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LAVALLE, JUAN GALO DE (1797-1841).
General. Nació en Buenos Aires el 17 de octubre de 1797. Fue el Jefe de la primera fuerza que en 1840 se alzó en armas contra Juan Manuel de Rosas. Cursó sus estudios en esta ciudad y a los 14 años de edad se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo, que el coronel SAN MARTÍN estaba formando en los Cuarteles del Retiro.
En 1814, con el grado de Alférez, solicitó al general CARLOS MARÍA DE ALVEAR que lo mandase a Montevideo a combatir en la plaza sitiada. Luego se trasladó a Mendoza con el grado de Teniente y se batió en Achupallas, Putaendo y Chacabuco. Ascendido a capitán, se le confió el mando de una Compañía de granaderos.
Pasó después a integrar la División del general BALCARCE y prestó servicios en el asalto de Talcahuano, sorpresa de Cancha Rayada y en Maipú. Hizo más tardo la Campaña del sur de Chile hasta 1819, en que volvió a Mendoza.
Pronto se incorporó a la Expedición al Perú, después de pasar de nuevo la Cordillera y embarcarse en el puerto de Valparaíso con el Ejército Libertador al mando del general SAN MARTÍN.
Su actuación fue notable en las acciones de Jauja, Nazca y Pasco. Intervino posteriormente junto a Simón Bolívar y Antonio J. De Sucre en las luchas contra los realistas de Ecuador y Perú Se distinguió especialmente en la batalla de Río Bamba y en la de Pichincha, libradas en el Ecuador, combatiendo ya como Teniente coronel.
En septiembre de 1822 participó en la Campaña de “Puertos Intermedios”, sufriendo las derrotas de Torata y Moqueguá, en las que cumplió la misión de cubrir la retirada del Ejército patriota.
En 1823, vuelto a su patria combatió contra los indios de la frontera sur de la provincia de Buenos Aires y en 1824 volvió a Mendoza, donde fue nombrado Gobernador, función que abandonó para trasladarse a Buenos Aires.
Aquí se lo nombró Jefe del Regimiento 4º de Coraceros, a cuyo frente marchó a la campaña contra el Brasil, bajo las órdenes del general Alvear. El 20 de febrero de 1827, se batió en Bacacay y en Ituzaingó, donde fue ascendido a General sobre el mismo campo de batalla..Poco después luchó en el Yerbal, donde resultó herido.
Firmada la paz con Brasil en 1828, regresó a Buenos Aires y se involucró en las luchas intestinas y en diciembre de 1828 encabezó la revolución unitaria que derrocó al gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego y ordenó su fusilamiento, hecho del que más tarde se arrepintió
En diciembre de 1828, asumió como Gobernador de Buenos Aires, cargo que ejerció hasta agosto de 1829, cuando fue reemplazado por Juan José Viamonte.
En 1835, ni bien JUAN MANUEL DE ROSAS asumió el poder, Lavalle se manifestó en su contra y en su carácter de Jefe del Partido Unitario, combatió contra éste, en las acciones de Navarro, Puente de Márquez, Palmar, Carpintería, Yeruá, Don Cristóbal, Sauce Grande, Quebracho y Famaillá.
Entre 1839 y 1840, fue un activo militante contra el régimen rosista y aunque en un principio no estuvo de acuerdo en aliarse con fuerzas extranjeras para enfrentarlo, terminó aceptando el apoyo francés, que puso a su disposición la escuadra que estaba en operaciones en el Río de la Plata y en 1840 partió de la Banda Oriental para marchar sobre Buenos Aires.
Pero durante su avance advirtió que la realidad era muy diferente del panorama que esperaba encontrar. Como muchos unitarios, pensaban que la resistencia contra Rosas era muy grande y que millares de hombres estaban dispuestos a unirse a sus fuerzas. Sea por el terror que Rosas había impuesto en Buenos Aires, o porque realmente mucha gente confiaba en él, fueron muy pocos los hombres que se sumaron a las filas de Lavalle.
Después de algunos enfrentamientos y enterado de que Rosas preparaba un poderoso ejército para combatirlo, Lavalle decidió retirarse hacia el norte, donde varias provincias se habían levantado en armas contra el gobernador de Buenos Aires. En el camino debió enfrentarse con el jefe oriental MANUEL ORIBE que estaba a las órdenes de Rosas.
Con muy pocos hombres y casi sin artillería, luego de sufrir las derrotas de Quebracho Herrado y Famaillá (19 de agosto de 1841), intentó rehabilitarse en el Potrero de las Tablas, para poder continuar con su campaña, pero la sublevación de algunos de sus escuadrones le obligaron a retirarse con el resto de las fuerzas hacia el norte, donde varias provincias se habían levantado en armas contra el gobernador de Buenos Aires y en el camino debió enfrentarse con fuerzas del jefe oriental Manuel Oribe que estaba a las órdenes de Rosas y que habían salido en su persecución.
El 29 de agosto de ese año, Lavalle llegó enfermo y casi sin fuerzas a la ciudad de Jujuy y se hospedó para reponerse en el domicilio del doctor ELÍAS BEDOYA, una casa en los suburbios de la ciudad.
Pero hasta allí lo había seguido su destino. Una partida de soldados de Manuel Oribe lo ha-bía alcanzado y en la madrugada del 9 de octubre de 1841, su secretario-ayudante Lacasa oyó dar un ¡quién vive! al centinela apostado en vigilancia del lugar. Al asomarse a la calle, vio parada como a veinte metros de la puerta una partida de soldados. Lacasa de inmediato dio la voz de ¡a las armas!, comprendiendo que estaban cercados por el enemigo y el general Lavalle se asomó en ese instante para ver qué ocurría. Informado por su ayudante de lo que pasaba, ordenó ensillar y montar para abrirse paso, pero en ese momento sonaron algunos tiros y una bala de mosquete le atravesó la garganta, causándole la muerte casi instantáneamente.
Pasada la confusión, se identificó al miliciano José Pacheco (o José Bracho), como el autor del disparo, que cumplió así como ejecutor de una terrible sentencia de muerte dictada por JUAN MANUEL DE ROSAS. Sus fieles acompañantes decidieron trasladar su cadáver a Bolivia, para evitar que fuera profanado y así comenzó una trágica marcha hacia la frontera boliviana, que duró nueve días y estuvo signada por circunstancias de tremendo dramatismo.
El cuerpo de Lavalle fue envuelto en un poncho y depositado sobre su caballo, que encabezaba el cortejo. Al día siguiente de la partida, los restos comenzaron a descomponerse bajo el fuerte sol y el general PEDERNERA, que dirigía el grupo, ordenó hacer un alto en el paraje Cerro Chico.
Allí el coronel ALEJANDRO DANEL tuvo a su cargo la macabra tarea de descarnar el cadáver y extraer las vísceras, que fueron sepultadas en la capilla de Humahuaca, quedando lejos del alcance de los hombres de Oribe, que con feroz ensañamiento los buscaron afanosamente para llevar el corazón de Lavalle a su Jefe.
Luego sus compañeros continuaron viaje y durante 14 días los hombres siguieron avanzando exhaustos, con hambre y sed, sin descanso y cubiertos de harapos, para conducir los restos de su venerado jefe. Hasta que el 22 de octubre llegaron a Potosí, dejando a cargo del teniente coronel LAUREANO MANSILLA, su custodia. Recién el 30 de setiembre de 1858, por disposición del gobierno nacional, sus restos fueron repatriados y oh!!, paradojas del destino, descasan junto a los restos de su mortal enemigo, Juan Manuel de Rosas.