ALMORZANDO CON EL ENEMIGO (00/10/1806)

En la Fonda de los Tres Reyes, a mediado de octubre de 1806,  tuvo lugar un curioso almuerzo de despedida: los oficiales ingleses prisioneros en Buenos Aires que debían partir a los destinos que se les había asignado para su internación como “prisioneros de guerra” por las autoridades, invitaron a miembros de distinguidas familias porteñas a un convite.

Querían agradecer de esta manera a los hogares criollos que los albergaron sirviéndole de tolerante prisión. Más que cancerberos, estas familias fueron amigas de los derrotados británicos y por eso no es de extrañar que vencidos y vencedores confraternizaran ante la bien servida mesa de la Fonda, uno de los mejores restaurantes de la ciudad.

Terminada la comida, amenizada con guitarra y canciones que entusiasman a los extranjeros, los prisioneros montaron a caballo no sin antes saludar cariñosamente a sus invitados.

De inmediato emprendieron el camino de postas hacia el interior, siendo vistos con desagrado, solamente por aquella parte de la población, de origen peninsular, partidaria de tratar con mano dura a los vencidos.

Noticias que fueron llegando a Buenos Aires, dieron cuenta luego que los prisioneros eran agasajados en los distintos puntos de su itinerario. Iban vestidos de civil, ya que sus uniformes, les fueron decomisados y utilizados para vestir a las recién creadas milicias que andaban escasas de ropa.

Partidas de cricket alternaban con cacerías y cabalgatas, organizadas por estancieros de Capilla del Señor, Luján y San Antonio de Areco en honor de los ingleses, quienes no dejaban de maravillarse ante las posibilidades que ofrece la pampa a los entusiastas del deporte de la equitación y observaban con interés las curiosidades regionales.

Nada los asombró tanto como la súbita aparición de una banda de langostas, fenómeno desconocido, al parecer, en las islas británicas.

Los detenidos de mayor jerarquía, como el general BERESFORD, quedaron confinados en Luján y el grueso de los prisioneros fueron destinados al valle de Cacheuta, en Córdoba, mientras que unos 200 hombres de tropa marcharon hacia Mendoza y el resto, distribuído en grupos menores, fue ubicado en San Juan, Tucumán, Santiago del Estero y San Luís, mientras que los heridos, debieron quedar en Hospitales de Buenos Aires hasta su curación (ver Prisión para los jefes de la primera invasión de los ingleses).

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