Autor: Horacio 15/09/2016 0 Comentarios

En 1870, el transporte de los productos del interior a los mercados de Rosario y Buenos Aires se efectuaba a lomo de mula o en carretas de bueyes.

Las mulas, equipadas graciosamente con penachos y pompones de colores, marchan en tropas con­ducidas por uno o dos muleteros, llamados arrieros, cuyos trajes pintorescos, chaqueta de terciopelo con botones de metal pulido, sombrero de fieltro adornado con plumas de aves y grandes polainas de cuero, despertaban  recuerdos de la vieja España. Las carretas eran vehículos enormes y pesa­dos, con dos ruedas de cubos gruesos como el tronco de un árbol, que eran arrastradas por mansos bueyes.

Delante de la primera carreta marchaba un jinete, siempre al paso de su caballo, para indicar el camino a los bueyes. Las carretas restantes seguían en fila. En las afueras de Buenos Aires y Rosario había grandes plazas para estacionamiento de las carretas llegadas del interior.

Rodeando los grupos de las carretas se veían a los gauchos que las habían traído, siempre acompañados de sus mujeres e hijos. El transporte fluvial se efectuaba en gran parte por medio de goletas a vela que pertenecían casi todas a navegantes genoveses. También corría un servicio regular de vapores en los ríos Paraná y Uruguay.

El comercio con el Brasil, se efectuaba utilizando un servicio regular prestado por vapores con esa bandera,  que remontaban el río Paraná, llevando o trayendo cargas hasta el interior de la provincia de Mato Grosso.

Con Montevideo la comunicación por medio de vapores era casi diaria y a estos navíos se los llamaba “Vapor de la carrera”, igual que hoy.

Además, había barcos que dos veces por mes remontaban el río Paraguay llevando y trayendo desde allá, diversas mercaderías y cargas en general y hasta muchas veces pasajeros, familias pudientes que viajaban a Buenos Aires para combinar sus viajes a Europa, embarcando en los “paquebotes” ingleses y franceses que llegaban a Buenos Aires (ver La carreta, navío de las pampas).