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CALLES SUCIAS EN BUENOS AIRES (1823)
La limpieza de las calles de Buenos Aires en 1823, preocupa a la autoridades municipales. En los primeros días de mayo de 1823 se celebró remate por la policía para la limpieza de las casas y calles, entregándole a don Manuel Irigoyen 30 carros nuevos y 60 mulas. La limpieza de las casas comprendía desde las Monjas Catalinas, por la Fábrica de Armas, plaza Lorea, Concepción y Residencia.
«Desde aquella época hasta la fecha, dice «El Telégrafo» en su edición del 5 de mayo de 1823, nuestros lectores saben que se han hecho varias tentativas en sentido de mejorar las vías públicas, que se ha «encayado» el asfalto, el macadam, el adoquinado, etc., y saben también, muy a su pesar, que el que actualmente existe, destructor de toda clase de vehículos, es el más , vergonzoso, visto nuestro adelanto en todo sentido, y que no se toleraría en parte alguna del mundo, en un país en iguales condiciones».
Volviendo a las calles de aquellos tiempos, ya fuera de la época colonial y hasta hace no muchos años, se veían aún en los puntos más centrales de la ciudad, inmensos pantanos que a veces ocupaban cuadras enteras.
No era raro, pues, ver a un médico, dejar su caballo (entonces no andaban los médicos en carruaje) en una bocacalle y caminar una cuadra o más, hasta la casa de su paciente, por no lanzarse a caballo en ese mar de lodo, y al pedestre obligado a rodear una o más manzanas para llegar a un punto dado, aprovechando el paso que algún vecino caritativo o algún pulpero interesado, había improvisado, con el auxilio de unos cuantos ladrillos, pedazos de tabla, etc.
Los pantanos se tapaban, hasta hace muy pocos años, con las basuras que conducían los carros de la policía, que eran pequeños y tirados por una sola mula. Estos depósitos de inmundicias, estos verdaderos focos de infección, producían, particularmente en verano, un olor insoportable, y atraían millares de moscas que invadían a todas horas las casas inmediatas.
Muchas veces se veían en los pantanos animales muertos, aun en nuestras calles más centrales, aumentando la corrupción del ambiente. De los pantanos, desgraciadamente no nos vemos libres hasta la fecha: sólo sí, ya no se ven en el centro, pero no faltan, aunque no tan profundos y extensos, en los suburbios (ver Arreglo, limpieza y empedrado de las calles de Buenos Aires colonial).