LA FOGATA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO (29/06/00)

Todos los años, cada 29 de junio, día consagrado al recuerdo de San Pedro y San Pablo, en muchos Barrios de la ciudad de Buenos Aires, se armaban grandes muñecos con una estructura de madera cubierta con papeles y géneros, moldeando así grotescas figuras, que eran quemados al fin de ese día.

Era una ceremonia barrial en la que intervenían todos los vecinos, instalando en un descampado y hasta en la intersección de alguna avenida ancha y alejada de edificios, esos grandes muñecos de madera..

Luego se iba casa por casa, pidiendo alguna prenda para vestir al muñeco o material inflamable para la quema. Con lo que así se había logrado, se vestía al muñeco y se lo pintaba, tratando de que se asemejara a algún personaje público, al que se quisiera inmolar o simplemente que representara males o perjuicios que se quisieran hacer desaparecer.

Se lo llenaba con cohetes y otros explosivos y se lo rodeaba con leña y otros materiales combustibles que garantizaran una gran “fogarata” cuando se lo encendiera. En muchas casas, misteriosamente faltaba algún mueble, ropa, zapatos, sombreros o lo que sirviera para la quema.

Todo era llevado y depositado a los pies del muñeco, en espera del gran momento. Pero había que tener cuidado y estar atento, porque era común que vecinos de otros barrios, se acercaran subrepticiamente y se llevaran “para su muñeco” el material penosamente conseguido.

Era también costumbre de aquella época, poner papas y batatas entre los maderos, las que luego de haberse cocinado al calor de esa fogata, eran repartidas entre los vecinos que las comían a la luz de las llamas (ver Recuerdos, usos y costumbres de antaño).

Arturo Jauretche escribió acertadamente que “fogarata” no es un término erróneo, sino una suerte de pleonasmo instintivo para dar cuenta de la grandiosidad del espectáculo.

La “fogarata” es un rito religioso, y conserva ese carácter aún cuando quienes la preparan, la encienden y la disfrutan en esa noche mágica, ignoren que ese día se conmemora el martirio del primer papa, San Pedro, y del Apóstol de los Gentiles, San Pablo.

Recordemos que al amanecer del 29 de junio del año 67, ambos fueron sacados de la prisión para ser ejecutados por orden de Nerón. Pedro fue llevado a la Colina Vaticana y crucificado cabeza abajo según su deseo, por considerar demasiado digno morir como su maestro.

Pablo fue conducido a Ostia, lugar próximo al río Tiber y allí fue decapitado. Su cabeza al caer dio tres saltos, y del suelo brotaron otros tantos manantiales. Aún hoy los peregrinos que van por la Via Ostiense se detienen allí para llevar agua de las fuentes milagrosas (este tema ha sido magistralmente desarrollado por el Licenciado Conrado de Lucía, en una nota que fue publicada en el Diario “La Nueva Provincia” el 24 de junio de 2001).

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