EL CRUCE DE LA CORDILLERA DE LOS ANDES (17/01/1817)

La idea del General SAN MARTÍN, en principio era descabellada para muchos: se trataba de formar un poderoso ejército, prácticamente de la nada, cruzar sigilosamente la Cordillera de los  Andes y por supuesto llevarlo a la victoria dondequiera que se topara con el enemigo. Y esa idea ambiciosa, ese plan grandioso, se cumplió en solo 26 días (18/01/1817 al  08/02/1817).

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El cruce de la Cordillera de los Andes y primeros encuentros con los realistas
El cruce de la Cordillera de los Andes, se realizó en veintitres días (17 de enero al 9 de febrero de 1817) y  se llevó a cabo a lo largo de un frente de 2.000 kilómetros. Cruzaron el macizo andino, 4.000 soldados y 1.500 milicianos aproximadamente; 10.600 mulas de silla y carga (llegaron a Chile 4.300); 1.600 caballos (llegaron 511, en mal estado); 700 reses, además de catorce cañones, los víveres calculados aproximadamente para 15 días, y todo el material de apoyo, abastecimiento y suministros  que le serían necesario.

Esta epopeya, fue una dramática proeza militar de la cual los argentinos se sienten aún legítimamente orgullosos. Es que aún asombra a expertos en militaría e historiadores que tamaña gesta haya sido posible, considerando los medios con que se contaba y lo agresivo del medio que se debió vencer.

En exactamente 18 días, los primeros efectivos del Ejército de los Andes, dividido en cuatro cuerpos, a las órdenes respectivas de Las Heras, Soler, O’Higgins y el mismo San Martín, partiendo el 17 de enero de 1817 desde sus campamentos en San Rafael, Mendoza, San Juan y La Rioja, el 4 de febrero comenzaron a llegar a San Felipe, en Chile y desde allí se dirigieron a Curimón, donde el 9 del ismo mes, se reunieron con el resto de los efectivos, para dar comienzo a su plan continental de liberación, luego de lograr primero, la independencia de ese país hermano.

Según el Plan de Batalla diagramado por el General San Martín, la operación sería realizada mediante el lanzamiento de una “Expedición Principal” y otras “Secundarias”, destinadas a confundir al enemigo y distraer su atención acerca de las acciones que iba emprender el grueso del ejército, lugares de aproximación, volumen de los efectivos empeñados y otros aspectos que dificultarían su toma de decisiones en oportunidad, aprovechando su paso por los distintos poblados con los que se tomara contacto, para lograr su adhesión y atender a su reaprovisionamiento.

Cruzaron la cordillera andina por los pasos de Uspallata y Los Patos (días antes —por otros pasos— lo habían hecho cuatro columnas secundarias en misiones de distracción para que simplemente mostraran su presencia en Pasos ubicados más al norte y al sur de los previstos para el verdadero cruce).

Columnas principales
Columna al mando del coronel JUAN GREGORIO DE LAS HERAS.  Llevaba 800 hombres debía cruzar por el Paso de Uspallata (el paso más directo, aunque también el que podía ofrecer más dificultades, ubicado a 3.000 metros de altura y obligando a un recorrido de 71 leguas). Partió del Campamento del Plumerillo el 18 de enero de 1817 a las 11.30 de la mañana. Combates:

“Picheuta” (24 de enero): una guardia de avanzada de 14 hombres fue tomada por los realistas;
“Potrerillos” (25 de enero): una avanzada del sargento mayor Enrique Martínez y de Francisco Aldao (140 hombres) se enfrenta con 250 realistas durante dos horas y media. Resultado equilibrado;
“Guardia Vieja” (4 de febrero): una avanzada al mando del sargento mayor Enrique Martínez derrota completamente a una fuerza realista de 94 hombres; quedan 45 prisioneros y 25 muertos: los patriotas sólo tienen 5 heridos leves. El combate duró una hora y media.

Columna del general BERNARDO O’HIGGINS. Ocupando el centro del dispositivo, iba al mando del resto de las tropas, consistente en dos divisiones. Partió del Plumerillo el 21 de enero, llevando como jefe de la vanguardia al Brigadier MIGUEL ESTANISLAO SOLER..

Acompañando a esta columna, marchaba el general JOSÉ DE SAN MARTÍN. Se dirigió hacia el Paso de los Patos (el más largo, ya que obligaba a una marcha de 105 leguas, pero el que ofrecía menos dificultades por las características del terreno a recorrer). Combates:

“Achupallas” (4 de febrero): una patrulla de 200 hombres al mando del mayor de ingenieros Antonio Arcos, derrota a fuerzas realistas superiores. La acción consistió principalmente en una carga de caballería de los Granaderos (entre éstos se destacó Juan Lavalle);
“Las Colmas” (7 de febrero): una avanzada al mando del comandante Mariano Necochea vence a fuerzas realistas. También esta acción consistió principalmente en una carga de caballería y duró sólo media hora. Los realistas tuvieron 30 muertos, 4 prisioneros y varios heridos.

Columnas secundarias
Tenían por objeto confundir al enemigo sobre el avance del grueso del ejército e insurreccionar a las poblaciones chilenas donde llegaban, para eso, las cuatro columnas secundarias se dividieron dos por el flanco norte y las otras dos por el flanco sur, con el objetivo de confundir y distraer al enemigo para enmascarar el movimiento principal.

La columna del teniente coronel JUAN MANUEL CABOT. Marchó desde San Juan hasta Coquimbo y La Serena, cruzando por el Paso de Guana. Recorrió 700 kilómetros en una región desértica de media y alta montaña y tardó aproximadamente un mes

La columna del coronel FRANCISCO ZELADA, Marchó desde La Rioja hasta Copiapó y Huasco, cruzando por el Paso de Come Caballos. Recorrió 150 kilómetros en una región de similares características a la anterior y tardó el mismo tiempo. Para cubrir la “Sección sur”, fueron destacadas

La columna del teniente coronel RAMÓN FREIRE. Partió desde Mendoza y se dirigió hacia Talca y Curicó, cruzando por el Paso del Planchón, Recorrió 420 kilómetros de desierto y montaña en 20 días

La columna del capitán JOSÉ LEÓN LEMUS. Salió desde el Fuerte de San Carlos, en Mendoza y cruzando el Paso de El Portillo, se dirigió hacia San Gabriel. Estos efectivos, con cada uno de sus jefes perfectamente identificados con la misión que se les había asignado, antes de lograr reunirse en San Felipe, debieron superar, no sólo las dificultades propias de una marcha por escenarios de extrema rudeza, sino que debieron librar frecuentes encuentros con las tropas realistas, que alertados del avance de San Martín, habían dispuesto un vasto operativo de vigilancia y control de accesos para impedirle el paso.

Y así, después de veintitres días (desde el 17 de enero hasta el 9 de febrero de 1817) de afrontar y superar las dificultades y los peligros del terreno, los fuertes vientos, las heladas noches, el temible “soroche” o puna (dificultad respiratoria por falta de oxígeno, que se presenta en las alturas), que atacaba tanto a los hombres como a las bestias y los inesperados encuentros con las patrullas realistas, las dos “Columnas principales” del Ejército de Los Andes, se encontraron en Curimón, el lugar de reunión en Chile previsto, exactamente según lo programado y con mínimas pérdidas.

El hábil plan trazado por San Martín desorientó al Gobernador de Chile, Marcó del Pont, quien sin poder concentrar estratégicamente a sus efectivos, los envió al mando del general Rafael Maroto, al valle de Aconcagua, a fin de enfrentar allí al ejército libertador. Batalla de Chacabuco.

Logrado ese primer objetivo (cruzar la Cordillera de los Andes), el 12 de febrero de 1817, el Ejército Libertador tomó contacto con el enemigo y allí se libró la batalla de Chacabuco, que definida a favor de las armas de los patriotas, dejó un saldo de 500 muertos y numerosos heridos y prisioneros en el bando realista, que además dejó en el campo gran cantidad de armas, municiones, el parque y varias banderas, mientras que las pérdidas del ejército patriota fueron escasas: 12 muertos y 120 heridos.

Al mismo día, según lo planeado, las reducidas tropas de RAMÓN FREIRE, habiendo atravesado exitosamente por el Paso del Planchón, tomaron posesión de Talca en el sur, mientras en el norte, el general NICOLÁS DÁVILA  ocupaba Copiapó y JUAN MANUEL CABOT, hacía lo propio con Coquimbo.

Y así culminó esta epopeya. Entre setiembre de 1814 y principios de 1817, SAN MARTÍN había logrado lo imposible, organizado un ejército partiendo desde la nada.

A su genio militar y al apoyo que le prestara JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN y sus fieles colaboradores, LAS HERAS, SOLER, O’HIGGINS, Fray LUIS BELTRÁN, LUZURIAGA, DUPUY, MARTÍNEZ DE LA ROSA, O’ BRIEN, ARCOS, ÁLVAREZ CONDARCO, CABOT, DÁVILA y tantos más, debió su hazañosa empresa.

Para definir la magnitud de la misma, nada mejor que repetir a Mitre: «El paso de los Andes es como combinación estratégica, un compuesto de atrevimiento, de observación y de cálculo, que en su conjunto asombra, y analizado, se admira y se impone por lo concreto de su concepción y la exactitud de su ejecución.

Como todas las operaciones clásicas de su género, su punto de partida es una idea simple, con un objetivo claro, que busca un resultado positivo. Tiene también su parte fantasmagórica, en la que el ingenio se pone al servicio del genio y concurre como elemento de éxito a un fin útil.

Su secreto consiste en la configuración del terreno montañoso, teatro de las operaciones, en que todos los movimientos combinados se vacían como un molde y toman su forma típica» (ver “San Martín y la Independencia de Chile” ).

Mucho se ha escrito sobre la paternidad del proyecto sanmartiniano de cruzar los Andes, apoderarse de Chile y desde allí por mar hasta llegar a Lima, bastión del poder español en América. Algunos historiadores se han inclinado en atribuirle la idea a Tomás Guido, secretario del Libertador.

Otros se la atribuyen a oficiales ingleses, fundamentalmente a Thomas Maitland. Lo verosímil, a mí parecer, es que San Martín, militar de alto vuelo, gran escuchador y jefe indiscutible de los espacios que ocupaba, en sus conversaciones con Belgrano, Güemes o Alvarez de Arenales como también con oficiales de menor jerarquía pero que conocían el terreno, llegó a la conclusión que por el norte solo podía llevarse a cabo una guerra defensiva.

Asentado en Mendoza, inició la planificación de su proyecto. A lo largo de 1815 aumentó el número de soldados, creó una fábrica de pólvora, construyó cañones y medios de transporte.

Cuando tenía todo preparado, en el verano de 1816, hubo de suspender la marcha pues no fue autorizado por el Directorio. Debió de esperar un año para acometer la extraordinaria proeza. Mientras, fortificó con baterías los pasos de Uspallata y Los Patos, por donde harían el cruce las dos columnas principales en que dividió su ejército.

Dos acontecimientos centrales ocurrieron en 1816. Primero la Declaración de la Independencia, por la cual el Libertador bregaba insistentemente. El segundo evento es su entrevista en Córdoba con el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, a los pocos días de la contundente declaración de 9 de julio. Allí terminaron de gestar una planificación que apoyaba el proyecto sanmartiniano.

El 5 de enero de 1817, el Ejército de los Andes hace su ingreso en la ciudad de Mendoza en el marco de una imponente fiesta popular.

El 9 de enero arranca la primera columna: en días sucesivos y hasta el 24, que parte San Martín, las tropas se movilizan rumbo a la Cordillera. Debían encontrarse todas en la cuesta de Chacabuco. Más de cuatro mil soldados, dos mil milicianos sin formación militar, como auxiliares.

Diez mil mulas, seiscientos caballos, seiscientos bueyes, forraje para el ganado, miles de armas, municiones y herraduras, e infinidad de cosas más que sería muy extenso enumerar. Una hazaña extraordinaria jamás vista en América.

En su monumental biografía, Bartolomé Mitre refiere a una carta donde San Martín expreso con total elocuencia sus preocupaciones por la magnitud de la empresa: “Lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino atravesar estos inmensos montes” (Emilio Perina).

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