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LA SALUD PUBLICA EN LAS PROVINCIAS UNIDAS (1810)
En 1810, luego de la Revolución de Mayo, las Provincias Unidas del Sud, salían de la postración en que las había sumido su carácter de colonia y , como tantos otros aspectos de su realidad social, política y administrativa, la salud pública, si bien era era una prioridad que angustiaba a sus noveles gobernantes, no tuvo la atención inmediata que su precariedad exigía.
La necesidad de consolidar su emancipación, determinó que la máxima atención y disponibilidades presupuestarias se volcaran hacia la organización, equipamiento y apoyo financiero de sus fuerzas armadas, postergando peligrosamente la consideración de un tema tan importante como lo era la salud pública.
Descartando la acción de las epidemias que en forma sistemática asolaban distintas regiones del país (ver Las epidemias desde la época colonial en la Argentina), hasta fines del siglo XVIII las principales causas de mortalidad reconocidas por las autoridades del Cabildo, eran la pobreza de la mayor parte de los habitantes y las pésimas condiciones de higiene que imperaba en las ciudades, situación que se agravaba por la carencia de médicos y la necesitad de recurrir entonces a barberos, sangradores, boticarios, manosantas o simples curanderos (ver Barberos, sangradores y algebristas).
Es posible imaginar entonces, que si esto sucedía en Buenos Aires, debe de haber sido terrible la situación en los poblados y ciudades del interior, donde la asistencia médica organizada casi no existía y la salud de los pobladores estaba en manos de precarios “hospitales de campaña” y de esos aventureros «curadores» que hemos mencionado..
En 1810, a pesar de que el 5 de julio de 1805, había llegado a Buenos Aires la vacuna antivariólica, a bordo del barco negrero portugués “Rosa del Río”, el gran temor en Buenos Aires, era la viruela.
Ya había hecho estragos en Europa cuando apareció en Rosario y Buenos Aires en forma de oleadas que causaron muchas muertes, sobre todo en la población indígena, más propensa a enfermarse que los blancos, por la falta absoluta de inmunidad contra ella.
“La viruela ha hecho estragos -señalaba Castelli- en las extremidades de la jurisdicción de Buenos Aires y Santa Fe, confinantes (sic) con la de Córdoba, adonde no han llegado ni llegarán tal vez, los socorros de la vacunación dispensados por ese gobierno. En esta ciudad se ha dejado de conservar el fluido vacuno por inercia del anterior jefe e indolencia del Cabildo”.
La viruela como otras “pestes” eran atribuidas a la corrupción del aire, a los deshechos pútridos que se acumulaban en las calles o a las miasmas, los efluvios malignos que se creía que desprendían los cuerpos corruptos”, Pero no sólo acechaba la viruela.
También había tifus, disentería, el mal de los siete días (como se llamaba al tétanos del recién nacido, una infección del cordón umbilical de los bebés).
A causa de ese mal y dado que se suponía que lo provocaba el agua fría, en 1813 se dictó una disposición por la que se permitía bautizar con agua tibia”, relata el doctor Miguel de Asúa, pediatra, máster en Historia y Filosofía de la Ciencia y Doctor en Historia por la Universidad de Notre Dame de París, miembro del Consejo Nacional de investigaciones Científicas y Técnicas y autor de La ciencia de Mayo. La cultura científica en el Río de la Plata: 1810-1820”, agregando que “lo peor eran las enfermedades infecciosas y sus epidemias, sobre todo, las infantiles, como las de tos convulsa, el sarampión, las anginas y otras que es dificil de determinar porque tenían nombres diferentes a los actuales.
Los únicos establecimientos hospitalarios e instituciones asistenciales que funcionaban en la ciudad eran la Casa de Niños Expósitos, el Hospital de la Caridad o de Mujeres (fundado el 28/12/1782, cerca de la Capilla San Miguel); el Hospital de la Residencia o de Hombres (fundado en 1709 en San Juan y Balcarce, próximo a la Iglesia de San Telmo); el Hospicio de Pobres Mendigos (creado en 1783), el Hospital Santa Catalina (en Defensa y México fundado en 1799).
Las funciones de los enfermeros estaban a cargo de los sacerdotes jesuitas, hasta que fueron expulsados del Virreinato en 1777, y a partir de entonces, por los frailes betlemitas y las monjas de las distintas órdenes , que continuaron con esa responsabilidad. Acotemos a este respecto, que en esos años, la mayor parte de la atención médica se realizaba en los domicilios particulares.
El Protomedicato, creado por Vértiz en 1798, continuó su función de autoridad sanitaria después de 1810, hasta que fue suplantado, décadas más tarde, por el Tribunal de Medicina y el Consejo de Higiene.
Y fue precisamente, la instauración del Protomedicato, uno de los primeros antecedentes, si no el primero, de la existencia de una estructura administrativa oficial autónoma en tiempos de la colonia. Una de las funciones del Protomedicato fue la instalación de una Escuela de medicina, que creada finalmente en 1811, fue puesta a cargo del Doctor MIGUEL O’GORMAN y del Doctor JOSÉ CAPDEVILA, el Departamento de Cirugía.
Surgen las «Provincias Unidas del Río de la Plata (o del Sud)
En 1811, con una Escuela de Medicina con escaso funcionamiento aún, la Primera Junta le encargó al doctor COSME ARGERICH (imagen a la derecha) la organización básica sanitaria del momento y la elaboración de un listado de profesionales de la salud, fueran éstos médicos, cirujanos o boticarios, tanto de origen criollo como extranjeros, por las inmensas necesidades de los ejércitos en lucha.
Valga como ejemplo, recordar que el doctor JUAN MADERA fue nombrado médico cirujano primero en jefe del Ejército del Norte, acompañando al general BALCARCE y a JUAN JOSÉ CASTELLI, y el doctor MARIANO VICO fue nombrado médico cirujano primero en jefe en la expedición al Paraguay, acompañando a MANUEL BELGRANO.
En 1813, la Asamblea de este año creó la Facultad Médica y Quirúrgica, que luego pasó a llamarse Instituto Médico Militar, destinado a mejorar la capacitación de los profesionales del arte de curar y aumentar su dotación en los ejércitos patrios. El doctor COSME ARGERICH fue nombrado director de este instituto y acompañado por el Doctor JUAN A. FERNÁNDEZ se abocó a la formación médica del alumnado.
Pero la falta de médicos criollos, obligó a la incorporación de médicos extranjeros y fueron numerosos los que se sintieron atraídos por las posibilidades que les ofrecían estas tierras.
Entre ellos se destacó el médico español, plegado a la causa de los patriotas, FRANCISCO DE PAULA RIVERO, quien manejó la logística sanitaria de la Primera Junta de Gobierno, sobre todo en lo relativo a los planes de vacunación.
También se destacó el médico norteamericano JOSÉ REEDHEAD, quien acompañó al general GÜEMES, y después a BELGRANO, en todas las campañas militares que éste comandó en el norte del país, siendo él, quien asistió al propio Belgrano hasta su muerte, en 1820 en Buenos Aires.
El doctor DIEGO PAROISSIEN –inglés de nacimiento y patriota por convicción personal– que fue tal vez, uno de los profesionales más emblemáticos de esa época, ya que fue médico cirujano del Regimiento de Granaderos y del Ejército de los Andes comandados por el general SAN MARTÍN, con quien entabló una estrecha amistad.
Además de combatir contra los españoles, fue el creador del Departamento de Hospitales del Ejército de los Andes, obtuvo el cargo de coronel y fue parte del Comando en Jefe del general San Martín.
Y a PAROISSIEN lo seguirán luego un sinnúmero de profesionales de la medicina que supieron darnos, no solo sus conocimientos y habilidades, sino que, sintiéndose herederos de aquellos próceres, se brindaron sin medir sacrificios en ayuda de quienes necesitaran de sus servicios, tal como lo hicieron Christofredo Jakob, (biólogo alemán); Julieta Lanteri de Renshau (médica italiana), Lorenzo Menagliotto (médico italiano); Francois Machón (médico suizo; Alicia Moreau de Justo (médica inglesa); Eugenia Sacerdote de Lustig (médica italiana); Adolf. N. Schuster (médico suizo); Philip Schwarz (médico alemán); Pedro Sotelo (médico español); Theodar Troxler (médico suizo); José Ingenieros (médico italiano, psiquiatra, psicólogo, criminólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo); Agustín Eusebio Fabre (médico español); Bernardo Nogués (médico español); Justo García Valdéz (médico español) y muchos otros.
El Instituto Médico Militar
En 1813, el Doctor COSME MARIANO ARGERICH presenta a la Asamblea un Plan de Estudios que dio origen a la creación del Instituto Médico Militar, cuya función primordial era proveer más y mejores médicos y cirujanos para los ejércitos que luchaban por nuestra Independencia.
Profesores y alumnos eran considerados parte del Cuerpo de Medicina Militar y tenían la obligación de concurrir cuando el gobierno los necesitara. dos cumplieron con su deber como practicantes primero y como cirujanos más tarde.
En septiembre de 1816 el Doctor ARGERICH, junto con DIEGO PAROISSIEN (que había sido nombrado Cirujano Mayor del Ejército de los Andes), tuvo a su cargo la organización del Departamento de Hospitales del Ejército, constituido por 3 profesores, 5 sacerdotes betlemitas y 7 civiles asistentes de cirujanos, en cumplimiento del mandato del Instituto Médico Militar.
El mismo ordenaba “el mejor servicio de salud para los Ejércitos de la Patria, y proveyeron a San Martín los insumos médicos y sanitarios para la campaña libertadora de Chile”
En 1822, finalizadas las guerras por la Independencia, el Instituto Médico Militar fue reemplazado, luego de la creación de la Universidad de Buenos Aires (12/08/1821), por el Departamento de Medicina dependiente de esta Universidad, cuyo decano fue el Dr. MARTÍN DE MONTÚFAR y que estaba integrado por la Cátedra de Instituciones Médicas, Instituciones Quirúrgicas e Instituciones de Clínica Médica y Clínica Quirúrgica, cuyos profesores eran JUAN A. FERNÁNDEZ, FRANCISCO C. ARGERICH Y FRANCISCO DE PAULA RIVERO respectivamente.
Próceres de nuestra medicina
Con la creación del Departamento de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, comienza la nueva historia de la medicina y de la salud pública, bajo la dirección de la Universidad de Buenos Aires, de donde egresarían grandes glorias de nuestra medicina: FRANCISCO JAVIER MUÑÍZ (primer científico de la época de la Independencia en la imagen de la izquierda), THOMAS L. PERÓN HUGHES (Médico, Químico, Higienista); GUILLERMO C. RAWSO (Médico y político que el 12 junio de1880 fundó la Cruz Roja Argentina); JOSÉ MARÍA RAMOS MEJÍA (Médico, escritor, historiador, sociólogo y psiquiatra que, en 1887 fundó el Departamento de Higiene de la Facultad e Medicina); EMILIO C. CONI (Médico, Higienista, Político que fue el primer Presidente de la Sociedad Médica Argentina); JOSÉ PENNA (Médico, epidemiólogo, político, investigador); PEDRO ESCUDERO (Médico, nutricionista. Fue fundador y Director del Instituto Nacional de la Nutrición y a quien se considera “el padre de la especialidad en América”. En 1941 creó la Asociación Argentina de Nutrición y Dietología); JOSÉ ARCE (Médico, cirujano, político, diplomático, catedrático, periodista, escritor); MARIANO RAFAEL CASTEX (Médico gastroenterólogo, fundador y Director de La Prensa Médica y fundador y primer Presidente de la Sociedad de Medicina Interna de Buenos Aires y la Sociedad Argentina de Gastroenterología); SALVADOR MAZA (Médico destacado por haber dedicado casi toda su vida al estudio y combate de la tripanosomiasis americana (enfermedad de Chagas-Mazza); LUIS AGOTE. (médico e investigador. Fue el primer profesional en el mundo que realizó transfusiones de sangre indirectas sin que la sangre se coagulara en el recipiente que la contenía).
La Academia Nacional de Medicina
Fue creada durante el gobierno del General MARTÍN RODRÍGUEZ, por el Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia e inaugurada el 16 de abril de 1822 (ver La Academia de Medicina de la Universidad de Buenos Aires).
Entre los fundamentos de su creación se establece que serán sus objetivos principales: “estudiar cuestiones científicas y técnicas relacionadas con el campo de la medicina; evacuar las consultas que le formulan los poderes públicos; dedicar atención preferencial a los problemas relacionados con la salud pública; promover la investigación científica, expresar opinión sobre asuntos trascendentes de carácter médico, establecer relaciones con las instituciones relacionadas con la medicina, ya sean nacionales o extranjeras; fomentar por todos los medios a su alcance el culto de la dignidad y la ética en el ejercicio profesional y ofrecer su tribuna a todos los expertos que deseen exponer sus temas de investigación.