EL PESO, UNIDAD MONETARIA ARGENTINA (1881)

Desde su aparición, hace 27 siglos, la moneda formó parte de la vida cotidiana de pueblos y países, reflejando su prosperidad, sus penurias, sus costumbres, sus memorias y sus leyendas y la historia del dinero de los argentinos, comenzó el 13 de abril de 1813, cuando la Asamblea General Constituyente ordenó acuñar las primeras piezas nacionales reemplazando el busto de los reyes por el escudo de la Asamblea y se emitió la primera moneda patria.

Recordemos ahora, que desde 1810 y hasta que se creó la Casa de la Moneda en 1880, existían en estos territorios tres casas de moneda con un protagonismo regional destacado: en el centro, la provincia de Córdoba labró monedas de plata (1815); en el noroeste del país, la provincia de La Rioja fue la única que acuñó moneda de oro y de plata (1824) y en el litoral ribereño, la provincia de Buenos Aires innovó, poniendo en circulación, monedas de cobre (1840).

Papel moneda y otros valores fiduciarios
En julio de 1813 la Asamblea General Constituyente del Año XIII decretó un empréstito forzoso con el objeto de construir y armar la marina de guerra. Según este mandato los capitalistas debían anticipar la suma de quinientos mil pesos por vía de préstamo. A cada prestamista se le entregaba un pagaré con el sello del Estado y firmado por el gobierno.

Después de dos meses, los pagarés serían admitidos en pagos de deudas y luego de seis se recibirían como si se tratara de dinero efectivo. Al año cumplido, debían pagarse a la vista. “Esta ley es notable…porque contiene el verdadero germen de una moneda de papel, o papel moneda, y fue el embrión de la circulación fiduciaria que juega un papel tan importante y tan interesante en la evolución argentina”.

Pero en la historia de nuestros billetes, hubo sin embargo, como sucede con muchas otras cosas, muchos pequeños senderos que fueron señalando el camino, porque hay varios antepasados de aquellos primeros billetes.

Uno de ellos es producto de la iniciativa del virrey Santiago de Liniers, quien en 1808 intentó aliviar las penurias de las cuentas públicas emitiendo «vales patrióticos», que no prosperaron por el hábito difundido de utilizar valores «metálicos». Claro que la fuerza de las costumbres no podía alterar el problema: la fragilidad de las finanzas del estado.

Tan es así que las guerras de la Independencia y su influencia sobre la economía fueron agravando la cuestión, hasta que comenzaron a darse las condiciones propicias para que se aceptara algún sucedáneo fiduciario.

Nacieron entonces los “pagarés sellados” del empréstito forzoso de 1813, resuelto por la Asamblea General Constituyente para que se saldasen las deudas con el Estado y se pagasen los derechos aduaneros.

Con idéntico fin, aparecieron después los “villetes amortizables” (sic), creados por el Directorio en 1817, y el «papel moneda» o «papel denominado dinero efectivo», emitido por el Gobierno en 1819 para que fuese aceptado en la Aduana y las “Tesorerías Fiscales”, siendo totalmente voluntaria su validez entre los particulares.

El último paso en esta “prehistoria” de nuestros primeros billetes lo da la Provincia de Buenos Aires en 1820, cuando al ser disueltas las autoridades nacionales, resuelve expedir, a través de su Ministerio de Hacienda, una “papel billete o amortizable” (sic), para utilizar en la Aduana, en denominaciones de 5, 10, 20, 40, 50 y 100 pesos. fuertes.

Los cafés emitían moneda
Digamos que la cantidad de billetes emitidos entre 1822 y 1823 por el “Banco de Descuento” no fue suficiente para paliar la escasez de papel moneda que soportaba la gente.

Esto causó una seria disputa entre el Banco y el Gobierno de Buenos Aires, cuando la situación se complicó aún más, en los años subsiguientes, cuando el problema adquirió extrema gravedad, especialmente por la falta de valores muy pequeños. La escasez de circulante llegó a provocar que se recurriera a la utilización de fichas, contraseñas y billetes propios, que imprimían los dueños de cafés y comercios en general, obligados a ello, porque no podían atender los requerimientos de sus parroquianos y clientes, por falta de circulante

Nuestros primeros billetes
Nuestros primeros billetes vieron la luz el 12 de setiembre de 1822, impresos por decisión del Banco de Buenos Ayres o Banco o Descuentos (primer Banco de la Argentina), que encargó el diseño al artista francés José Rousseau y eligió a la imprenta de don Pedro Ponce para la confección final de los siete mil ejemplares proyectados.

Estampados a mano, los billetes tenían de nominación de 20, 50, 100, 200, 500 y 1.000 pesos fuertes, con la siguiente paridad fijada en 1812: «una onza de oro equivalía a 17 pesos fuertes o de plata, de a 8 reales cada uno”. Rousseau cobró doscientos pesos por su trabajo y Ponce trescientos cincuenta.

Llegan los billetes ingleses
No obstante, esos billetes impresos por Ponce, serían provisorios, porque el Banco consideraba conveniente imprimir los definitivos en Gran Bretaña, que por entonces contaba con los mayores adelantos en la materia.

Con este propósito, se firmó un contrato con la compañía inglesa “Henckell y Du Buisson” y los nuevos billetes de papel moneda porteño, comenzaron a llegar a Buenos Aires en julio de 1823. Eran de diseño sobrio: “en lo alto y en el centro, un pequeño escudo argentino; el texto, en letras góticas y cursivas, muy al estilo de los billetes europeos de entonces. Los ejemplares tenían valores de 1, 5, 10, 21, 50, 100, 150, 500 y 1.000 pesos fuertes.

En 1841, se pone en circulación una nueva emisión, impresa en Londres por la firma “Perkins, Bacon & Perch y nuevas emisiones se realizarán en los años 1844, 1845, 1847, 1848, 1849 y 1851. Como todos los de la época, estaban impresos de un solo lado, variando según las emisiones el papel y la tinta.

La de 1841 esta impresa sobre papel naranja, otras sobre papel violeta o simplemente blanco, utilizándose tinta roja, amarilla o negra. La numeración, las firmas y a veces parte de la fecha se colocaban a mano, una tarea que era tan pesada que Rosas resolvió, favorablemente, un aumento de sueldo para los empleados encargados de realizarla.

No obstante el cuidado con que eran impresos estos billetes, las falsificaciones que habían empezado tan pronto como se lanzaron a la circulación los primeros ejemplares, fueron bastante frecuentes. En épocas del extinguido Banco Nacional, este delito había motivado el destierro de tres ciudadanos franceses y en marzo de 1831 el fusilamiento del ciudadano Enrique Fleury.

Pero, las falsificaciones continuaron; el papel empleado era de mala calidad y una vez lanzado a la circulación, su propio desgaste hacía factible la confusión de los contrahechos. Si bien no hubo falsificación de monedas de cobre, estas piezas desaparecieron muy pronto de la circulación. Su destino fue Montevideo, donde se paga un sobreprecio a los especuladores.

Curiosidades de nuestro papel moneda
La historia de la moneda argentina es tan cambiante y compleja como la propia Historia Argentina. Poblada de curiosidades, malentendidos, influencias políticas, escollos burocráticos y aportes del exterior, tiene anécdotas curiosas, decenas de idas y vueltas. Comenzaremos por recordar que en el siglo XX, no sólo tuvimos cinco signos monetarios diferentes (los Estados Unidos, por ejemplo, se maneja con el dólar desde 1794 hasta la fecha), sino que en el camino perdimos trece ceros en el valor de nuestra moneda.

Y hay más. Por ejemplo: hasta 1864, nuestros primeros ejemplares de papel moneda, se imprimían de un solo lado, el valor se dejaba en blanco para que la autoridad que los firmaba, completara el importe y eran firmados, numerados y fechados uno por uno, y a mano. Crecían en superficie a medida que aumentaba su cantidad de ceros (el tamaño se hizo uniforme recién en 1970).

Las falsificaciones. El problema fue que los falsificadores no demoraron en entrar en acción. El gobierno intentó desalentarlos imprimiendo una leyenda en los billetes («la ley castiga a muerte al falsificador y sus cómplices»), pero la amenaza cayó en saco roto y las autoridades optaron por tercerizar la fabricación de monedas:

Para ello, le encomendaron la tarea a una firma estadounidense, que terminó inmortalizando en nuestros primeros billetes, los rostros de sus propios próceres. Sí, aunque no se lo crea, Thomas Jefferson, George Washington (imagen) y Benjamín Franklin desfilaron por nuestra moneda antes que San martín y Belgrano.

También Juan Manuel de Rosas encargó billetes al exterior, aunque esta vez a Londres y con el expreso pedido de que llevaran impreso el eslogan del momento: «Viva la Confederación Argentina. Mueran los salvajes unitarios». Y otra curiosidad: para no repetir la experiencia estadounidense, se le solicitó a los ingleses la impresión de algún animal autóctono.

La recomendación no valió de mucho: los ingleses, que poco sabían del país de las vacas, incluyeron en el diseño un canguro australiano. Y otra picardía que el rosismo escribió en la historia del dinero fue una serie de monedas acuñadas en 1843, que llevó grabado el gorro frigio con su penacho cayendo hacia la derecha, cuando en el símbolo de la libertad cae hacia la izquierda.

Billetes tucumanos
En 1841, en la misma fecha en que Aldao restablecía la influencia federal en La Rioja, en Tucumán se emitían los primeros y únicos billetes de la Coalición del Norte en un desesperado intento de obtener fondos para la lucha. Están fechados en abril y mayo de 1841 y se lanzan a la circulación a nombre del “Banco Hipotecario de las Provincias Ligadas del Norte”, respaldándose la emisión con bienes inmuebles.

Con el propósito de vencer la resistencia que ofrecía la circulación de estos billetes, de fin eminentemente político, se estableció que, concluida la guerra, los posee­dores de este papel moneda recibirían un premio del diez por ciento sobre su valor facial.

Los ejemplares que han llegado a nuestros días son muy raros y sólo de Un peso y Un real, ignorándose si se emitieron otros valores. Están impresos en negro sobre papel de malísima calidad y de un solo lado. La Impresión es pobre y el diseño borroso, habiéndose colocado una leyenda (previendo la aparición de contrahechos) condenando a muerte a los falsificadores y a sus cómplices.

En 1881 nace una moneda nacional.
La gran variedad de tipos de moneda nacional en circulación (pesos moneda corriente, pesos fuertes, etc.), y la libre circulación de “vales” y monedas extranjeras autorizadas que existía, conformaban una situación muy desordenada, caótica e incontrolable, que era necesario terminar.

Fue entonces que para unificar el sistema monetario en el país, se determinó la creación de una “moneda nacional”, “anclada” al peso de oro y plata y se dispuso que los bancos de emisión, renovaran toda su tenencia de billetes, a la nueva “moneda nacional”.

El primer signo monetario fue el “Peso Moneda Nacional” (m$n), creado en 1881, durante la presidencia de Julio Argentino Roca, por medio de la Ley Nº 1130 (sancionada el 5 de noviembre de 1881), con el fin de crear una moneda común para todo el territorio y unificar el sistema monetario, hasta ese momento bastante caótico: circulaban pesos fuertes, pesos corrientes, reales y hasta pesos bolivianos, fue la moneda vigente en la República Argentina durante el período que va desde 1881 hasta nuestros días.

Para poder emitir el primer signo monetario común a todo el país, en 1880 se había creado la “Casa de la Moneda de la Nación” que fue la encargada de importar una tecnología moderna de origen francés que permitió emitir, a partir del 14 de febrero de 1881, los primeros billetes impresos en el país. Desde entonces, todas las emisiones monetarias se harán a través de esa “Casa de la Moneda de la Nación”, creada en 1880 (ver La Casa de Moneda en la Argentina).

En 1897 se sancionó la Ley N° 3505 que autorizó a la Caja de Conversión (aún no existía el Banco Central) a modificar los billetes y poner una imagen de la «Efigie del Progreso» en lugar de los retratos de los presidentes y funcionarios de los últimos gobiernos.

Estos billetes estuvieron en circulación hasta 1942, cuando el Banco Central (creado en 1935) decidió emitir sus primeros billetes propios. Pero todavía no se trataba de billetes totalmente hechos en el país, ya que la provisión de papel especial y las planchas de metal grabadas con las ilustraciones alegóricas o de retratos de próceres argentinos, continuaban elaborándose en Europa.

“De lo aquí extractado, se advierte que a partir de esta Ley, la amonedación responderá a un ordenamiento legal, que no permite excepciones. Ya no habrá más que un emisor legal que será la Nación. Queda prohibida la emisión de moneda por otra autoridad y se unifica de tal forma la moneda en todo el país”.

“Queda así instituido un ordenamiento monetario que habrá de perdurar hasta nuestros días. Las variantes que se han producido son de otro orden. Las piezas de oro y plata han desaparecido y las emisiones monetarias han respondido a razones de carácter económico, pero hasta nuestros días, el “Peso” ha llegado como única unidad monetaria y ha sido siempre emitido por la República Argentina”.

Las 5 monedas de curso legal que tuvieron vigencia en la República Argentina
En su bicentenaria historia, la Argentina tuvo muchos cambios económicos y varias devaluaciones, pero, curiosamente, sólo cambió 5 veces de moneda de curso legal. Desde que en 1881, mediante la Ley Nº 1130 se estableció el «peso moneda nacional» como valor fiduciario vigente en la República Argentina, hubo cinco monedas de curso legal entre ese año y 1969.

El Peso Moneda Nacional (1881-1969)
El Peso moneda nacional ($ m/n), tuvo larga vida, ya que perduró hasta el 31 de diciembre de 1969. Sobrevivió a dos guerras mundiales, a la década infame y a la “Revolución Libertadora”. Pero no por eso, dejó de sufrir cambios, algunos muy curiosos.

En el año 1942, “La Casa de la Moneda Argentina”, incorpora a sus talleres las primeras máquinas calcográficas e imprime billetes grabados en acero, que se realizan en Inglaterra, sobre papel húmedo. La impresión se efectúa a un solo color.

Los Pesos Ley (1970-1983)
El 1° de enero de 1970 hubo un cambio drástico en el país: apareció el “Peso Ley 18.188” ($ Ley) y se mantuvo vigente hasta 1983. La unidad equivalía a 100 pesos de los pesos moneda nacional (100 “mangos” o una “gamba” según la jerga popular).

Este nuevo signo monetario vino a reemplazar al “Peso moneda nacional” y el cambio golpeó duramente los bolsillos de los argentinos: El “Peso Ley” subsistió hasta 1983. La inflación lo fue devorando, hasta que en 1982, llegó a emitirse un billete de 1.000.000 de pesos ley. En ese momento se decidió cambiar nuevamente la moneda y se creó el “Peso Argentino”.

El Peso Argentino (1983-1985)
Mediante el Decreto Nº 22.707, del 6 de enero de 1983, durante la presidencia de facto de Reynaldo Bignone, se creó el “Peso Argentino” ($a), que entró en vigencia el 1º de junio de ese año. Otro duro golpe para el bolsillo de la gente: cada Peso Argentino equivalía a 10.000 pesos ley y marco un nuevo récord, pero esta vez de fugacidad. Fue la moneda nacional que tuvo vida más corta: no llegó a permanecer dos años en los bolsillos de los argentinos y fue reemplazada por el “Austral”..

El Austral (1985-1992)
El 15 de junio de 1985, el Peso Argentino fue reemplazado por el Austral (A), que llevó el nombre del plan económico diseñado por Juan Vital Sourrouille, ministro de Economía durante la presidencia de Raúl Alfonsín. El Austral se convirtió en la moneda de curso legal el 14 de junio de 1985, cuando Alfonsín firmó el Decreto 1093 que ponía en marcha el Plan Austral, que buscó contener la inflación. Cada austral equivalía a 1.000 pesos argentinos (o a mil millones de Pesos Moneda Nacional). Al principio, el Plan Austral parecía exitoso. Pero hacia 1986 la nueva moneda comenzó a perder valor frente al dólar y nunca más se recuperó. En 1989 el Austral se depreció 5.000% anual con respecto al dólar. Y hasta se emitieron billetes de 500.000 australes y un millón de australes y monedas de 1.000 australes.

El Peso (1992-…. )
En 1992, el Austral fue reemplazado por el “Peso” ($). El Decreto del Poder Ejecutivo N° 2.128 del 10 de octubre de 1991 dispuso la puesta en vigencia del “Peso” ($), que entró en circulación a partir del 1º de enero de 1992. Cuando entró en vigencia, cada “Peso” equivalía a 10.000 australes, su valor estaba a la par con el dólar y los billetes llevaban la leyenda “convertibles de curso legal”. La “convertibilidad” duró 10 años. Luego vino la devaluación. Y las cuasimonedas (el Patacón, el Lecop, entre otros, eliminadas en 2003). Pero el mismo Peso sigue siendo la moneda de curso legal hasta hoy (2024)

Nombres de nuestro signo monetario en lunfardo
Lejos del idioma oficial, la gente ha inventado un rico “lunfardo” por medio del cual, el signo monetario argentino, ha cambiado cerca de treinta apodos desde que se creara el “peso nacional” en 1875.

Y las sucesivas conversiones monetarias han llegado a tales extremos que hasta exigieron explicaciones didácticas en las escuelas, cuyos alumnos, siempre prácticos en estos asuntos, comenzaron a identificar a los billetes por su color. Pero veamos el desarrollo cronológico de esta historia:

El “peso moneda nacional”. se bautiza, junto con el “fuerte de plata”, por medio de la Ley 733, de septiembre de 1875. En 1881, con la Ley 1130, llega el “patacón” y luego los hermosos “cobres” del decenio.

Pero ¿y el billete..?. Ambos términos pasan al dialecto, donde ya corren los “morlacos” los “bolivianos o norteños”, las “rupias” —gitanismo que Juan Mondiola reverdecerá en los años 40— y “nacionales”.

El algo raro sucedería en 1899: la emisión de los primeros billetes (de factura y diseño galos) coincide con la primera devaluación, que ocurre cuando la paridad peso-dólar pasa de m$n 2,273 a 2,40. O, tomando la divisa central de aquel momento en el Río de la Plata, la libra sobre de 11,364 a 11.99.

Además, el peso oro (o$a, llamado argentino) se congela en un valor familiar a generaciones de escolares: 2,2727 nacionales. No obstante, el impúber “sope”,vale lo suyo y es moneda corriente.

Los Pesos no eran pesos. Y si no, que le pregunten a poetas y compadritos del arrabal de Buenos Aires, que como decía Juan Marambio Catán en 1920: «cafishio pelandrún / que disfrasáu ‘e misiú / palmaba 50 “gruyos” en Junín y Lavalle”.

O a Felipe Yacaré Hernández que, en Lunanco, habla de otro lunfa y explica: «La laburó con riendas… tuvo coche / y amarrocó unos cuantos “patacones» o un ignoto redactor de P.B.T. que escucha asombrado la protesta de una madre ofendida «¡Nuestras niñas nunca dirán “vento”, señor!», mientras discutían acerca del estreno de una exitosa película.

El saínete de Julio Doblas (1890- 1935) pudo no ser genial, pero llevó (o trajo?) al centro, tipos y jerga de otro mundo y de paso, los primeros lunfardismos para el peso moneda nacional: «Hoy sin “guita” y sin amor / solo tiene un cadenero / que la trata con rigor», resumía Doblas la melancólica decadencia de una cocotte. “Guita”, “vento”, “biyuya” (en genovés, billete), “menega”, “tovén” alcanzan así las candilejas.

Con cierta demora, claro. En los días del Centenario, al efectivo local, los orilleros ya le dicen de todo menos peso. Desde «vesdes» como “sope” o “sopardo” hasta con resabios coloniales (“duro”, “rial”, “grullo”), sospechosos italianismos (“fasule”, “gamba”), contagios brasileños (“mango”, o sea billete de mil reis) y falacias aborígenes, como por ejemplo, “patacón”, como se llamó al peso fuerte de plata acuñado en 1881

En 1916, la Ley Sáenz Peña y el voto secreto hacen presidente a Hipólito Yrigoyen. Su primer billete, de diseño francés y tonos celestes, es de 50 centavos, emitido en junio de 1918. Lo llamarán, cómo no, “radical” y existirá hasta 1948, cuando aparece los “medio peso”, de estilo italiano de la preguerra. El «musolino«.

En Rico Tipo”, un semanario que solía tirar casi 200.000 ejemplares, alguien quiso ponerle al “peso” nuevamente en vigencia (y no para referirse a los barrenderos). El director y dueño de la revista, vetó el chiste, decían que quizá fue para no malquistarse con las autoridades y poner en peligro su cuota de papel.

El Peso, aparecido en 1921, tuvo dos traducciones lunfardas: “cuerito”, porque se arrugaba fácil y “loro”, nadie sabe por qué, aunque quizás lo haya sabido Bartolomé Aguilar, cuando en 1935, en su tango “Responso reo”, escribió “lo afanó en doscientos loros/ con chamuyo más toro/ que tangazo de Contursi”.

Así, dominaban sus matices castaños. El Peso Moneda Nacional vuelve a devaluarse cuando, en mayo de 1935, la Caja de Conversión se transforma en Banco Central mediante la Ley 12.160, cuando el dólar sube (ley 12.160). Durante la década siguiente, el diseño francés cede a una inspiración tan británica como aquella ley.

Los conservadores van olvidando la viñeta femenina del Progreso impuesta por los radicales. Ahora éstos —nostálgicos— la reviven en desabridos “Australes”.

El “canario” de cien, se transforma en la “gamba” (nombre de un antiguo billete italiano de 100 liras) y la “media gamba” (m$n 50) se contagia de la libra esterlina y adopta el color lechuga, los de m$n 10, que eran de color verde nilo, ahora se tornan en color tomate y durante los años 50, se los conoce como “bataraces”.

Casi nadie habla ya de los “vintenes” —amorosamente conservados en Uruguay— o de los “patacones” cuando, en 1950 (Año del Libertador general San Martín), se abandona el billete de medio peso, por una moneda de 50 centavos que según la calle, se llamará la “chanchita”, nombre que se remonta a la “chancha gorda”, una bella moneda que se emitió en 1941, realizada en cromo-níquel, que como la que se acuñó en 1978, durante el Mundial de Fútbol que se jugó en Buenos Aires, no tuvo mayor circulación.

El período que va de 1892 a 1941, fue la época de los “níqueles” y de la “chancha” a secas, una moneda de 20 centavos que también era conocida como los “vintén”. Los cobres” de uno y dos centavos, cuyá reaparición se produjo entre 1941 y 1947, cuya ceca apareció en los 10 centavos de Austral.

Por un capricho monetario, “cueritos” y “cocineros” —billetes estilo francés ambos, de m$n.5, color rosa— perduraron durante casi 50 años hasta que el “cocinero”, fue reemplazado por los billetes de 5 Australes, que repetirán su color. En 1969, la “Ley 18.188” acabó con los nacionales, que habían durado 70 años.

Los Pesos Ley solo llegaron a estar en vigencia durante 13 años. Los Argentinos, en circulación a partir de 1983, no alcanzaron ni siquiera dos años en la calle y su valor máximo era de 10.000, el mismo tope que tuvieron los Moneda nacional, que era una sábana color malva también de 10.000, valores muy por debajo de los Ley 18.188, cuyo billete máximo era de 1.000.000, todo un récord en la historia de nuestra moneda y que se conocía con el nombre de “un palo”.

Resumiendo y comparando, tenemos que 1 Austral, equivalía nominalmente a 10.000 Pesos Argentinos, a 10.000.000 de Pesos Ley y a 1.000.000.000 de Pesos Moneda Nacional,

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