LA GUERRA CIVIL ARGENTINA. CÓMO EMPEZÓ TODO

Puede considerarse que la lucha entre “unitarios” que deseaban un gobierno centralista con capital en Buenos Aires y “federales” que propiciaban organizar el país como una federación, fue la única y verdadera sinrazón por la que los argentinos se enfrentaron durante 66 años (1814-1880), en una guerra sin cuartel, que no supo de treguas ni de respeto por la condición humana.

Quizás el germen de este enfrentamiento, deba buscarse más atrás en el tiempo. Quizás el origen de esta locura haya estado en las diferencias que mantuvieron en veredas opuestas a los “saavedristas”, seguidores del general CORNELIO DE SAAVEDRA, presidente de la Primera Junta de Gobierno y los “morenistas”, adherentes a las políticas de MARIANO MORENO, el Secretario de dicha Junta.

SAAVEDRA era más pragmático, entre otras cosas, porque tenía la responsabilidad de hacerse cargo del empleo de las fuerzas armadas, si se llegaba a esa instancia. Tenía un criterio más realista que MORENO. Lo que SAAVEDRA intentaba era conciliar al mismo tiempo los intereses de Buenos Aires con los de los pueblos del interior que empezaban a llegar con sus representantes a Buenos Aires, muchos de los cuales estaban bastante lejos de coincidir con las posturas más jacobinas de MORENO.

MORENO, en cambio, era un ideólogo jacobino que no entendía la realidad del Río de la Plata (recordemos que los jacobinos eran los seguidores de Maximiliano Robespierre, el líder de la Revolución Francesa, representante de los sectores más extremistas). Para BUSANICHE, autor de una monumental “Historia Argentina”, el Secretario de la Primera Junta, era un hombre dogmático, heredero del pensamiento del francés Juan Jacobo Rousseau (uno de los teóricos de la Revolución Francesa), que hablaba “en nombre del pueblo”. BUSANICHE resume: “La parte más popular y numerosa, la que no vestía de frac o de levita, se inclinó hacia el lado de SAAVEDRA» (ver Moreno o Saavedra?).

En 1811, cuando no había pasado todavía un año de la Declaración de nuestra Independencia, ya comenzaron a surgir diferencias de opinión acerca de las características que debería tener el futuro gobierno de este nuevo Estado surgido el 25 de mayo de 1810 (Junta Grande, Triunviratos, Directorio?) y pronto aparecieron los exégetas de las más diversas formas que podría llegar a tener (ver Buenos Aires busca su forma de gobierno)

Y una voz comenzó a ser escuchada en ambas orillas del Río de la Plata. Un hombre de la campaña oriental llamado JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS recorría la Banda Oriental y el litoral argentino hablando un idioma que pronto comenzaron a comprender los pobladores de esos territorios y eso puso en alerta a los hombres que estaban en el gobierno de Buenos Aires (ver Artigas, José Gervasio de).

Porque ARTIGAS hablaba de un país gobernado como un Confederación de provincias independientes y soberanas, no dependientes de un gobierno central y hegemónico, algo totalmente a contrapelo de lo que pretendían ellos.

Así nació el federalismo de ARTIGAS y el “unitarismo” de Buenos Aires y así comenzó esta simple controversia, que poco después se transformó en una cruel guerra civil, alentada por algunos de nuestros prohombres, que lejos de aceptar discutir ideas, prefirieron enfrentarlas con malas artes.

En 1813, ARTIGAS que quería discutir su proyecto de gobierno en la Asamblea Constituyente que se había reunido en Buenos Aires, envió sus delegados y estos fueron rechazados el 5 de marzo de 1813, con argumentos que ocultaban la realidad: en Buenos Aires, no querían saber nada con las ideas federalistas de ARTIGAS y así pretendieron acallar su voz. Se lo declaró “infame” y se puso precio a su cabeza, aunque luego fue reivindicado y repuesto en sus funciones

Pero su voz no fue acallada. Su proyecto, prendió rápidamente en ambas orillas del Río de la Plata. Pronto se sumaron al “federalismo”, otras provincias como Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis y Santiago del Estero, que en diferentes circunstancias y tiempos, formaron alianzas posteriores que compartían esa ideología y surgieron para la historia los “caudillos”, hombres fuertes de las provincias de la Confederación (ver Los caudillos).

FRANCISCO RAMÍREZ, ESTANISLAO LÓPEZ, JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS, FACUNDO QUIROGA, JUAN MANUEL DE ROSAS, CHACHO PEÑALOZA, entre otros, que eran, “como caudillos federales”, los que seguían una tendencia conservadora y tradicional de raigambre hispano-católica, eminentemente práctica, se lanzaron a una lucha fratricida contra los “unitarios JUAN LAVALLE, JOSÉ MARÍA PAZ, BERNARDINO RIVADAVIA,  JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, GREGORIO ARÓZ DE LAMADRID, ANTONINO TABOADA, entre otros, que como adherentes del “unitarismo”, aspiraban a constituir un gobierno fuerte centralizado en Buenos Aires, eran “pro- ingleses y pretendían imponer instituciones europeas que juzgaban más adecuadas.

Y la violencia dialéctica que al principio era la característica de este enfrentamiento, se hizo verdadera violencia cuando comenzaron a hablar las armas. Y eso fue a partir del 26 de enero de 1814, cuando FERNANDO ORTOGUÉZ al mando de efectivos de JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS derrotó a los unitarios enviados por el Directorio al mando del mayor MANUEL PINTO CARNEIRO en el combate del Arroyo de la China, Concepción del Uruguay, actual provincia de Entre Ríos, que fue el primer enfrentamiento que se produjo durante esa larga guerra civil que enfrentó a los argentinos

Seiscientos cincuenta y siete eventos entre entreveros, rebeliones, alzamientos, combates navales y terrestres y batallas (1), donde se enfrentaron unitarios y federales, dan una idea de lo difícil que fue llegar a un acuerdo. Seiscientos cincuenta y siete oportunidades que tuvieron nuestros prohombres para reflexionar y buscar una solución que satisfaga todos. La historia nos recuerda que no fueron aprovechadas y durante sesenta y seis años, la sangre manchó la nueva Nación.

En 1815, ARTIGAS conformó la “Liga Federal” (o “Liga de los Pueblos Libres”) con las provincias de Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, la Provincia Oriental (actual Uruguay) y los pueblos de las Misiones orientales y se lanzó a promover su idea de un gobierno federal.

El 20 de abril de 1819 el Congreso de la Nación, sancionó la “Constitución de 1819”, conocida como la «Constitución Unitaria» y fue rechazada por todas las provincias, que la consideraron “centralista, monárquica y aristocrática” y nunca llegó a aplicarse. Mientras las provincias se sentían impulsadas por un sentimiento autonomista o federal, la Constitución de 1819 establecía un sistema de gobierno unitario a través de una orientación monárquica, que respondía a la política imperante en esa época, entre la clase dirigente, una situación tan particular que se da por las negociaciones autorizadas por el mismo Congreso al Director Supremo, de buscar un príncipe o princesa europea que asumiera como Jefe de Estado de las Provincias Unidas del Rio de La Plata (ver La Constitución Argentina. Intentos y Reformas).

Como respuesta a este burdo intento del Directorio para imponer su criterio, el 1º de febrero de 1820, los “federales”, una fuerza compuestas por unos 1.500 hombres, milicianos de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, emigrados chilenos e indios guaraníes, al mando de ESTANISLAO LÓPEZ, secundado por PEDRO CAMPBEL, FRANCISCO RAMÍREZ y JOSÉ MIGUEL CARRERA, marchan sobre Buenos Aires y vencen en la Cañada de Cepeda, cerca del Arroyo del Medio (provincia de Santa Fe), a los efectivos unitarios enviados por el Directorio al mando de JOSÉ RONDEAU para enfrentarlos.

Luego de la batalla de Cepeda, el Directorio acorralado y superado por los acontecimientos, buscando una solución que trajera la paz, convocó una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución, para organizar definitivamente el país y tratar de llegar por fin a concertar la paz entre los argentinos.

Como resultado de esta Asamblea, el 24 de diciembre de 1826 se sancionó la que también se conoció como la “Constitución Unitaria”, que era aún más centralista” que la de 1819 (hasta establecía la instalación de un Presidente con poder para designar a los gobernadores provinciales). Fue enérgicamente rechazada por todas las provincias, debido a sus tendencias centralistas. El presidente unitario BERNARDINO RIVADAVIA renunció, todas las provincias volvieron a ser una Confederación y luego de un breve interinato de VIENTE LÓPEZ Y PLANES, el federal MANUEL DORREGO fue nombrado gobernador de Buenos Aires.

En 1828, JUAN LAVALLE, de regreso triunfal con las tropas que habían luchado durante la guerra con el Imperio de Brasil, no era todavía ni “unitario” ni “federal”, pero su convivencia con líderes unitarios que habían participado en esa contienda, lo había hecho un fervoroso adherente a esa parcialidad, por lo que decidió establecer en Buenos Aires, un gobierno más liberal y centralizado, que el de DORREGO, es decir, un “gobierno unitario”.

Encabezó entonces un movimiento cívico-militar que estalló el 1º de diciembre de 1828 (ver Revuelta decembrista). Derrocó al gobernador MANUEL DOREGO, disolvió la Legislatura y se autoproclamó gobernador de la provincia

DORREGO fue capturado y fusilado en Cabeza de Tigre el 13 de diciembre de 1828 y su fusilamiento provocó una fuerte reacción federal. Había terminado la guerra dialéctica entre unitarios y federales y comenzaron a hablar las armas iniciando una guerra civil que se prolongó durante varios años y que se extendió por todo el territorio argentino.

Como el golpe de LAVALLE había dado nuevos impulsos a la puja entre unitarios y federales, reavivando la guerra civil que los involucraba, el 31 de agosto de 1830, JOSÉ MARÍA PAZ organizó en la provincia de Córdoba, la “Liga Unitaria” para defender la posición de las provincias ante las pretensiones de Buenos Aires y para oponerse al “Pacto Federal” que incluía a la provincia de Buenos Aires.

JUAN MANUEL DE ROSAS, que hasta ese momento era un simple, aunque poderoso ganadero que simpatizaba con la causa federal y que había sido muy amigo y sostén de DORREGO, armó un aguerrido y disciplinado cuerpo de milicianos para luchar contra LAVALLE. Lo venció en la batalla de “Puente de Márquez” el 25 de mayo de 1829 y restableció la Asamblea Legislativa.

Los “federales”, deseosos de recuperar su posición dominante, vieron en él, a quien los llevaría a la victoria y lo ungieron Gobernador de la provincia de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829. ROSAS gobernó con mano de hierro entre 1829 y 1852 (salvo un interregno entre 1832 y 1835 durante el cual realizó una de las cuatro Campañas al Desierto) y si bien se consideraba “federal”, y proclamaba la necesidad de establecer un sistema de gobierno federal, durante su gobierno trató de demorar por todos los medios que tuvo a su alcance la organización del país y estableció a la provincia de Buenos Aires en una posición absolutamente hegemónica con respecto a las demás provincias.

En 1830, con la participación de las provincias de San Luis, La Rioja, Catamarca, Mendoza, San Juan, Tucumán, Córdoba, Salta y Santiago del Estero, se conformó la “Liga Unitaria” con el objeto de establecer un gobierno unitario centralizado en Argentina y se nombró al general JOSÉ MARÍA PAZ comandante militar supremo.

Como respuesta, el 4 de enero de 1831 y con el objeto de crear una alianza militar federal para enfrentar y derrotar a la “Liga Unitaria” y establecer un sistema de gobierno federal, se creó el “Pacto Federal” (o “Liga del Litoral”), con la adhesión de las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe y más tarde, también Corrientes.

Durante el gobierno de ROSAS, la lucha entre “unitarios” y “federales” se exacerbó y adquirió caracteres dramáticos. La violencia, la crueldad y la injusticia dominaron ese largo y triste período de nuestra historia.

Destacadas figuras de la política, intelectuales de nota, exiliados en la Banda Oriental y en Chile pusieron al servicio de los intereses unitarios todos sus esfuerzos, sus fortunas y en muchos casos sus vidas, porque ROSAS no era un hombre de tibiezas.

Y así fue hasta que en 1852, un hombre de su riñón”, JUSTO JOSÈ DE URQUIZA, después de haber servido dieciséis años a su causa, consiguió unir a todos sus opositores, logró que Brasil lo financiara y que la Banda Oriental y Brasil aportaran tropas y en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1952) lo derrotó y lo despojó del gobierno. ROSAS se exilió en Inglaterra y URQUIZA asumió el gobierno instalando una administración “unitaria”.

El 1º de mayo de 1853 se sancionó un Constitución que no satisfizo a la provincia de Buenos Aires y el 11 de setiembre de ese año, se declaró Estado independiente y soberano, abandonando la Confederación Argentina.

Continuaron entonces, los episodios de violencia armada, ahora entre la Confederación, integrada por 13 provincias (Catamarca, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Salta, San Juan, San Luis, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán) y el Estado independiente de Buenos Aires,

En 1860 URQUIZA había dejado la presidencia de la Confederación, en manos de SANTIAGO DERQUI y Buenos Aires, ahora estaba en manos de un nuevo líder, BARTOLOMÉ MITRE, un viejo zorro de la política que supo manejarse para llevar a URQUIZA a una confrontación final para dirimir supremacías imponiendo sus respectivos proyectos políticos.

Se enfrentaron el 17 de setiembre de 1861 en la batalla de Pavón. MITRE resultó vencedor, URQUIZA se retiró del escenario y Buenos Aires, luego de aceptar los contenidos de la Constitución de 1853, se reincorporó a la Confederación en 1862 y parecía que habían llegado los tiempos de paz.

Pero no. Ya no eran “unitarios” y “federales”. Los primeros eran los que habían sido los “morenistas” y después fueron los “directoriales”, “antirosistas”, “liberales , “chupandinos”, “crudos”, “progresistas”, y “autonomistas” y Adolfo Alsina, Amancio Alcorta, Nicolás Anchorena, Nicolás Antonio Calvo, Ovidio Lagos, Francisco Bilbao, José Hernández, Julián Segundo de Agüero, Valentín Gómez, Manuel B. Gallardo, Juan Cruz Varela, Ignacio Núñez, eran sus principales figuras.

Mientras que los “saavedristas” devinieron con el tiempo en “federales”, “rosistas”, “federalistas”, “pandilleros, “cocidos”, “conservadores” y “nacionalistas, con Bartolomé Mitre, Valentín Alsina, Domingo Faustino Sarmiento, Vélez Sarsfield, Pastor Obligado, entre sus principales figuras

Pero lo que los separaba seguía siendo lo mismo: Buenos Aires, bastión de los unitarios, apoyado por las elites urbanas (ver Unitarios y Federales), promovía el liberalismo económico y pretendía constituir un gobierno centralizado y fuerte. Por historia, recursos, volumen poblacional, capacidad productiva y disponibilidad de un puerto de aguas profundas que facilitaba las operaciones de comercio exterior, se consideraba con derecho a administrar el conjunto de las provincias.

Pero éstas, donde los caudillos tenían gran influencia y buscaban proteger los intereses regionales, no aceptaban este plateo; defendían las autonomías provinciales y exigían igualdad de derechos, acceso a los recursos aduaneros (centro en verdad de la disputa) y la instalación de un modelo de gobierno confederado, un sistema político que consideraban más apropiado, dada nuestra gran extensión territorial con características muy diversas.

A pesar de los auspicios favorables, para que los intereses de la Confederación y la provincia de Buenos Aires, coincidieran en bien de la unidad nacional, viejos rencores echaron por tierra los proyectos de unidad que se creía había sido lograda mediante la aprobación de la Constitución de 1853 y la incorporación de Buenos Aires a la Confederación integrada por las demás provincias.

En julio de 1861, BARTOLOMÉ MITRE, como Gobernador de la provincia de Buenos Aires había declarado terminadas las negociaciones entre ambos estados y en agosto de ese año, en un intento por evitar la confrontación armada, MITRE y URQUIZA, reunidos con el Presidente SANTIAGO DERQUI, habían tratado de acercar sus diferencias pro no fue posible y el ruido de las armas se hizo escuchar nuevamente.

El 17 de setiembre de 1861, las fuerzas de la provincia de Buenos Aires al mando del general MITRE y las de la Confederación al mando del Gobernador de Entre Ríos, JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, se encuentran en proximidades del arroyo Pavón y allí se libró una batalla que parecía había puesto fin a esa conflictiva situación que enfrentaba a los argentinos y que había retrasado notablemente el desarrollo como Nación, de las provincias argentinas.

La batalla de Pavón, pudo ser entonces, el punto de partida para la definitiva organización nacional y MITRE, que fue encargado provisoriamente del gobierno, al convertirse en dueño de los destinos del país, organizó definitivamente a la República (ver Batalla de Pavón).

Y así llegó el año 1880, cuando la discusión, era la misma de siempre, “Buenos Aires contra las provincias y las provincias contra Buenos Aires”, pero ahora discutiendo ambas parcialidades sobre si Buenos Aires tenía o no derecho y si era o no conveniente que se la ungiera como la Capital de la República. El sector liderado por BARTOLOMÉ MITRE quería que la capital de la provincia de Buenos Aires, continuara bajo el control de la provincia, en lugar de pasar al dominio federal del país, cosa que los “federales” no aceptaban.

Nuevamente nuestros prohombres se olvidaron de buscar caminos mediante el diálogo y decidieron recurrir a las armas para dirimir acerca de esta nueva diferencia de opiniones que los separaba. El gobernador de Buenos Aires, CARLOS TEJEDOR rechazando terminantemente este cambio de status político de su provincia, se alzó en armas contra el gobierno del presidente CARLOS AVELLANEDA y solo después de que hubiera entre 2.000 y 3.000 muertos y se librara las decisivas batallas de Puente Alsina y de los Corrales Viejos, se federalizó la ciudad de Buenos Aires y volvió la calma (ver La revolución de Carlos Tejedor).

Pero no por mucho tiempo. Parecía que el encono entre “unitarios” y “federales” había terminado, pero la vocación confrontativa seguía latiendo en el corazón de algunos argentinos y las armas volvieron a hablar. Este viejo rencor entre Buenos Aires y las provincias que nos viene desde 1814, alimentado ahora por hombres ambiciosos e irreflexivos de la política, volvió a morder los corazones de quienes no dudan a la hora de imponer sus ideas disfrazadas de reivindicaciones en favor de una u otra estructura política que deberían buscar su realización, en forma armónica y cooperando entre ellas.

Dos nuevas revoluciones, en 1890 y 1893, falazmente disfrazadas con fines “nobles y patrióticos”, conmovieron a los argentinos y la vieja controversia Buenos Aires versus las provincias, volvió a surgir y la sangre de muchos argentinos corrió por las calles, hasta que el 29 de setiembre de 1893, en el combate naval de El Espinillo, mostraron por última vez sus dientes y se llamaron a silencio.

Pero en el rescoldo de ese fuego que creímos apagado, siguen encendidos algunos focos que cobran fuerza de vez en cuando, y los argentinos vuelven a recurrir a la violencia para dirimir sus diferencias (ver Revolución de 1930). Y eso seguirá siendo así, hasta que todos comprendamos que la República Argentina es un todo habitado por argentinos que tienen los mismos derechos y merecen las mismas oportunidades vivan donde vivan., piensen lo que piensen. Cuando esto sea así, le habremos quitado a los voceros del odio, la excusa que hoy esgrimen para intentar reivindicaciones por medios violentos o ilegales.

(1). Nosotros hemos registrado 452 de ellos (ver Batallas y combates. Guerra civil argentina).

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