LOS ALIMENTOS EN BUENOS AIRES (1821)

Muy variados y extraños les parecían los alimentos que consumían los criollos, a los visitantes extranjeros que recorrían los caminos de la incipiente República Argentina (ver Comidas del siglo XIX en Argentina).

Hubo un inglés, anónimo autor del libro «Cinco Años en Buenos Ai­res, 1820/1825», que probablemente haya sido Mr. LOVE director del British Packet, quien escribió una extensa relación al respecto, diciendo:

«En los almacenes pueden obtenerse buenos jamones ingleses, queso, papas, etc. Los dos primeros a cuatro reales la libra, el último artículo a un real; los impuestos son más bien altos. La botella de cerveza cuesta cuatro reales; también se puede obtener a veces cerveza en barriles. Los artículos de esta clase son casi todos de origen inglés».

«El pan es caro: dos panes pequeños (apenas más grandes que nuestros bollos franceses) se venden a medio real. De acuerdo con la calidad de la harina, disminuyen de tamaño. El pan de harina norteamericana es el mejor. Por el momento dependen de la importación extranjera. El trigo del país, por alguna causa insólita, falta de cuidados o cosechas deficientes, no llega a satisfacer la demanda.

Suelen moler el trigo en las panaderías, que por una ley reciente deben instalarse fuera de la ciudad. En la tarea de moler el grano se emplean mulas. Los criollos no muestran mucha afición por el té, si bien muestran más ahora que anteriormente.

El café cuesta tres reales y medio la libra. El azúcar en terrones es malo y escaso; se usa el de La Habana y el del Brasil. El chocolate se vende a dos y medio o tres reales la libra.

Hay aquí vino de todas clases, desde el humilde oporto hasta el imperial Tokay, pero de calidad mediana. El Champagne cuesta un real y medio. Hay un vasto surtido de vinos franceses y españoles.

A mi modo de ver, las legumbres de este país dejan mucho que desear. Se extraña aquí el delicioso sabor de los repollos, espárragos y lentejas ingleses. Pero puede procurarse una buena ensalada de pepinos y cebollas. La cantidad de ganado existente en las pampas es inmensa y podemos tener una idea aproximada de ellos, por los promedios que se establecen anualmente: en un año fueron exportados más de un millón de cueros de vaca y buey» (ver La comida de nuestros próceres).

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