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NICOLÁS AVELLANEDA EN BELGRANO (04/06/1880)
El 4 de junio de 1880, el Presidente NICOLÁS AVELLANEDA, habiendo estallado la revolución que encabezara el Gobernador de Buenos Aires CARLOS TEJEDOR, para oponerse a la candidatura de JULIO ARGENTINO ROCA a la presidencia de la Nación y a la federalización de Buenos Aires, por razones de seguridad fijó la residencia del poder público en el pueblo de Belgrano (en esa época fuera del ejido de la ciudad de Buenos Aires).
Los miembros de su gabinete y los congresistas que lo acompañaron llegaron a Belgrano por diversos medios: carruajes, botes, lanchas y, algunos, en el vapor “Villarino”, como Dardo Rocha. Él, que como único equipaje había llevado consigo de su famosa biblioteca, “El arte de hablar”, de Hermosilla, se hospedó al principio en el cuartel del Regimiento Uno de Caballería, ubicado en la Chacarita de los Colegiales, ocupando una pieza grande, con piso de ladrillo, donde tenía una humilde cama de hierro.
Todos los días, mientras duró su estancia allí, desde la Chacarita iba a caballo hasta Belgrano, para entrevistarse con los legisladores adictos o para ver a su familia. «Vestía de pantalón azul oscuro —informa Yofre—, con anchas franjas de seda acordonada del mismo color, una gorra azul oscura con visera charolada, saco azul oscuro con jinetas en los dos hombros y calzaba bota corta debajo del pantalón». Más tarde fue huésped de la familia Astigueta, en una casona ubicada en la esquina de Echeverría y Vuelta de Obligado (imagen).
En 1880 Belgrano era una aldea, con calles sin empedrado, barrosas o polvorientas, según el tiempo. Reinaba en ella una profunda calma. Algunas casas de pensión, como la de la señora JOSEFA CALVO, acogieron a los legisladores que pudieron escapar de Buenos Aires.
En la pensión mencionada, frente a la plaza, vivieron los diputados por Santa Fe, con el doctor PEDRO LUCAS FUNES a la cabeza, y los de Mendoza, presididos por el doctor JUAN R. SERÚ. No había ningún hotel y sólo existía el Bar Watson, ubicado en el solar que actualmente ocupa el Museo Larreta.
En aquel invierno lluvioso del 80, los legisladores y funcionarios refugiados en Belgrano tenían pocas diversiones: los naipes o las tertulias en casa de RAFAEL HERNÁNDEZ. La Chacarita de los Colegiales, como se llamaba por entonces ese actual barrio porteño, había sido antiguamente una propiedad de los jesuitas, confiscada en tiempos de Carlos III y puesta bajo la administración de la Junta de Temporalidades.
Según la tradición, los padres de la Compañía de Jesús llevaban a ese lugar de vacaciones a los alumnos de sus colegios de Buenos Aires, de donde vino a llamarse Chacarita de los Colegiales.
En la noche del 21 de junio el General JOSÉ M. ARREDONDO planeó un golpe de mano a Belgrano para tomar presos a los allí refugiados. Pidió permiso para ello a Tejedor, quien se lo concedió y puso bajo su mando un Batallón de los efectivos que le eran adictos y planeó llevar su ataque por los “bajos de Palermo”. Belgrano vivió momentos de tensa expectativa.
El coronel LEOPOLDO NELSON, al mando de las fuerzas leales a AVELLANEDA, emplazó una batería en Palermo; pero no fue menester utilizarla porque los tejedorlstas, habiendo sido advertida su maniobra, consideraron fracasado el golpe planeado por ARREDONDO y ni siquiera lo iniciaron (ver Presidencia de Nicolás Avellaneda).