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BATALLA DE TUYUTÍ I (24/05/1866)
Librada en esta localidad paraguaya, las tropas de la Triple Alianza, al mando de BARTOLOMÉ MITRE, derrotaron a las fuerzas paraguayas comandadas por Francisco SOLANO LÓPEZ.
Considerada como la batalla más sangrienta librada en tierras de Sudamérica, definió el comienzo de la derrota del Paraguay en la llamada «Guerra de la Triple Alianza».
FRANCISCO SOLANO LÓPEZ, enterado por un desertor brasileño, que BARTOLOMÉ MITRE, Comandante en Jefe de las tropas aliadas, tenía la intención de atacar a las posiciones paraguayas el día 25 de mayo, aniversario de la Revolución Argentina, resolvió sorprenderlo y lo atacó mientras se hallaba acampados alrededor de la laguna de Tuyutí.
Al amanecer del día 24 se movieron los generales RESQUÍN y BARRIOS, que debían atacar, el primero a los argentinos, que estaban a la derecha del campamento, comandados por el general WENCESLAO PAUNERO y el segundo a los brasileños, que, a las órdenes del general OSORIO, ocupaban el sector izquierdo del campamento.
Otro jefe, de la absoluta confianza del dictador, el teniente coronel Díaz, debía atravesar una laguna que estaba próxima y atacar a la bayoneta el centro de las tropas aliadas, compuesto de argentinos, brasileños y orientales, dirigidos por el general uruguayo VENANCIO FLORES.
Los aliados estaban ocupados en el servicio ordinario de campamento, con las armas en pabellones, cuando, a eso de las doce del mediodía, sonaron algunos cañonazos cayendo una granizada de balas sobre el ejército aliado: 25.000 paraguayos brotaron como unos demonios de los bañados, acometiendo a sus enemigos a los gritos de ¡Viva la República del Paraguay! ¡Independencia o muerte! ¡Muramos por nuestro país, por nuestras familias! ¡Muerte a los macacos! ¡No haya perdón!.
Esta acometida, terrible e inesperada, se llevó por delante cuanto se opuso a su paso. Afortunadamente, los oficiales consiguieron organizar las tropas y neutralizar las ventajas obtenidas por los asaltantes.
En el ala izquierda, los brasileños fueron empujados tres veces hasta el estero Bellaco y otras tantas hicieron retroceder a los paraguayos, obligados, finalmente, a retirarse. En el sector de la derecha, el general Resquín consiguió arrollar con su caballería las divisiones mandadas por los generales HORNOS Y CÁCERES, pero se estrelló ante la división Buenos Aires, del Regimiento 1° de línea y de la Legión Militar, que sostuvieron valientemente, el prestigio de la infantería argentina. En el centro, el teniente coronel Díaz con sus efectivos, lanzado a atravesar el pantano, fue detenido por un intenso fuego de los orientales al mando del general Flores, que los diezmó.
Totalmente perdidos e imposibilitados de combatir, aquellos batallones contestaron a la intimación de Flores, que les invitaba a deponer las armas: «¡No tenemos orden de hacerlo!».
Reanudado el fuego, fueron exterminados. A las cuatro y media de la tarde todo había concluido. 6.000 paraguayos yacían en el campo, y 8.000 estaban heridos en los bosques y pantanos. Los aliados tuvieron 5.000 bajas, entre muertos y heridos. Se tomaron prisioneros a 350 soldados paraguayos y los trofeos de esta victoria consistieron en cinco banderas, cuatro cañones, diez cajas de municiones, 5.000 rifles y una gran cantidad de armas blancas (ver La guerra con Paraguay).
El gobierno argentino, en octubre de 1872, Decretó cordones de honor para los que asistieron a esta batalla (ver ampliado en Crónicas).
Con la intención de acercar más luz a un tema tan controvertido como lo es la guerra que librara la “Triple Alianza” contra Paraguay, le envío copia de un viejo recorte periodístico, donde el historiador García Hamilton, desarrolla una serie de puntos de vista con respecto al mismo que en mi humilde opinión una vez más demuestra que no siempre el peso de una confrontación bélica es soportado por los verdaderos interesados en sus resultados. Uruguay ha devuelto los trofeos de guerra capturados en aquel conflicto a los hermanos paraguayos: “Todo empezó en el Uruguay. El general Venancio Flores, del partido Colorado, buscaba desalojar del poder al presidente blanco Bernardo Berro y contaba con las simpatías del mandatario argentino, Bartolomé Mitre y del emperador de Brasil, Don Pedro II, que habían encaminado a sus países en el liberalismo económico, aunque el último era una monarquía parlamentaria con esclavitud y el nuestro una república.
El oriental Berro acudió, eatonces al presidente del Paraguay, Francisco Solano López, para solicitarle apoyo para la independencia uruguaya y asegurar el «equilibrio continental». El Paraguay se había desprendido en 1811 del virreinato del Río de la Plata y se había mantenido aislado, gobernado por dictadores. Solano López había heredado de su padre el poder absoluto y regía un país dedicado a la yerba mate, la madera y el tabaco, que contaba con un ferrocarril, telégrafo, una fundición de acero y algunas fábricas.
Cuando Brasil envió un ultimátum al Uruguay y luego invadió su territorio, el paraguayo apresó un buque brasileño y la guerra se desencadenó. Mitre trató de mantener la neutralidad y comunicó a paraguayos y brasileños que no iba a permitir que sus tropas pasaran por territorio argentino. Pero Solano López envió un contingente por Corrientes y declaró la guerra a la Argentina, que firmó entonces con Brasil y Uruguay el tratado de la Triple Alianza, que le daba el mando de las tropas a Mitre y el de las fuerzas navales al almirante brasileño Tamandaré. «En 24 horas estaremos en los cuarteles, en quince días en campaña y en tres meses en Asunción», dijo Mitre, y la juventud porteña se enroló para liberar al Paraguay de un «dictador abyecto» y llevar allí la modernidad.
Las cosas iban a ser más difíciles y la guerra duró más de cinco años. En Curupaytí murieron 4.000 aliados y 92 paraguayos, mientras que en Tuyutí cayeron 13.000 paraguayos y 4.000 aliados. En el interior argentino la guerra tuvo resistencias, en tanto que Buenos Aires lloró la muerte de los jóvenes Francisco Paz, hijo del vicepresidente Marcos Paz, y de Dominguito Sarmiento, hijo del «Cuyano Alborotador». Desde París, Juan B. Alberdi dijo que era una guerra hecha por la vanidad de los gobernantes.
La mitología sostiene que la guerra fue provocada por Inglaterra para ahogar el proyecto de economía cerrada y autónoma de un Paraguay industrialista, pero historiadores como Miguel Angel de Marco han señalado que hubiera sido incoherente que Gran Bretaña apoyara las tendencias he gemónicas del Imperio. Ni Paraguay constituía una amenaza económica para el país europeo ni existen documentos que muestren preocupación en el Fo reign Office por el conflicto en Sudamérica.
El conflicto nació acá y la Argentina y Brasil ampliaron su territorio. Acaso los poetas lo entendieron mejor. Cuando los brasileños tomaron Paysandú, Olegario Andrade cantó «¡Sombra de Paysandú!. Sombra gigante/ que velas los despojos de la gloria». Y cuando cesó la lucha, Carlos Guido y Spano se lamentó: «Llora llora, Urutaú/ en las ramas del yatay./ Ya no existe el Paraguay/ donde nací como tú».