi ciento veinte años, puede resultar clave para establecer si el general José de San Martín fue hijo ilegítimo del noble español y una india guaraní. Apoyándose en este diario, el investigador Hugo Chumbita, el genealogista Diego Herrera Vegas y un descendiente directo de la familia Alvear, Ramón Santamaría’, conversaron con el senador Carlos De la Rosa (PJ), quien fuera titular de la Comisión de Cultura del Senado de la Nación.
«Nuestra intención es que los legisladores conozcan las memorias de Joaquina de Alvear y que se investigue su contenido -dijo Chumbita-. Ella afirma que San Martín es hijo de don Diego de Alvear y de una indígena guaraní. Nosotros solicitaremos que el Poder Legislativo inicie un estudio profundo, consultando al Instituto Sanmartiniano y a la Academia de Historia.
Por nuestra parte, agregaremos más pruebas que, creemos, documentarán lo que afirma Joaquina de Alvear. Si no se llegara a un acuerdo entre los historiadores convocados, pediremos que se realice un análisis de ADN de los restos de San Martín y de Carlos de Alvear.»
Después de escuchar con mucha atención, el mendocino De la Rosa respondió: «Usted comprenderá que exhumar el cadáver de San Martín no es una tarea menor». Chumbita sostuvo: «No se olvide que la Nación es depositaría de los restos del Libertador».
El legislador peronista pensó unos segundos antes de decir: «La Comisión de Cultura, que yo presido, va a invitar a los miembros del Instituto Sanmartiniano y a otros organismos oficiales para discutir la petición que hacen ustedes. Yo soy de la provincia más sanmartiniana de la Argentina. La chacra que tenía el general estaba situada en el actual departamento de San Martín», agregó De la Rosa, como para entrar más en «ambiente».
Herrera Vegas contó que es «depositario» del diario de Joaquina desde el año 1958, cuando lo encontró entre los papeles de su abuelo. «Después viajé a Venezuela, y me olvidé del documento. Pero cuando regresé, lo volví a encontrar. Hace tres años, mi madre me puso este libro sobre mi escritorio. Era evidente que Joaquina me “perseguía»‘.
Uno de los que vieron el diario, Enrique Mario Mayochi, miembro del Instituto Sanmartiniano, sacó una fotocopia, que después, según Herrera Vegas, acercó a José Ignacio García Hamilton, autor de “Don José”, una heterodoxa biografía de San Martín que ya ha vendido más de 60 mil ejemplares. MAYOCHI, sin embargo, relativizó la importancia de lo escrito por Joaquina.
RAMÓN SANTAMARÍA, descendiente de la familia ALVEAR, está convencido de que Joaquina no inventó nada: «Se trata de un libro personal que escribió para ella, que jamás pensó publicar. En la familia se rumoreaba que, en Buenos Aires, en la casa de Pepa Alvear (donde actualmente funciona el Museo de Arte Decorativo), casada con el diplomático chileno Errázuriz, se guardaba un misterioso arcón».
El ex presidente Marcelo Torcuato de Alvear, temeroso de que «algo de esto » pudiese trascender, reunió un día a su familia y les dijo: «Sí, señores, es cierto: San Martín era hermano de Carlos de Alvear. Pero esta historia se termina aquí. Si alguien tiene una carta, un documento o cualquier papel que se refiera al caso, me lo entrega a mí». Al menos, así lo contó Santamaría, quien aclaró que los descendientes de Alvear son más de quinientos, y que la mayoría de ellos viven en Buenos Aires.
Las memorias de Joaquina, escritas en la década de 1870, están escritas con letra pequeña en un Libro Mayor de Comercio; en las columnas del Debe y el Haber, la mujer iba pegando artículos periodísticos, cartas y papeles inéditos. Contaba, además, sabrosos detalles de la vida cotidiana. Joaquina murió en 1880. No sabía que ciento veinte años después, más allá del olvido y del silencio, su diario iba a llegar al Congreso de la Nación. No podía saber que, en el lejano año 2000, provocaría una sorda batalla alrededor del general José de San Martín.
Acerca de otras dudas
Cuál fue el verdadero nombre del Primer Triunvirato?.. El primer Triunvirato en realidad se llamaba “Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata a nombre el Señor don Fernando Séptimo”.
Donde están los restos del virrey DEL PINO?. Se sabe que en Buenos Aires yacen los restos de Joaquín del Pino y Rozas, virrey que aquí murió el 11 de abril de 1804, pero no se sabe dónde. En la mañana del 13 de abril, el cadáver del virrey fue conducido a la Catedral de Buenos Aires, en cuyo panteón recibió sepultura.
Pero después de tantas remodelaciones, dónde están ahora los restos de don Joaquín?. Seguramente en algún rincón del templo, sin posibilidad alguna de identificación. Posiblemente, con el correr de los tiempos, se mezclaron con otros restos o se retiró la lápida que los identificaba o se los trasladó de lugar. Nada se sabe al respecto, aunque seguramente, en algún lugar de nuestra Catedral están y allí permanecerán hasta la consumación de los tiempos (adaptado de un texto de Enrique Mario Mayochi).
Quién mandó matar a Facundo Quiroga?. El 16 de febrero de 1835, a las once de la mañana, JUAN FACUNDO QUIROGA fue emboscado por una partida comandada por el miliciano SANTOS PÉREZ en Barranca Yaco, provincia de Córdoba y muerto de un tiro que le penetró por el ojo derecho. La noticia recién llegó a Buenos Aires el 16 de febrero de 1853, traída por el correo apellidado MARÍN, que habiendo logrado huir, dio cuenta del hecho al juez pedáneo de la posta de Sinsacate, PEDRO LUIS FIGUEROA, aterrado por lo que había visto en Barranca Yaco, aquella calurosa mañana.
El magistrado, de inmediato se puso en marcha con una carretilla y gente armada y llegaron al sitio del drama al atardecer. Allí vieron el cadáver desnudo de Quiroga, con un ojo hundido por una bala, un culatazo en la sien y una herida en la garganta. Encontraron otros cadáveres, pero no así el de JOSÉ SANTOS ORTIZ y el juez Figueroa comunicó aquella misma noche la noticia al Gobernador de Córdoba, coronel JOSÉ VICENTE REYNAFÉ.
El asesinato de QUIROGA causó conmoción y sospechas en las provincias del norte y el oeste, territorios que dominaba el caudillo riojano, y como en una novela policial, rápidamente comenzaron a barajarse los nombres de los posibles instigadores y entre ellos aparecieron los de ROSAS y el mismo REYNAFË, pero nadie se atrevió a ir más adelante.
Durante los meses siguientes, este último, quizás queriendo alejar las sospechas de si, lanzó acusaciones sobre otros dirigentes del interior y hasta dirigió una supuesta investigación, encargando al mismo SANTOS PÉREZ para que detuviera a los ejecutores del crimen, pero los rumores y veladas acusaciones cayeron finalmente sobre los REYNAFÉ.
Fue entonces, cuando JUAN MANUEL DE ROSAS, decidido a castigar a quienes se creía los instigadores del crimen, ordenó que los hermanos REYNAFÉ, compareciesen ante un Tribunal (ver “Rosas y el asesinato de Quiroga”). Al no tener respuesta por parte del gobierno de Córdoba, puso a la provincia bajo interdicto, interrumpiendo todas sus comunicaciones, pero se le permitió terminar su mandato a REYNAFÉ.
Cuando esto se produjo, ya con un nuevo gobernador en la provincia (PEDRO NOLASCO RODRÍGUEZ), los hermanos fueron enjuiciados en su provincia y se los declaró inocentes. Rosas ordenó entonces que se le entregase a los acusados, quienes fueron sometidos a nuevo juicio en Buenos Aires, donde se los condenó a muerte. El 25 de octubre de 1837, los hermanos JOSÉ VICENTE y GUILLERMO REYNAFÉ fueron fusilados junto con SANTOS PÉREZ, jefe de la partida que cometió el crimen y tres de los soldados que tomaron parte (Acotemos que JOSÉ ANTONIO había muerto poco antes en la cárcel). Después, los cuerpos de los tres principales acusados fueron colgados y exhibidos en la Plaza de Mayo, durante seis horas.
Con este siniestro espectáculo no se dió fin a la tragedia que había tenido lugar en Barranca Yaco, porque como parece ser, que la muerte de QUIROGA, le era útil a los REYNAFË porque el caudillo riojano competía con su poder, pero también era cierto que esa muerte, favorecía los planes políticos de ROSAS, rápidamente surgió la duda, que persiste hasta hoy entre los herederos del fanatismo que enfrentó a unitarios y federales: quién mandó matar a FACUNDO QUIROGA? (ver “Asesinato de Facundo Quiroga”)
Porqué al general SAN MARTÍN no se le permitió regresar a Buenos Aires en 1829?–En marzo de 1829, el general SAN MARTÍN estando exiliado en Francia, se enteró de que la guerra civil volvía a enfrentar a los argentinos e intentó regresar a Buenos Aires, deseando servir al cese de las hostilidades, pero no se le permitió desembarcar y volvió a Montevideo, donde permaneció por espacio de tres meses, esperando que se reviera esa prohibición, pero no llegada ésta, retornó a Europa.
Recordemos que uno de sus antiguos subordinado, el general JUAN GALO DE LAVALLE, había derrocado y fusilado al gobernador de Buenos Aires, MANUEL DORREGO y le ofreció a San Martín la gobernación de esa provincia, pero que éste, juzgando que la situación a que había llevado el enfrentamiento, solo se resolvería por la destrucción de uno de los dos partidos Unitarios y federales), declinó el ofreciendo manifestándole a Lavalle que: «el general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos”.
Recordemos también que su defensa de las soberanías provinciales, su enfrentamiento con el “ultra” unitario Bernardino Rivadavia”, y su clara oposición a la hegemonía porteña, pueden ser las claves para comprender esta negativa (ver “El general José e San Martín”).enlace externo.
La muerte de Mariano Moreno. Todos sabemos que MARIANO MORENO murió en alta mar, durante su viaje a Europa en cumplimiento de una misión diplomática. Todos sabemos que murió víctima de una sobredosis de un medicamento que le suministró en capitán del barco en el que viajaba.
Pero nadie sabe su fue un accidente o un asesinato. Muchos opinan que su muerte se debió a la decisión de alguno de sus enemigos (de los tantos que supo cosechar en su breve carrera política), para acallar su vehemente defensa de principios e ideas, que quizás todavía, en esos años y circunstancias que vivía la Patria, no habían madurado convenientemente en la conciencia y el saber de sus compatriotas criollos.
La espada de SAN MARTÍN. En su testamento, el general San Martín, deja su espada en herencia, a JUAN MANUEL DE ROSAS (2) y todavía se pueden escuchar las airadas protestas de quienes desaprueban este gesto, que rescata del odio a quien fuera un muy controvertido gobernador de la provincia de Buenos Aires y las voces de quienes lo justifican, opinando que SAN MARTÍN quiso dejar constancias con su gesto, de su irrenunciable amor a la libertad y al respeto de la soberanía de los pueblos y solamente eso.
Cuáles fueron los delitos de Cochrane?. El general BERNARDO O’HIGGINS dirigió al general SAN MARTÍN un oficio muy reservado, en cuyo primer párrafo le dice: “No me sorprende cosa alguna lo que me indican sus apreciables del 29 y 6 de noviembre acerca del almirante TOMÁS ALEJANDRO COCHRANE.
Usted debe acordarse muy bien que repetidas veces conferenciamos y fundadamente recelábamos se verificasen alguna vez, los desgraciados acontecimientos sucedidos con tanto dolor nuestro y descrédito de la revolución, aunque esta parte no quepa a nosotros. ¡ Pero no nos quejemos de falta de previsión y sí de resolución!
Todos tenemos la culpa y la Logia en la mayor parte. Lo más temible, por último resultado, está que ese mismo dinero y escuadra nos pongan alguna vez en trabajos, así es que, de ningún modo conviene sacarlo fuera de la ley, porque entonces, asomándose a cualquier provincia independiente, enarbolaría nueva insignia, nos bloquearía los puertos, destruiría el comercio, estableciendo aduanas en las islas y situaciones más análogas y finalmente, uniendo sus intereses a los comerciantes extranjeros convendrían en ideas, no debiéndose esperar ventaja alguna de las circunstancias aparentes en la disposición de Sir Tomás Hardy, que hoy corre muy bien con él, mostrándome hasta la evidencia que trabaja por ganarlo enteramente para afianzar la utilidad del comercio británico y darnos la ley en punto a derechos y tal vez a política”.
(1). Si no olvidamos que la Primera Junta proclamada el 25 de Mayo de 1810, se llamó “Junta Provisional Gubernativa de la Soberanía de nuestro amado Señor Don Fernando VII”, las recurrentes menciones del rey Fernando VII como el “bienamado” y que cuando la Junta se enteró de que Belgrano había enarbolado una bandera con colores que no eran los de la española, se le ordenó esconderla, veremos como cierta, la versión de que el gobierno surgido de la Revolución de Mayo de 1810, todavía no era consciente de sus fuerzas, de su legitimidad, ni de su futuro !!, por lo que trataba por todos los medios de no exasperar más de lo que ya estaba a la corona española, hasta que se pudiera lograr que aceptara la nueva situación de sus colonias en América.
(2). “Como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”, dice SAN MARTÍN en su testamento.
Obras consultadas: “Hemeroteca particular”; Colección “Revista Todo es Historia”; “Estampas del pasado”, José Luis Busaniche, HYSPAMÉRICA; “Mármol y bronce”, J.M. Aubín; “El Himno Nacional Argentino”, Carlos Vega, EUDEBA, Buenos Aires, 1962; “Espadas y corazones”, Daniel Balmaceda, Editorial Sudamericana, 2015; “Símbolos nacionales”, Biblioteca del Congreso; “Historia de la Bandera Argentina”, Carlos A. Ferro, Editorial Depalma, Buenos Aires 1991; “Los símbolos patrios”, Dardo Corvalán Mendilaharsu, El Ateneo, Buenos Aires, 1962; “Documentos para la historia de la bandera argentina”, Guillermo Palombo y Valentín Espinosa, Buenos Aires, 2001; Artículo firmado por el historiador Armando Alonso Piñeiro, para la Revista La Semana);
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