EL JUEGO DE PELOTA PALETA EN LA ARGENTINA

Identificado en sus orígenes, como “el juego de pelota mesoamericano”, más que un simple juego, pudo haber tenido un significado religioso y era destacado en episodios de la mitología. El juego fue inventado en algún momento en el período Preclásico (2500-100 a. C.), probablemente por los olmecas. Era un deporte con connotaciones rituales y bélicas, jugado desde el año 1400 a.C. por los pueblos precolombinos de Mesoamérica.

Se practicaba tanto en la vida cotidiana como en celebraciones religiosas y se cree que en el pasado, estaba relacionado con diversas funciones y significados: portal al inframundo, escenario de recreación de batallas cósmicas entre los cuerpos celestes, rituales de fertilidad, ceremonias de guerra, afirmación política de gobernantes, escenario para sacrificios humanos, etcétera.

Desde su nacimiento, el juego de pelota, como deporte, ha conocido distintas versiones en diferentes lugares de la tierra. En sus orígenes, aparentemente, cumplía la función de arbitro, para resolver conflictos de diversa naturaleza: pleitos por tierras, tributo, controles comerciales y otros.

Las reglas que normaban el juego, si es que las había, no se conocen y, con toda probabilidad, ha habido variaciones a través de las diversas culturas y los diferentes períodos, aunque siempre se trataba de hacer pasar una bola de goma sólida (látex) a través de uno de los aros que a modo de los actuales arcos, se hallaban en los extremos de la “cancha”.

Los equipos estaban compuestos por dos o tres jugadores y eran exclusivamente hombres. La pelota que en sí misma podía ser un arma letal, medía entre 10 y 30 cm de diámetro y pesaba entre 500 g y 3,5 kg, por lo que fácilmente podía quebrar los huesos, debía ser impulsada por los jugadores con ciertas partes del cuerpo (caderas, muslos, hombros, codos rodillas y antebrazos), algunas veces convenientemente acolchados y protegidos, pero nunca con las manos, tratando de llegar al arco rival, sin que tocara el suelo. Se consideraba que era una mala señal si la pelota llegaba a caer ya que como muchos historiadores lo afirman, la pelota era un símbolo que hacía alusión al Sol y su caída anunciaba desgracias. También había una versión alternativa, menos común, donde los jugadores golpeaban la pelota con palos.

“El juego de pelota mesoamericano, sirvió también como representación de la guerra e incluía prácticas de sacrificio humano. Al final del juego ritual, los perdedores eran decapitados, simbolizando la cosecha de las mazorcas de maíz, así como la muerte y el renacimiento eventual del Sol o la Luna, según sus movimientos cíclicos”

El ganador del juego en cambio, era protegido por los dioses. No se trataba de solo un juego: era un ritual religioso que simbolizaba el que Huitzilopochtli vencía a su hermana la luna para dar lugar al amanecer.

Para ver hoy uno de esos espectáculos, hay que recurrir a una de sus versiones modernas: “la ulama”, el descendiente directo de aquellos juegos del pasado que actualmente se juega en algunas comunidades en el estado mexicano de Sinaloa, donde el objetivo sigue siendo mantener una pelota en juego (algunos historiadores poco fiables hablan del uso de una cabeza humana o quizás de algún animal), impulsándola con la cadera, sin que toque el suelo.

El juego de pelota en la Argentina
Parece ser que fueron los inmigrantes vascos, los que trajeron el juego de pelota en su versión moderna a la República Argentina y en los últimos años del siglo XIX y primeros del siguiente, de los tres entretenimientos públicos que habían contado con el concurso de grandes concurrencias —juego de pelota, carreras cuadreras y riñas de gallos— sólo se mantenía vigente, es decir con absoluta libertad para su ejercicio y la realización de competencias entre el cada vez mayor número de aficionados, el que se practicaba en los frontones, canchas y trinquetes.

En 1900, las carreras cuadreras y las riñas de gallos, eran actividades casi secretas; solo se llevaban a cabo en apartados rincones del suburbio y en forma clandestina, pues los prohibía un severo Edicto policial.

Hasta habían quedado atrás los tiempos de las carreras de caballos que se corrían en pistas improvisadas, contando con la anuencia de las autoridades, pero ceñidas a un Reglamento al que debían ajustarse y cuyo cumplimiento era controlado por el Comisario de la parroquia que, por lo general en estos casos, oficiaba de juez.

Y fue para ese entonces, que en la historia de Buenos Aires, el juego de pelota paleta entraba en las jornadas finales de los que habían sido sus más brillantes períodos, dado que los grandes espectáculos de las dos décadas anteriores ya comenzaban a manifestarse sin aquella aurea de prestigio, conquistada por las nobles características de este vibrante juego que convocaba multitudes y ponía a prueba el coraje, la rapidez, la intuición y la fuerza de dos o cuatro esforzados “pelotaris”.

Más que los fuertes impuestos aplicados al sector, la explosión del fútbol, contribuyó decididamente a su decadencia, que comenzó a ser irreversible, por el daño que le causaban las artimañas de quienes, no siendo practicantes de este deporte, hacían del juego su medio de vida, asociados encubiertamente al interés de los apostadores, para amañar resultados.

Por no es mi intención analizar las causas de la decadencia de este noble deporte. Prefiero referirme a aquellas primeras canchas que se llenaban con un público entusiasta y enfervorizado, que vibraba ante el rebote repetido y violento de una pelota de goma impulsada por aquellos primeros “pelotaris”, duros navarros y bearneses, prontamente seguidos por criollos que lucharon denodadamente para superar a sus maestros, logrando erigirse en temibles e imbatibles adversarios, en cuanto certamen se presentaran.

Primeras canchas
El Censo Municipal de Buenos Aires, del año 1887, tomo II, página 297, dice al informar y enumerar la “naturaleza del comercio”: “Las llamadas canchas de pelota son muchas, pero no constituyendo en caso alguno el negocio principal, puesto que figuran siempre formando parte de alguna fonda o despacho de bebidas, no han sido aquí mencionadas por separado”. En efecto: no eran pocas. Pero, ¿en qué puntos se las encontraba en nuestra ciudad y cuál fue la primera en habilitarse para ofrecerse al público?.

Para algunos estudiosos del pasado argentino, la primera de las canchas cerradas, o “trinquetes”, conocida en Buenos Aires, habría sido la que, a mediados del siglo XIX, instaló un vasco llamado Juan Zarria, en la calle Federación N° 236 (hoy Rivadavia 964); para otros, entre éstos el escritor español Luis Bombín Fernández, no fue ésa la primera.

Este señor Fernández, que era el Secretario Técnico de la Federación Española de Pelota, publicó en 1946 una importante obra que tituló “Historia, Ciencia y Código del Juego de Pelota” (Ediciones Lautaro, Barcelona, España). En ella, nos dice que “la cancha más antigua de las que se conocieron en Buenos Aires, fue la llamada “Cancha vieja de Tacuarí”, situada en la calle de ese nombre, entre las de Belgrano y Venezuela. Aclaremos con respecto a esta cancha, que su ubicación exacta nunca fue bien establecida ya que el general Lucio V. Mansilla en sus “Memorias”, dice “mi tía Francisca vivía en la calle Chile, entre Tacuarí y Buen Orden (actual Bernardo de Irigoyen) y en esa esquina quedaba la cancha de pelota donde yo no iba, sino de oculto (mi madre no entendía de que frecuentara sitios donde se decían malas palabras)”.

Por su parte, Ricardo M. Llanes, en un trabajo publicado en el Nº 58 de los “Cuadernos de Buenos Aires” asegura que esta “Plaza de Pelota” se encontraba, allá por el 1779 y siguientes sobre la esquina noroeste de Tacuarí y México y respecto del lugar que ocupaba la de Zarria, nos lo señala un Plano Catastral de 1870, año en que la administraba don Cipriano Oteiza.

Sin embargo, es posible que ni ésta ni aquella, fueran las primeras canchas habidas en Buenos Aires, aunque se puede afirmar con seguridad, de que fueron los inmigrantes vascos llegados al país en aquellos años, los que trajeron el “jai alai” (fiesta alegre) y lo instalaron en Buenos Aires, en la Boca y en Barracas, junto con “los juegos de bocha y de pelota en las calles”.

El historiador Vicente Fidel López, en una de las cartas que componen su “Crónica de la Revolución de Mayo de 1810” se refiere a un vibrante duelo entre cuatro “pelota-ris” vascos ( que se desarrolló en “la cancha de Sotoca”, un frontón ubicado a escasos metros de las (actuales) calles Corrientes y 25 de Mayo, presumiblemente en la esquina noroeste, porque conforme con el dato que ofrece Manuel Bilbao en su libro “Recuerdos y Tradiciones”, esa era “la esquina de Sotoca” (por el nombre del propietario de la finca que existía en ese lugar, que era también el dueño de un famoso frontón).

Pero trayendo más confusión a esta controversia, acerca de cuál fue la primera cancha de pelota que hubo en Buenos Aires, diremos que en un documento de 1779, esto era por los días del virrey Pedro Meló de Portugal y Villena, puede leerse lo siguiente: “Para hacer frente a los gastos del empedrado de las primeras cuadras, obra del ingeniero Antonio Mosquera, se contaba con el producido de la Plaza de Toros, el Juego de Pelota y lo que pagaba el asentista de la cancha de bolos”.

El 28 de octubre de 1889 se inauguró en Buenos Aires el “Frontón Buenos Aires”. Situado en la calle Córdoba 1130, en el barrio de San Nicolás,  fue sin duda, el escenario de los más apasionantes encuentros librados por argentinos y uruguayos, entusiastas de este deporte, y hoy, alberga la sede del “Club Argentino de Pelota”, donde los “pelotaris” siguen sus apasionantes y reñidos encuentros.

Modalidades y Especialidades
La Federación Internacional de Pelota Vasca (FIPV) utiliza el término «especialidad» para referirse a varios tipos de juegos de pelota vasca con características distintas y «modalidad» para referirse al tipo de cancha donde se juega. Existen 4 modalidades y 14 especialidades.

Las cuatro modalidades son: trinquete (cancha cerrada), frontón de 30 metros, frontón de 36 metros y frontón de 54 metros (frontón, identifica a una cancha abierta). Dentro de esas modalidades, la FIPV reconoce 14 especialidades oficiales, de las cuales solo en dos está contemplada la competición femenina.

De las 14 especialidades del juego de “pelota paleta” que son reconocidas, entre las que se hallan Paleta argentina, Paleta goma., Paleta cuero, Paleta española o palita, destacamos en la primera de ellas, por ser una especialidad derivada de la pelota vasca, originada en la Argentina a comienzos del siglo XX y que hoy, es de práctica generalizada en todo el país.

Su invención se le atribuye unánimemente a Gabriel Martirén, “el Sardina”, un inmigrante de origen vasco francés, radicado inicialmente en Burzaco, donde instaló un tambo lechero y dio origen a la pelota paleta en 1905, para mudarse luego a la provincia de Santa Fe.

Se juega con pelota de cuero o con pelota de goma. Al principio se jugaba con pelotas de tenis a las que se les quitaba la capa exterior de felpa. Con posterioridad la pelota fue reemplazada por una pelota de caucho negro duro, conocida popularmente como «la negrita». Y con respecto a la utilización de “la actual paleta”, viejas mentas explican que en los comienzos del siglo XVII, los primitivos “pelotaris” aborígenes,” utilizaban una “paleta” (omóplato del ganado vacuno) para impulsar más vigorosamente la pelota y que más tarde estas “paletas de vaca”, fueron reemplazadas por las de madera, de parecida forma y tamaño.

Famosos pelotaris
Gabriel Martirén, alias «Sardina», el creador de la modalidad “paleta goma argentina”; José Goñi, conocido como «El Porteño»;  Eduardo Rossi, apodado «El Mago», campeón mundial en varias ocasiones y reconocido por su dominio de la pelota goma en trinquete; Oscar Messina, apodado «El Manco de Teodelina»; Aarón Sehter , campeón mundial en varias ocasiones y referente en las especialidades de paleta goma y cuero; Jorge Utge, mencionado por su potencia, talento e inteligencia en la cancha, poseedor de un estilo de juego creativo y efectivo.

Fuentes: “Cuadernos de Buenos Aires” Nº 58, Ed. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1981; “Guía México desconocido”. Miguel Sánchez. Estado de México, Ed. Jilguero, México, 1992; “Historia, Ciencia y Código del Juego de Pelota”, Luis Bombín Fernández, Ediciones Lautaro, Barcelona (España), 1946; “Las ofrendas de El Manatí y su posible asociación con el juego de pelota: un yugo a destiempo”. Ponciano C. Ortíz, María del Carmen Rodríguez y Alfredo Delgado, Ed. Siglo XXI Editores, Sinaloa, México, 1992; Wikipedia.

 

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