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LA FLOTA ANGLO-FRANCESA EN EL PARANÁ (20/11/1845)
El 1845, Francia e Inglaterra comenzaron una acción combinada política, económica y militar, tendiente a realizar un libre comercio en la Cuenca del Plata y frente a ese propósito, se reveló un sentimiento nacional por encima de toda disidencia. La Confederación Argentina sustentaba principios entonces internacionalmente en boga y que establecían que los ríos internos eran propiedad del Estado.
Con respecto a lo nacional, existía jurisprudencia sentada en el Tratado del Pilar, que establecía la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay por embarcaciones de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. El Tratado del Cuadrilátero amplió luego estos términos a la provincia de Corrientes, dando libertad de navegación en todas sus direcciones y destinos a buques nacionales solamente.
En abierta desconsideración de una soberanía incipiente, el 17 de setiembre de 1845 se supo en Buenos Aires, que se estaba preparando un convoy comercial anglo-francés para remontar el Paraná escoltado por buques de guerra.
Bloqueado el puerto de Buenos Aires por la escuadra anglo-francesa desde el 2 de agosto de 1845 (ver Bloqueo anglo-francés al puerto de Buenos Aires), que además tenía en su poder la isla de Martín García y que había logrado por la fuerza, la libre navegación del río Uruguay, el invasor trató también de dominar el río Paraná, para ponerse en contacto con su aliado, el gobierno de Corrientes que estaba en guerra con el gobierno de Buenos Aires, llevarles auxilios y finalmente, franquear la plaza sitiada de Montevideo para abrir el comercio con el Paraguay y el litoral argentino.
En vista de ello, el Gobernador de Buenos Aires JUAN MANUEL DE ROSAS, dispone romper relaciones con Inglaterra y Francia y encomienda al General LUCIO V. MANSILLA defender con los medios disponibles la soberanía de las aguas territoriales argentinas. En la medida de sus fuerzas, el general MANSILLA cumplió las órdenes y en la Vuelta de Obligado, un recodo de 800 metros del río Paraná, entre San pedro y Ramallo, provincia de Buenos Aires, el ilustre guerrero recordó que había aprendido con SAN MARTÍN, que a falta de medios, había que poner coraje e ingenio y allí fue cuando el heroísmo y el ingenio, entraron en la leyenda.
Aprovechó el tiempo y mientras la escuadra aliada avanzaba hacia el norte, con el propósito de obligar a la flota enemiga a detenerse, para poder someterla al fuego de su artillería, dispuso tender de costa a costa, en un paso estrecho del río, una serie de barcazas «acoderadas» y sujetas por tres gruesas cadenas, cruzando el río bajo sus aguas.
Contaba para la defensa del paso, solamente con 35 cañones, de calibre 4 a 24 (seis de ellos embarcadas en un bergantín), 200 artilleros, 60 infantes, tres escuadrones de caballería, mil milicianos y 300 vecinos que se sumaron a la gesta) y dejando así todo dispuesto para la defensa, esperó al enemigo.
El 17 de noviembre de 1845, con la misión de abrir el río Paraná al comercio transatlántico, partió de Montevideo una gran flota formada por 100 buques mercantes escoltados por 20 naves de guerra fuertemente artilladas con 113 piezas de calibres de 24 a 80. La comandaban los almirantes MASSIEU DE CLERVAL y sir CHARLES HOTHAM.
En la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro, provincia de Buenos Aires, el general LUCIO NORBERTO MANSILLA con sus jefes de Batería ÁLVARO ALZOGARAY, EDUARDO BROWN (hijo del Almirante), FELIPE PALACIO y JUAN BAUTISTA THORNE escribieron la más bella historia de nuestras armas en defensa de su soberanía.
SOBERANÍA es la palabra que JUAN MANUEL DE ROSAS le ha mandado pronunciar a su cuñado MANSILLA y éste, contando con sólo una reducida fuerza compuesta por el bergantín «Republicano», apoyado por cuatro baterías de pequeño calibre («Restaurador Rosas», «Manuelita», «General Mansilla» y «General Brown»), instaladas sobre la costa del río Paraná, por cerca de diez horas logró detener el avance de una poderosa flota anglo-francesa que intentaba abrir esa vía para concurrir en apoyo de fuerzas unitarias y posibilitar el comercio con el litoral argentino y el Paraguay, violando la soberanía de las aguas territoriales argentinas.
Combate de La Vuelta de Obligado
El 20 de noviembre el imponente convoy llegó frente a la “Vuelta de Obligado”, donde había instalado LUCIO NORBERTO MANSILLA, sus precarios medios de defensa y los sometió a un intenso bombardeo, concentrando su fuego sobre el núcleo artillero de la principal fortificación, emplazada en las barrancas de la Vuelta de Obligado.
A pesar de la gran diferencia de la potencia de fuego con que contaba cada uno, el combate fue tan reñido como sangriento y duró casi 10 horas con fuego incesante, hasta que el capitán inglés, luego del feroz bombardeo, se adelantó en un bote y cortó las cadenas de las embarcaciones «acoderadas», liberando así el paso de sus naves.
El combate terminó con una lucha cuerpo a cuerpo que produjo alrededor de 500 bajas entre los argentinos y cerca de 200 entre los invasores. Argentinos, ingleses y franceses caían juntos, mezcladas sus sangres y sus gritos de agonía y solo cuando 18 de las piezas propias fueron destruidas y casi la mitad de los defensores se hallaban fuera de combate, incluyendo al general MANSILLA que fue herido de un balazo en el estómago, por lo que debió ser reemplazado en el mando por JUAN BAUTISTA THORNE, que quedaría virtualmente sordo a partir de esa batalla.
Finalmente se produjo un silencio y la derrota argentina fue total. El paso quedó libre para los atacantes y con tres de sus buques muy averiados y 190 bajas, la escuadra invasora logró forzar el paso y el Paraná quedó expedito para la escuadra anglo-francesa y los invasores pudieron seguir su avance hacia Corrientes y luego hacia Asunción, verdadero destino de esta escuadra, que en verdad, venía con la intención de prestar apoyo a 90 buques mercantes que traían numerosas mercaderías para comerciar en Paraguay. fue ésta, una lucha tremenda. Un escenario que ofreció escenas de un increíble heroísmo por parte de sus protagonistas criollos, que si bien terminó en la derrota de nuestras tropas, deja para la memoria, la inclaudicable decisión de no arriar jamás las banderas de nuestra soberanía y el decidido empeño de un gobernante, en este caso, JUAN MANUEL DE ROSAS, que hizo defender con honor, el derecho a no doblegarse ante intereses extraños a los de la Nación.
El combate de la Vuelta de Obligado, fue finalmente una victoria pírrica para los invasores. Cuando la formación anglo-francesa abrió paso a la flota comercial, no encontró en los puertos que tocó en Corrientes y en Asunción, la apertura que los promotores europeos de la expedición anunciaron. Para agravar esto, de ida y vuelta estuvo constantemente hostilizada desde la ribera. La repercusión de Obligado constituyó un suceso cardinal en la formación de la conciencia nacional. Fue el precio que un puñado de patriotas pagó para salvar el prestigio del país (ver Batallas y combates. Guerra de la Independencia argentina).
Será justo entonces, recordar a EDUARDO BROWN (hijo del almirante), JUAN B. THORNE, ÁLVARO DE ALZOGARAY, FACUNDO QUIROGA (Hijo), FELIPE PALACIOS y RAMÓN RODRÍGUEZ, quienes, además de los nombrados y otros muchos cuyo nombre permaneció en el anonimato, tuvieron un heroico comportamiento en esta justa que mereció que el general SAN MARTÍN, desde su exilio en Grand Bourg, expresara: «Esta contienda es, en mi opinión, de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de España» (extractado de notas de Osvaldo A. Facciolo y otros autores).
Pero las armas de la patria no se dieron por vencidas
THORNE, ahora al mando de la defensa continuó construyendo baterías defensivas, y atacando los buques enemigos: el 2 de enero de 1846, hubo un nuevo combate en la Vuelta de Obligado y represaron el pailebote “El Federal”, tomado en la bahía de Montevideo en julio del año anterior y el día 9 del mismo mes logró causarles serias averías en “El Tonelero”, cerca de Ramallo, en la provincia de Buenos Aires y ese mismo día en “Acevedo”, cerca de “San Nicolás de los Arroyos”.
El 16 de enero de 1846 sucedió el “segundo combate de “San Lorenzo”, donde las fuerzas confederadas dañaron gravemente a la escuadra anglo-francesa. El 11 de febrero de 1846, el vapor “Gordon”, enviado por los invasores a pedir refuerzos, fue atacado frente a la isla del Tonelero, viéndose obligado a reunirse con la flota, mientras que los vapores “Firebrand y “Alecto”, que llegaban como refuerzos eran casi destruidos en el Tonelero.
A mediados de abril, Thorne, con una de las baterías volantes, pone en fuga al “Philomel”, y voltea la pieza del castillo de proa del “Lizard”, según confesión de los oficiales ingleses en sus partes a Hotham (Saldías. Historia de la Confederación Argentina). Finalmente, cuando este se estaba quedando sin municiones, los invasores cortaron la cadena y recomenzaron su marcha hacia el norte.
Pese a todo el esfuerzo desplegado por los efectivos de la Confederación, la flota inglesa logró llegar a Corrientes, donde pudieron realizar algunos intercambios comerciales, aunque no muy beneficiosos, ya que se trataba de una provincia pequeña y poco poblada. Lo que sí resultó útil al gobierno correntino fue la importante cantidad de armamento aportada. Las fuentes no mencionan si fue donado por las fuerzas anglo-francesas o vendidas al gobierno provincial.
De regreso de esta expedición, luego de sufrir el constante hostigamiento de las milicias ribereñas y de haber enfrentado a efectivos de la Confederación en diversas oportunidades (1), el 11 de febrero de 1846 sometieron a un intenso bombardeo a los campos de El Tonelero, el 21 de marzo de 1846, atacaron el puerto de “Ensenada” y el día 25, “Atalaya”. En ambos casos, milicias locales de caballería los obligaron a reembarcar y retirarse.
(1). Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), nuevamente en Obligado (02 de enero de 1846), combate de “Acevedo” (09 de enero de 1846), segundo Combate de San Lorenzo (16 de enero de 1846), Combate de El Quebracho (10 de junio de 1846), combate del Tonelero (22 de noviembre de 1846).