El arcón de la historia Argentina > Crónicas > ABORÍGENES DE LA ARGENTINA. LOS SANAVIRONES
ABORÍGENES DE LA ARGENTINA. LOS SANAVIRONES
Fueron una parcialidad de los tonocotés que ocupó la parte baja de la amplia llanura recorrida por los ríos Dulce y Salado, las sierras de Sumampa (Santiago del Estero) y el norte de la actual provincia de Córdoba, donde ocuparon parte de las Sierras Centrales, aunque su mayor área de concentración era la región llana de la laguna Mar Chiquita, en la actual provincia de Córdoba, hasta el río Salado al norte, hasta el Suquía al sur, la sierra Sumampa hacia el oeste y el actual límite con Santiago del Estero y Santa Fe, al este.
En el siglo XV, cuando llegaron los españoles, este pueblo, fieles a su idiosincrasia guerrera, se hallaba presionando sobre los territorios ocupados por los comechingón para desplazarlos, pero ante la presencia de éstos, cejaron en su empeño y se ubicaron más al sur y establecieron un sincretismo cultural con los Comechingones, pasando a una forma de vida sedentaria, agrícola, alrededor de la cual giró la organización comunitaria.
Más tarde, fueron los que más fácil y rápidamente aprendieron y abrazaron la doctrina cristiana que les enseñaron los sacerdotes jesuitas, pero el sistema de encomiendas, que fuera impuesto por el conquistador, junto a las pestes, hicieron estragos entre elloos hasta que desaparecieron completamente durante el transcurso del siglo XVII.
Vecinos de los comechingones, las informaciones que se tienen sobre estas dos parcialidades, son sumamente escasas, ya que desaparecieron tempranamente, sin que nadie se preocupase de estudiarlos, ni de recoger materiales que permitan conocerlos mejor.
Lo que si se sabe es que se trata de dos pueblos que, aunque generalmente son presentados juntos son, evidentemente, distintos uno de otro y que hasta hablaban lenguas diferentes, de las que no quedan sino unas pocas palabras sueltas, registradas por antigüos descendientes.
Se cree que los sanavirones nunca adoptaron como idioma el “tahuantinsuyu”, y en cambio si lo hicieron con el “quichua”, quizás a raíz de la presencia de muchos cautivos de esa comunidad, hechos durante sus correrías. Eran de estatura mediana, lampiños y de tez oscura. Vestían camiseta andina de lana con guardas y gorro, y como abrigo, un poncho tejido.
Comenzaron viviendo en cuevas semi-subterráneas como los comechingones, pero pronto derivaron hacia las chozas colectivas construídas con palos clavados en la tierra, paredes de madera o ramas, techos de paja (“sacate”) y cueros para cubrir las aberturas (quizás éste haya sido el origen del “rancho”), donde vivían varias familias.
Las hacían también muy grandes para darles cabida a sus guerreros y a sus caballos, que podían refugiar hasta quince de ellos. Constituían parcialidades agrupándose en aldeas de hasta 40 viviendas protegidas por cercos espinosos, costumbre que aún persiste en algunos sectores del campesinado norteño, que dividen sus parcelas con cactus
Cazaban guanacos, ciervos y liebres y pescaban en los arroyos y lagunas de la región. Recolectaban frutos de algarrobo y chañar y cultivaban maíz, porotos y quinua, empleando el método andino de cultivo escalonado. Criaban llamas, ovejas y ñandúes, obteniendo de ellas la lana con la que confeccionaban sus vestimentas, carne para su sustento y plumas para adornarse.
Sus armas eran el arco y la flecha y la “macana” (una especie de garrote de madera dura, con una pua en su extremo más grueso). Eran hábiles ceramistas y realizaban sus cacharros con cerámica gris o coloreada que pintaban con tintes vegetales.
Eran poco religiosos y casi no tenían ritos, aunque creían en una divinidad que relacionaban con el Sol y practicaban la magia y las danzas rituales, como lo testimonian las pinturas rupestres halladas, donde hasta se puede identificar a los brujos preparando un polvo psicodélico, que le administraba a los danzantes (quizás un polvo obtenido machacando frutos del “cebil”).
Los muertos eran enterrados en posición acurrucada, tal vez envueltos en un cuero y no hay pruebas de que enterrasen a sus niños en urnas como hacían otras etnias; si no que lo hacían colocándolos en pequeñas cámaras sepulcrales (ver Pueblos aborígenes de la Argentina)
EXELENTE
Me pareció excelente wow que buena nota.
El dpto. salavina lleva este nombre que es derivado de «sanavirones» y en la actualidad se habla el quichua en esta zona.
Señor Loto: Gracias por su colaboración.
Muchas gracias por el aporte, me asombra la escasez de datos, siendo que fueron pueblos originarios de importancia. Ojalá haya más aportes en breve
gracias estor datos curiosos e importantes me ayudo