LOS PLATEROS CRIOLLOS

Los grandes maestros artesanos españoles y portugueses que llegaron a América y más tarde los maestros plateros peruanos y otros artesanos que se radicaron en el Río de la Plata que continuaron usando las técnicas y estilos aprendidos en los talleres del norte,  una vez que se afincaron aquí, fueron los maestros de los artesanos los criollos, que habiéndose enriquecido con el arte y las técnicas de los viejos plateros de Cuzco, en el Alto Perú, e incorporado lo que venía de Europa, crearon una nueva y original platería que amalgamaba formas, estilos y técnicas e hicieron de su oficio algo pintoresco y deslumbrante.

Con inspiración e influencia de muy diversa procedencia, la platería criolla, es un alto exponente de la orfebrería, que hoy es admirada en el mundo y ocupa las vitrinas de los grandes Museos, luego de que la belleza de sus líneas, molduras y filigranas, adornara los hogares rioplatenses, el caballo de nuestros gauchos y la soledad de viejos fogones.

La Iglesia fue la principal consumidora de sus obras. Las necesidades de la ornamentación litúrgica fueron las que impulsaron las primeras demandas de sus trabajos y fue así que cruces, coronas, sagrarios, pectorales, cálices, incensarios, candelabros y cayados entre otra infinidad de artículos, finamente trabajados con plata y oro, comenzaron a verse en los templos del virreinato. Más tarde fueron las familias coloniales, las que habiendo alcanzado un respetable desahogo económico, gozaban placeres más mundanos poniendo ese lujo en sus hogares, en sus personas e incluso en objetos de uso doméstico, encargando finas vajillas, jarras, braseros, mates, alhajas, sahumerios, tinteros para escritorio, etc. muchos de los cuales han resistido el paso del tiempo y hoy se exhiben en Museos y colecciones particulares.

Y no hay que olvidar que un gaucho que se preciara, se distinguía no sólo por la riqueza de su atuendo personal, sino también por la dedicación que ponía en el jaez de su caballo y no había sacrificio que no hiciera, para hacerse de una rica cabezada, un hermoso pretal o unoas restallantes “nazarenas” para lucirse en su montado.

Fueron objetos de trabajos exquisitos los, sahumadores, candeleros y palmatorias, los estribos, espuelas y frenos, cabezadas, fiadores, pretales, rebenques, dagas, facones y cuchillos. Pero especialmente los mates, bombillas y pebeteros, que se destacaron como muestras de un arte exquisito y creativo, a partir del momento en que lo vernáculo, tímidamente expresado al principio, impuso su presencia por sobre el barroco español, el rococó francés y el neoclasisismo italiano, que trajeron los plateros europeos que llegaron a América. Fue así que la flora y la fauna nativa inspiradora de los artistas originarios, pasó a decorar delicadas piezas y los plateros criollos encontraron su camino, haciendo de su oficio, algo “ pintoresco y deslumbrante”.

A pesar de que Buenos Aires era sólo una pequeña comunidad, el número de orfebres y plateros se incrementó a lo largo del siglo XVII y considerando los límites que imponía nuestra escasa población, con un muy reducido desarrollo económico y comercial, hubo un mercado sorprendentemente satisfactorio, Y esto fue debido exclusivamente a la calidad y originalidad de lo que se producía, teniendo en cuenta que también el gusto por la platería, estimuló su importación desde países de Europa y del Alto Perú, tradicional, éste último .abastecedor de este tipo de trabajos, aunque los maestros plateros peruanos y otros artesanos continuaron usando las técnicas y estilos que habían aprendido en los talleres del norte una vez que se afincaron en el Río de la Plata.

Entre 1600 y 1815 hubo en todo el territorio de las Provincias Unidas, un total de 334 artesanos entre orfebres y plateros y de éstos, cuarenta y cuatro era criollos y según un relevamiento dispuesto por el Gobernador de Buenos Aires JOSÉ DE ANDONAEGUI, en 1748, se sabía de la presencia de 48 artistas entre orfebres y plateros en Buenos Aires; dos eran venidos del Alto Perú, cinco eran españoles, quince portugueses, tres paraguayos, dos italianos y diecinueve criollos. Y quizás fueron los portugueses quienes con su deambular por estas tierras,  fueron quienes mejor difundieron su estilo y tuvieron gran influencia sobre los plateros y artesanos criollos.

Parece ser que a mediados y fines del siglo XIX, la calle Buen Orden en la ciudad de Buenos Aires (hoy Bernardo de Yrigoyen), era “la calle de los artesanos plateros”, porque allí, en el número 144 de esa calle, alrededor de 1853 trabajaba el platero M. Casal haciendo hermosos “chapeados criollos” (ver Los chapeados criollos). En el número 350, allá por el año 1870, estaba el taller de T. Fernández, un artista de la cuchillería; en 1873, en el número 453, realizaba sus obras A. Badaro y se lucía haciendo facones enastados en cabos de cuernos de ciervo y en 550, tenía registrado su domicilio-taller un tal A. Podestá autor de magníficas rastras, estribos y demás elementos del apero criollo (ver La platería rioplatense).

1 Comentario

  1. Dario

    Cuento con una rastra de plata con corazon en el centro e iniciales en oro. Era de mi bisabuelo y es del 1800 y pico seguro. Sello de M Casal bien visible, es una buena pieza, mas info tienen? Gracias.

    Responder

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *