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INDIO/INDIA (17/10/1492)
Aplícase al antiguo poblador de América, o sea de las Indias Occidentales y al que hoy se considera como descendiente de aquél, sin mezcla de otra raza.
El término se usó por primera vez en el «Diario» de a bordo de CRISTÓBAL COLÓN, en las anotaciones correspondientes al día 17 de octubre de 1492.
Son comunes a todos los indios, con matices y variantes: el color cobrizo de la piel, los ojos frecuentemente oblicuos y de color negro, los cabellos lacios, gruesos y negros. Característica frecuente resulta la escasez de barba y de pilosidad en el resto del cuerpo.
Al producirse el descubrimiento, la población americana, calculada en una cifra total de 14.000.000 de habitantes, ofreció un panorama cultural sumamente diverso. Son muy numerosos los intentos que se han hecho para clasificar a los indígenas americanos considerando sus características antropológicas o culturales, o ambas a la vez.
Para resolver el problema de la antigüedad y origen de la población americana se han sugerido muchas teorías. La tesis extrema la sostuvo FLORENTINO AMEGHINO, que afirmó no sólo el origen autóctono del indio, sino que afirmó que el hombre nació en las pampas bonaerenses y de allí se difundió al resto del mundo.
Luego de las doctrinas de ALEX HRDLICKA y de PAUL RIVET, modificadas en parte por SALVADOR CANALS FRAU y JOSÉ IMBELLONI y otros investigadores, se admite que llegaron a América grupos humanos de distinta procedencia.
Uno de estos grupos humanos, procedente de Asia continental, luego de ingresar por el estrecho de Behring, se habría difundido por todo el continente. Este grupo mogoloide, el más numeroso, habría impuesto las características físicas más dominantes a la población americana.
Otro aporte lo constituiría el australoide, de características físicas y culturales similares a las de los primitivos australianos. El testimonio arqueológico más reciente documenta, a su vez, que América ya estaba poblada en las últimas etapas del período pleistoceno.
Durante los primeros años de la conquista nació una fuerte corriente de opinión que sostenía la irracionalidad de los indios; otra, sustentada por teólogos y juristas, afirmaba la racionalidad y libertad de los indios.
El triunfo de la segunda posición quedó ratificado por la bula «Sublimis Deus», que dio a conocer Paulo III en el año 1537. Fray BARTOLOMÉ DE LAS CASAS fue el más ferviente y ardoroso defensor, no sólo de la racionalidad y libertad de los indios, sino también de su igualdad y aun superioridad respecto de los españoles, creando en torno al indio, el mito del buen salvaje que la literatura del romanticismo divulgó posteriormente.
Es evidente que la conquista y colonización paralizaron el desarrollo y evolución de las culturas indígenas, imponiendo, por muy diversos procedimientos, las normas, pautas y valores de la cultura de los conquistadores.
Las sociedades indígenas no se adaptaron con rapidez a este cambio brusco, ni recibieron con pureza los nuevos elementos culturales, que en muchas circunstancias fueron adaptados a sus modalidades peculiares e incluso mezclados con su patrimonio anterior, creando de esta manera elementos que diferían de los importados por el grupo conquistador y dominante.
El mismo fenómeno se produjo en la población europea, conquistadora o colonizadora, que ya sea por vía del mestizaje o por gravitación del ambiente indígena o por las dos causas a la vez, fue modificando insensiblemente sus modos de vida.
Así, por este doble proceso, nace no sólo una copiosa población mestiza, sino un fecundo mestizaje de culturas que, con dominio de lo europeo, da origen a lo hispanoamericano, a lo criollo. El indio constituyó a lo largo de la época colonial un elemento masivo de trabajo compulsivo y forzoso, contra el que lucharon los movimientos revolucionarios (ver Pueblos aborígenes de la Argentina).