FONDAS Y HOTELES DEL BUENOS AIRES DE ANTAÑO (1820)

Iniciado ya el siglo XIX, algunas pocas «fondas» y hoteles comenzaron a surgir en Buenos Aires, que se sumaron a los escasos sobrevivientes de una época que fue superada luego de la Revolución de Mayo.

Recordemos que como símbolo de la actividad, ya desde 1790, estaba instalada en la ciudad, la célebre fonda de «Los Tres Reyes». Fue una «posada o taberna» que estaba ubicada frente  la Plaza Mayor, en la calle del Santo Cristo (hoy 25 de Mayo en el Barrio San Nicolás), lugar que a partir de las invasiones inglesas, comenzó a ser el preferido por los extranjeros, principalmente británicos que se radicaban en la ciudad.

La Fonda de los Tres Reyes fue el restaurante y hotel más exclusivo de Buenos Aires en el siglo XIX. Se dice que fue instalada por una familia española de apellido PRIETO, que luego, en 1802, se la vendió al comerciante genovés JUAN BONFILLO, que la administró hasta que el 20 de abril de 1830, cerró definitivamente.

Va­le la pe­na ha­cer un pa­rén­te­sis pa­ra con­tar que, en la pri­me­ra no­che de la in­va­sión, al­gu­nos ofi­cia­les bri­tá­ni­cos co­mie­ron y dur­mie­ron en la po­sa­da de los Tres Re­yes, el úni­co ho­tel de­cen­te de la ciu­dad (que hoy no me­re­ce­ría más de dos es­tre­llas). La ca­sa, de dos plan­tas, te­cho de te­jas y pi­so de la­dri­llos, con fon­da a la ca­lle, unas quin­ce ha­bi­ta­cio­nes y va­rias sa­las ro­dean­do dos pa­tios, es­ta­ba so­bre la hoy 25 de Ma­yo, en­tre Pe­rón y Bar­to­lo­mé Mi­tre.

En ella ocurrió un risueño episodio en la noche misma de la entrada de los in­gleses en Buenos Aires en 1806. El oficial ALEJANDRO GILLESPIE con cinco o seis compañeros de armas estaba comiendo en ese local acompañado en la misma mesa por algunos oficiales españoles y criollos y un señor Barreda que les servía de intérprete.

Se encontraban saboreando un plato de tocino y huevos cuando advirtió que la hija del posadero, una hermosa joven que les estaba sirviendo, tenía un hondo ceño en su rostro. Gillespie, intrigado, le pidió hiciera confesión franca de su disgusto. La joven se volvió a sus compatriotas y les dijo: «Caballeros, desearía que nos hubiesen informado de sus cobardes intenciones de entregar a Buenos Aires, pues, por mi vida, que las mujeres, de haberlo sabido, habríamos sabido rechazar a pedradas a los ingleses».

Frente a la fonda de los «Tres Reyes», estaba «La fonda de Doña Clara» , posada que manejaba su propietaria, la inglesa MARY CLARK, un personaje que vale la pena, le dediquemos algunos párrafos:

En ma­yo de 1797, la ciudadana inglesa Mary Clark, convicta ladrona, fue em­bar­ca­da, jun­to con otras 65 des­te­rra­das por la corona británica, en la fra­ga­ta Lady Sho­re, al man­do del ca­pi­tán Will­cock, con des­ti­no New South Wa­les. Al­gu­nas con­vic­tas via­jan con sus ma­ri­dos, pe­ro no Mary, ca­sa­da con un ma­ri­no mer­can­te que pre­fie­re se­guir su pro­pia ru­ta.

La noche del 31 de julio de 1797, estando frente a las costas de Río de Janeiro, estalla a bordo de la fragata «Lady Shore», un motín debido al mal trato y los castigos inhumanos que aplicaba el capitán a su tripulación y a su carga de convictos.

Los amotinados matan al capitán y a algunos de sus oficiales y se entregan a las autoridades brasileñas. Algunas mujeres son repartidas entre casas de familia y lue­go, to­dos, fueron en­via­dos a Bue­nos Ai­res, salvo sal­vo al­gu­nos, por­que el ca­be­ci­lla del motín, PRÉVOT, se­rá re­tor­na­do a Lon­dres, juz­ga­do y ahor­ca­do, sin pie­dad que val­ga.

Así es co­mo MARY CLARK, la ladrona de telas deportada de Inglaterra,  lle­ga al Río de la Pla­ta. No se sabe si MARY CLARK de nuestra historia fue la “mu­jer di­so­lu­ta”, la «convicta deportada de Inglaterra, que causó luego espanto entre la sociedad porteña, o una de las dos ex cri­mi­na­les ca­sa­das con convictos amotinados, pe­ro  sí se sabe que en 1806 y 1897, una tal MARY CLARK ac­tuó co­mo en­fer­me­ra de sus com­pa­trio­tas  y que pa­ra 1807, ya es­ta­ba ca­sa­da con el zapatero ROSENDO DEL CAMPO.

Qui­zá ha­ya si­do el za­pa­te­ro ROSENDO DEL CAMPO, o al­gu­no de sus clien­tes, quien trans­for­mó a Mary Clark en Ma­ría Cla­ra, y lue­go, sim­ple­men­te, en do­ña Cla­ra.

Sea co­mo fue­re, la jo­ven la­dro­na se fue con­vir­tien­do en una ma­tro­na res­pe­ta­ble. ROSENDO DEL CAMPO mu­rió po­co des­pués, de­ján­do­le cua­tro es­cla­vos y su tien­da de za­pa­tos. Con es­ta pe­que­ña for­tu­na, MARY CLARK, ahora «Doña Clara»,  ins­ta­ló una po­sa­da en la ca­lle 25 de Ma­yo, ca­si fren­te de la de los Tres Re­yes. La ca­sa, con azo­tea y mag­ní­fi­ca vis­ta al río, era pro­pie­dad de JUANA DE PIETRO y PULIDO, due­ña tam­bién de la fon­da de Bon­fi­llo (ver Doña Clara, inglesa brava).

Ya hacia 1820 había en Buenos Aires dos hoteles ingleses más: el de  Mr. FAUNCH y el de  Mr. KEEN», un norteamericano este último, que había dejado en manos de la señora THORN, la administración del local.

El «Hotel Comercial», situado en la playa cerca del Fuerte, administrado por un español y en años posteriores el «Hotel Smith» y el «Hotel de París», que pueden se considerados con el de Mr. FAUNCH y el de Mr. KEEN, los únicos Hoteles de cierta calidad que funcionaban en Buenos Aires.

 Además de los mencionados, había muchas otras posadas y hosterías de todas clases, adecuadas a los bolsillos de los pobres, decía J. A. BEAUMONT en 1826, pero, el hotel de Mr. FAUNCH era evidentemente, el único lugar donde una persona de categoría tomaba alojamiento.

Construido por un inglés llamado THWAITES a un considerable costo. Poseía todos los servicios corrientes de un hotel inglés de segunda clase. Ubicado en la esquina de La Plata (hoy Rivadavia) y Santo Cristo (hoy 25 de Mayo), pasó hacía 1825 a la calle de la Catedral (hoy San Martín) N° 36. Era atendido entonces por JAMES FAUNCHO y su esposa MARÍA FAUNCH. Este señor murió en 1828 y su esposa lo vendió en 1833 a un tal Mr. BEECH. El local poseía un vasto salón donde se realizaban conciertos.

 

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