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GLORIA Y CAÍDA DE UN LIDER (1815)
Aquí contamos cómo y porqué CARLOS MARÍA DE ALVEAR fue de la gloria al oprobio en solo poco más de tres meses, mientras ejerció como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 9 de enero de 1815, la Asamblea General discutió la renuncia presentada por Posadas y luego de aceptarla, puso a votación la persona que debía sucede durante el tiempo que le faltaba para terminar su período y como caía de maduro, por mayoría de sufragios, la elección recayó en su sobrino, el general CARLOS MARIA DE ALVEAR, quien prestó juramento el 10 de enero de 1815, y mantuvo los ministros del gobierno anterior.
ALVEAR asumió el poder en circunstancias muy difíciles: al retorno de Fernando VII al trono español, la sublevación del Ejército del Norte, el artiguismo encendiendo la guerra civil en el interior, la opinión pública de Buenos Aires enconada y recelosa, se le sumó otro hecho nefasto: el mismo día de su juramento como Director Supremo, el coronel MANUEL DORREGO era derrotado en el combate de Guayabos, en la Banda Oriental y como consecuencia de este contraste, las tropas de Buenos Aires debieron abandonar ese territorio.
Apoyado por la Logia Lautaro, ALVEAR pretendió consolidarse en el mando a través de una acción enérgica y vigorosa, que sólo sirvió para precipitar su caída. Luego de intentar en vano de lograr un compromiso de obediencia de JOSÉ RONDEAU (que fue rechazado “por ser su elección notoriamente contraria a la voluntad declarada de todos los pueblos”) y de terminar las hostilidades de ARTIGAS, ofreciéndole en cambio la independencia de la Banda Oriental, su autoridad se vio muy resentida cuando el pueblo de Cuyo rechazó el reemplazo de su gobernador SAN MARTÍN, por su enviado para ello, el coronel GREGORIO PERDRIEL.
Combatido por la opinión pública, por el Cabildo de Buenos Aires (que se consideraba disminuido en su autoridad por la forma inconsulta de su gestión) y en abierta rebelión el interior, eran muy pocos los espacios que le quedaban a ALVEAR para imponer su autoridad y esta situación llegó a su máxima expresión, cuando trascendió que había enviado al comisionado MANUEL GARCÍA, para solicitar el protectorado británico sobre las Provincias Unidas,
Pero firme en sus propósitos (y ambiciones), no cedió antes estas presiones y redobló su apuesta: decretó la incorporación forzosa de los ciudadanos a las filas del ejército, impuso tributos extraordinarios, embargó bienes pertenecientes a la Iglesia y el 28 de marzo publicó un decreto por el que se condenaba a muerte a todo el que de palabra o por escrito censurase al gobierno, divulgara rumores, promoviese la deserción de las tropas y no denunciase conspiraciones contra las autoridades constituídas.
Finalmente, sus opositores lograron un acuerdo con ARTIGAS, quien de inmediato dispuso el avance de sus tropas hacia Santa Fe, para luego dirigirse a Buenos Aires. ALVEAR envió al brigadier IGNACIO ÁLVAREZ THOMAS al mando de 1.600 hombres para detenerlo, pero llegados a Fontezuelas, éste se sublevó y dirigió una violenta proclama contra el Director Supremo, exigiendo su renuncia. Apoyadas estas exigencias por el general ESTANISLAO SOLER en Buenos Aires, la situación de Alvear se hizo insostenible y optó por renunciar al cargo de Director Supremo, pero sin declinar el de Comandante de las tropas.
El 14 de abril de 1815 la Asamblea General aceptó su renuncia y en un intento de formar un gobierno en las Provincias Unidas, pero comprendiendo los peligros de un gobierno unipersonal, decidió modificar la Ley vigente y elegir un Triunvirato, esta vez formado por MANUEL DE SARRATEA, JOSÉ DE SAN MARTÍN y MATÍAS IRIGOYEN, un organismo que fue conocido como el «Tercer Triunvirato», que no llegó a constituírse ni por lo tanto a tomar medida de gobierno alguna; que ni tan siquiera fue disuelto ni reconocido fuera de Buenos Aires.