ASCASUBI, HILARIO (1807-1875)

Coronel-poeta de existencia andariega, cultor del género gauchesco,  escritor, periodista, diplomático y por sobre todo un personaje de aventuras. quien, por su natural inspiración y naturalidad para pintar escenas de la vida nacional, ha merecido ser llamado el “Berenguer argentino”.

Nació el 14 de enero de 1807 (o quizás el 8 de noviembre de ese mismo año) , en un lecho improvisado por las circunstancias, debajo de la carreta de una caravana que hacía la travesía de Córdoba a Buenos Aires, llegando a un paraje próximo a la posta de Fraile Muerto, en la provincia de Córdoba. Era hijo de Mariano Acasubi, vasco español, y de Loreta de Elía, cordobesa.

Resultado de imagen para hilario ascasubi

Cursó estudios muy elementales, y apenas adolescente , movido por un fuerte espíritu de aventura, sentó plaza de grumete en 1819 en el barco “ Rosa Argentina”, que se dirigía a la Guayana Francesa. Al ser apresado el barco, fue llevado a Lisboa, de donde algún tiempo después logró escapar. Recorrió Francia, Inglaterra, Norteamérica; estuvo en California y regresó a la patria en 1822.

En 1823, estando en Salta, ofreciendo “amarla y servirla”, logró que el gobernador Álvarez de Arenales le cediera la famosa “imprenta de la Patria”, que había pertenecido a los jesuitas y que había llegado a Salta, cedida por el gobierno de la provincia de Buenos Aires, para apoyar los proyectos de ese gobernante, preocupado por la cultura de su provincia. Ascasubi, en compañía de JUAN ARENALES, hermano del gobernador, editó y dirigió el primer periódico aparecido en esa provincia, que se tituló “La revista mensual de Salta”, en uno de cuyos primeros números publicó su “Canto a la victoria de Ayacucho”.

Habiendo cesado ARENALES en su cargo de Gobernador, ASCASUBI abandonó la provincia y viajó por Bolivia, donde, con motivo del triunfo de Ayacucho, escribió sus primeros versos bajo el patrocinio del poeta HERACLIO FAJARDO. Regresó al país en 1826, en tiempos de la guerra contra el Imperio del Brasil.

Se alistó como teniente del contingente salteño, marchó a la guerra bajo la dirección dcl general PAZ y peleó en Ituzaingó. Luego, apasionado por la borrascosa política de su tiempo, mientras sigue escribiendo y sus cielos, diálogos y décimas se hacen muy populares y recorren la ciudad y las pulperías de la campaña, intervino en las luchas civiles defendiendo la libertad y las instituciones.

Se incorporó a la fuerzas del  general Lavalle y en 1828 es ascendido a capitán. Unitario decidido Ensayó varias veces el periodismo de tono gauchesco y unitario decidido, publicó en 1830, bajo el seudónimo “El gaucho Paulino Lucero”, que utilizaba para atacar a ROSAS,  “El arriego argentino”, al servicio de objetivos políticos de tendencia unitaria.

Sufrió la persecución de ROSAS y  en 1830 cayó prisionero de los federales al fracasar los intentos de derrocar al gobernador de Entre Ríos, JUAN LEÓN SOLÁ. En los calabozos donde estuvo encerrado empezó a componer sus primeros versos gauchescos, que tanta popularidad le han dado.

El 21 de mayo de 1832 logró fugarse de su prisión y se embarcó para Montevideo escondido entre la carga de un buque y protegido por un soldado de guardia, que había sido subordinado suyo anteriormente.

Pasó los siguientes veinte años en la capital uruguaya, comprometido en diversos negocios. Instaló una panadería, fue vendedor de lana, corredor y comerciante, logrando hacerse de una posición.

Se reunió con los exiliados por la política argentina, estrechando una sólida amistad con FLORENCIO VARELA y VALENTÍN ALSINA y allí se casó con LAUREANA VILLAGRÁN Y OLIVER, que le dio larga descendencia. Hombre de lucha, el payador en cierne se completaba en el espíritu de acción; el Paulino Lucero de las coplas gauchescas unitarias se fundió en el político.

En 1839, costeó a sus expensas un barco para auxiliar las campañas que LAVALLE estaba organizando en el Uruguay para combatir a ROSAS.

Prolífico escritor a lo largo de este período, inicia allí, a partir de 1833, su estilo como escritor gauchesco, escribiendo sus “Diálogos de Jacinto Amores y Simón Peñalva” y dirigiendo  más tarde, los periódicos “El gaucho en campaña” y “El gaucho Jacinto Cielo”, afianzando con estas obras, una fama que le acredita el haber sido uno de los primeros en expresar el espíritu argentino en términos de la vida y el lenguaje gauchesco.

Sus poemas, especialmente el épico “Santos Vega”, por el cual es más conocido, constituyen un valioso documento descriptivo de la vida, las costumbres; los lugares los objetos y la gente del campo, en la joven Argentina de mediados del siglo XIX.

A raíz del pronunciamiento del 19 de mayo, regresó a su patria y se incorporó al Ejército Grande, con el grado de Teniente coronel, asistiendo a la batalla de Caseros como edecán del general URQUIZA. Después de la batalla se le ascendió a coronel. Entablada la lucha entre Buenos Aires y la Confederación, no titubeó y estuvo al lado del general MITRE, marcando la gesta payadoresca en contra de Urquiza, en quien el poeta creía ver la continuidad del “federalismo” rosista.

Y si bajo el seudónimo de “El Gaucho Paulino Lucero”, supo atacar a Rosas, ahora haciéndose conocer como “Aniceto el Gallo”, después de Caseros, usa su verbo para atacar a URQUIZA y sus cielos, diálogos y décimas se hacen muy populares y recorren la ciudad y las pulperías de la campaña. En 1860 viajó a Europa, enviado por el general MITRE para resolver asuntos diplomáticos.

Se radicó en París  y  en la paqueta corte de Napoleón III se movió como pez en el agua, llegando a ser una figura muy popular. Se cuenta que en un gesto verdaderamente romántico,  hizo plantar un sauce argentino en la tumba del poeta francés Alfred de Musset, como este lo había pedido en uno de sus versos.

En 1862, fue, durante la presidencia de MITRE, encargado de misiones oficiales en  París, ciudad en la que residió desde 1865 casi hasta el fin de su vida.

Durante su permanencia en París, terminó su inmortal poema gauchesco “Santos Vega o Los mellizos de la flor”, iniciado en Montevideo en 1850 y donde a través de la narración del payador Santos Vega, se cuenta el drama de dos mellizos, que son una especie de versión gauchesca de Caín y Abel.

Aunque el poema es muy desparejo en sus valores literarios, reúne una extraordinaria cantidad de información sobre las costumbres y cultura del habitante de las pampas y es quizás, la obra más completa y mejor organizada de Ascasubi. En ella se aparta de la figura del legendario personaje de la poesía de combate y logra profundidad y firmeza.

Aunque excesivamente extenso -consta de más de 12.000 versos-, el cuadro físico y social de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX está logrado con acierto. Ascasubi es poeta de imaginación clara y esencialmente visual, que alcanza momentos notables en algunos pasajes descriptivos y que, retomando la versificación de BARTOLOMÉ HIDALGO y otros precursores, da auténtica jerarquía artística a la literatura gauchesca, que culminará con José Hernández.

En 1872, habiendo revisado su dispersa y extensa producción, la agrupó en tres tomos que fueron publicados a fines de ese año: “Paulino Lucero o los gauchos del Río de la Plata” es el título del primer tomo y en él, se expresa cantando o combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y Oriental del Uruguay, e integrandolo conr punzantes cielitos, romances, medias cañas, redondillas y décimas, referidos a los episodios del sitio de Montevideo y compuestos entre 1839 y 1851.

El segundo tomo, que tituló “Aniceto el Gallo”, es un extracto de artículos periodísticos escritos en prosa y verso en 1854 bajo ese título, durante el sitio que soportó Buenos Aires en 1853 y recordando, igualmente, la cruzada del general Lavalle contra JUAN MANUEL DE ROSAS.

Completando esta obra, constituyendo su tercer tomo, “Paulino Lucero”, con versos descriptivos sobre las fiestas civiles realizadas en Montevideo en 1833 y en 1843, y sobre los triunfos argentinos en la guerra de la Independencia, siendo este volumen “una especie de memoria histórica del dilatado sitio que soportó aquella ciudad”.

Algún tiempo después regresó a la patria y murió en Buenos Aires el 17 de noviembre de 1875. Ascasubi fue indudablemente, a través del estro gauchesco, un exponente genuino del sentimiento popular. Evidenció una compenetración auténtica con la tierra en que nació, desde esa emoción sencilla que un día le llevó a plantar un sauce criollo en la tumba de Alfredo de Musset en el cementerio del Père Lachaise, en París, hasta la ruda ingenuidad de las estrofas de su cancionero.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *