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MAR DEL PLATA, LA CIUDAD FELIZ
Según lo cuentan los protagonistas de esta Historia, la ciudad de Mar del Plata comenzó a ser conocida como «la ciudad feliz» a partir de la corajeada de un empresario gallego que no soportó la humillación de un compatriota, agraviado por sus acreedores y esta es la historia:
Alrededor del año 1962 o 1963, llegó a LU9 Radio Mar del Plata un señor llamado JUAN PUENTE pidiendo consejos para revertir una situación que ponía en riesgo su futuro como nuevo propietario de la empresa “Zacarías López S.A.», propietaria de la fábrica de los alfajores «Gran Casino» que funcionaba en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires.
Resulta que este señor, oriundo de Caldelas de Tuy (España) y empresario residente en Buenos Aires, como proveedor del chocolate que se utilizaba para fabricar los alfajores, había concurrido a la convocatoria que se realizó cuando la fábrica de los Gran Casino se vio obligada a cerrar.
Como «buen gallego», indignado por el mal trato que le infligían sus furiosos acreedores a Don Zacarías, todo un personaje de la más rancia monarquía española, en un arranque de hidalguía, copó la banca y compró por 25 millones de pesos la totalidad de la deuda, quedando entonces como único dueño de la Empresa.
Sorprendido por el hecho de que Alfajores Havanna (propiedad en ese entonces de DEMETRIO ELIADES), fuera una empresa exitosa, mientras que «Alfajores Gran Casino», había medrado tristemente hasta llegar a la quiebra, quiso saber porqué había sucedido eso y pensó que en la Radio podían explicarle la razón de este fenómeno.
El Director de LU9 era entonces un ciudadano uruguayo llamado EVARISTO MARÍN PALMERO y luego de intercambiar ideas acerca de este tema, HORACIO JORGE CÁCERES, que se desempeñaba como Jefe de Relaciones Públicas de la Emisora, fue encomendado para que realizara una investigación para encontrar una respuesta que definiera los hechos que provocaran la quiebra de Gran Casino.
Abocado a esta tarea y luego de innumerables entrevistas realizadas a turistas y residentes, empresarios, periodistas, etc., CÁCERES llegó a la conclusión de que la desastrosa merma en las ventas, se había producido porque ni la imagen de la Empresa y de su establecimiento, ni sus mensajes publicitarios ni su mismo “slogan” (“Señores del Atlántico”), se adecuaban a las características del Universo que debían impactar para impulsar las ventas.
«Gran Casino» era sinónimo de alcurnia, de exclusividad, especialmente destinado al placer de las clases altas. El isotipo era una galera, una chalina y un bastón con fina empuñadura de marfil. En la fábrica, ubicada en la avenida Champagnat (imagen), había una lujosa confitería, donde personal de cuidada vestimenta servía el te, en delicada vajilla importada, mientras las notas de una suave música de cámara, acariciaba el ambiente.
Evidentemente nada que ver con lo que era dable esperar fuera atractivo para las inmensas oleadas de turistas que habían comenzado a llegar por aquellos años. Recordemos que por ese entonces había explotado el turismo social. Gran número de argentinos ahorraban peso a peso durante el año, para darse el gusto de unas soñadas vacaciones en la costa. No importaban sacrificios si podían pasar quince días como magnates, lejos de sus rutinas como simples laburantes, placer que se potenciaba, si al regresar a su tierra, podían exhibir un envidiable color tostado y regalar una caja de alfajores, como muestras de lo vivido.
Y si a estos innumerables e improvisados “bon vivant”, les agregamos los hombres con problemas en su matrimonio que llegaban a Mar del Plata, viviendo una aventura extramatrimonial y las señoras que se animaban a lo mismo. A los jóvenes que veían en ese Balneario la oportunidad de descargar sus energías, sin gastar los pocos dineros que traían, en memorables noches pasadas en la playa, a la luz de la luna, podemos decir que hemos encontrado el común denominador del universo dispuesto a comprar una caja de alfajores, como demostración de lo vivido, o como descargo de la conciencia.
Eran todos gente feliz. A Mar del Plata no llegaba gente enferma, con problemas familiares o pobre. Venían familias enteras de todos los rincones del país dispuestas a pasar “las vacaciones de su vida” en la ciudad, que por eso era la “Ciudad Feliz”, como lo determinó CÁCERES en el informe que le presentó a PUENTE.
Y no estuvo tan desacertado en su diagnóstico, porque PUENTE encaró una furibunda campaña dirigida a ese tipo de público. Organizó importantes espectáculos populares gratuitos al aire libre, trayendo a figuras mundiales de la música y la canción (Troilo y la cantante italiana Mina, furor en esos días, entre ellas); sus textos publicitarios comenzaron a saturar las tandas publicitarias de LU9 y LU6 diciendo: “alfajor Gran Casino, el alfajor de la ciudad de feliz”; instaló nuevos puntos de venta y fue tanta la demanda de su producto, que hubo días en que se agotaban las existencias y los locales permanecían cerrados ante el disgusto de público.
Solamente doce meses después, DEMETRIO ELIADES, furioso por la competencia que había nacido, provocando la pérdida de su liderazgo en el mercado, le compró la fábrica a PUENTE, quien así pudo ganar una fortuna, por salvar el honor de un compatriota español y la ciudad de Mar del Plata surgir como el destino turístico por antonomasia de la República Argentina.
Y esta es la más absoluta realidad. Da pena que todos aquellos que han querido tratar este tema, se copien unos a otros y repitiendo errores, dejen sentada una realidad que no es tal. El Señor De Thomas sabe perfectamente a lo que me estoy refiriendo. Por si se olvidó, le recuerdo que fue Jorge Salcedo, un famoso galán de Radioteatro de la época, que al encontrarse con algunos empleados de LU9 (el mismo De Thomas, Cáceres y Martijena entre otros), en el patio de esa Emisora (Moreno 2473 en esa época), creyéndolo autor de esa frase, ante el discreto silencio de Cáceres, lo felicitó por ese acierto, que no lo sorprendía, conociendo sus valores.
El Señor De Thomas miró sorprendido al Señor Cáceres y guardó un absoluto silencio, mientras éste se alejaba del grupo sin decir una palabra. Después, no se si con o sin la complicidad de De Thomas, la historia comenzó a rodar y se instaló como realidad, permitiendo que nuestro querido «Wing», gozara las mieles de la fama durante muchos años.