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LOS AUTÓMATAS Y EL RELOJ DE LA PLAZA DEL CONGRESO (1926)
Sobre los diez pisos del edificio que ocupa la Caja Nacional de Previsión para el Personal del Estado y Servicios Públicos, en Rivadavia 1715, ciudad de Buenos Aires, frente al monumento a “Los Dos Congresos”, un par de atléticas y descomunales figuras se turnan para dar fuertes golpes con la maza que esgrimen, a la corola de una gigantesca campana de cobre y plata, que pesa cuatro toneladas.
Un pararrayos de cobre protege al grupo escultórico, presuntos moros que han trocado las alturas de la mezquita por la azotea de una prosaica caja de jubilaciones.
Ambos gigantes de cuatro metros de altura, como el muecín desde su alminar, haciendo tañer la campana cada cuarto, media y hora, recuerdan al mundo de la calle, a los miles de transeúntes que pasan por debajo de ellos, sin tan siquiera alzar la vista para admirar su porte, ni la cadencia de sus golpes, la llegada de los momentos para el trabajo, para el descanso o aún para compartir su almuerzo con las palomas que por allí pululan
Un intrincado conjunto de poleas, engranajes e ingeniosos dispositivos, puestos en movimiento por una pesa de 500 kilos que se desliza por un pozo de aire, que desde las alturas, cruza todo el edificio y llega a las profundidades de un sótano, son los secretos de este bello conjunto escultórico que fue fabricado en Turin por los hermanos MIROGLIO, quienes para hacer el reloj, se inspiraron en la “Torre del Reloj”, que el artesano MAURO CODUCCI erigió en Venecia, en 1496 (más de cuatro siglos antes).
Fue montado en 1926 por el maestro FRANCISCO REBAUDENGO, con la colaboración del aprendiz SALVADOR FAVA y desde entonces, salvo los períodos en que estuvieron inactivos por la desidia y la burocracia de nuestras autoridades, estos singulares centinelas de nuestras horas, siguen sus con impertérritos mazasos, la gigantesca campana de la Plaza de los Dos Congresos..
Es tan fascinante ver esos colosos que cuando llega la hora me da ganas de avisar a la gente sobre todo a los turistas. También hay que decir que a veces no funciona, Matalio
Es tan fascinante ver esos colosos que cuando llega la hora me da ganas de avisar a la gente sobre todo a los turistas. También hay que decir que a veces no funciona, Matalio