LA PIRÁMIDE DE MAYO (06/04/1811)

El primer monumento público erigido en la ciudad de Buenos Aires fue la Pirámide de Mayo, instalada en la Plaza de la Victoria el 6 de abril de 1811.

En marzo de 1811, todo el pueblo de Buenos Aires, estaba decidido a que durante el mes de mayo de ese año, se celebrase dignamente el primer aniversario de la Revolución de Mayo de 1810. Así lo comprendió la Junta Provisional de gobierno y a pesar de los peligros que todavía amenzaban a este joven país, decidió celebrar con toda la pompa posible ese primer aniversario de la independencia.

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De tal manera, el 5 de abril de 1811, el Cabildo de Buenos Aires ordenó levantar “en media Plaza, una Pirámide figurada de madera, con jeroglíficos alusivos al asunto de la celebridad”, es decir,  para rendir homenaje a la Revolución de Mayo y a sus protagonistas disponiendo que además se programaron una gran cantidad de actos públicos.

Con toda celeridad, considerando el escaso tiempo que se disponía para la construcción del monumento, se libraron los dineros necesarios y habiendo cambiado de idea, se ordena hacer la obra “de ladrillos y cal”. Eligieron la Plaza de la Victoria, frente al Cabildo y la mañana del 6 de abril de 1811, quienes la cruzaron, pudieron ver al coronel de Húsares, MARTÍN RODRÍGUEZ, y al doctor JOAQUÍN CAMPANA presentes en la excavación de los cimientos del primer monumento a nuestra libertad.

La dirección de la obra estuvo a cargo del alarife FRANCISCO CAÑETE y el maestro albañil HERNÁNDEZ y CAÑETE fueron los encargados de ejecutar los trabajos, en los que se invirtieron en total, la suma de 5.160 pesos y 6 reales.

Era solamente un humilde obelisco que tenía una altura de “ocho varas” (catorce metros) de altura y estaba coronado con una pequeña esfera de material.

Fue resguardado por una verja de hierro asentada en varios pilotes y en aquella época era iluminado durante la noche con unos farolitos alimentados con aceite de potro. Concluida la obra el 20 de mayo, fue ésta la primera expresión arquitectónica del nacimiento de la República y fue inaugurada el 25 de mayo de 1811, para celebrar el primer aniversario de la Revolución de Mayo.

Para este acto, el Cabildo ordenó iluminarla, instalar palcos y alfombras para las autoridades y colocar a su alrededor, las banderas de los Regimientos de Patricios, Pardos y Morenos, Arribeños, Húsares y Granaderos. Las fiestas, organizadas y dirigidas por el regidor JUAN FRANCISCO SEGUÍ, duraron 4 días en los que hubo danzas, desfiles de comparsas y representaciones teatrales.

Desde entonces,  la Plaza, que todavía se llamaba de la Victoria, fue el escenario de muchas de nuestras manifestaciones populares y en torno de la Pirámide, llamada ahora “Altar de la Libertad” se reunían los niños de las escuelas, los ciudadanos, los soldados, y cuantos querían dar muestras de su patriotismo en la mañana de cada 25 de mayo.

Se congregaban los entusiastas en el mayor silencio y cando los rayos del sol la herían, se descubrían todos y entonaban las estrofas del Himno Nacional. A su pie se han jurado: el día 1° de diciembre de 1811, el Estatuto Nacional; el 13 de septiembre de 1816, la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata; en 1854, la Constitución de la provincia de Buenos Aires, y en 1860, la Constitución Nacional.

Pero la historia del monumento recién comenzaba. El “Altar de la Patria” estaba destinado a sufrir las mismas marchas y contramarchas de la historia nacional y muchas vicisitudes habría de soportar hasta finalizar el si­glo XIX. Hubo varios proyectos para demolerla y reemplazarla por otros monumentos más pomposos y supuestamente más “relevantes” y con el correr de los años padeció innumerables modificaciones y refacciones:

En 1834 y 1853 se la refaccionó aunque  sin cambiar demasiado su aspecto. En 1854, se la complementó con la estatua de la Libertad y el 25 de mayo de 1856, se inauguró la “Estatua de la República”, que la corona, obra del escultor francés J. DUBOURDIEU.

Finalmente, en 1857, de acuerdo con el proyecto del arquitecto PRILIDIANO PUEYRREDÓN, se le dio la apariencia con que ahora la conocemos, dejando adentro la primitiva construcción, sustituyendo la verja que la circundaba por otra más importante e iluminada con faroles de gas, poniendo en los ángulos de la base figuras de cemento que simbolizaban el comercio, la agricultura, las ciencias y las artes y recubriendo y estucando el  monumento en su totalidad.

En 1875 se reemplazaron las figuras de la base por otras de mármol blanco provenientes de la fachada del Banco de la Provincia de Buenos Aires, que representaban la Navegación, la Industria, la Astronomía y’ la Geografía y que hoy se encuentran en el Parque Saavedra de la Capital Federal.

En 1883 y como resultado de los arreglos practicados en las plazas 25 de Mayo y de la Victoria, que quedaron unidas al demolerse la Recova, la Pirámide de Mayo, nuevamente corrió peligro de ser demolida.

El Congreso Nacional llegó a sancionar una ley que autorizaba al intendente TORCUATO DE ALVEAR a erigir en su reemplazo, una columna de bronce en homenaje a la revolución de Mayo, pero, dada la inquietud que provocó la posibilidad de demoler la vieja pirámide, antes de poner en práctica la ley, fueron consultados ilustres hombres públicos e historiadores.

BARTOLOMÉ MITRE, MANUEL RICARDO TRELLES, DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, VICENTE FIDEL LÓPEZ y ÁNGEL JUSTINIANO CARRANZA se inclinaron por la demolición. NICOLÁS AVELLAHEDA, MIGUEL ESTEVES, ANDRÉS LAMAS y JOSÉ M. DE ESTRADA optaron por la conservación. Ponderando  entonces a los argumentos presentados por cada grupo de opinión, el Consejo Deliberante, en sesión del 8 de abril de 1884, resolvió conservar definitivamente la pirámide de 1811.

El 24 de mayo de 1891, a iniciativa popular, se colocó una placa de bronce en honor de los patriotas FELIPE PEREYRA DE LUCENA Y MANUEL ARTIGAS (ambos primeros mártires de la Patria),  muertos, el primero en Jesús de Machaca (Alto Perú), a consecuencia de las heridas recibidas en Yuraycoragua (16 de junio de 1811) y el segundo, en la acción de San José (24 de mayo de 1811).

Se daba así cumplimiento de un decreto de la Junta Gubernativa en el que ordenó este homenaje “con el objeto de avivar, o alentar en el corazón de los americanos, los mismos sentimientos que en los expresados oficiales hicieron obrar los prodigios de valor que harán inmortal su fama, como asimismo pagarles el tributo que ellos rindieron a la patria”.

En 1912, durante la presidencia de Roque Sáenz Peña, la Pirámide fue corrida unos 63 metros, del lugar que ocupaba primitivamente, para ser instalada en el que actualmente ocupa en la Plaza de Mayo.

En el Boletín de la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, número 8, año 1946, página 32, se publicó lo siguiente:

“En conocimiento de un proyecto sobre el traslado de la Pirámide de Mayo a su sitio primitivo y la restitución a su anterior aspecto, la Comisión Nacional resolvió dirigirse a la Intendencia Municipal con el objeto de hacerle llegar su parecer en oposición de esa obra, considerando que se trata de un asunto que excede los límites dc una simple restauración y que puede provocar críticas muy justificadas.

Asimismo se resolvió reiterar a la Intendencia el pedido sobre: colocación de la Pirámide al nivel del suelo; cambio de los escudos actuales por el primitivo, que fue aprobado por la Asamblea Constituyente de 1813; colocación de la reja primitiva, parte de la cual se encuentra en el Museo Histórico Nacional.

El resto se construiría de acuerdo a ese mismo modelo. Formación del patio de baldosas blancas y negras que sería circundado por la reja. Las placas de homenaje a PEREYRA LUCENA y a MANUEL ARTIGAS deben ser colocadas al frente del Monumento y en el pedestal del mismo”.

Pero a pesar de lo así dispuesto, las placas recordatorias de las gestas del capitán Felipe de Pereyra Lucena y de Manuel Artigas, considerados como los dos primeros jefes militares que dieron su vida por la patria durante las campañas en el Alto Perú y la Banda Oriental, jamás fueron reinstaladas.

Hoy, en la Pirámide de Mayo existe una única placa, de bronce, de 85 cm de largo y 57 cm de alto, colocada sobre su lado oeste, que contiene solamente dos nombres: Felipe Pereira de Lucena y Manuel Artigas, sin ninguna aclaración de porqué esos nombres están allí, ni a quien pertenecen. Iniciadas las investigaciones en 2019 para saber el destino de las placas originales, hasta la fecha (2022) nadie ha sabido darnos la información requerida.

Por considerarlo de interés transcribimos textualmente un trabajo del historiador Eduardo Parise, referido al mismo tema.
“La Pirámide de Mayo es uno de los símbolos de la Ciudad. Y aunque casi no hay gente que no la conozca, la mayoría no sabe que pertenece al barrio de Monserrat. Tampoco saben que es un obelisco, aunque todos, aún desde los tiempos en que la proyectaron, la llamaron pirámide. Seguramente, también desconocen que se salvó dos veces de la demolición. Por eso, la “Pirámide de Mayo” también merece un recordatorio que rescate algo de su larga historia, que empezó en 1811 y dos siglos después sigue teniendo protagonismo”.

“Considerado como el primer monumento patrio, su construcción formó parte de la celebración del primer aniversario de la Revolución de Mayo.

En marzo de 1811 se presentó el proyecto ante el Cabildo, en abril se aprobó y enseguida se empezó el trabajo. La dirección de la obra quedó a cargo del alarife Francisco Cañete, un hombre nacido en Cádiz a quien, en aquellos tiempos, se lo consideraba uno de los buenos constructores que tenía la Ciudad.

La suma a invertir: 5.160 pesos y 6 reales. La supervisión del trabajo la realizó Martín Rodríguez, coronel del regimiento de Húsares. El monumento estaba rodeado de una verja de hierro y en cada ángulo se colocó un farol que usaba grasa de potro como combustible”.

“Ya en 1826 apareció la primera amenaza. Para evocar la gesta de Mayo, el presidente Bernardino Rivadavia quería que hubiera un monumento más ampuloso y quiso demolerla. Pero aquel proyecto quedó en eso y la pirámide se salvó. Recién en 1856 se decidió mejorarla, tarea que se le encomendó al pintor y arquitecto Prilidiano Pueyrredón.

Fue en ese momento en que se le agregó la Estatua de la Libertad (mide algo más de tres metros y medio) que realizó el francés Joseph Dubourdieu. También ese artista hizo otras cuatro estatuas (representaban a la agricultura, el comercio, las ciencias y las artes) hechas en tierra cocida y estucada. Los faroles fueron reemplazados por otros, a gas”.

“Hacia 1883 Buenos Aires empezaba a dejar atrás la “gran aldea” para convertirse en “la París de Sudamérica”. El impulsor era el intendente Torcuato de Alvear. Fue entonces cuando otra vez surgió la idea de derrumbar la pirámide. Ya se había demolido la Vieja Recova.

La idea era, nuevamente, hacer un “monumento digno” para recordar a la Revolución. Pero el Concejo Deliberante no lo aprobó y además pidió que la pirámide fuese preservada de futuros daños.

En 1912, la histórica Pirámide de Mayo pasa a ocupar el centro de la plaza. Así, en ocho días y usando unos carriles especiales, se la desplazó más de 50 metros, hasta su lugar actual.

No fue tarea fácil: el monumento completo pesa más de 200 toneladas. En el siglo XX la pirámide se convirtió en punto de encuentro de las madres de desaparecidos que se reunían a reclamar por sus hijos.

En 1977, la primera vez que se juntaron, los policías les dijeron “circulen señoras, circulen”. Así surgió la ronda de cada jueves alrededor del monumento.

Allí, en 2005, se depositaron las cenizas de Azucena Villaflor, una de las primeras mujeres que fue a reclamar y que también había sido secuestrada y desaparecida”.

“Con respecto a las estatuas que se colocaron en 1856, el deterioro hizo que las sacaran en 1873. Sin embargo, en 1877, para adornar a la pirámide, se pusieron otras cuatro estatuas hechas en mármol de Carrara, que también eran obras del francés Dubordieu».

Originalmente, habían adornado el edificio del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en la calle San Martín al 100. En total, esas estatuas eran 16. Las cuatro que rodeaban a la pirámide estuvieron hasta 1912 y en 1972 fueron colocadas en una plazoleta que está en Alsina y Defensa. Otras seis se encuentran en la terraza del ex Asilo y actual Centro Cultural Recoleta (ver Festejos en Buenos Aires). 

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