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JETTATORE, UN ESTRENO SIN “YETA” (30/05/1904)
El 30 de mayo de 1904 se estrenó en el Teatro Porteño de la Comedia, la obra Jettatore, de GREGORIO DE LAFERRÈRE (1867-1913).
A lo largo de los años fue representada por diversos elencos en numerosas oportunidades, tanto en teatro como en televisión y en 1938 se realizó una película con el mismo nombre, dirigida por Luis Bayon Herrera.
Con esa obra, Laferrère, distinguido miembro de la “elite porteña”, comenzaba su carrera de autor teatral, ya que hasta ese momento, este hombre culto, elegante y amante de la buena vida, sólo había tenido actuación en la política.
Como correspondía al hijo de un hacendado, había viajado varias veces a Europa, y al regresar fue designado primero diputado provincial, en 1.893 y luego diputado nacional, en 1898.
Desde su juventud Laferrère cultivó las letras en el género de la novela y había escrito algunos cuentos, pero como no lo hacía públicamente, la aparición de ésta, su primera obraque sería representada, fue una sorpresa en el ambiente de la aristocracia porteña al que pertenecía.
Se trataba de ¡Jettatore! una comedia en tres actos que, según el mismo autor, la escribió por humorada y sin imaginarse que alguna vez sería representada. Un día, también por broma, se la leyó a un amigo quien le instó a enviarla al teatro de la Comedia donde actuaba la compañía de Jerónimo Podestá, lo que hizo sin revelar que era el autor.
La obra fue rechazada por «irrepresentable» pero meses más tarde otro amigo, Mariano de Vedia, la hizo llegar nuevamente y esta vez fue aceptada y estrenada por la compañía Podestá.
Otra versión dice que escribió la obra por una apuesta con otro autor, al que calificó de escritor de pavadas, y para ver quién alcanzaba más repercusión. En sólo ocho días quedó terminada Jettatore, una sátira cuyo argumento gira en torno de las andanzas de un famoso político de la época y de la superstición que atribuye poderes fatales a ciertas miradas y que se conoce como “mal de ojo” o “jettatura”.
Un amigo de Laferrère le llevó la obra a GARCÍA VELLOSO, que entonces era director del Teatro de la Comedia y enfrentaba una temporada de fracasos. Velloso la leyó y quedó fascinado con los personajes y los diálogos, por lo que sugirió hacer apenas algunas correcciones.
Pero fuere cual fuere la verdad, lo cierto es que por fin, “Jettatore” fue representada por la compañía de JERÓNIMO PODESTÁ, con ORFILIA RICO y BLANCA PODESTÁ como protagonistas y que la obra tuvo un rotundo éxito de público y de crítica en una sala repleta de público y ante la presencia del presidente de la República, JULIO ARGENTINO ROCA.
Cuando terminó la función, los actores debieron salir repetidamente para responder a la ovación con que los premiaba el público y desde esa noche se habla “del suceso jetatore” y a partir del él, autor se consagra plenamente al teatro. La obra fue traducida al francés y en España se la representa como “Mala sombra”.
Laferrère declaró que había escrito para el teatro ”como he hecho muchas cosas raras en la vida, por el deseo de conocer algo que no conocía, por no aburrirme lo mismo que el día anterior…”, afirmando luego: “Nunca he tomado en serio mi papel de hombre de teatro”.
Sin embargo, “Jetatore” fue la primera obra de una larga producción de ese prestigioso autor teatral, a cuyo genio se deben “Locos de verano”, “Las de Barranco”, “Bajo la garra”, que fueron todas, una muestra de su talento.
La obra fue caracterizada por el crítico e investigador Luis Ordaz como un vodevil con “un tema ingenuo, pero desarrollado con mano diestra y desbordante de humor satírico aunque sin caer nunca en lo burdamente caricaturesco”. Es la caricatura de la superstición que atribuye a ciertos individuos una funesta influencia magnética («jettare» en italiano — «jeter» en francés — significa lanzar y en el contexto: «lanzar rayos o efluvios nefastos», de allí viene la palabra lunfarda “yeta” -es decir: mala suerte-); superstición muy difundida entonces en Buenos Aires, especialmente en los clubes.
El autor había leído un cuento análogo de Théophile Gautier, que es citado en la segunda escena de la obra por su protagonista, pero «Laferrère ha tomado casi todos los elementos pintorescos de la realidad de nuestro ambiente.
Don Lucas, protagonista inocente de cien tragedias, es el personaje central, ligado a la obra por una tenue fábula de amor, y rodeado por numerosas personas de su amistad, en quienes se realizan episodios casuales o fatales que crean en torno de Don Lucas una atmósfera de hilaridad o de terror» (ver El teatro en la Argentina. Sus orígenes).