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LA INQUISICIÓN EN AMÉRICA (1610)
En 1480, durante el reinado de FERNANDO e ISABEL, se estableció un Tribunal Eclesiástico, para inquirir y castigar los delitos contra la fe, que fue conocido como la “Inquisición”, el «Santo Oficio» o “Tribunal de la Inquisición”.
Establecida originalmente en España, para combatir las herejías, perseguir y definir los delitos contra el catolicismo y, en general, mantener la pureza de la religión, de hecho, funcionó como una institución coercitiva y represiva contra cualquier manifestación que modificara el orden existente, contra las minorías marginadas y contra la disidencia política.
Se dedicó a investigar y a perseguir a los judíos, protestantes y moros, en abierta violación a la libertad de conciencia y al espíritu del cristianismo. También extendió sus actividades a la represión de la bigamia, la brujería, la piratería y la blasfemia.
El primer Tribunal, establecido en Sevilla fue presidido por el dominico TORQUEMADA, confesor de la reina, que desató una trágica ola de persecuciones, saqueos y muertes como jamás se había visto.
Descubierta América por CRISTÓBAL COLÓN en 1492, muchas de las instituciones vigentes en España, se trasladaron al nuevo continente y a principios de 1589, el rey Felipe II, autorizó el establecimiento oficial del Santo Oficio en América, para encargarse, según afirmaba la Iglesia, de la vigilancia de las costumbres y la represión de los extravíos místicos, así como de la extirpación de los elementos adictos al judaísmo y al islamismo, que hubiesen podido emigrar de la metrópoli a las colonias.
Pero la Inquisición peninsular no solía delegar sus facultades, sino que exigía se remitiesen los reos a sus tribunales de España, situación que duró hasta 1619, en que fue designado inquisidor el obispo de Puerto Rico, Alonso Manso, donde organizó tres centros: el de México, el de Lima y el de Cartagena (Colombia). En el resto de América, hubo delegados llamados comisarios, encargados de esclarecer las denuncias y levantar los sumarios; los comisarios gozaban del privilegio del fuero eclesiástico.
El 3 de maro de 1610 el Santo Oficio se instaló en Buenos Aires dependiendo del Tribunal de Lima, para cubrir la zona del Río de la Plata y se designó comisarios a los obispos de Tucumán, Paraguay y Buenos Aires, con jurisdicción en esos territorios y en Cuyo y con la misión de vigilar la conducta religiosa de los habitantes blancos, mestizos, negros y mulatos. Los aborígenes no eran tenidos en cuenta porque se los consideraba seres de mentalidad inferior.
El organismo era presidido por un Comisario general que era un eclesiástico elegido por su “limpieza de sangre, fidelidad y conducta intachable”. Cuando un supuesto hereje era detenido, se secuestraban sus bienes y se lo remitía a la sede del tribunal donde se efectuaban los autos de fe que eran los castigos públicos a que se sometía a los acusados.
Por diversos motivos, en América, el Santo Oficio no fue tan omnipotente y su actuación no fue tan violenta como lo había sido en Europa. Además, por la real cédula de 1569, reglamentaria de la Inquisición, se excluyó a los indios como sujetos de aplicación del procedimiento inquisitorial, por ser nuevos en la fe y por su corto entendimiento en dichas cuestiones.
Sin embargo, en la ciudad de Lima se realizaron cerca de trescientos juicios durante el período colonial. Muchas veces se suscitaron enfrentamientos entre la Inquisición y los tribunales civiles, los funcionarios reales y aun los eclesiásticos que se quejaban de la severidad dogmática de los inquisidores.
La Inquisición española fue abolida en las Cortes de Cádiz; en las Provincias Unidas del Río de la Plata fue suprimida por la Asamblea de 1813, y en el resto de los países de América, al proclamarse sus respectivas independencias.