LAS BELLAS ARTES EN TIEMPOS DE LA COLONIA EN EL RIO DE LA PLATA

Literatura
A mediados del siglo XVI el fraile español Luis de Miranda (1501-1560), espadachín y aventurero que vino con la expedición de Pedro de Mendoza en 1536, escribió un “Romance Elegíaco” en ciento cincuenta versos, comentando la trágica aventura de la fundación del Real Buenos Ayres” y ésta la primera obra que se conoce escrita en estas tierras del nuevo mundo, descubiertas en 1492 por Cristóbal Colón.

En los albores del siglo XVII otro poeta, el arcediano Martín del Barco Centenera (1536-1605) escribió el poema “La Argentina”. Publicado en Lisboa en 1602, puede ser considerado interesante, sólo por su valor documental y por haber utilizado el nombre con que en adelante se conoció el país Argentina.

En 1621, Ruy Díaz de Guzmán (1550-1629), fue el autor de la crónica conocida como “Argentina Manuscrita”, una obra así llamada, por no habérsela impreso durante más de dos siglos. Díaz de Guzmán era nieto de Martínez de Irala, el conquistador que nació y murió en el Río de la Plata. Matizó su desolada historia con algunas leyendas, como la de “Lucía Miranda” y de “la Maldonada”, relatadas novelísticamente por cronistas posteriores.

El canónigo de la Catedral de Tucumán, Bernardo de la Vega, nacido en Madrid (1570-1625, fue poeta y autor de la obra “La Bella Cotalda” y cerco de París”, publicada en México en 160l.

Mateo Rosas de Oquendo (1559-1620), sevillano, vino al Tucumán en 1586 con el gobernador Ramírez de Velasco, asistió a la fundación de La Rioja en 1591 y escribió varias obras, entre ellas “Sátira a las cosas que pasan en Perú” y “Romance en lengua de indio”.

Luis de Tejada (1604-1680), nacido en la ciudad de Córdoba, es considerado el primer poeta argentino. En 1666, luego de una vida disipada profesó en el convento de Santo Domingo de su ciudad natal y se volcó a la escritura, respetando los procedimientos estilísticos de los siglos XV y XVI y dejando fluir sentimientos propios. Dejó en una, que fue su obra magna, notas muy vivas del ambiente y varios tratados y noticias de la época.

Manuel de Lavardén (1754-1811), fue el escritor más notable de la colonia, y con él se inicia el teatro porteño. Su tragedia “Siripo”, se perdió en el incendio del teatro de Buenos Aires en 1792; otra de sus obras, “Oda al majestuoso Paraná”, se destaca por la nobleza de su acento (1804).

Juan Baltasar Maciel (1727-1788), jurisconsulto, educador y canonista, cantó los triunfos del virrey Ceballos en las campañas contra los portugueses en el Río de la Plata.

Antonio de León Pinelo (1591-1660), considerado como el padre de la bibliografía americana por el “Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental”, (Madrid, 1629) era hijo de judíos portugueses trasladados al Río de la Plata, residió en Córdoba, y fue procurador del Cabildo de Buenos Aires (1621). En España publicó una recopilación de las “Leyes de Indias” (1658).

Arquitectura
Uno de los más importantes monumentos religiosos del Virreinato del Río de la Plata fue la Catedral de Córdoba, comenzada en 1677 por el arquitecto José González Merguelete, y completada por los arquitectos italianos Andrés Bianchi (o Blanqui) y Juan Bautista Prímoli en 1783, ambos jesuitas. La cúpula es obra del franciscano Vicente Muñoz (1699-1784)).

Otras obras notables realizadas por los jesuitas en Córdoba, son la Iglesia de la Compañía de Jesús, diseñada y construida por el belga Felipe Lemer (1608-1671 que completó la obra entre los años 1646 y 1647 y para construir la bóveda utilizó madera de cedro del Paraguay; la Capilla Doméstica, el Colegio Nacional de Monserrat y la Casa de Trejo. A los jesuitas Prímoli y Bianchi se les deben gran número de obras de ese tiempo en Buenos Aires, Córdoba y las misiones jesuíticas.

El jesuita alemán Juan Krauss (1653-1714) es el autor del templo de San Ignacio de Buenos Aires, iniciado en 1712 y considerado el mejor monumento barroco del virreinato. La catedral de Buenos Aires, es obra del italiano Antonio Masella (1700-1774 a la que, en 1821-27, el francés Próspero Catelin le agregó el amplio portal neoclásico.

Recordemos finalmente, que, en el período colonial se distinguieron con numerosas obras civiles y religiosas, los siguientes arquitectos: el portugués José Custodio de Saa y Faría (1733-92) a quien, además de su participación en la fortificación de Buenos Aires, también se le atribuye la creación de planos y diseños para la ciudad, incluyendo la Plaza de Mayo y sus alrededores; los españoles Martín Borneo (1750-1805); Juan de Herrera; Juan de Campos (1728-/…); Tomás Tiribio (1756-1810), que anticipó el neoclásico en Buenos Aires con el trazado del templo de San Francisco (1804-80).

Pintura
Entre los primeros artistas que actuaron en nuestro suelo debemos señalar a Fray Diego de Ocaña (1570-1608), religioso español que recorrió gran parte del territorio americano a pie y de a caballo, difundiendo la veneración de la Virgen de Guadalupe. Arribó a Buenos Aires a principios del 1600, procedente de Chile; atravesó los Andes y las inmensas llanuras de nuestras pampas y en todos los lugares por los que pasaba, pintaba cuadros de la virgen; además. Llevaba un diario de viaje que ilustró con sus dibujos, una obra que se conserva en la Universidad de Oviedo. En ese manuscrito hay interesantes dibujos de los indios calchaquíes y guaraníes, apuntes que tomó en su viaje al alto Perú.

El jesuita español Bernardo Rodríguez (1574-1650), arribó desde el Perú para evangelizar a los indios de Tucumán y hacia 1616 pintó la imagen de La Conquistadora en la Iglesia de la compañía de Santa Fe, donde aún se conserva.

Luis Berger (1558-1639) jesuita francés, arribó a Buenos Aires en 1617, y en Santa Fe pintó la imagen de la Inmaculada, que aún se conserva; Rodrigo de Sas, flamenco, trabajaba en Buenos Aires hacia 1599 y en 1601, lo hacía en Córdoba, donde gozaba de gran fama como artista. En 1612 se trasladó a Potosí.

A partir de 1606, un danés, llamado Juan Bautista Daniel (1580-1660) pintó en Buenos Aires y Córdoba, dejando varias obras, entre ellas: “Cristo crucificado”, firmado y fechado en 1613.

El primer pintor argentino conocido es Tomás Cabrera, nacido en Salta hacia 1740, quien también fue escultor. De su autoría, conocemos el primer cuadro histórico pintado en el país: Se trata de una entrevista entre el gobernador del Tucumán y el cacique Paykin (1774).

Miguel Aucell, valenciano (1727-87) se estableció en Buenos Aires en 1754, y dejó entre sus obras: “La resurrección” (1760); José de Salas, madrileño (1735-1817) había estudiado en la academia de San Fernando, de Madrid, hallándose en Buenos Aires hacia el año 1772, donde realizó un san Vicente Ferrer para el convento de Santo Domingo. Todavía trabajaba en la ciudad en el año 1816.

Los romanos Martín de Petris o de Pietris (activo 1792-99) y Ángel María Camponeschi (1770-1830), que trabajaron en Buenos Aires a fines del siglo XVIII y principios del XIX, realizando obras de verdadero mérito. En 1794, de Petris pintó los retratos de los reyes de España, para colocarlos en los salones del Fuerte y en 1795, demostrando ser un fino miniaturista, realizó el retrato de Juana Larrazabal, marquesa de Sobremonte, en la tapa de un pastillero de marfil conservado en el museo histórico nacional. Camponeschi por su parte, en 1803, pintó un “San Vicente Ferrer”, que fue la admiración de todo Buenos Aires (… el cuadro anda de casa en casa porque todos lo desean ver…”, decía un contemporáneo). En 1804, Camponeschi pintó el retrato de fray José de Zemborain, que se conserva en el Convento de Santo Domingo, en la ciudad de Buenos Aires.

Música
Con los soldados y colonizadores llegaron a estas tierras los misioneros que difundieron la doctrina cristiana entre los indios por medio de la música. Así lo hicieron Alonso Barzana (1528-1598 en el Tucumán, y San Francisco Solano (1549-1610) en el Alto Paraná.

La Capilla de la primera Catedral de Buenos Aires tuvo un músico importante en el criollo Juan Bizcaíno de Agüero, nacido en Talavera de Madrid (Tucumán) en 1606. Desde 1628 hasta 1640 fue organista y “chantre” del citado templo, pasando después a Asunción, donde murió en 1675.

Los jesuitas Juan Vaisseau (1584-1623); Luis Beerger (1588-1639), Pedro Comental (1595-1664), Antonio Sepp (1655-1733), Florián Paucke (1719-1780), Martín Schmid (1694-1773) y Doménico Zípoli (1688-1725) difundieron la enseñanza de la música entre los indios que poblaban las misiones jesuíticas, dejando un buen número de instrumentistas, lo que hizo decir al padre Antonio Ripari en 1637: “los indios cantan en música, misas enteras , motetes y canciones con sus instrumentos, y con tanta perfección que podrían ser escuchados en cualquier iglesia de Europa”.

El más importante de estos maestros fue Zípoli, alumno de Doménico Scarlatti en Nápoles y de Bernardo Pasquini en Roma, protegido del gran duque de Toscana, y organista de la iglesia de la Compañía de Jesús, en Roma. Autor de varios oratorios y misas. murió en la estancia de Santa Catalina, en Córdoba.

Otro gran músico italiano, que actuó en nuestra tierra en el siglo XVIII, fue Bartolomé Massa o Mazza (1721-1796). Arribó a Buenos Aires en 1752, y permaneció en la ciudad hasta fines de 1761. Entre el 4 y 21 de noviembre de 1760, cuando se celebraron fiestas en honor de Carlos III, Massa estrenó una ópera suya titulada “Las variedades de Proteo” en un teatro de madera construido al efecto, en la Plaza Mayor frente al Cabildo. A fines de 1761 pasó el Perú, donde fue actor y empresario.

Músicos nacidos en Buenos Aires, y que actuaron a fines del período colonial, fueron: Teodoro Hipólito Guzmán (1750-1820), Ambrosio Belarde (1760-1815) y Tiburcio Ortega (1759-1839), quienes tocaban en la Catedral y en otros templos, y animaban los saraos de la época, en la residencia del virrey y en los domicilios de las familias más encumbradas de la ciudad.

Escultura
Entre los primeros escultores que actuaron en nuestro medio figura el jesuita italiano José Brasanelli (1659-1728), un milanés que desarrolló una vasta labor en las reducciones jesuíticas entre 1690 y 1728. Era escultor, arquitecto, pintor y médico. Realizó esculturas para las reducciones de Itapúa, la Concepción, San Francisco de Borja, San Ignacio Miní, Loreto, etc. Algunas de sus tallas se conservan todavía en Brasil.

Catedral de Buenos Aires

Entre los escultores coloniales se destacó también el portugués Manuel Couto o Coyto, autor del “Cristo” que aún se venera en la Catedral de Buenos Aires y data de 167l. El español Juan Antonio Gaspar Hernández (1750-1821), que fue el primer director de la Academia de Dibujo del Consulado y realizó varias tallas para diversos templos de la ciudad.

Esteban Sampson, filipino, en 1800, realizó un “Santo Domingo” de muy buen modelado y posiblemente el “Cristo de la Humildad y la Paciencia”, que se venera en el templo de la Merced, atribuido también a un místico llamado José el Indio.

José de Sosa Cavadas, portugués. Realizó la talla de numerosos retablos porteños, entre ellos, el magnífico de “San Roque” (1761). El salteño Tomás Cabrera, autor del “San José”, existente en la iglesia del Pilar, de Buenos Aires, firmado en 1785. El español Juan Gaspar Hernández (1750-1821), residió largos años en Buenos Aires como escultor y tallista. Una muestra de su talento es el hermoso ángel que se conserva todavía en el convento de San Francisco, en Buenos Aires (ver Manitestaciones fundacionales de la cultura argentina).

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