INCENDIO DEL COLEGIO EL SALVADOR (28/02/1875)

El 28 de febrero de 1875, manifestantes descontrolados incenciaron las instalaciones del Colegio El Salvador, en la ciudad de Buenos Aires.

El incendio del Colegio del Salvador fue un acto de barbarie instigado por un incipiente resentimiento entre clases sociales, que lamentablemente continuó alimentándose a través del tiempo por desacertadas políticas de gobierno.

En enero de 1875 el arzobispo de Buenos Aires, monseñor LEÓN FEDERICO ANEIROS, entregó la Iglesia de la Merced a los padres mercedarios, sus antiguos dueños y la de San Ignacio a los jesuitas y semanas después dio una pastoral sobre dicha medida.

El hecho desató una dura campaña contra el arzobispo hacía poco tiempo elegido diputado al Congreso Nacional y contra la orden de los jesuítas, apoyada por los diarios «mitristas» «El Nacional» y «La Tribuna», por la «Revista Masónica Argentina» y por los periódicos anticatólicos «L’Operario Italiano» y «El Correo Español», este último dirigido por ENRIQUE ROMERO JIMÉNEZ.

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Los dirigentes de la campaña, pertenecientes principalmente a logias masónicas y al Club Universitario, para manifestar su repudio a la medida del arzobispo, organizaron un acto público de protesta que debía realizarse el 28 de febrero en el Teatro Variedades.

En este acto hablaron el presidente de la Comisión de protesta, ADOLFO SALDÍAS, TELÉMACO SUSINI, ENRIQUE ROMERO JIMÉNEZ y el ex cura EMILIO CASTRO BOEDO, antiguo compañero y amigo del tristemente célebre, por su actuación como represor en la Patagonia, el coronel FELIPE VARELA.

Después de los discursos, sus organizadores propusieron improvisar una manifestación hasta la plaza de la Victoria. Puesta en marcha, ésta, llegó hasta el Palacio arzobispal, donde se cometieron algunos pequeños destrozos y desmanes entre gritos y leyendas contra monseñor ANEIROS, los jesuítas y la Iglesia Católica en general. Luego los manifestantes pasaron por el templo de San Ignacio, lo apedrearon y siguieron hasta el Colegio El Salvador (ubicado en la calle Callao, entre Lavalle y Tucumán, de la ciudad de Buenos Aires.

Según el parte policial eran unos 1.500 individuos, en su mayoría italianos y españoles y al frente de la manifestación iba ENRIQUE ROMERO JIMÉNEZ. A las tres y cuarto de la tarde del 28 de febrero los manifestantes atacaron el Colegio, entraron en la Iglesia, saquearon y violaron los altares, despedazaron las imágenes religiosas y luego se dedicaron a incendiar las distintas plantas del Colegio.

Pero «Frente al Colegio, la multitud empezó por arrojan piedras sobre las puertas y ventanas, luego forzaron la puerta exterior e invadieron la casa, entregándose con desenfreno a actos de pillaje por espacio de una hora», mientras los religiosos huyeron por los fondos. La turba penetró enloquecida y se disemino inmediatamente por todo el Colegio. Salones de estudio, Capillas de oración, dormitorios, sala de cirugía, cocinas y cuanta habitación o recoveco hallaron a su paso,  todo fue asaltado y lo que el incendio no había destruído, fue destrozado por los manifestantes.

Mientras en la calle se iban amontonando papeles de los archivos, mesas, bancos, restos de imágenes, ricos objetos sagrados: con todo se formó una montaña que rociaron con petróleo y prendieron fuego. Bien pronto, el incendio se extendió y toda el ala del edificio, triángulo de las calles Callao y Parque (hoy Lavalle), se convirtió en llamas con una rapidez vertiginosa.

Al caer la tarde, alrededor de las 18, comenzaron a derrumbarse los techos: tres cuartas partes del edificio estaban hechas pavesas. El templo se salvó gracias a que sopló viento del norte. Cuando llegó de tropa de línea, producida cuando ya nada podía hacer, sólo se limitó a alejar a los manifestantes.

El periodista LUIS V. VARELA, el Club Universitario, los diarios mitristas (que habían apoyado la protesta) y la masonería repudiaron los actos de violencia cometidos y ADOLFO SALDÍAS, según el parte policial, ayudó a contener a quienes dirigían el asalto.

La verdad es que en los hechos cabe distinguir dos etapas: una primera, que se inicia con la virulenta campaña periodística que los estimuló, hasta el acto en el Teatro Variedades y posterior llegada a la plaza de la Victoria, en la que coincidieron la masonería, los partidos liberales, estudiantes y sectores de origen extranjero.

Y una segunda etapa, que empieza en la Plaza, donde se origina y toma cuerpo una protesta de contenido social, promovida por los grupos de extremistas extranjeros, que actuaron en el lugar.

Téngase en cuenta que el grueso de los inmigrantes italianos que llegaban al país, provenía ideológicamente del «mezzinismo», republicano y anticlerical y que los que se vivían en esa época, eran momentos de gran desocupación, producida por una reducción considerable de las inversiones públicas, medida a la que Avellaneda había recurrido para conjurar la crisis fiscal, sin poder evitar la gran tensión que esta medida provocó en la población.

En cuanto al ataque y el incendio del Colegio, puede explicarse en alguna medida en razón da que, para el común de la gente, en sus aulas, se educaban los hijos de familias pertenecientes a sectores altos de la sociedad, excusa hábilmente explotada por los instigadores de estas acciones, que aprovecharon así el descontento de las clases más bajas de la sociedad..

Luego, quizás para no agravar más la explosiva tensión que sobrevolaba por sobre la ciudadanía, a pesar de los daños provocados, casi todos los dirigentes de las entidades participantes fueron sobreseídos en el proceso que se les siguió (ver Protestas por una Pastoral).

4 Comentarios

  1. viviana piciulo

    me interesan estas noticias para un trabajo que estoy realizando. Me podría indicar por favor que fuentes ha utilizado? Gracias Viviana

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    1. Horacio (Publicaciones Autor)

      Señorita Viviana Piciuolo: Lamento tener que confesarle que no recuerdo muy bien de donde saqué la información que me permitió escribir sobre el incendio del Colegio del Salvador. Cuando en 1995 empecé a reunir material que pensaba utilizar si llegaba a concretar un proyecto que todavía no estaba maduro y que consistía en instalar una página en Internet, para ir poniendo en ella información que me parecía injusto que se perdiera, no pensé jamás que me iba a ser necesario poner (como corresponde y ahora lo se), las fuentes de donde había abrevado.Una inmensa hemeroteca heredada de mi abuelo paterno, gran cantidad de libros de Historia Argentina, revistas, folletos, copias de discursos y de entrevistas que realizara en mi carácter de periodista, fueron llenando los estantes de mi biblioteca y cuando encontraba algo que me parecía necesario difundir, simplemente lo escribía utilizando como base los textos encontrados (pertenecientes muchas veces a varias fuentes) y que yo he tratado de recomponer (por el estado deplorable en que se encontraban algunos), agregando palabras, ideas y hasta reescribiéndolos para hacerlos más ágiles y entendibles. Me es imposible encontrar esas fuentes que me dieron el material que utilicé para el caso que nos ocupa, pero por si algo le sirve, le comento que recuerdo que algunos datos los encontré en «Efemérides Argentinas», de Fermín V. Arenas Luque, Buenos Aires, una obra editada por el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires en 1960, información que completé con una serie de comentarios que me hizo al respecto Monseñor Ernesto Segura, durante la reunión que realizara en Mar del Plata, la Conferencia Episcopal Latinoamericana.en 1980, sacerdote con quien mantuve largas conversaciones sobre temas eclesiásticos y sobre todo con los vinculados con la política. Es todo lo que puedo darle, pero quizás también algo encuentre en los siguientes libros, que estoy seguro trataron el tema del incendio del Colegio del Salvador: ; Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires, de Manuel Bilbao, Ediciones Dictio, Buenos Aires, 1981; «Historia Argentina con drama y humor», Salvador Ferla, Gránica, Buenos Aires, 1974; «Mármol y bronce», José M. Aubín, Ángel Estrada Editores, Buenos Aires, 1911; «Estampas del pasado», José Luis Busaniche, Librería Hachetté S.A., Buenos Aires, 1959 y colecciones del diario La Prensa y de la revista «Todo es Historia». Espero haber satisfecho, si no todo, por lo menos algo de su inquietud y le agradezco su entrada a mi página. Horacio Cáceres.

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      1. viviana

        Estimado Horacio este agradecimiento llega con un retraso de muchos años porque no había podido leer su amable respuesta e información. Buscaré la bibliografía que me indica. Es sumamente interesante lo que dice de sus charlas con Monseñor Segura. Mil GRACIASSS!

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  2. Anónimo

    ¡Hay que incendiar el Salvador! con este título he leído una nota en la Revista Todo es Historia nº3 cuyo autor es Pablo Ibarra. La revista es de 1967.
    allí abunda en detalles muy interesantes e ilustrativos de la influencia de la masonería y las colectividades extranjeras de reciente arribo

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