LA MARCHA DE LOS CHACAREROS (27/08/1921)

Un destacado número de chacareros provenientes de todo el país, en representación de la Federación Agraria Argentina, partiendo desde el monumento a Cristóbal Colón, en la ciudad de Buenos Aires, realizan una marcha de protesta hacia el Palacio Legislativo de la Nación y dejan allí un petitorio dirigido al presidente del Senado, doctor BENITO VILLANUEVA, expresando:

«El violento aluvión inmigratorio de brazos y capitales que recibió nuestro país en las postrimerías del siglo pasado, produjo la bárbara especulación del suelo, que llegó a su apogeo al celebrar nuestra primera centuria de independencia política, ocasionando la gravísima crisis agraria, que llegó al colmo en el año 1912».

Fue entonces cuando nos obligó a los 75.000 agricultores arrendatarios de la República, a protestar enérgicamente contra los audaces que, en su sed de riqueza fácil, nos consideraban simples instrumentos de trabajo para valorizar el suelo que ellos negociaban obligándonos, repetimos, a protestar contra los traficantes del suelo que, contando con la indiferencia de Gobiernos poco previsores, impusieron esos contratos archileoninos, dignos de negreros».

Contratos que por otra parte, han dado origen a que, en un pueblo como el nuestro, que cuenta con la mayor y más fértil extensión de tierra, en proporción a sus habitantes, todos sus agricultores sean arrendatarios a quienes se humilla, se les despoja y se les embrutece, obligándolos a ambular continuamente como el judio errante».

«Por otra parte, señor presidente. la cuestión agraria ya no nos afecta solamente a nosotros, los colonos: ella afecta a todo el país. Porque nuestras tierras, que han sido esquilmadas por una agricultura de rapiña, ya no producen con un trabajo ligero: requieren un trabajo in­tensivo, y este trabajo sólo puede efectuarse cuando el hombre está rodeado de ciertas garantías».

«Porque el cul­tivo extensivo no permite la explotación mixta agropecuaria, explotación que se debe implantar en seguida. Porque los colonos, vejados y expoliados huyen de los campos, refugiándose en los pueblos y ciudades, donde van a sufrir hambre y juntar odio. Porque, en fin, la familia campesina necesita radicarse, afianzarse y nacionalizarse en el más noble sentido de la palabra».

«Y si el señor presidente agrega a estas razones, la necesidad de que los millones de hijos nuestros no se críen mal alimentados y analfabetos en esos tugurios que nos sirven de albergue, al lado de padres siempre mustios. siempre tristes, siempre irritados, cosas todas que han de hacer de ellos ciudadanos raquíticos de cuerpo y alma, el señor presidente pensará, como nosotros, que lo que decimos es apenas un poco de lo que las con­veniencias sociales, económicas y políticas de la Nación piden a gritos que se nos dé».

«Señor presidente: los delegados de los 75.000 colonos que desde las más lejanas regiones del país han venido al Senado Nacional a solicitar una ley que les acuerde derechos y les señale deberes, no pueden ser sospe­chados de egoístas o aventuraros». ‘Si lo que pedimos es justo, debemos ser atendidos; y si es injusto, debe sernos demostrado. Continuar indife­rente ante nuestro clamor, ante el clamor del pueblo, seria invitarnos a permanecer en esta ciudad, ya que las pampas que tanto amamos se niegan a ofrecernos hospitalidad.»

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